Capítulo 15

El Jedi twi’lek saltó guiado por la Fuerza y aterrizó limpiamente detrás de Maul, sobre la capota del motor trasero de la motojet con forma de T. Su movimiento pilló por sorpresa al Sith, que no se esperaba un acto tan valiente y temerario.

Pero por inesperado que fuera, Maul tuvo tiempo de bloquear con su sable láser el golpe de la otra hoja energética. Activó el piloto automático de su deslizadora y se retorció en el asiento, balanceando su arma contra el pecho del Jedi. Éste bloqueo el golpe y contraatacó con otro.

Maul sabía que la batalla no podía continuar así. El piloto automático de la motojet no era lo bastante sofisticado como para trazar un rumbo seguro a gran velocidad por las tortuosas calles de la superficie. Aferró el manillar y desvió la motojet hacia una cornisa de carga de un edificio cercano situado a treinta metros de la calle. Pasaron como una exhalación junto al aerocoche, que había aminorado la velocidad tras abandonarlo el Jedi, y se elevó hacia la cornisa. Cuando ésta estuvo al alcance de los sensores del piloto automático, la deslizadora aminoró la marcha para después posarse en el saliente de ferrocreto.

El Sith y el Jedi saltaron de la motojet a la plataforma para continuar con su combate. La cornisa de carga sólo tenía diez metros por quince, apenas espacio suficiente para maniobrar. Maul sabía que debía deshacerse rápidamente de su contrincante, antes de que Pavan volviera a desaparecer en el laberinto de los niveles inferiores de Coruscant. Presionó con un ataque salvaje, bloqueando y golpeando, trazando con las hojas gemelas una red luminosa a su alrededor.

A juzgar por la elegante forma en que desviaba y contraatacaba, resultaba obvio que el Jedi también era un Maestro en las artes de combate teräs käsi. Pero, a los pocos momentos del encuentro, Darth Maul supo que él era mejor combatiente, dándose cuenta de que eso también lo sabía el Jedi, y que eso carecía de toda importancia. El Jedi estaba decidido a detener al Sith, o al menos a retrasarlo lo bastante como para que los demás pudieran alejarse. Aunque eso significase perder la vida.

Maul enseñó los dientes. ¡No volvería a perder a su presa! Redobló sus esfuerzos y atacó con más dureza, destrozando las defensas del twi’lek. El Jedi cedió terreno, pero el Sith siguió sin poder atravesar sus defensas.

Entonces oyó algo: el distintivo sonido del motor averiado del aerocoche. Dejó que su consciencia se expandiera con las ondas de la Fuerza, y lo que sintió produjo en su rostro una siniestra sonrisa de satisfacción.

El aerocoche volvía, y con su presa a bordo.

— o O o —

Al principio, Darsha no podía creer que el Maestro Bondara hubiera saltado del aerocoche a la motojet del Sith. Su primer gesto fue un reflejo, aminorar la marcha y acudir en ayuda de su mentor.

—¿Qué estás haciendo? —gritó Pavan—. ¡Dijo que te dirigieras al Templo!

—¡No pienso abandonarlo ante ese monstruo! —gritó Darsha en respuesta.

Vio cómo la motojet pasaba ante ellos, antes de elevarse para dirigirse hacia una cornisa de carga que sobresalía de un edificio abandonado.

—Sabe lo que hace —le dijo el androide—. ¿Estás dispuesta a hacer que su sacrificio sea inútil?

Darsha sabía que las palabras del androide tenían sentido, pero no le importó. Después de todo, llevaba varias horas cometiendo un error tras otro, ¿por qué iba a pasarse entonces? Hacía mucho que habían dejado de preocuparle las consecuencias de sus actos; lo único que sabía era que no podía dejar que el Maestro Bondara se enfrentara solo al Sith. Le costaba concebir una situación donde su mentor pudiera ser vencido en combate, pero estaba segura de que si había alguien capaz de eso, ése sería el Sith.

Aminoró la marcha del aerocoche y le hizo dar media vuelta, dirigiéndolo hacia la cornisa, cuando se dio cuenta de que tenía un problema. Los repulsores dañados habían bloqueado la altura máxima que podía alcanzar el vehículo, y la plataforma estaba a unos buenos diez metros por encima de ellos. Y su pistola ascensora seguía unida a la mónada, situada a un kilómetro de distancia de su actual posición.

No supondría ningún problema el saltar diez metros hacia arriba, ya que, en los ejercicios de entrenamiento, había usado la Fuerza para realizar saltos muy superiores a ése. Pero un salto semejante, a una plataforma tan estrecha y en medio de un furioso duelo con sables láser, era una tarea considerablemente más compleja. Al Maestro Bondara no le sería de ninguna utilidad que se hiciera matar por el Sith.

Pero no tenía otra salida. Aunque su mentor pudiera sentir la presencia del aerocoche y saltar de vuelta a él, no había garantías de que pudiera hacerlo en medio del fragor del combate. Darsha detuvo el vehículo bajo la plataforma. Las dos figuras en duelo quedaban ocultas a su vista por la cornisa de ferrocreto, pero podía ver los diferentes fogonazos, y oír los furiosos zumbidos y chasquidos de los sables láser al entrechocarse. Tenía que actuar enseguida. Se levantó, sacó el sable láser del gancho de su cinto y se dispuso a saltar.

Y el mundo se disolvió de pronto en un ensordecedor rugido y un estallido de luz cegadora.

— o O o —

Darth Maul vio en los ojos de su enemigo que se había dado cuenta de que no podría derrotarlo. Una vez que se concede mentalmente la derrota, su realidad se vuelve inevitable. Sólo es cuestión de tiempo.

Volvió a redoblar la fuerza de su ataque en una intensidad aún mayor, haciendo retroceder al Jedi hacia la motojet, procurando atraparlo entre la deslizadora y su sable láser de doble hoja. Con los movimientos así limitados, sólo tardaría unos instantes en separarle la cabeza con tentáculos del resto de su cuerpo.

Pero entonces vio que la desesperación en el rostro de su rival daba paso a la comprensión, y después al triunfo. Rápidamente, antes de que Maul pudiera intuir lo que pretendía, el Jedi se volvió hacia la motojet, alzó el sable láser y lo hundió hasta el pomo en la carcasa que contenía el motor repulsor.

Maul se dio cuenta de sus intenciones suicidas, pero ya era tarde. La ardiente hoja de energía atravesó con relampagueante rapidez la carcasa del motor para hundirse en el núcleo de células energéticas de la motojet. Maul dio media vuelta para saltar lejos de la plataforma, llamando al Lado Oscuro, envolviéndose en él en el mismo instante en que la célula energética explotaba, y la onda de calor y presión vaporizaba al Jedi en un microsegundo antes de expandirse hambrienta hacia él.

— o O o —

La plataforma de carga protegió al aerocoche de la mayor parte de la explosión; o los tres pasajeros no habrían podido sobrevivir a ella. Aun así, la onda de choque derribó a Darsha de su posición en pie, arrojándola a la parte trasera del vehículo. Y habría caído a la calle de debajo de no haberla cogido Lorn por la muñeca cuando pasó junto a él. I-Cinco se hizo cargo de los controles y luchó para estabilizar el vehículo, que se agitaba y movía frenéticamente. Por un instante, que le pareció eterno, Darsha pendió del abismo, demasiado aturdida para usar la Fuerza y auparse poniéndose a salvo. Entonces Lorn tiró de ella y la subió al compartimento de los asientos traseros.

Pero aún no había pasado el peligro; la explosión había hecho que la cornisa se soltara de sus soportes. Empezó a derrumbarse, separándose de la pared del edificio, y en ese instante pudo verse la forma oscura del Sith saltando desde la cornisa a la oscuridad de abajo. Al caer, la plataforma tocó un costado del aerocoche, lanzándolo en un giro descontrolado en dirección a la calle.

I-Cinco forcejeo con los controles y se las arregló para enderezar el vehículo justo cuando llegó al suelo. Los espectadores que acudieron atraídos por la explosión se dispersaron asustados cuando el aerocoche rebotó en un accidentado aterrizaje.

Darsha estaba medio aturdida, y vagamente consciente de un insistente pitido que aumentaba en tono y frecuencia. Cuando su desconcertado cerebro comprendió por fin el significado del pitido, se sintió cogida por un potente brazo y apartada del aerocoche estrellado. Mientras rebotaba por el pavimento lleno de basura se dio cuenta de que el androide los sacaba del vehículo a Lorn Pavan y a ella.

—Deprisa —farfulló ella—. La célula energética se sobrecarga…

—Un hecho del que soy muy consciente —replicó I-Cinco.

Se detuvo ante un quiosco. En la puerta había un cartel de «Prohibido el paso» escrito en básico, pero el androide lo ignoró y usó el rayo láser de su dedo índice para hacer saltar la cerradura.

El quiosco daba a una escalera estrecha y mal iluminada. La bajaron precipitadamente mientras, detrás de ellos, los pitidos de alarma alcanzaban su volumen máximo. Un instante después, una segunda explosión, más potente que la anterior, hacía temblar la zona. Darsha sintió que la escalera se movía y estremecía como si eso señalara el inicio de un temblor de tierra. Las luces se apagaron, sintió que caía y no supo nada más.