LA LIGA DE PRODUCTORES Y LA UNION NACIONAL
¿Y Costa, el Costa de 1898? Costa se había labrado un instrumento de acción: la Cámara Agrícola del Alto Aragón. De él va a servirse, redactando y lanzando a los cuatro vientos su «Mensaje y Programa» de 13 de noviembre de 1898. El llamamiento lo es para constituirse en partido nacional y regenerador. Conste que Costa no quiere limitarse a crear un grupo de presión, quiere el Poder. De ahí todo el alcance, pero también todos los límites, de la práctica costiana en aquella coyuntura. Pero no es un demagogo; quiere el Poder para que una «revolución desde arriba» (es decir, un programa de reformas) evite la revolución desde abajo:
«Las revoluciones hechas desde el Poder —se dice allí— no sólo son un homenaje y una satisfacción debida y tributada a la justicia; son, además, el pararrayos para conjurar las revoluciones de las calles y de los campos». Pero ya en ese momento hay un movimiento coincidente; el de las Cámaras de Comercio, inspirado por Basilio Paraíso (industrial, dueño de una importante fábrica de espejos) presidente de la de Zaragoza, que convoca una asamblea nacional de las Cámaras para el 20 de noviembre, precisamente en Zaragoza. A esa asamblea va el joven Santiago Alba, representando a la Cámara de Valladolid. Tras él está la sombra de un político de la oligarquía, Germán Gamazo, que diez años atrás manejara a su gusto las castellanas Ligas Agrarias. Alba, muy joven (veintiséis años) tenía estrecha relación con el gran cacique de la provincia, quien, sin embargo, torpedeó su candidatura a Cortes aquel mismo año. Y ahora pensaba aquello olvidado y se proponía controlar o frenar lo que saliese de Zaragoza a través de Alba. En una carta de 13 de noviembre le aconseja que si fuesen atacados los políticos de la Regencia, deberían «ser recordados hechos, nada más que hechos y servicios de cada uno». El tono de Gamazo es despectivo para quienes van a reunirse en Zaragoza: «No dudo de que habrá un verdadero despilfarro de retórica por parte de los que, no habiendo aportado nunca un grano de arena, se presentan como regeneradores[92]». Gamazo quería integrar el movimiento en el sistema oligárquico o destruirlo. Su conducta, como la de Silvela, son representativas de los temores de aquel personal político hacia una política verdaderamente burguesa y de clases medias.
A Zaragoza fueron noventa delegados (había en España 45 Cámaras de Comercio), entre ellos Alberto Rusiñol, en nombre del Fomento del Trabajo Nacional de Barcelona, y Ruiz de Velasco, presidente de la Cámara de Comercio de Madrid. Los debates, abiertos el 20 de noviembre, duraron una semana; las conclusiones, divididas en cinco apartados, eran de tinte regeneracionista. Se pedían además «conciertos económicos» con todas las provincias que lo solicitasen e implantación del servicio militar obligatorio, sin redención ni sustitución, investigación de la riqueza oculta, sinceridad electoral, construcción de canales y pantanos, etc.
El programa no tenía nada de subversivo y fue entregado en persona a la Reina Regente, el 30 de noviembre, por Paraíso, elegido presidente de la Comisión permanente de Cámaras de Comercio; Alba y Rusiñol, elegidos secretarios, en unión de otros dos. Paraíso, Alba y varios más visitaron a Costa, ya que decían atenerse a las líneas generales de su pensamiento regeneracionista. Y Costa creyó que debía reunirse bajo su presidencia una asamblea nacional de Cámaras agrícolas, Cámaras de Comercio e Industria, Círculos Mercantiles, Casinos de Labradores, etc., es decir, todos aquellos organismos a los que él se había dirigido el 13 de noviembre. Llegaron a un acuerdo sobre ese particular y de allí surgió la convocatoria de la Asamblea Nacional de Productores, que celebrará sus sesiones en Zaragoza del 15 al 20 de febrero de 1899.
Costa piensa siempre en «su» partido. Precisamente, el 19 de diciembre había hablado en la Asociación de la Prensa, insistiendo en sus puntos de vista; un partido para «reclamar el Poder en la misma forma y con igual derecho, probablemente con mejor derecho, que los demás partidos…». Y es precisamente ante eso, ante lo que vacilan sus amigos krausistas los Buylla, Sela, Posada, etc. Los recelos de Pi y Margall fueron, sin duda, mayores. Hemos obtenido noticia concreta de ellos leyendo las palabras de Pi en el Círculo Federal algo más tarde, el 17 de noviembre de 1900. La reseña dice: «Censuró la conducta de las Cámaras de Comercio y de sus directores (sic), señores Costa y Paraíso. Ambos pedían grandes reformas y mejoras en todos los servicios, especialmente en instrucción y obras públicas, y al mismo tiempo una rebaja de cien millones en el presupuesto, pero ni uno ni otro precisaban las maneras de obtener el dinero para aquellos gastos…». Cierto es que la influencia de Pi en aquel momento se proyectaba sobre medios muy populares más que sobre las clases medias y burguesía que interesaban a Costa.
Veamos ahora en qué consistió la Asamblea Nacional de Productores[93]. Abrió sus sesiones el 15 de febrero, a las ocho y media de la noche, en el teatro del Circo, atestado de público (Costa llegó a las nueve, directamente desde la estación, acompañado por Paraíso). El discurso inaugural de Costa es un violento alegato contra «los políticos», acusados de todo, a los que, según él, «persiguen millares de madres que han perdido sus hijos en Cuba, llamándoles ¡asesinos! ¡asesinos!» (después de estas frases el entusiasmo delirante de la asistencia interrumpió el discurso por varios minutos). Pero todo ese discurso padece de que se habla en general de «los políticos» y no de los hombres de la Restauración y de los partidos turnantes.
¿Quiénes integran la asamblea? 111 delegados en representación de 53 entidades. Joaquín Costa, el Marqués de Dilar, el Marqués de Palomares, el propietario jienense Fernando Ruano y algunos otros más ostentan más de una delegación, pero cada entidad suele mandatar a varias personas.
Hay que tener en cuenta que Santiago Alba, delegado de Valladolid, lo era también de las Cámaras de Comercio de toda España; de la de Madrid, también en unión de los señores Escoriaza, Pueyo y Sancho. En realidad la representación de «productores» (entiendo por tales a empresarios industriales y comerciales y a labradores) era bastante irregular; no sólo porque los grandes propietarios están ausentes (cosa casi normal) y porque hay escasa representación de Extremadura, de Sevilla, sino en otro sentido, por poca representación de los campesinos de tipo medio que caracterizan la región de Levante y País Vasco. Se observa, por el contrario, una fuerte representación de Madrid: Cámara de Comercio, Círculo de la Unión Mercantil e Industrial, Círculo de la Unión Industrial, Asociación de Propietarios, Asociación de Agricultores, Centro de Instrucción Comercial… También es de destacar la presencia de la «Unión Minera», con José Maestre en la delegación (que más tarde estará en el origen del «trust» de la prensa). Obsérvese la presencia de Santiago Casares (padre) en la delegación de la Cámara Agrícola de La Coruña, y de Joaquín Ruiz-Giménez (padre) en la de la Sociedad Económica de Amigos del País de Jaén.
La sesión preparatoria tuvo lugar el día 16, a las diez de la mañana, nombrándose la mesa presidencial, en la que figuraron representantes de todas las regiones. La primera reunión efectiva deliberante comienza el día 16, a las cuatro de la tarde, con asistencia del Ayuntamiento de Zaragoza en pleno. Pero en ese momento ya se ha entablado la lucha sorda sobre si debe ser «Liga o Partido» y las contradicciones entre Cámaras de Comercio y Cámaras Agrícolas. En la sesión de la tarde la tensión crece; se grita, se protesta, «por un momento —dicen las reseñas— parece que los asambleístas van a llegar a las manos». Los anti —costianos son dirigidos por Fernández de Velasco (de Valladolid), de filiación política «gamacista». Pronto se observa un bloque compacto en favor de una Liga: Ibarra (Amigos del País de Zaragoza), los delegados de Sevilla, los de Granada, los de Barcelona, Jimeno Rodrigo (Cámara Agrícola de Zaragoza) optan todos por la solución de Liga (grupo de presión); el último citado amenaza con abandonar la asamblea si se intenta crear un partido, De la misma manera se expresa Muniesa, en nombre del Círculo Mercantil de Madrid. Sólo los delegados de La Rioja parecen adherirse al punto de vista de Costa; éste había perdido la partida. En la sesión secreta de aquella noche se votó por unanimidad la propuesta de Ruano (en nombre del Círculo de Labradores de Arjona), que decía así:
«La Asamblea acuerda que las Asociaciones de productores aquí representadas se adhieran para lo sucesivo y constituyan una Liga. Ésta, utilizando todos los medios posibles de propaganda, defenderá las conclusiones votadas por la Asamblea, recabando de los poderes públicos el cumplimiento de las leyes que, siendo beneficiosas para los productos agrícolas, hoy quedan incumplidas. La Liga propondrá además las reformas que juzgue oportunas».
La cuestión, sin embargo —a juzgar por todas las informaciones—, se debatió de nuevo al día siguiente, pues era esencial. En la mañana del día 17 hubo cincuenta y ocho votos por la Liga y dieciocho por un partido. Costa era absolutamente desbordado y objeto de toda clase de maniobras. Luis Morote, que estaba allí como enviado especial de «El Liberal», telegrafiaba: «la parte más intelectual de la asamblea se da cuenta de que reinan aires de reacción…» y «nos amenazan cincuenta planes completos de regeneración de España». Pero, a la vez, Costa era poco hábil y muy intransigente para presidir los debates, por lo que éstos no sólo se complicaron, sino que se desorganizaron enteramente. Todo el aparato oligárquico se empleaba a «limitar los daños» y que la asamblea derivase hacia una Liga más. Es característica la actitud de «El Imparcial» (cuyo director será poco después ministro de Silvela), que publica el día 17 un editorial con el título: Ligas, sí; partidos, nunca. Mientras tanto, en Zaragoza, Zulueta, en nombre de los catalanes, y Raventós, en nombre de los propietarios de Madrid, proponen que el organismo a crear se llame Liga de Contribuyentes. Se desata el arbitrismo; en las sesiones del día 18 se votan cincuenta proposiciones que nadie es capaz de redactar (lo hará Alba una vez pasada la asamblea). Siguieron los incidentes; el gamacista Fernández de Velasco amenazó con retirarse; «El Imparcial» publicó otro editorial de tonos peyorativos; Quien mucho abarca… Cuando el Marqués de Palomares leyó su ponencia sobre educación (que Giner glosará un año después en un célebre trabajo) hubo un incidente porque varios asambleístas protestaron contra los proyectos de enseñanza laica. En fin, en la tarde del día 19 Costa acabó poniéndose enfermo y a punto estuvo de que le diera una congestión cerebral. La realidad era que se había maniobrado para formar un directorio de la Liga, a base de representantes de regiones, del que Costa estaría excluido. Era demasiado fuerte; el asunto tomó aspectos dramáticos y aquella noche no hubo sesión. A la mañana siguiente se había logrado el compromiso; en apariencia era un triunfo de Costa, a quien se le dieron plenos poderes para formular el directorio. En realidad, desde aquel mismo día se planeaba ya otra fuerza para contrarrestar a la de Costa.
Lo ocurrido no era, probablemente, un enfrentamiento de fuerzas nuevas (burguesas) con fuerzas viejas (oligarquía socioeconómica); la asamblea de Zaragoza era heterogénea e incompleta. Acercándonos en los detalles a la época, lo que se percibe sobre todo es la inquietud del «personal político», que teme ser relevado, que teme incluso ser perturbado; hay una esclerosis del político profesional de la Restauración que cada día se hará más fuerte.
En marzo formaba Silvela su Gobierno, pretendidamente «regeneracionista». Pero la realidad más fuerte de su actuación era el proyecto de presupuestos presentado por Fernández Villaverde en el mes de junio. No fue la Liga, sino las Cámaras de Comercio quienes respondieron con un cierre general, expresando así el descontento de la burguesía media[94].
Costa preparaba y anunció una asamblea de la Liga Nacional de Productores, que debiera celebrarse en Sevilla en diciembre de 1899. Su movimiento iba a ser rápidamente «cortocircuitado» por las Cámaras de Comercio, que, sin consultar tan siquiera a la Liga, convocaron su segunda asamblea, a celebrarse en Valladolid el 14 de enero de 1900. (Mientras tanto, la situación se había ido degradando por la salida de Polavieja y de Durán y Bas del Gobierno). Es un momento en que extensos intereses de la burguesía chocan con los del Gobierno, aunque fuera coyunturalmente. En Barcelona, el Fomento del Trabajo, el Instituto San Isidro, la Sociedad Económica de Amigos del País, la Liga Industrial y Comercial, el Ateneo también formaban todo un bloque. Fueron a Madrid para discutir las bases de un «concierto económico», que Villaverde rechazó terminantemente. En esa circunstancia se llega al primer movimiento de negativa de pagar impuestos trimestrales de contribución, el llamado tancament de caisex (cierre de cajas), con el acuerdo de la Comisión de Cámaras de Comercio (Paraíso, Alba, Rusiñol), que no sólo se produce en Barcelona, como es habitual relatar, sino en otras partes, sobre todo en Valencia. La petición de «concierto económico» y el problema de resistencia al pago de impuesto por los «Gremios» de Valencia tomó estado parlamentario a través de una pregunta planteada por Blasco Ibáñez en la sesión del 17 de noviembre, prolongándose el debate al día siguiente, y reanudándose por una nueva pregunta del diputado republicano y novelista en la sesión del 24 del mismo mes[95]. Blasco Ibáñez dice el 17 de noviembre: «Si lo que el Gobierno se propone, y puede entrar en sus miras políticas, es hacer aparecer a los ojos de los españoles que Cataluña es la única que está enfrente del Gobierno y de los presupuestos, me interesa manifestar que Valencia está al lado de Cataluña y que los industriales de Valencia ni han pagado ni pagarán.». A lo que añade que a los valencianos no se les puede tachar de separatistas, «porque allí todos son patriotas, todos son españoles».
La discusión se complicó entre Blasco Ibáñez y el ministro de Gobernación, Eduardo Dato, terciando el señor Cañellas. Éste aportó la prueba documental (telegrama oficial de la Delegación de Hacienda de Valencia al ministro de Hacienda), según el cual se habían pagado en Valencia 1677 cuotas por industrial capital sobre un total de 6175, habiéndose cobrado 166 516 pesetas sobre un total de 419 760 (estimándose en 85 119 las fallidas probables). Se observará que eran los contribuyentes de menor cuantía los que, según esos datos, seguían «huelga de impuestos».
Ante los hechos consumados, Costa y la Liga no persisten en su convocatoria; el Congreso de Sevilla queda suspendido.
El 14 de enero de 1900 inaugura sus sesiones la Asamblea de Cámaras de Comercio e Industria, tras una reunión secreta celebrada el día 13. En la reunión del día 15, tras no pocas tensiones con el Centro de Labradores de Valladolid (manejado por los «gamacistas»), se llega a una serie de Declaraciones básicas. En ellas está todo el programa regeneracionista: reorganización e independencia de la justicia; reorganización de la enseñanza e instrucción obligatoria; reorganización del sistema político «sobre la base de un sistema electoral verdad y de una purificación del Parlamento, invadido y dominado hoy por los funcionarios; reorganización del ejército, la marina, la administración civil (reducción a la mitad del número de funcionarios). Igualmente se estima indispensable la construcción de canales, pantanos y embalses, el crédito agrícola, etcétera. Como cuestión de principio se afirma que “el problema nacional no es simplemente un problema financiero de nivelación aritmética del Presupuesto, sino un problema político y social que alcanza a la reorganización de todos los elementos vivos del país y de las fuerzas todas del Estado para asimilar éste a la vida de la Europa culta”».
En fin, se crea la Unión Nacional, «organismo… ajeno por completo a toda la cuestión de formas de gobierno y a cualquier clase de problemas de orden constituyente del Estado». Esta Unión Nacional puede «pactar y concertarse… con toda clase de organismos, núcleos y fuerzas políticas y sociales… La Asamblea señala particularmente la conveniencia de hacerlo en el más breve plazo posible con la Liga Nacional de Productores».
Se había querido tener al margen a Costa, pero ahora era ya inevitable contar con él. Sin embargo, entré los reunidos en Valladolid también se presentan las divergencias en cuanto a la naturaleza del organismo que se creaba: ¿partido político o grupo de presión? Contra la tendencia a suplantar a los partidos políticos existentes se alza el conocido empresario industrial y capitalista del Norte señor Alzola, apoyado por los industriales de Vizcaya y Guipúzcoa, por las Cámaras de Granada y Santander. Ello da lugar a una polémica sesión secreta el día 16, que se reproduce en sesión pública; pero la propuesta de Alzola (que pedía que la Unión apoyase a cualquier partido político que aprohijase su programa y lo tradujera en leyes) fue desechada por 118 votos contra 19 (es muy significativo que votaron en favor de Alzola las representaciones industriales de Barcelona, Tarrasa, Sabadell, Asturias, Vizcaya, Guipúzcoa, además de otras como Granada, Jaén y Huelva). Esos mismos sectores vuelven a la carga proponiendo que la Unión se mueva siempre «dentro de las vías legales»; también fue desechada esa enmienda. El día 17 los industriales vascos y navarros habían abandonado las sesiones (hay que señalar que no hubo en Valladolid ningún notorio representante de la gran propiedad agraria).
Fue elegido presidente Basilio Paraíso y secretario Santiago Alba. Entre los once vocales había dos que representaban a los agricultores y nueve a los «industriales» (en realidad, varios comerciantes, entre ellos los de la Cámara de Madrid). Entre los doce suplentes destacaba el conocido empresario de minas de Asturias, Luis Adaro y el fabricante de aceites, Carbonell.
El Directorio nombrado celebró su primera reunión en la noche del 18 de enero. Inmediatamente se decidió que Costa y la Liga fuesen invitados a ingresar «con justa preeminencia». Costa respondió de cara a la opinión, por un mensaje o carta abierta que publicó la prensa del 21 de enero. En él se hacía historia del problema, se recordaba que la Liga había propuesto desde hacía tiempo la fusión con las Cámaras para celebrar conjuntamente la convocada Asamblea de diciembre, pero que éstas habían preferido obrar por su cuenta convocando la Asamblea de Valladolid, «sin contar con la Liga ni invitarla[96]».
Costa pretendía convocar un Congreso de fusión, que era precisamente lo que a toda costa querían evitar Alba y Paraíso. Una vez más cedió Costa; el 1.º de marzo de 1900, Liga y Unión quedaba fusionada dentro de la segunda. Entraron en el Directorio Joaquín Costa y el marqués de Palomares (Antonio Vinent y Portuondo), presidente de los Antiguos Alumnos de la Institución Libre de Enseñanza. La Presidencia era de hecho bicéfala, formada por Costa y Paraíso.
La Unión Nacional iba a sufrir su más dura prueba, puesto que los presupuestos de Villaverde se iban, al fin, a aprobar. Cheyne parece ser el único que ha estudiado el acta de la reunión que celebró el Directorio los días 31 de marzo y 1.º de abril en casa de Costa en Madrid. Se fue de nuevo a la «huelga de contribuyentes» (resistencia al pago del impuesto) por la presión de Paraíso y los suyos, contra el criterio de Costa. Aceptó éste la decisión mayoritaria, lo que le costó no sólo sufrir un proceso e incluso el embargo de su bufete madrileño.
Se fue entonces al choque frontal entre una parte de la burguesía media y pequeña burguesía representada por la Unión y el Gobierno conservador de Silvela. Éste pasó a la ofensiva prohibiendo la manifestación de la Unión fijada para el 29 de marzo. La respuesta fue un Mensaje al Presidente del Congreso firmado por más de 400 asociaciones, gremios, cámaras, círculos, ateneos, delegaciones, etc. Este mensaje está redactado por Costa y es uno de los textos de circunstancias más interesantes y dignos de estudio entre los muchos que escribió. El Mensaje se hizo público por una nota previa dirigida a «El País», y firmada por Paraíso, Costa y Alba, con fecha 31 de marzo.
Hay en este Mensaje una exaltación del esfuerzo de los empresarios y de los capitalistas mucho más «moderna» que en otros textos de Costa, más inclinados hacia la vertiente agraria del país. Luego, contiene una segunda parte fijando las funciones del Estado, delimitadas de las de los empresarios.
He aquí esas dos partes esenciales:
«… El país ha respondido con hechos, improvisando todo un renacimiento industrial y económico, verdadero desbordamiento del capital y del trabajó, cuyo mayor defecto quizá está en ser excesivo y no guardar medida, cuyo mayor mérito es haberse producido afrontando dos trabajos gigantes: el expediente y el cacique. Hasta los pequeños ahorros abandonan su escondite medioeval y salen a la luz, buscándose unos a otros y asociándose para obtener en el trabajo una retribución más alta que en los fondos públicos; en ningún año se habían creado tantas compañías mineras, metalúrgicas, químicas, azucareras, eléctricas, de navegación, de crédito, etc., como en el año último; la riqueza mobiliaria ha experimentado un aumento de 25 por 100, término medio en el conjunto; la cotización de las acciones de las sociedades ferroviarias ha mejorado notablemente; la marina mercante amplía sus líneas de navegación, preparándose a disputar a los extranjeros el comercio de exportación; la extracción de carbón mineral ha aumentado en cerca de medio millón de toneladas; las fábricas y depósitos de abonos químicos han ensanchado sus operaciones o acrecentado su número, señal de que los cultivos se transforman; los saltos de agua son explorados por todo el territorio, vinculándose a servicio de la turbina para mover telares, muelas, dinamos, tranvías; multiplícanse las sangrías y embalses de arroyos y ríos para fertilización del suelo…».
Este verdadero canto al capitalismo ascendente partía de una serie de apreciaciones exactas en cuanto a la coyuntura (menos crítica de lo que habitualmente se ha solido afirmar) y era, sin duda, demasiado optimista en cuanto a la modernización de explotaciones agrícolas. Ciertamente, Costa no distinguía mucho entre los industriales preocupados por el pago de impuestos y por la endeblez del mercado nacional y los detentadores de grandes riquezas que invertidas en una producción industrial modernizada por las técnicas y exigente de cuantiosos capitales, eran los grandes beneficiarios de la coyuntura; aquéllos que obtendrían los máximos beneficios del fulgurante ascenso de producción de energía eléctrica, de productos químicos, de la organización de una flota mercante o del cuasi-monopolio azucarero. Silvela, Dato y otros ministros de talento sabían algo de esa escisión producida en el seno de la clase empresarial española. Y ya en aquella primavera el mismo Alzola era Director General de Obras Públicas.
Pasemos a la segunda parte del texto, no menos interesante para comprender el pensamiento de Costa:
«No pretendimos echar nuestra carga a los Gobiernos, según es moda repetir entre los profesionales de la política; quisimos nada más que los poderes hiciesen lo que nosotros no podíamos hacer; lo que en todas partes, por ley de su naturaleza, hacen o han hecho. ¿Por ventura nos tocaba también a nosotros mudar el sentido de la enseñanza, metamorfosear el Magisterio y la escuela de niños, crear la Universidad y ponerla en comunión con el extranjero, fomentar la investigación y hacer cría de inventores, establecer granjas-escuela para instrucción de capataces y gañanes, formar el plan general de canales y pantanos de riego, revisar el de carreteras, construir caminos vecinales o mejorar los existentes, dotar de condiciones al crédito agrícola movilizando jurídicamente la propiedad territorial, retirar su monopolio al Banco Hipotecario, combatir la crisis de la vinicultura, promover la construcción de los ferrocarriles secundarios, aliviar el bárbaro impuesto de consumos, simplificar y abreviar los procedimientos judiciales, matar el expediente y el burocratismo, implantar el seguro social y las cajas de retiro en beneficio principalmente de las clases desvalidas, universalizar el huerto como sustituto de la antigua propiedad corporativa de la anona y de la policía de abastos, descentralizar la administración, manumitir el municipio esclavo, humanizar los tribunales arrasando ésa y las demás fortalezas del nuevo feudalismo, acorralar al cacique, adaptar las instituciones a los recursos, reorganizar los servicios públicos, amortizar empleos, suprimir derechos pasivos, revisar jubilaciones y pensiones, restaurar montepíos, reducir obligaciones eclesiásticas, abolir la redención a metálico, dar plantillas fijas al ejército y amortizar las vacantes de verdad, cerrar academias militares, reducir contingentes, liquidar la Marina y unirla con Guerra, hacer partícipe al Estado de los beneficios del Banco de España, convertir Deudas, suprimir, Ministerios, Direcciones generales, Consejos, Capitanías, Arsenales y Diócesis? Si de nosotros hubiese dependido, ya estaría hecho o se estaría haciendo».
Todo el programa de Costa está ahí. Y Costa, con su habitual vehemencia, con su permanente rectitud, se había lanzado a la refriega. El 30 de abril da a conocer el Director de la Unión Nacional otro Manifiesto cuya difusión es prohibida por el Gobierno («El País» y «El Siglo Futuro» fueron sancionados por infringir esa prohibición). El Manifiesto, también muy costiano, invita a los contribuyentes a que no paguen las cuotas de contribución del trimestre en curso, en señal de protesta frente a los Presupuestos que las Cortes acaban de votar. La argumentación principal reside en que el voto de los diputados está falseado por oligarcas y caciques «(que) votan no los presupuestos que le convienen al país, sino los que les convienen a ellos». (…) «Lo mismo después de la caída que antes, España se halla compuesta de un millar de reyezuelos, sueltos, de toda ley y dieciocho millones de pecheros suyos, por ninguna ley amparados».
Resulta interesante reproducir las firmas del Manifiesto de 30 de abril, ya que están comprendidos todos los miembros del Directorio con sus correspondientes funciones sociales:
Joaquín Costa, presidente de la Cámara Agrícola del Alto Aragón, académico. —Basilio Paraíso, industrial, presidente de la Cámara de Comercio de Zaragoza—. Carlos Amusco, fabricante de abonos minerales de Extremadura y la Rioja, propietario, presidente de la Cámara de Comercio de Logroño. —Guillermo Bermejo, carpintero, presidente de la Junta Sindical de los Gremios de Madrid—. Carlos Carbonell, comerciante, fabricante, presidente de la Cámara de Comercio de Córdoba. —Ramón de Castro, fabricante, abogado, presidente de la Cámara de Comercio de Valencia—. Francisco Javier Gutiérrez, banquero y fabricante en Valladolid y Bilbao, presidente de la Cámara de Comercio de Valladolid. —Conde de Hervios, agricultor, presidente de la Cámara Agrícola Riojana—. José Manuel Mora, agricultor y vinicultor. —Mariano S. Muniesa, banquero, presidente del Círculo de la Unión Mercantil de Madrid—. Francisco Núñez Izquierdo, industrial, presidente de la Cámara de Comercio de Salamanca. —Marqués de Palomares del Duero, hacendado, abogado—. Celestino Rico, labrador, hacendado, presidente del Sindicato Agrícola de Casasola. —Ricardo Rubio, industrial, vicepresidente del Círculo de la Unión Industrial de Madrid—. Francisco Sánchez Arjona, ganadero, presidente de la Cámara Obrera Andaluza de Sevilla. —José Sol Torréns, propietario, industrial, presidente de la Cámara de Comercio de Lérida—. Santiago Alba, periodista, industrial, abogado, secretario de la Unión.
Sobrevino el proceso de los miembros del Directorio y la réplica en forma de cierre de tiendas (debía cerrarse el jueves 10 de mayo a mediodía y no abrir hasta el día siguiente). La idea vino de la Junta madrileña, lanzada de lleno en el conflicto; con Sainz Romillo, presidente, y Zurita, secretario, firmaban por las entidades de Madrid otras tantas personalidades de la burguesía de la capital: Luis Mahou por la Cámara de Comercio, Anastasio Monasterio por el Círculo de la Unión Mercantil, Luis Moutón por la Unión Gremial y Antonio Piera por el Círculo Industrial[97].
Llegó el 10 de mayo y, a pesar del despliegue de Guardia Civil a caballo, cerraron a mediodía «las tiendas, cafés, boticas y hasta estancos». (…). «En la Plaza de la Cebada cerraron todos los puestos. Las banastas estaban cubiertas y las vendedoras habían desaparecido… No quedaron abiertos ni aún los merenderos de las Ventas, Viveros ni demás sitios de recreo…». Cerraron hasta los teatros aquella noche. El Gobierno recogió las ediciones de «El País» y amenazó a las Cámaras con la disolución. Comenzó una guerra de comunicados en la que la Unión Nacional se agotaba. Se pidió audiencia para visitar a la Regente (contra el criterio de Costa) y Silvela se negó a ello rotundamente, haciendo gestión de gabinete. El Directorio, sintiendo que las fuerzas se agotaban, sin poder contar con los empresarios barceloneses ni del Norte (los más importantes), por un lado, ni con los obreros por otro, se ve obligado a retroceder.
Costa estaba ya en desacuerdo con las decisiones tomadas por la Unión en su reunión del 24 de mayo, sobre todo aquélla en que se pedía a los organismos de la Unión en provincias que telegrafiasen a la Mayordomía Mayor de Palacio para sostener la petición del Directorio. La Unión había adoptado la iniciativa de cerrar todos los establecimientos de la localidad en que cualquiera de ellos fuese clausurado como sanción, pero no con toda la energía que él hubiese querido, ya que el texto de su moción fue rechazado por la mayoría del Directorio. El 26 de mayo dimitían él y Palomares; el 28 desautorizaba públicamente la inscripción de su firma al pie de los documentos de la Unión. De hecho el alcance de la Unión Nacional se perdería aquel mismo verano, por ésa y por otras razones; el 11 de junio el Directorio había dado contraorden para que se pagasen los impuestos; Paraíso dimitió pocas semanas después, para volver al final del verano e intentar, durante un año, una «politización» de cortos vuelos de la Unión. Se cerraba una etapa; Costa seguía creyendo que hacía falta un partido, con su prensa, sus medios financieros y su objetivo de conquistar el Poder. No le interesaba eso a los hombres de las Cámaras; y en realidad, ¿qué partido era posible cuando ya los catalanes estaban formando el suyo y desde Silvela a Gamazo se hacía todo para desintegrar «el frente burgués»?