[1] H-Ch. Puech, «La Gnose etles Temps (Eranos-Jahrbuch, XX, 1951), págs. 70 y sigs. <<
[2] Cf. Duhem, Le Systeme du Monde, II, págs. 404 y sig.; 447-478. <<
[*] I. P. Duhem, Le Systeme du monde, París, 1913; L. Thorndike, A History of Magic and Experimental Sciences, Nueva York, 1929; P. Sorokin, Social and Cultural Dynamics, vol. II (Nueva York, 1937). <<
[3] Thorndike, A History of Magic and Experimental Sciences, I, págs. 455 y sig.; Sorokin, Social and Cultural Dynamics, pág. 371. <<
[4] Duhem, op. cit., V, págs. 223 y sig. <<
[5] Dante, Convivio, II, cap. 14. <<
[6] Duhem, op. cit., V, págs. 225 y sig.; Thorndike, op. cit.; 11, págs. 267 y sig., 416 y sig., etc.; Sorokin, op. cit., pág. 371. <<
[7] Sorokin, op. cit., pág. 372. <<
[*] Fue una verdadera tragedia para el mundo occidental que las especulaciones profético-escatológicas de Joachim de Flore, aun cuando inspiraron y fecundaron el pensamiento de un San Francisco de Asís, de un Dante, de un Savonarola, cayeran tan pronto en el vacío, sobreviviendo el nombre del monje calabrés tan sólo para cubrir una multitud de escritos apócrifos. La inminencia de la libertad espiritual no sólo con relación a los dogmas, sino también respecto de la sociedad (libertad que Joachim concebía como una necesidad a la vez de la dialéctica divina y de la dialéctica histórica), fue profesada de nuevo posteriormente por las ideologías de la Reforma y del Renacimiento, pero en términos muy distintos y siguiendo otras perspectivas espirituales. <<
[8] Ibid., págs. 379 y sig. <<
[9] Ibid., pág. 383, n. 80. <<
[*] Cf. A. Rey, Le retour éternel et la philosophie de la physique (París, 1927); Sorokin, Contemporary Sociological Theories (Nueva York, 1928), págs. 728-741); Toynbee, A Study of History, vol. III (Oxford, 1934); Elsworth Huntington, Mainsprings of Civilization (Nueva York, 1945), especialmente págs. 453 y sig.; Jean-Claude Antoine, «L’Éternel Retour de l’Histoire deviendra-t-il objet de science?» (Critique, núm. 27, agosto 1948, págs. 723 y sig.). <<
[10] Véase más arriba, pág. 134. <<
[11] Cf. págs. 50 y sig. <<
[*] Nos permitimos subrayar, además, que el «historicismo» fue creado y profesado ante todo por pensadores que pertenecían a naciones para las cuales la historia jamás fue un terror continuo. Esos pensadores quizá hubieran adoptado otra perspectiva si hubiesen pertenecido a naciones señaladas por la «fatalidad de la historia». En todo caso, quisiéramos saber si la teoría según la cual todo lo que sucede está «bien» justamente porque sucedió habría podido ser abrazada alegremente por los pensadores de los países bálticos, de los Balcanes, o de las colonias. <<
[*] Es conveniente precisar que, en este contexto, el «hombre moderno» es el que quiere ser exclusivamente histórico, es decir, ante todo, el «hombre» del historicismo, del marxismo y del existencialismo. Es superfluo agregar que no todos los modernos se reconocen en semejante hombre. <<
[12] Sobre el particular véase: M. Eliade, Traité d’histoire des religions, págs. 340 y sig. <<
[13] Cf., págs. 97 y sig. <<
[*] Sin hablar de las posibilidades de «creación mágica» en las sociedades tradicionales y que son reales. <<
[*] Sólo por medio de una argumentación de este tipo podría fundarse una sociología del conocimiento que no condujera al relativismo o al escepticismo. Las «influencias» económicas, sociales, nacionales, culturales, etc., que gravitan sobre las «ideologías» (en el sentido que Karl Mannheim da al término) no anularían su valor objetivo, del mismo modo que la fiebre o la intoxicación que revela a un poeta una nueva creación poética, no compromete el valor de ésta. Todas esas «influencias» sociales, económicas, etc., serían, por el contrario, ocasiones para encarar un universo espiritual desde ángulos nuevos. Pero cae de su peso que la sociología del conocimiento, es decir, el estudio del condicionamiento sociológico de las ideologías, no puede evadirse del relativismo sino afirmando la autonomía del espíritu; lo cual es algo que, si comprendemos bien, Karl Mannheim no se atrevió a afirmar. <<
[*] Es menester no desechar con suficiencia semejantes afirmaciones por la sola razón de que implican la posibilidad del milagro. Silos milagros han sido tan raros desde la aparición del cristianismo, ello no es por culpa del cristianismo, sino de los cristianos. <<