15. LA DECISIÓN ES TOMADA

Sad, pálida y triste, despertó con su mensaje

al Navarca dormido. Así lo pidió a Ylus, su padre,

que con los ancianos de las siete familias vino

en busca de Shim, con la noticia nueva. Dijo Sad:

—Despierta, Shim. Han acabado estos días hermosos.

Los kros han enviado para ti su embajada y esperan;

ve, amado. Sin llorar te esperaré. Sólo lamento

que tan pronto vinieran. Apenas un suspiro he tomado

de ti, apenas un instante ha durado la tregua.

Despejó Shim los sentidos, y sin palabras

tomó el cuerpo de la amada, para que la caricia

no tuviera distancias. La besó suavemente

y salió luego al encuentro del grupo que esperaba.

—Los dejamos en el Ring. Son los ancianos.

No viene guardián ninguno. Temo un engaño.

Dijo Kalr, hombre al fin de aventuras y guerras:

—No pienses mal. La desconfianza es una planta

que crece demasiado. Vayamos a su encuentro.

¡Ah, prudentes varones; lleváis hermosos vestidos!

¿Estaréis decayendo, lo mismo que los negros?

—Te digo lo que dices, Shim. No pienses mal.

Lo hacemos para honrarte. Eres nuestro Navarca.

Y en nombre de nosotros tú llevas la unidad.

Dijo Ylus, un poco avergonzado de su rojo vestido.

—Perdona mis palabras. Estaba bromeando, Ylus.

A las puertas del Ring los wit eran centenas,

pero de Kalr los fieles impedían la entrada.

Pasaron los ancianos, y algunos portadores

con luces encendidas. Los kros de la embajada,

subidos al estrado, aguardaban severos y callados.

Saludaron a Shim a la manera suya, mejilla con

mejilla, las manos sobre el hombro. Y dijeron:

—Aquí estamos, trayéndote el discurso del pueblo

superior. Más sencillo que el tuyo, pero igual

de sincero. Las palabras son pocas: queremos

vuestra unión. Borremos las fronteras y…

Dijo, pero Shim interrumpió con ademán suave:

—Espera, Aro. Sentaos y esperad un instante

hasta que puedan conoceros los padres de nosotros,

los jefes de las tribus. Éstos son. Ellos soy,

soy de ellos. En su nombre y familia estoy

siendo Navarca. Son el todo de mi parte y razón.

Dijo, y calló, indicando su asiento a todos

los varones; los wit al lado izquierdo, enfrente

el grupo kros, quedando Shim en medio, erguido

y esperando la razón del discurso aludido.

—Son siete las familias al pueblo wit nacidas

y somos sus cabezas, cual Shim ha poco dijo:

Con voluntad entera elegimos Navarca y jefe

al hombre que os dice: «Soy de ellos.» Es cierto.

Por nuestro lo aceptamos. Lo que diga, decimos;

lo que niegue, negamos. Lo hacemos mensajero

de todas las familias. Nos representa y pedimos

en él la unidad de la Nave. Hagámosle Navarca.

Dijo Ylus, con encendido aliento, y le fue contestado:

—Soy Karim, decano de maestros, y son mis compañeros

prudentes, consejeros elegidos conmigo. Hasta

donde tiene sentido la palabra, al pueblo kros

son fieles y tienen su deseo. Nosotros decimos,

¡oh, Shim!, la razón de los tiempos, la palabra

de todos. Escucha mi sencillo discurso.

Nosotros no queremos que «La Carne» se pudra;

nosotros no queremos que la luz se termine;

nosotros deseamos abiertas las fronteras.

Cuando nada esperábamos, ¿qué importaba que

el jefe fuese Faro, o Dui-La? Pero ahora tenemos

palabras de esperanza. Gracias, Shim, hermano.

Deseamos al hombre que nos habló en el Libro,

al que puede ordenar nuestras perdidas fuerzas,

al que nos hizo severa profecía y tiene nuestra

sangre. Te queremos a ti. Hagámosle Navarca.

Dijo, y calló, sumido en grave unción y suave

acento. Los wit le saludaron, alzados y encendidos.

—Gracias. Karim. Es preciso que el destino se cumpla.

Dijo Shim, en forma recogida y entera.

—Pero una grave ausencia os debo denunciar.

Los guardianes no han venido ni querido aceptar

nuestra misión. Han elegido al capitán Dui-La

por sucesor de Faro. No quieren tus razones.

Son los menos; pero fuertes son. No desean

un destino cambiado. Si tú no lo remedias, Shim,

gobernarán al pueblo, que nada sabe y quiere.

¿Qué hacemos? Nosotros, los varones sensatos,

te queremos a ti. ¿Cómo hacerte Navarca de hombres

divididos? ¿Cómo llevar la guerra a nuestra

propia raza? Dinos, Navarca, ¿qué hacemos?

Dijo Karim, de miedos e ignorancias vencido.

—¿Dónde están los guardianes insumisos? ¿Qué hacen?

—Están en su cuarteles. Preparan la conquista.

Meditó Shim la nueva circunstancia. Y dijo:

—Tienes razón. No es posible la guerra. No quiero

violencia ni un pueblo sometido. Los guardianes

deben ser sin sangre reducidos. Tengo una idea.

Apagaré las luces en torno a sus cuarteles

y quedarán aislados. El miedo a las tinieblas

los dejará vendidos. Mientras, preparad las cubiertas.

Acepto vuestro encargo. Seré Navarca. Pero

el pueblo sencillo requiere ceremonias,

mucha luz y sonidos, discursos y razones.

Hacedlo. Elio y Kalr, venid conmigo. Los demás,

prestad al pueblo kros la ayuda necesaria

para la ceremonia. Vayamos en seguida. Evitemos

la guerra obrando con premura. Callad y haced.

Dijo, y calló. Comprendiendo al instante, severos,

los ancianos siguieron su palabra. Salieron

de la cámara y todos arreglaron su paso

al paso del Navarca. Iban a cumplir el destino.