La semana siguiente fue terrible. Stroeve iba dos veces al día al hospital a preguntar por su mujer, que seguía negándose a verlo. Los primeros días regresaba esperanzado, pues le dijeron que Blanche parecía mejorar, pero más tarde llegó abrumado por el dolor. Había surgido la complicación que el doctor temía, y el desenlace era fatal. La enfermera se compadeció de su desgracia, mas poco podía hacer para consolarlo. La infeliz mujer yacía inmóvil, negándose a hablar, con los ojos fijos en un punto, como si esperase la llegada de la muerte. Ya sólo era cuestión de uno o dos días, y cuando una noche, a última hora, Stroeve se presentó en mi casa, comprendí que era para decirme que había muerto. Estaba exhausto. Había desaparecido todo su nerviosismo y se dejó caer pesadamente en el sofá. Pensé que las palabras de consuelo eran inútiles y lo dejé que descansase. Temí que le pareciera un poco cruel que en tal situación me pusiese yo a leer, por lo que me senté junto a la ventana fumando mi pipa, en espera de que se decidiese a hablar.
—Ha sido usted muy bueno conmigo —dijo al cabo—. Todos lo han sido.
—No diga usted tonterías —contesté, un poco confuso.
—Al llegar al hospital me dijeron que esperara. Me dieron una silla y me senté junto a la puerta de la habitación de Blanche. Cuando perdió el conocimiento, me permitieron que entrase. Tenía la boca y la barbilla quemadas por el ácido. ¡Qué terrible me pareció ver llagada su hermosa piel! Murió apaciblemente, así que yo no supe que había muerto hasta que la enfermera me lo dijo.
Stroeve estaba demasiado cansado para poder llorar. Se había echado en el sofá de una manera indolente, como si le hubieran abandonado las fuerzas, y a poco descubrí que se había quedado dormido. Era el primer sueño natural que gozaba desde hacía una semana. La naturaleza, a veces tan cruel, se muestra en ocasiones misericordiosa. Lo cubrí con una manta y apagué la luz. Cuando me desperté a la mañana siguiente, seguía aún durmiendo. No se había movido. Los lentes con montura de oro se mantenían sobre su nariz.