Capítulo 54

El taxista conducía hábilmente dispuesto a ganarse los otros veinte dólares. Recorrieron la avenida Abd el Aziz y antes de desembocar en la de el-Qala, en la que un embotellamiento hubiera podido atraparlos, realizó un peligroso viraje y se metió por un callejón de servicio en el que apenas cabía el coche. Tras chocar con un par de contenedores de basura, que le añadieron algún ligero desperfecto a los muchos que ya tenía la carrocería, desembocaron en la avenida Sami el-Barudi, mucho más tranquila.

Draco vigilaba a través del cristal retrovisor. No parecía que lo siguieran. Finalmente llegaron a la plaza Midan el-Gumhuriya, en el barrio Abdin, y el conductor entró por un portalón y detuvo su vehículo en el apeadero que atravesaba un antiguo edificio colonial.

Dos hombres abrieron simultáneamente las portezuelas laterales del Mercedes y encañonaron al pasajero con sendas Berettas.

Draco reconoció las facciones familiares de Jack y Ari.

—Buenas tardes, Simón.

Era Lola, hermosa y sonriente, que venía a su encuentro.