Draco, después de callejear un buen rato por el antiguo barrio de la Plaka, al pie de la Acrópolis, con sus parterres de flores y sus gatos callejeros rondando los cubos de basura de los restaurantes típicos, buscó una taberna pequeña y cenó una excelente moussaka, ese plato con capas sucesivas de finas rodajas de berenjena alternando con otras de queso, de carne picada, cebolla rallada, tomate, perejil y especias. El ambiente cálido y la mesa con mantelito de cuadros y una vela en el centro parecía adecuado para compartirlo con una mujer. Pensó en Joyce, cuya sombra se iba alejando a medida que pasaban los días. Después en Lola, que estaría persiguiendo narcotraficantes, quién sabe dónde, con su maromo pelirrojo.
Regresó al hotel y durmió profundamente. Una hora antes del amanecer se levantó, se duchó, pagó la cuenta y subió al Volkswagen.
Petisú lo esperaba en el extremo opuesto del aparcamiento, al volante del todoterreno. Tomó nota de la matrícula del Volkswagen y lo siguió a prudente distancia por las avenidas casi desiertas de la ciudad. Ya tendría tiempo de alcanzarlo en la autovía E-92.
Empezaba a amanecer cuando Draco dejó atrás los barrios residenciales de Kiphissia y torciendo a la izquierda se adentró en las montañas boscosas del parque nacional Parnes, con sus olivares, sus bosquecillos de cipreses, sus pintorescas aldeas blancas y azules y sus altarcitos populares en las curvas peligrosas donde alguien había perdido la vida. La radiante mañana y el verde paisaje le abrieron el apetito. Se detuvo a desayunar en una cafetería de Thivai y prosiguió su camino dejando a la derecha los lagos de Karditsa. A medida que avanzaba hacia el norte, los cerros grises pelados sucedieron a los bosques y a las pintorescas aldeas y luego las montañas pedregosas con inverosímiles rebaños de cabras, devorando todo lo verde que crecía en las grietas de las rocas, guardados por pastores tan ensimismados e impasibles como el resto del paisaje.
Draco dejó a la derecha el desfiladero de las Termópilas, donde el famoso puñado de griegos sucumbió ante el ejército persa en los tiempos heroicos, y prosiguió hasta Lamia, donde abandonó la autovía y tomó la carretera 3, dirección a Larissa.