Capítulo 56

—Dejadnos solos —ordenó Lola.

Los dos hombres se retiraron, Ari con una mirada de despecho. Lola y Draco se quedaron solos. La exigua habitación estaba atestada de sacos de café y té. Olía intensamente.

—¿Te dedicas a la importación de estimulantes autorizados? —bromeó.

—¿Cómo estás? —preguntó Lola. Había una sombra de ternura en su voz.

—Bastante sorprendido. Te hacía en Nueva York.

—Casi lo estaba. Te lo explicaré en pocas palabras: somos agentes del Mossad, aunque a veces trabajamos bajo la cobertura de la agencia americana de narcóticos. Sabemos que intentas matar a Leoni y estamos aquí para impedirlo.

Draco contempló a Lola mientras digería la noticia. Comprendió ciertos detalles que en São Paulo le habían llamado la atención.

—¿Qué interés tiene Israel en proteger a Leoni?

—Leoni será papa dentro de unos días.

—¿Cómo puede saberse eso? —replicó Draco.

—Ellos saben a quién elegirá el Espíritu Santo —dijo Lola—. Debido a las reformas de procedimiento electoral introducidas por Juan Pablo II, Leoni sólo necesitará la mayoría de dos tercios. Si no los consigue pasados los primeros diez días del escrutinio, sólo necesitará mayoría absoluta. Su victoria está cantada. Antes se requerían 81 votos para elegir papa; ahora, sólo 61, pan comido para la mayoría conservadora que anhela un hombre capaz de proseguir la obra de Wojtyla, o sea a Leoni.

—Sigo sin entender el interés de Israel —dijo Draco.

—Uno de los objetivos diplomáticos de Israel, desde su fundación, ha sido el reconocimiento del Vaticano y su distanciamiento de los árabes. En este sentido, la diplomacia israelí ha cosechado repetidos fracasos hasta que, por fin, después del atentado de Alí Ajka, logramos demostrarle al papa que el complot era obra de los servicios secretos del Irán de Jomeini y los fundamentalistas. No fue fácil probarlo, porque la CIA había convencido al papa de que los culpables eran los rusos, sirviéndose de agentes búlgaros. Entonces el papa visitó a Alí Ajka en su prisión y el terrorista le confirmó la versión israelí: que había sido un instrumento de los fundamentalistas. Desde entonces, el papa ha modificado su política. Ahora, después del fracaso mundial del comunismo, cree que el mayor peligro para la paz mundial reside en el fundamentalismo islámico. Además se ha establecido una fluida relación con Israel en el intercambio de material secreto. Israel se propone continuar esa política con el nuevo papa y tú no puedes asesinarlo simplemente para cumplir una venganza personal.

Draco iba a replicar pero Jack lo interrumpió al irrumpir en la trastienda con una noticia:

—Lola, la radio acaba de anunciar que han asesinado al cardenal Leoni con un coche bomba.

La muchacha se incorporó del asiento, lívida. Miró a Draco llameante de ira.

—¿Has sido tú?

Draco interpretó a la perfección su papel.

—No puedo decir que lo lamente —confesó—, pero me temo que otros se me han adelantado. Quizá los agentes de la mafia rusa. El hotel estaba lleno de ellos, con sus chaquetas cruzadas y sus zapatones, o quizá han sido los fundamentalistas islámicos. No es la primera vez que asesinan a un pacífico turista.

Lola se desplomó sobre el asiento, la cabeza hundida entre los hombros.

—Ya no tiene mucho sentido que te retengamos.

—¿Era eso todo lo que queríais de mí? —preguntó Draco.

—Eso era todo. No te queríamos hacer daño. Sólo evitar que tú se lo hicieras al cardenal.

—Entonces me retiro —dijo Draco incorporándose.

Ari se interpuso con gesto hostil.

—Déjalo marchar —dijo Lola hastiadamente, y antes de que cerrara la puerta le preguntó:

—¿No tienes nada que decirme, nada personal quiero decir?

Draco le dirigió una mirada a Ari, que lo observaba con una expresión de concentrado rencor.

—Gracias por todo.

Salió al apeadero y se dirigió a la calle, pero antes de que la alcanzara, Lola lo detuvo.

—¿Te vas así? ¿No significo nada para ti?

—Me has estado engañando, te has servido de mí, tus hombres me han secuestrado a punta de pistola, ¿quieres saber, a pesar de todo, lo que significas para mí?

Ella asintió con los ojos arrasados de lágrimas. Draco sentía deseos de besarla allí mismo, pero Ari lo observaba desde la puerta con el gesto hostil de siempre.

—Creo que estoy enamorado de ti —dijo evitando mirarla a los ojos—, pero eso no cambia nada.

—Eso lo cambia todo.

Draco asintió silenciosamente.

—Creo que debo irme ya —dijo—. Te llamaré cuando pase un tiempo y hablaremos.

Pasaba un taxi frente a la puerta del edificio. Draco lo detuvo y le indicó que lo llevara al Nile Hilton. El taxista era un cristiano maronita, con el gorro de encaje negro peculiar y el espejo retrovisor adornado con cruces y estampas de iconos.

—¿Sabe usted que han puesto una bomba esta tarde y que han matado al papa y a dos escoltas? —le preguntó al pasajero, por iniciar una buena charla.

—Eso tengo entendido —respondió Draco reprimiendo un bostezo—. En los tiempos que corren, ni los hombres de Dios están seguros.