5. SHIM ORDENA LA PAZ

Esperó el Navarca que todos callaran y entonces

habló, ocultando sus manos, que inacostumbrado era

al garfio y a la muesca, cual Hipo comprendía:

—Padres de las familias. Estamos reunidos en busca

de la Paz. La Paz he dicho. Hace ya muchos ciclos

que en pugnas insensatas los hombres de la Nave

se enfrentaron. Hay guerra en las fronteras y es tiempo

de acabarla. Los kros nos ofendieron, es cierto, y no

puedo negarlo. Pero la Nave es una, y cuando fue creada

fronteras no tenía. Para vuestra memoria, los

wit siempre han tenido cubiertas inferiores, oscuridad

y hambre. Mi memoria es más larga y además he vivido

en campo iluminado. La Nave es unidad y ciencia

compartida. Son falsas las fronteras. La guerra

está matando a la Nave. Es tan cierto, como el hambre

que no tardará en llegar. ¿Algunos de vosotros

ha cortado en «La Carne»? Si es así, que nos diga

los daños que la ausencia causa en la proteína.

Y dijo padre Brisco, cruzador de fronteras:

—El lienzo no cortado se pudre al ciclo entero.

Dijo Brisco y el Navarca de nuevo pregunto:

—El que haya cultivado los jardines de algas,

que salga y que nos diga lo que estará pasando.

Dijo Shim, y esperó, sin que nadie le hablara,

pues no era necesario y todos lo sabían verdadero.

—Os digo estas razones, pero otras hay más justas.

La Nave necesita que sus pasillos sean cual venas

de su cuerpo. Para nuestra fortuna, su fuente fue

creada para un manar constante con la pequeña ayuda

de nuestra voluntad. No estropea lo suyo ni rinde

su impulso. Son los hombres quienes rompen lo eterno

que les fue otorgado con sólo agacharse a su encuentro.

Hagamos la paz mientras mane la fuente y exista

materia. Tendamos la mano y hagamos la paz.

Dijo y calló, y Kalr el guerrero, enfadado, inquirió:

—¿Insultas a mis hombres? ¿Menosprecias mis armas?

Si ellos se marcharan, los kros nos matarían.

Las fronteras no pueden quedar abandonadas.

El Navarca contestó sin ira, incluso alabando:

—Los guerreros no sirven para hablar. Escucha,

Kalr, y calla. Los guerreros no deben amar la guerra.

La aceptan cuando les es impuesta, y luego se retiran

con el deber cumplido. No se puede tener la razón

y la fuerza en equilibrio humano. Los prudentes

razonan, y los fuertes sus leyes aceptan sin ira.

Y dijo Mons el sabio, cuidador de los muertos:

—Entiendo tu discurso. Navarca de razones. Empero,

te pregunto: ¿no te acuerdas acaso de que siempre los kros

han tenido la ley y fuerza? Y digo también:

¿Acaso la guerra es razón de uno solo? Responde.

¿Abrirá sus fronteras el pueblo de Faro?

—Dos hombres no riñen si el uno no quiere.

Y en cuanto a la otra pregunta, ¡oh, Mons, oportuno!

lo mejor es hacerla en lugar indicado. Lo haremos.

Traed un cautivo o decidle que dentro de un ciclo

de ozono subirá una embajada en trance pacífico.

Soltadle y cumplirá su parte. Y decidme ahora:

¿quién vendrá conmigo? Necesito cortejo valiente.

Todos lo quisieron, y hasta Kalr el opuesto pidió.

Pero Shim el Navarca contuvo el deseo diciendo:

—Será necesario guardar nuestra ausencia. Ylus es viejo,

y Brisco, azogado; no es tu oficio hablar, Hipo;

ni el tuyo temer a lo incierto, Mons. Venid, Luxi y Kalr

con siete mancebos llevando sus luces calientes.

Soy kros y recuerdo el susto y la gracia del falux

ardiendo en la cámara. Será un buen recurso ante ellos.

Dijo, y calló, sonriendo, y Mons le aplaudió:

—Eres astuto. Navarca, y harás grandes cosas, prudentes

y justas. Te daré mi hijo, el joven levita Simón.

E Hipo ofreció su cachorro Hipolí; e Ylus el suyo,

el joven Ylor; y Brisco pidió para Branco la venia de Shim.

Un hijo por tribu y el que esto relata quedó convenido,

y todos irían con falux de grasa que Luxi aportó.