El máximo pesar está cerca de casa.

Cuando la luz se eleva

y el coro de campanas anuncia

un día de fiesta.

Las puertas se abren y las puertas se cierran.

En el lugar del frío. Donde oímos la canción primera

que habla de niñas y barcas.

Curvas y curvas… La culpa cumple su tarea.

Por territorios en los que no hay favor.

La dulzura se repliega, infértil.

E inconcebible, la calma.

El dolor ocurre.

Y, cuando ocurre, el dolor viene —siempre—

acompañado.