Epílogo: La filosofía china

Se ha dicho que Occidente nunca ha comprendido realmente la filosofía china. Es más, muchos pensadores orientales sostienen que es imposible para la mente occidental comprender tales riquezas de matices de los que no tienen la más mínima noción.

Casi todos los filósofos occidentales han mantenido un punto de vista similar en lo que respecta a la recepción por la civilización occidental de su propia filosofía. Por este motivo, no deberíamos sentirnos especialmente desconcertados por esta insistencia en la incomprensión mutua. La filosofía china es diferente de la filosofía occidental al igual que los chinos son diferentes de los europeos. Pero todos somos una sub specie aeterni igualmente despreciable, o valiosa. Todos compartimos la misma condición humana, y esto es precisamente lo que cada filosofía afirma examinar. La filosofía china puede tener sus deficiencias a ojos occidentales como la nuestra las tiene ante los suyos, pero ambas son recetas válidas para una dolencia similar: la vida.

La filosofía china como tal apareció a partir del siglo VI a. C. Durante este periodo se desarrollaron las Cien Escuelas, tan diversas y divergentes como su propio nombre sugiere. Consistían sobre todo en filósofos trotamundos que recorrían los diferentes estados que con el tiempo constituyeron China. A su llegada a un estado el filósofo abría una consulta y comenzaba a dar consejos filosóficos de uno y otro tipo. Generalmente los daban para la corte y solían consistir en diversos principios cuyo objetivo era ayudar al gobierno del estado. Inevitablemente, tales consejos pronto dejaban de tolerarse, y el filósofo se volvía a ver recorriendo caminos.

Las filosofías producidas por las Cien Escuelas no solían reconocerse como filosofías, según la noción occidental. Con frecuencia estas filosofías no eran mucho más que «actitudes ante la vida», elaboradas con sucintas o enigmáticas reflexiones. Su filosofía real apenas estaba estructurada o planteada de una forma lógica o coherente, y solía estar más cerca del consejo político o religioso.

El ejemplo principal del primer caso era el confucianismo, y del último, el taoísmo. Pronto emergieron como las dos variedades dominantes del pensamiento de la filosofía china. Posteriormente ambas corrientes se vieron afectadas por la llegada de la tercera variedad de la filosofía china: el budismo.

Confucianismo

Las enseñanzas que se originaron con Confucio han perdurado de una u otra forma hasta nuestros días. El confucianismo es esencialmente práctico, pues explica la forma de vivir en los niveles sociales y personales. Por este motivo, sus temas principales son la ética y la política. Hay poca especulación acerca del significado y de la naturaleza final de la vida. La metafísica está prácticamente ausente. Todo esto se aplica al confucianismo desde sus comienzos hace más de dos mil quinientos años, y continúa siendo cierto para el neoconfucianismo en su forma actual, algo difusa.

El confucianismo ha demostrado que es posible dirigir la propia vida sin recurrir a la especulación metafísica. Y al cabo de tanto tiempo, el pensamiento occidental parece, renuente y gradualmente, estar llegando al mismo punto de vista.

Taoísmo

El taoísmo surge de la palabra china tao que significa «la vía». Todos los filósofos chinos tiene sus propios puntos de vista sobre el tao, pero el taoísmo mismo procede de los sostenidos por el sabio Lao Tsé y su seguidor Chuang Tzu. Lao Tsé vivió durante el siglo VI a. C., pero se sabe muy poco de su vida. Se dice que fue historiador y consejero religioso en la corte de los emperadores Chou. Según la leyenda, conoció a Confucio y no se sintió en absoluto impresionado. Posteriormente se dijo que había partido hacia Occidente. En el paso de Hsien-ku, el guardián le impidió pasar para abandonar China hasta que hubiera escrito todas sus enseñanzas sobre el tao. Este libro se conoce como Tao Te Ching y se iba a convertir en el escrito sagrado del taoísmo. Lao Tsé partió hacia Occidente y según un relato contemporáneo, «nadie sabe lo que ha sido de él». Muchas de las Cien Escuelas consideraban a Lao Tsé un sabio, un santo e incluso una deidad. Se dice también que los confucianos contemporáneos le consideraban un gran filósofo. Esto es difícil de comprender, ya que las enseñanzas de Lao Tsé son complementarias a las de Confucio. Desde la perspectiva de algunos, estas dos filosofías tratan ámbitos totalmente diferentes del empeño humano; desde el punto de vista de otros, son totalmente contradictorias en casi todos los aspectos.

Donde Confucio enseña la «vía del hombre», Lao Tsé enseña la «vía de la naturaleza». Para Lao Tsé, la «vía» era sobre todo un concepto metafísico y místico. Era una fuerza externa y absoluta que controla la naturaleza pero que queda más allá del espacio y del tiempo. Esto es difícil de entender en los términos conceptuales lógicos que normalmente requiere el discurso filosófico de los pensadores occidentales. Pero ni siquiera es, como se pretende a menudo, extraño a la filosofía que conocemos en Occidente. El estoicismo y la filosofía defendida por los cínicos fueron sobre todo actitudes ante el mundo.

Según Lao Tsé deberíamos sintonizar con el tao al intentar emularlo. Deberíamos vaciarnos de insignificante preocupaciones, dedicar nuestras vidas a la simplicidad y a la espontaneidad, y al mismo tiempo permanecer tranquilos.

Cuando está transmitido por un profesor ejemplar como Lao Tsé, el taoísmo sin duda tiene una gran fuerza. Pero es preciso cierta elaboración para hacerlo viable incluso como filosofía metafísica. Esta elaboración fue proporcionada por Chuang Tzu, que nació un par de siglos después de Lao Tsé. Tampoco sabemos mucho de su vida excepto que escribió un libro que se llama como él, el Chuang Tzu, y que atacó vehementemente el confucionismo. En sus últimos años, se dice que se convirtió en un delicioso viejo excéntrico: vestido con harapos, con sus zapatos desintegrados sujetos por trozos de cuerda. Uno de sus discípulos visitó a Chuang Tzu cuando murió su mujer y se sintió desconcertado al encontrarle cantando feliz y siguiendo el compás con su cuenco Chuang Tzu defendió su conducta diciendo que llorar y hacer duelo hubiera sido demostrar una «ignorancia del destino».

Para Chuang Tzu el tao transforma el azar y la naturaleza conflictiva en la armoniosa unidad de la Vía de la Naturaleza. Esto sucede únicamente cuando la naturaleza imita a la Naturaleza, y la conseguimos cuando también imitamos esta Vía de la Naturaleza, en lugar de la Vía del Hombre, tal como recomendaba Confucio. El tao (o Vía de la Naturaleza) es un estado trascendente donde el bien y el mal han dejado de existir, y todas las cosas viven en armoniosa igualdad. Pero Chuang Tzu también mantenía que el tao estaba en todas partes y que existía en todas las cosas, incluso en las hormigas y en los excrementos. En su lecho de muerte prohibió a sus discípulos que celebraran ningún tipo de funeral, diciendo que prefería ser abandonado y ser pasto de los cuervos carroñeros en lugar de enterrado y comido por gusanos.

Budismo

El budismo llegó a China desde la India en la tercera centuria a. C. Durante su largo periodo de desarrollo lejos de su país de origen, el budismo ha sufrido una transformación peculiarmente china, motivo de sus muchas similitudes con el taoísmo.

El budismo está considerado por los occidentales más como una religión que una filosofía. Pero sólo hay que estudiar el escolasticismo de la Edad Media para ver cómo esos dos modos de pensamiento tan distintos pueden estar inextricablemente enlazados. Desde este punto de vista, el budismo es ciertamente una filosofía y una religión, su metafísica es casi el equivalente del escolasticismo (o del taoísmo, que para el caso es lo mismo). Sin embargo, a diferencia de los escolásticos, los budistas tienden a creer en el fatalismo del laissez faire, sobre todo en lo que concierne a los cismas. Como resultado de ello, no pasó mucho tiempo antes de que el budismo divergiera en una amplia variedad de filosofías y religiones. Todas ellas insisten en llamarse budismo, a pesar de que muchas de ellas eran enemigas de las otras (el paralelismo con el pensamiento cristiano es, de nuevo, demasiado evidente; con la diferencia de que en las épocas de mayores dificultades los budistas preferían prenderse fuego a ellos mismos en lugar de al prójimo).

El budismo fue fundado por Sidharta Gautama, que nació en Nepal hacia la mitad del siglo VI antes de Cristo. Después de casarse a los 16 años y vivir una vida de lujo durante otros trece años, abandonó todo y partió hacia la India, donde se convirtió en un asceta vagabundo. En peligro de morirse de inanición debido a su enfoque especialmente entusiasta al ascetismo, decidió por fin seguir su propio camino de iluminación. Según la leyenda, finalmente adquirió esta iluminación hacia el año 528 antes de Cristo, a los 35 años, y por tanto se convirtió en Buda. Esto sucedió cuando estaba meditando con las piernas cruzadas debajo de un Bayan o ficus religiosa.

Al principio el budismo puso gran énfasis en la meditación, que daba al que la practicaba la suficiente tranquilidad espiritual y objetividad para liberarse de los engaños y contradicciones de la vida cotidiana. Estos cebos diarios son como nubes que oscurecen el sol, sólo cuando la disciplina especial las disuelve, somos conscientes de la radiante verdad.

El budismo chino estuvo muy influido por el taoísmo, que prevalecía en China a la llegada del budismo. Más adelante el budismo influiría en el desarrollo del confucionismo en el siglo XI. Este neoconfucianismo absorbió del budismo las preocupaciones metafísicas que hubieran sido anatemas para el mismo Confucio, pero que parecían cubrir una necesidad en las enseñanzas para sus seguidores.