Capítulo 44

Londres

En las Salas Subterráneas de la Guerra reinaba una frenética actividad. Los mensajeros iban y venían con carteras cerradas con candados entre Grosvenor Square y la mansión de Hayes Lodge, cuartel general de las fuerzas expedicionarias americanas.

—Temporal de fuerza cinco en el estrecho —dijo Eisenhower, depositando sobre el escritorio la nota que acababan de pasarle—. En estas condiciones no hay nada que podamos hacer. ¿Cómo está el tiempo en la costa francesa?

—Fuerte galerna, general —informó el meteorólogo jefe.

El general meditó un momento. Los hombres estaban embarcados, las vituallas almacenadas, las unidades de marina en sus puestos, y una maldita tormenta iba a dar al traste con todo.

—Dé orden de aplazar la operación, toda la operación.

El coronel asistente de Estado Mayor descolgó el teléfono y pidió línea con el centro coordinador de la Operación Overlord. En aquel momento, una ráfaga de viento abrió una de las ventanas agitando los visillos como una bandera. La nota meteorológica voló de la mesa y fue a aterrizar sobre la alfombra.

—Un momento, Charles —dijo Einsenhower.

—¿General?…

—Bien pensado, la galerna puede servirnos de cobertura. Los alemanes no pensarán que seamos capaces de invadirlos en estas condiciones, bajarán la guardia…

—Sí, señor, pero…

Eisenhower le dedicó una de sus agradables sonrisas:

—Transmita la orden de seguir adelante con Overlord, tal como estaba previsto.