Encuentra tu huevo
Como habéis visto, a nosotros, los gurús de las montañas no nos sirven de nada. De hecho no sirven a nadie, pero para los que somos vagos por naturaleza son especialmente inútiles. Aunque sean gurús de verdad (en vez de chalados sin afeitar que viven al aire libre), os costará tanto encontrarlos que, cuando lo consigáis, estaréis hartos y con ganas de iros a casa. Por suerte, yo sé una historia que nos enseña todo lo que necesitamos aprender.
Prestad atención. Se trata de una parábola simple que os llegará al corazón, os lo aseguro.
Además, incorpora elementos tradicionales de una cultura en vías de extinción, lo cual tengo entendido que está muy de moda. La cultura a la que me refiero es la de los pueblos indígenas del sur de África. Podéis llamarlos bosquimanos o «Xam», o podéis usar el nombre que ellos emplean aunque entonces ni vosotros ni yo podremos pronunciarlo, por lo que no sabremos de qué narices estamos hablando. Bueno, la cuestión es que no cabe duda de que son la raza más antigua de este viejo continente y, por lo tanto, saben un par de cosas de la vida.
Un día, durante un viaje en autobús, me senté al lado de un bosquimano: un viejecito muy arrugado que lucía una capa de piel de antílope como única vestimenta. Dicha indumentaria parecía tan precariamente sujeta a su cuerpo, que temía arrancársela al pasar a su lado para ir al aseo. Sin embargo, aparte de una vejiga a punto de estallar, el viejecito arrugado me dejó un regalo muy valioso: una fábula que ya he compartido con muchas personas. Ellos la encontraron útil y espero que vosotros también.