Capítulo 24

Darth Maul avanzaba a lo largo del oscuro corredor con toda la rapidez a la que se atrevía a ir. Cada vez sentía con más fuerza a la Jedi y a sus compañeros. Los acontecimientos se habían prolongado mucho más de lo debido, y ya iba siendo hora de poner fin a ello.

Se dio cuenta de que permitía que la impaciencia se sobrepusiera a la precaución. Aminoró el paso deliberadamente, forzándose a ser paciente. No quería caer en alguna trampa de las profundidades, y que la mitad de los Sith de la galaxia se perdiera en un descuido.

Sondeó la oscuridad con renovada precaución, sin sentir nada peligroso delante. El paso de la Jedi era fresco. Podía sentir su presencia no muy lejos de allí.

Y entonces sintió que ella le buscaba. Era un sondeo torpe, débil y titubeante. Se sintió decepcionado. No supondría ningún reto enfrentarse a alguien tan poco versado en los caminos de la Fuerza. Desde luego no estaba a la altura de su Maestro, el twi’lek que había destruido su motojet. Ese sí que había sido un adversario digno. No tan bueno como Maul, claro, pero eso era de esperar.

Delante de él, al doblar una curva del túnel, vio una luz débil. El eco de sus pasos cambió, y se dio cuenta de que estaba en un lugar más espacioso. Envió mentalmente los zarcillos investigadores de la Fuerza, encontrando el final de la cornisa sobre la que se encontraba y el puente que había más allá. Sintió que la Jedi estaba en el puente, quizá a medio camino, con Lorn Pavan y su androide yendo delante de ella, y siguió con su exploración.

Maul frunció el ceño. La oscuridad que había ante ellos era extraña, era como un hueco vacío en la topografía mental de su sondeo. La luz, que ya se daba cuenta provenía de los fotorreceptores del androide, le permitió atisbar brevemente en el centro del puente algo grande y extrañamente insustancial, como una columna de humo, ante los tres fugitivos. Fuera lo que fuera eso, no tenía su correspondiente vibración en la Fuerza.

Era algo muy extraño.

Volvió a sondearlo con curiosidad, y otra vez su sonda se encontró con la nada. No, no era exactamente la nada. La sensación que percibía era como la de encontrarse ante una superficie tan lisa que uno no puede cogerse a ella. Como intentar ver algo que sólo irradiase luz ultravioleta. Un extraño fenómeno al que no prestó mucha atención, ya que notaba que la Jedi y Pavan retrocedían por el puente hacia él.

Se sintió sorprendido. Complacido, pero sorprendido. La padawan debía saber que no podía derrotarlo. ¿Qué era, entonces, lo que pretendía? Si el otro humano hubiera continuado su camino habría pensado en una táctica dilatoria, como la que empleó el twi’lek. Pero, no, Pavan acompañaba a la Jedi, y también el androide.

Una vez más, Darth Maul admitió que su presa le impresionaba. Eran lo bastante valientes como para retroceder y enfrentarse a él, y lo bastante listos como para darse por fin cuenta de que la huida era inútil. Morirían todos, por supuesto, pero igual les demostraba algo de compasión, como la de matarlos con una rapidez mayor de la que tenía inicialmente prevista.

La mujer activó su sable láser. Como si eso marcase alguna diferencia, pensó.

Dio un paso adelante, pisó el puente y caminó para encontrarse con ellos.

— o O o —

Darsha no había visto nunca nada como la criatura que les esperaba en el puente. Era enorme, tenía un gran cuerpo alargado que se estiraba hasta casi la misma longitud que un hoverbus. Mientras miraba, la criatura subía al puente un segmento tras otro, el cual temblaba con cada movimiento efectuado por la criatura para salir de las profundidades y depositarse sobre la estructura donde se encontraban ellos. Su piel estaba compuesta de placas segmentadas superpuestas, moteadas aquí y allí con pequeños nódulos de unos dos centímetros de diámetro. Su cabeza estaba rematada por dos grandes ojos negros y un par de curvadas mandíbulas, cada una de ellas casi tan larga como una pierna humana. Bajo ellas se veía toda una serie de pequeños brazos con garras y, más abajo aún, una serie de cortas y gruesas patas.

Pero lo más asombroso era que tanto su exoesqueleto quitinoso como sus órganos internos parecían ser completamente transparentes. No parecía tener esqueleto interno, y el hecho de que una criatura de ese tamaño pudiera existir sin el apoyo de un esqueleto en un campo de gravedad era algo que superaba toda comprensión. Darsha vio un fogonazo de luz reflejada a la altura de medio cuerpo, y lo contempló incrédula. Era un montón de huesos, huesos humanos, iluminados momentáneamente por los fotorreceptores de I-Cinco, agitándose en las entrañas de esa cosa a medida que aupaba al puente más y más segmentos de su temblorosa masa. En el tracto digestivo del monstruo podía verse también una adquisición más reciente: un chton parcialmente digerido. Afortunadamente, la luz del androide no consiguió mostrarlo con gran detalle.

—¿Por qué no localizaste a esta cosa con tus sensores? —siseó Lorn a I-Cinco cuando los dos retrocedían apresuradamente de la bestia.

—¿Has olvidado quizá que me instalaste la unidad menos cara? No aquella que tenía una banda extrasensible. Creo recordar algún comentario sobre ahorrar dinero…

Esa pareja moriría discutiendo, pensó Darsha mientras retrocedía con cuidado, procurando mantener el equilibrio en el agitado puente. Para ella, lo importante era por qué no le había avisado la Fuerza de la presencia de esa cosa. Si bien era cierto que era más fácil sentir a los seres inteligentes que a los no inteligentes, una criatura de ese tamaño debería dejar una marca notable en el campo de energía, aunque tuviera el cerebro del tamaño de una semilla jakka.

A medida que retrocedía, Darsha envió una sonda mental hacia la criatura, y sintió que desaparecía en ella. No emitía ninguna reverberación psíquica.

¿Cómo podía ser eso posible?

La sorpresa casi la hace caer al abismo. Sus ojos le decían que tenían delante al monstruo, su cuerpo sentía que el puente se agitaba y vibraba a medida que continuaba sacando más y más masa de las profundidades, pero cuando intentaba sentirla mediante la Fuerza, no sentía nada.

Era imposible. Puede que no estuviera a la altura de los Maestros Yoda o Jinn, ¡pero debía tener cero coma cero midiclorianos en su torrente sanguíneo para no percibir nada de algo tan grande!

La criatura alzó finalmente su parte trasera, y algunas de sus patas temblaron a la luz de los fotorreceptores de I-Cinco. Se escuchó un sonido, una especie de seco rascar, que parecía producido por el entrechocar de sus segmentadas placas quitinosas. Se alzó sobre ellos y abrió la boca.

Darsha activó el sable láser al tiempo que el androide disparaba con ambos dedos, acertando a varios pares de patas e hiriendo el torso de la criatura. Ésta chilló y golpeó el puente con la parte superior del cuerpo, casi arrojando al trío del mismo. Tuvieron que tumbarse para evitar caerse, lo cual fue una suerte porque el chorro de líquido que brotó del oscuro rictus de su boca pasó sobre sus cabezas en vez de cubrirlos por entero. Cuando se aferró a la plancha metálica que tenía debajo, a la padawan le resultó obvio que la materia escupida por el monstruo era de la misma sustancia que la gris y sedosa que conformaba el puente.

Esa cosa había hecho el puente.

Había algo que le resultaba familiar en todo eso, pero no podía recordar ni el cómo ni el porqué. Un chorro perdido de esa seda se deslizó hacia ella y, sin pensar, movió el sable láser para interceptarlo. La seda se quemó cuando tocó el amarillo rayo de energía, vaporizándose en una nube de vapor apestoso.

Los tres se pusieron en pie y empezaron a desplazarse rápidamente puente abajo, en dirección al túnel. Detrás de ellos, el monstruo avanzaba aferrándose al puente de seda con sus múltiples patas.

Los dedos láser de I-Cinco no habían servido de nada, se dijo Darsha. Veamos lo bien que se porta ante un sable.

— o O o —

Lorn deseaba de verdad poder tener un arma consigo. Pero nada de pistolas láser. Ya no deseaba algo tan pequeño. Puede que una V-90 montada sobre un trípode, o unas pocas granadas de plasma. Y, ya puestos a desear, ¿por qué no un turboláser montado en una nave, con él a salvo en su interior?

¿De dónde había salido esa criatura? Estaban caminando por el puente cuando apareció de pronto.

La retirada era la opción más evidente. Pero ¿no había oído a Darsha decir, justo antes de que esa cosa asomase su fea cabeza, algo sobre que tenían al Sith justo detrás de ellos?

Eso sí que era estar atrapado entre el Agujero Negro de Nakat y el maelstrom de Magataran.

En ese momento se dio cuenta de lo que era la criatura.

Cuando Lorn trabajaba para los Jedi, había tenido acceso a un montón de literatura sobre ellos y otros temas relacionados. En cuanto supo que ya no podía ver a Jax, se pasó varias semanas estudiando todo lo que pudo encontrar sobre los Jedi: su historia, sus poderes, sus puntos fuertes y sus puntos débiles. No consiguió encontrar nada que pudiera ayudarle, pero se había topado con todo tipo de conocimientos interesantes y esotéricos, incluyendo un viejo texto que hablaba de una especie de invertebrados gigantes supuestamente extinta que, en cierto sentido, podía esconderse de la Fuerza. ¿Cómo los llamaban?

Taozin, eso es.

Parecía ser que no estaban extintos.

En ese momento, Darsha saltó por encima de I-Cinco y de él, en dirección al monstruo, enarbolando el sable láser.

—¡Darsha! ¡No! ¡Es un taozin!

— o O o —

Darsha se levantó de su voltereta muy cerca de la criatura, con el sable láser extendido. Lo clavó hacia adelante, inclinando el ángulo de corte para arrancarle un enorme trozo al vientre del monstruo. Veamos lo hambriento que estás cuando tu presa te devuelve el mordisco, pensó.

Ejecutó el movimiento con la misma perfección que en un ejercicio; el Maestro Bondara se habría sentido orgulloso. Lo único malo es que no sirvió de nada.

Observó con incredulidad cómo el brillo amarillo de su arma se dispersaba al hundirse en la criatura, perdiendo coherencia e irradiándose en todas direcciones. Darsha se encogió, echándose hacia atrás, evitando por poco el retroceso de su propia arma. La hoja recuperó la congruencia al ser retirada del abdomen de la criatura. La bestia sufrió un espasmo y rugió furiosa, agitando la piel translúcida; era evidente que el ataque le había hecho daño, pero no tanto como Darsha había anticipado.

Estaba tan asombrada por el resultado de su ataque que casi dejó que la bestia la atrapase con sus afiladas mandíbulas para depositarla en la boca que se abría encima de ellas. Se apartó en el último momento, agitando el sable láser para evaporar el chorro de seda húmeda que vomitaba hacia ella. Al menos la espada de energía servía contra eso. Notó que el expelente de seda sólo se volvía opaco tras dejar la boca de la cosa.

Se dio cuenta con retraso que Lorn le había gritado algo un momento antes. No se había dado cuenta en ese momento, pero no se le había olvidado.

¿Un taozin?

Recordó que se había hablado de esas bestias en su primera clase de historia. Se las consideraba extintas, y se contaban entre las pocas criaturas vivas que no podían ser percibidas mediante la Fuerza. Parecía que alguien había importado una a Coruscant en algún momento del pasado.

Había un viejo adagio Jedi que al Maestro Bondara le gustaba citar:

Cualquier enemigo puede ser derrotado, en el momento adecuado.

Darsha se dio cuenta de que ése no era el momento adecuado.

Retrocedió hacia Lorn e I-Cinco, que habían avanzado unos cuantos metros más. El taozin proyectó más redes contra ellos. Darsha usó la Fuerza para desviar el flujo de fluido pegajoso siempre que podía y vaporizándolo con el sable láser cuando no podía. No tenían otro remedio que seguir retirándose hacia las garras de los Sith.