¿Y si fuera capaz de hallar

la balsámica imperturbabilidad del anochecer

en sus inquietos ojos de rastreador?

¿Y si se me entregara el talento preciso para convertirme en un ser diferente?

Lamentaría (tanto) no peregrinar,

no contemplar verdes extensiones desde una bicicleta fugaz,

no charlar con un olvidadizo arqueólogo

precisando que lo más sano, lo más educado también,

sería dejar de alborotarlo todo.

¿Y si sonrío cuando no debo hacerlo y lloro cuando es imposible llorar?

¿Y si ya sé lo que se cree que no debo saber?