Capítulo 25

Lorn, I-Cinco y Darsha se apartaron del taozin con toda la rapidez que les era posible sin desmontar las planchas y placas que componían el puente. Sólo se mantenían en su sitio por lo pegajosos que eran los cables de soporte de la red, así que no podían correr a toda velocidad.

Por fortuna, la criatura no era muy rápida pese a sus muchas patas. Avanzaba arqueándose detrás de ellos, lanzando de vez en cuando redes que Darsha se las arreglaba para desviar. Mientras se retiraban, I-Cinco se dirigió a Lorn en voz baja, señalando las diversas superficies sobre las que caminaban.

—Ayúdame a apartar algunas de ésas.

Lorn pestañeó desconcertado. ¿Creería I-Cinco que el taozin podría caerse por el hueco? Estuvo a punto de cuestionar las instrucciones del androide, pero después se encogió de hombros. Su compañero parecía tener un plan, lo cual era más de lo que en esos momentos tenía él. No tenía nada mejor que hacer, así que ¿por qué no podía pasarse los últimos momentos de su vida desmantelando un puente?

Darsha vio lo que estaban haciendo y disminuyó ligeramente la marcha, dándoles más tiempo para la labor. Hicieron el trabajo con sorprendente rapidez, teniendo en cuenta que Lorn carecía de herramientas. I-Cinco empleaba sus dedos láser para cortar los principales puntos de conexión entre los objetos y la red que los soportaba, mientras él arrojaba los pedazos al vacío.

Calculó que habían deshecho las tres cuartas partes del camino que les separaba de la cornisa. Por un instante tuvo la loca esperanza de que Darsha se hubiera equivocado y que el Sith no siguiera tras ellos. Eso les proporcionaría algo más de margen para retirarse, aunque acabasen reencontrándose con los chton. Pero esa esperanza se desvaneció enseguida cuando miró por encima del hombro para ver las dos hojas escarlatas del sable láser del Sith brillando detrás de ellos. Perdió toda esperanza. Su némesis les estaba esperando.

Se volvió a I-Cinco.

—Si vas a hacer algo, éste es un buen momento para ello.

—Todavía no. Debemos estar más cerca de la cornisa —dijo el androide mirando al Sith y negando con la cabeza.

Lorn resistió la tentación de decirle que él ya se sentía más cerca de la cornisa de lo que le gustaría estar. En vez de ello, agarró por una esquina la siguiente plancha, parecía la tapadera de una unidad vaporizadora, y la arrancó del puente. Igual optaba por saltar al vacío antes de dejar que el Sith lo cogiera. Tiró la tapadera y observó cómo planeaba saliendo del alcance de los fotorreceptores de I-Cinco. No consiguió oírla tocando fondo. Tenía muchas maneras de morir y ninguna de ellas era agradable: devorado por un monstruo, decapitado por un sable láser, o saltando del puente para aplastarse contra el lecho rocoso del planeta.

Lorn apretó los dientes y arrancó otro soporte.

— o O o —

Pese a contar con la ayuda de la Fuerza, Darsha apenas conseguía esquivar con la suficiente rapidez las descargas de sedosa red que el taozin le lanzaba una y otra vez. Ya había renunciado a intentar influenciarlo con la Fuerza; era evidente que su extraña invulnerabilidad a esa forma de ataque era completa.

No obstante, y pese a la desesperada situación en que se hallaba, nunca se había sentido tan en la Fuerza. Tan en paz, tan… calmada. La parte lógica, racional, de su mente seguía recordándole que estaba atrapada en una situación cada vez más apurada, pero por algún motivo eso no la preocupaba. Lo único que le importaba era reaccionar ante el ataque del monstruo, dejando que la Fuerza guiase sus movimientos, dejando que llenase el cuenco en que se había convertido. Era una corriente constante de reto y oposición, de ataque y defensa. Y, por muy demencial que pareciera en esa situación, se sentía bien. Mejor que bien. De hecho, se sentía estupendamente.

El Maestro Bondara le había dicho que sería así. «Cuando se es uno con la Fuerza, no se es nada. Eres la calma en la tormenta, el punto de apoyo de la palanca. El caos rugirá a tu alrededor, pero tú permanecerás tranquila. Algún día lo experimentarás, Darsha, y entonces lo entenderás.»

Una parte distante de su mente se entristecía por no poder contárselo, por no poder compartir con él la alegría del descubrimiento, pero otra parte estaba segura de que, de algún modo, él ya lo sabía.

Mantuvo el sable láser en movimiento, manteniendo al taozin a raya. Aunque la hoja no era muy efectiva contra la criatura, ésta seguía respetando su incandescente mordico. Volvió a agitarlo, tocando el exoesqueleto de la cosa y cortándole un par de esos pequeños nódulos de la piel. Al caerse tocaron la superficie del puente y se quedaron pegados a la telaraña.

Fuera cual fuera la idea que había tenido el androide, sería mejor que la llevara pronto a cabo. Darsha ya sentía la presencia del Sith sin necesidad de buscarla.

— o O o —

Darth Maul se sorprendió al ver que la padawan y su objetivo se acercaban a él sin mirarlo. Estaban huyendo de una criatura gigantesca e increíble.

La reconoció en cuanto estuvo lo bastante cerca como para poder verla con claridad. Darth Sidious le había hecho leer y releer hasta el último retazo de información disponible sobre los Jedi, además de todos los datos relativos a ellos, por remotos que fueran éstos. El conocimiento del enemigo es poder, le había dicho su Maestro, y los Sith eran la cumbre del poder. Un artículo perdido de la holored, sobre bestias invisibles a la Fuerza debido a diversos azares de la mutación y la selección natural, mencionaba al taozin.

Se los suponía extintos, pero igual sucedía con los Sith. El aprendiz de Sidious envió un fuerte tentáculo del poder del Lado Oscuro hacia la criatura, y sintió que la sonda mental pasaba a través de ella, tal y como la luz atraviesa el acero transparente.

Fascinante.

Darth Maul retrocedió un paso; su presencia había llamado la atención de la criatura. Ésta le disparó un delgado hilo de telaraña, y él dejó que su conexión con la Fuerza se hiciera cargo, vaporizado fácilmente la descarga con el sable láser.

— o O o —

La criatura hizo una pausa en su avance y escupió su tela al Sith, que ya sólo estaba a unos metros de ellos. I-Cinco apartó un último objeto de la superficie del puente y se dirigió a Lorn y a Darsha.

—Es el momento. Agarraos a mí con fuerza.

El androide esperó a que los dos humanos hicieran lo que les pedía, y saltó a un lado del puente, sujetándose con uno de sus brazos a la cuerda de soporte que tenía más cerca.

—Corta el soporte —le dijo a Darsha.

La padawan comprendió entonces su plan. Debía admitir que era muy arriesgado. Pavan y él habían arrancado suficientes detritus de la red del puente como para desestabilizar los cables de soporte. Al cortar el grueso cable, había hecho que esa parte de la estructura se desmoronara. Cuando el trío empezó a caer, I-Cinco disparó hacia arriba, a las juntas de las placas que quedaban pegadas a la cuerda de soporte a la que se agarraban. Su velocidad aumentó y pronto se vieron dejando atrás la cola del taozin y columpiándose en un arco muy largo hacia el otro lado del abismo.

Mientras caían, oyeron al Sith gritar en la distancia, posiblemente de rabia. Unos segundos después, el androide ya no tenía que disparar para separar el cable de soporte del resto de la superficie del puente. Su peso y velocidad iban arrancándolo a medida que caían.

—Si pudieras disminuir nuestra aceleración —le dijo el androide a Darsha—, puede que así consigamos sobrevivir a la caída.

Darsha cerró los ojos, frunciendo el ceño por la concentración, y volvió a buscar a la Fuerza. Unos segundos después notó que su velocidad disminuía.

—Según mis cálculos —dijo I-Cinco—, llegaremos al otro lado de la caverna en unos…

El trío golpeó la pared rocosa del otro lado de la caverna. El impacto fue considerable, incluso teniendo en cuenta el uso de la Fuerza por parte de Darsha. Ésta jadeó, sin aire, consiguiendo apenas no soltarse.

—Bueno, ya —terminó de decir I-Cinco.

—Gracias —consiguió decir Lorn—, por ese cálculo tan ajustado como siempre.

—No hay de qué.

Habían conseguido cruzar. Ya sólo tenían que trepar por el cable.

— o O o —

Darth Maul vio a su presa saltar del puente y cortar el cable de soporte para convertirlo en una ruta de escape, mientras movía una enguantada mano para despejar los vapores de la red desintegrada que le obstaculizaban la visión. El aprendiz Sith se quedó completamente inmóvil por un instante, dándose cuenta de la manera en que habían sido más listos que él. Desahogó su rabia lanzando un grito de frustración. La energía anuladora de la Fuerza del taozin le impidió sentir su escapada antes de que la llevaran a cabo. Resultaba asombrosa la cantidad de buena suerte que tenía su presa.

Iba a disfrutar de verdad completando su misión.

Pero, en ese momento, debía ocuparse de asuntos más acuciantes. El puente empezaba a desmoronarse debido al peso del taozin y a lo mucho que lo había desmantelado su presa. Saltó al cable de soporte restante y empezó a desplazarse hacia el otro lado de la caverna. Podía atravesar fácilmente esa distancia antes de que su presa consiguiera escalar el barranco. Su habilidad atlética y su conexión con la Fuerza hacían que la delgada cuerda de soporte le pareciera tan ancha como una avenida.

Pero el taozin tenía otras intenciones. Se enroscó al cable de soporte, bloqueándole el paso. Con la cabeza por debajo del cable, le disparó otro chorro de telaraña.

Él volvió a vaporizar la red. La criatura volvió a atacar, pero esta vez de forma diferente, usando las patas para hacer vibrar el hilo sobre el que estaba parado el Sith.

Perdió el equilibrio, pero no se asustó. Alargó el brazo, cogiéndose con la mano libre al cable, procurando mantener alejado el sable láser. Colgaba justo ante la criatura, a sólo unos metros de distancia de sus afiladas mandíbulas.

En ese momento supo que no sería en los próximos minutos cuando alcanzaría a Pavan y a los demás. Giró el sable láser en una ejecución perfecta del «wampa cortante» y seccionó el cable de soporte al que él mismo se agarraba. El taozin y él cayeron en direcciones opuestas. Chocó contra la pared situada al lado contrario de donde se hallaba su presa, mientras el taozin desaparecía en el abismo.

Desgraciadamente, al deshacerse de la criatura también se había deshecho de su único camino para cruzar la caverna. Darth Maul trepó por el cable hasta llegar a la cornisa por la que había entrado en la cueva.

Rechinó los dientes. Ni siquiera con la Fuerza de su lado podría saltar un abismo tan ancho. Tendría que rehacer su camino de vuelta a la superficie, lo cual le resultaba insoportablemente frustrante. Sabía que volvería a encontrarlos. No había lugar en la galaxia al que no pudiera seguirlos y, por mucho tiempo que necesitara para hallarlos, nunca fracasaría. Pero le enfurecía el haber estado tan cerca de su objetivo sólo para volver a fallar.

Lo pagarían caro.