Ahora que lo pienso, esta anécdota no resulta muy esclarecedora. Bueno, qué más da. De todos modos, si me haces caso y sigues mi consejo, descubrirás que en poco tiempo habrás cazado a tu pareja. Pero no te duermas en los laureles, hermano. Más difícil que conseguirla es conservarla. Busca en tu interior, palpa la suave superficie de tu huevo, dale unos toquecitos y oye cómo suena a hueco.
Mi primer consejo es que esperes un poco para llevar a casa a tu última conquista (aunque sin pasarte, porque si no acabará imaginándose que guardas mujeres desmembradas en el congelador. O peor aún, una esposa). Y cuando finalmente la invites, asegúrate de que todo está limpio y ordenado. Si insistes en tener elementos decorativos, es importante que sean enigmáticos, como una colección de mariposas o un lagarto disecado, o misteriosamente impersonales, como un tablero de ajedrez con piezas de marfil tallado.
No te olvides de esconder tu maravillosa colección de latas de cerveza de todo el mundo, o ese póster tan gracioso con todas las posturas sexuales, o la Playstation con sus respectivos cartuchos de juegos. Lo mismo digo de cualquier foto de ti y tus amigos sacada en:
Por el contrario, siempre resulta aceptable dejar en lugar visible tu foto enmarcada recibiendo un Oscar o el Nobel de la Paz, sobre todo si está un poco escorada hacia la pared en señal de modestia y si luego respondes a las preguntas de ella con un gesto de indiferencia y una sonrisa de confusión en los labios. Pero, ojo, esto sólo sirve si has ganado un Oscar o un Nobel de verdad (nada de esas estatuillas de plástico que regala la gente «Al más juerguista» o «Al mejor eructo»).
Además, el silencio y el misterio siempre son atrayentes. Yo aún diría más: la gente atractiva siempre e s silenciosa. Pensad en hombres silenciosos: Clint Eastwood, Batman, o aquel malo de James Bond con los dientes de acero. Ahora piensa en los que hablan por los codos: Woody Allen, el cerdito Porky, o ese pesado de la oficina que se pasa el día explicando cómo la última entrega de La Guerra de las Galaxias explorará el paso de Darth Vader al lado oscuro. Está claro, ¿no?
Sé listo. Cuando ella te pregunte «¿En qué estás pensando?» (cosa que sin duda hará), considera tu respuesta con cuidado.
No digas: «En ti», porque es patético y no tiene ni pizca de misterio.
No digas tampoco: «En lo mucho que te quiero», porque además de ser mentira, desperdiciarás una de las últimas cartas que te quedan por jugar. Un día la necesitarás para salir de algún apuro, y entonces te alegrarás de haberla reservado.
Podrías decir: «Pensaba en lo mucho que me apetece arrancarte la ropa con los dientes y retozar contigo sobre la alfombra.». Pero cuidado con lo que desees.
Tampoco te recomiendo que seas sincero. «En la hora del partido del sábado» o «En ese ruidito que hace el motor cuando voy a más de ciento veinte» son respuestas que revelan demasiado. No te arriesgues ni des demasiadas pistas. Mira por la ventana y suelta algo así como: «Y pensar que a Mozart/Einstein/Indira Gandhi los iluminó la misma luna…»
Alto. No pienses que va a creerte. Ella sabe perfectamente que no estás pensando en el tiempo, el espacio y los misterios del universo, pero eso es lo de menos. A ver si te queda claro: ella no quiere saber lo que estás pensando. Lo que desea es una hoja en blanco donde poder dibujar al hombre de sus sueños. Así pues, amigos, cantad conmigo: «Aceptemos nuestro huevo interior».