Reposan en la cámara de sombra respetada.
Los wit están borrachos y aúllan a lo lejos.
Hasta los niños acompañantes han querido gozar
de la alegría. Están solos. Sad oprime el rostro
del amado, y Shim, Navarca, apenas contiene su temblor.
Teme hablar y hacerlo tristemente. ¿De dónde la
tristeza en día tan rotundo? ¿Qué sueño le conturba?
—No, Sad; tú no; no tiembles, ¿tienes miedo a las sombras?
Si acaso lo deseas puedo llenar la cámara de luces.
¿Quieres? No llores, Sad, repito. Mi soledad
es mía, mía mi pesadumbre, y tú no debes entenderla.
Sería demasiado. Es mentira la compañía del triste.
Y quiero descansar en ti, ahora, mañana, siempre.
Así dijo y esperó la voz de la callada, Sad la
compañera, la que estaba a su lado después de haber
vencido en lucha no querida, acaso no esperada.
—Lo haré si lo deseas, ¡oh, amado, sin caricias!
No quiero luces, ni comprender pretendo. Habla
si quieres o quédate callado. Nada te pido.
Temo por ti, lo que tú temes, y voy a defenderte,
pues siempre fue más caro vencer a dos que a uno.
Habla y confía, Ten mi calor. Nada más tengo.
Así dijo la hembra, hija de Ylus, Sad la triste.
Callados ambos, oían a lo lejos el canto de los hombres.
—Escucha, Sad. No fueron las mujeres al consejo
y no sabrás la historia. Soy Navarca. ¿Lo sabes?
¡Ah, mujeres! Y hasta es posible que a ti también
te hayan mirado lo mismo que lo hicieron contigo
los varones. Lo que acaso no comprendas es la causa
de mi miedo ahora que me hicieron amado y poderoso.
Atiende, Sad, escucha mi querella. Soy padre de las
tribus y todo lo he ganado perdiéndome a mí mismo.
Ya nada será igual. Ya nunca estaré solo. Habré de compartir
mi soledad, mi tiempo y mi palabra. No podré verter
mi sangre en locas escapadas y hacer cosas sencillas.
Pasaré por las rampas y me seguirán los niños;
querré estar silencioso y me dirán que hable;
querré dormir y seré responsable del niño que es mordido
por esos animales de las simas oscuras. No seré
el mismo, Sad, entiende. ¿Qué me darán a cambio?
Según les afirme o niegue, vendrán conmigo o se irán.
Pero eso será más tarde. «Hagámosle Navarca», gritaron
para honrarme. Y estoy honrado, cierto; pero el peso
ya siento de mi propia importancia. Yo soy un hombre,
Sad, igual que todos ellos. Necesito reír y amar,
saberme confundido, tener tiempo y pasillos delante
de mis piernas. Quiero tener amigos, no servidores;
amada, no concubinas. Decir una palabra y que no sea
la última; ni la mejor, ni la más recia. Todo lo tenía
y todo lo he perdido. Por eso lloro contigo ahora.
Déjame despedirme de las cosas sencillas, de ti,
de mí mismo. Mañana lo haré mejor. Estaré contento
y vano, seré importante y sabio. Las familias han
hablado y han elegido Navarca. El hecho es cierto
y de gran importancia. La Nave ha recobrado conciencia
y signo. Los wit han madurado. Haré, con ellos,
grandes cosas. Pero todo es futuro. Lo cierto, ahora,
Sad confidente, es que perdí mi sueño de humildades
lo mismo que las manos perdiera. Por eso, mientras
gritan y gozan los que me hicieron símbolo, tiemblo
y me asusto. Acércate, Sad, me duelen mis manos
sin caricias, cual tú dices, este abrazo incompleto.
Pero si quieres amor, tristeza y suavidad, colmada está
mi boca, repleta mi medida y ardido mi deseo. Ven.