Capítulo 55

El cardenal Leoni no podía dominar la ira.

—Sus hombres son unos perfectos ineptos —tronó contra el agente de la mafia rusa que había organizado la operación—. ¡Lo han dejado escapar delante de sus narices!

—Ha sido una desventurada acumulación de adversidades —se excusaba el antiguo agente del KGB soviético—. En cuanto me comunicó su decisión de telefonear desde la calle aposté a tres hombres junto a las cabinas, pero es imposible detener a un hombre en medio de una multitud si no se le dispara y usted se empeña en que no lo matemos.

—Porque no me sirve muerto. Tiene que confesar el paradero de unos objetos que me pertenecen.

Petisú contemplaba la escena desde su puesto junto a la ventana. No le gustaban los métodos demasiado expeditivos y la arrogancia de los rusos. Por otra parte, cuanto más se prolongara la cacería, más beneficio obtendría del asunto. No tenía ninguna prisa por capturar al británico.

Leoni consultó el reloj. Faltaban dos horas para que el próximo vuelo de Alitalia lo trasladara de regreso a Roma. No podía perder un minuto más. Con Draco suelto e incontrolado, el niño clónico corría peligro. Lo recogería personalmente de la familia de humildes campesinos que lo estaban criando y lo pondría al cuidado de la comunidad de religiosas teresas de Ghelai. Más adelante, cuando fuera papa, podría buscarle un hogar discreto que solamente él conociera.

—No tenemos tiempo que perder —dijo dirigiéndose a Petisú—. Ahora debes llevarme a cierto lugar. En cuanto a vosotros —les dijo a los mafiosos—, espero que no cejéis hasta dar con el británico.

Leoni y Petisú descendieron hasta el garaje en el ascensor y tomaron el Mercedes del chileno. El coche rodó normalmente por el suelo de cemento del garaje hasta la rampa de salida, donde un pequeño badén impedía que el agua de la lluvia penetrara en el recinto. Al salvar el badén, el automóvil se recalcó lo suficiente para que los dos trozos de sierra de acero del conmutador entraran en contacto y cerraran el circuito. La explosión sacudió todo el edificio. Los restos del vehículo y de sus pasajeros llegaron hasta el jardincillo de salida del aparcamiento. Una densa columna de humo negro ascendió hacia el cielo rojizo del atardecer.