3. CONFIDENCIAS A SAD

Reposan en la cámara de sombra respetada.

Los wit están borrachos y aúllan a lo lejos.

Hasta los niños acompañantes han querido gozar

de la alegría. Están solos. Sad oprime el rostro

del amado, y Shim, Navarca, apenas contiene su temblor.

Teme hablar y hacerlo tristemente. ¿De dónde la

tristeza en día tan rotundo? ¿Qué sueño le conturba?

—No, Sad; tú no; no tiembles, ¿tienes miedo a las sombras?

Si acaso lo deseas puedo llenar la cámara de luces.

¿Quieres? No llores, Sad, repito. Mi soledad

es mía, mía mi pesadumbre, y tú no debes entenderla.

Sería demasiado. Es mentira la compañía del triste.

Y quiero descansar en ti, ahora, mañana, siempre.

Así dijo y esperó la voz de la callada, Sad la

compañera, la que estaba a su lado después de haber

vencido en lucha no querida, acaso no esperada.

—Lo haré si lo deseas, ¡oh, amado, sin caricias!

No quiero luces, ni comprender pretendo. Habla

si quieres o quédate callado. Nada te pido.

Temo por ti, lo que tú temes, y voy a defenderte,

pues siempre fue más caro vencer a dos que a uno.

Habla y confía, Ten mi calor. Nada más tengo.

Así dijo la hembra, hija de Ylus, Sad la triste.

Callados ambos, oían a lo lejos el canto de los hombres.

—Escucha, Sad. No fueron las mujeres al consejo

y no sabrás la historia. Soy Navarca. ¿Lo sabes?

¡Ah, mujeres! Y hasta es posible que a ti también

te hayan mirado lo mismo que lo hicieron contigo

los varones. Lo que acaso no comprendas es la causa

de mi miedo ahora que me hicieron amado y poderoso.

Atiende, Sad, escucha mi querella. Soy padre de las

tribus y todo lo he ganado perdiéndome a mí mismo.

Ya nada será igual. Ya nunca estaré solo. Habré de compartir

mi soledad, mi tiempo y mi palabra. No podré verter

mi sangre en locas escapadas y hacer cosas sencillas.

Pasaré por las rampas y me seguirán los niños;

querré estar silencioso y me dirán que hable;

querré dormir y seré responsable del niño que es mordido

por esos animales de las simas oscuras. No seré

el mismo, Sad, entiende. ¿Qué me darán a cambio?

Según les afirme o niegue, vendrán conmigo o se irán.

Pero eso será más tarde. «Hagámosle Navarca», gritaron

para honrarme. Y estoy honrado, cierto; pero el peso

ya siento de mi propia importancia. Yo soy un hombre,

Sad, igual que todos ellos. Necesito reír y amar,

saberme confundido, tener tiempo y pasillos delante

de mis piernas. Quiero tener amigos, no servidores;

amada, no concubinas. Decir una palabra y que no sea

la última; ni la mejor, ni la más recia. Todo lo tenía

y todo lo he perdido. Por eso lloro contigo ahora.

Déjame despedirme de las cosas sencillas, de ti,

de mí mismo. Mañana lo haré mejor. Estaré contento

y vano, seré importante y sabio. Las familias han

hablado y han elegido Navarca. El hecho es cierto

y de gran importancia. La Nave ha recobrado conciencia

y signo. Los wit han madurado. Haré, con ellos,

grandes cosas. Pero todo es futuro. Lo cierto, ahora,

Sad confidente, es que perdí mi sueño de humildades

lo mismo que las manos perdiera. Por eso, mientras

gritan y gozan los que me hicieron símbolo, tiemblo

y me asusto. Acércate, Sad, me duelen mis manos

sin caricias, cual tú dices, este abrazo incompleto.

Pero si quieres amor, tristeza y suavidad, colmada está

mi boca, repleta mi medida y ardido mi deseo. Ven.