No sólo los perdedores están de moda. Los fabricantes de manuales de autoayuda y sus asesores financieros siempre están conspirando para vendernos algo con que llenar nuestro huevo interior. Y como saben perfectamente que lo que nos venden es absurdo, no sólo no lo ocultan, sino que hacen de ello una virtud.
—Toda mujer es una diosa —me dijo hace poco una mujer, lanzándome una mirada altiva. (Supongo que intentaba parecer una diosa, aunque a mi, no sé por qué, me recordó más a una jirafa estreñida). La susodicha estaba leyendo un libro titulado Mujeres que Aman Demasiado Corren con los Lobos. Creo que el subtítulo era Cómo dejar de ser codependiente y descubrir tu diosa interior, pero no estoy seguro.
—Pero si toda mujer es una diosa —dije yo muy despacito para que me entendiera—, ¿qué significa exactamente ser una diosa? Cuando se usa para definir a todas las mujeres, la palabra pierde su significado. ¿Por qué no llamarse simplemente «mujeres»?
—Estás aplicando una lógica masculina a una experiencia intuitiva —replicó la diosa. La conversación empezaba a ser de besugos, pero decidí continuar.
—¿Y qué me dices de la capacidad de autosuperación? ¿Cabe esta posibilidad siendo diosas? Porque si no es así, ¿para qué leéis tantos manuales de autoayuda? —persistí, aunque ya empezaba a dolerme la cabeza—. ¿Hay diferentes niveles de divinidad? Por ejemplo, ¿hay diosas corrientes y mujeres que, como tú, sois diosas más avanzadas?
Ella me miró con desprecio.
—Está claro que eres incapaz de comprender el conocimiento no racional.
Al final lo dejé correr. Es imposible mantener una conversación con alguien así. Si Neale Donald Waisch hubiera escrito Conversaciones con una diosa, en lugar de su best seller Conversaciones con Dios, no habría vendido ni un solo ejemplar. El libro en si habría sido igualmente malo, aunque todos sabemos que la base del éxito de los libros de autoayuda no es precisamente la calidad. (Al menos eso espero).
Mi teoría es que ciertas personas se recrean en el sin sentido de las cosas sin sentido. No sé si habéis leído un libro titulado Todo lo que sé lo aprendí en el parvulario. No os lo recomiendo. Un tal Robert FuIghum, consumió varios bosques para publicar un elogio a los lápices de colores y las profundas enseñanzas que podemos extraer del cuento de la ratita presumida (os lo juro).
El hombre no lo podía decir más claro: si sois el tipo de gente que lee manuales de autoayuda, puedo contaros lo mismo que le contarla a un niño de cuatro años y os quedaréis tan contentos. La única diferencia entre vosotros y un niño de cuatro años es que vosotros os vais a gastar dinero en mi libro.
Y no me hagáis hablar de ese cabeza de chorlito, Deepak Chopra. Cuando oí el nombre de Deepak Chopra por primera vez, pensé que era un rapero de Los Ángeles. Sin embargo, después de leer uno de sus libros, descubrí que, comparada con Deepak Chopra, la obra de Tupac Shakur es un modelo de sensatez, responsabilidad y belleza lírica. No me gusta burlarme de mis colegas escritores, pero en este caso no pasa nada, porque Deepak Chopra no escribe: utiliza el lenguaje como instrumento de tortura.
Para muestra, un botón: «Ahora llegamos a una fase en la que el que busca se convierte en el que ve. Porque el que busca ha descubierto que lo que buscaba el que busca era al que busca, y habiendo encontrado al que busca, el que busca se torna el que ve».
Ni el más fanático Chopráfilo puede justificar algo así. Y no digamos lo siguiente: «La única diferencia entre tú y un árbol —nos informa con perspicacia— es el contenido informativo y energético de vuestros respectivos cuerpos».
Felicidades. Ésa es también la única diferencia entre yo, un árbol y George W Bush. Pero ¿qué digo? No es la única diferencia. Un árbol tiene hojas, y raíces que absorben el agua de la tierra y un tronco para que orinen los perros. Y George W Bush… Ahora que lo pienso, George W Bush se parece bastante a un árbol. Ay, ya no sé qué digo. Cuando leo demasiado a Deepak, se me hinchan las meninges.
¿Comprendéis ahora la dificultad de escribir un libro que satirice los manuales de autoayuda? Cuando uno se mete en el género de la autoayuda, la línea entre lo satírico y lo real es finísima.