Acércate a mí y sonríe.
Pregunta si estoy cansada y conversa conmigo
de algo trivial. No te exijo.
O de mis últimos avances.
Mírame con atención y no bajes los ojos.
Sonríe de nuevo y permite que te observe.
Habla como si me conocieras.
Vuelve a despertarme de mi antiquísimo letargo.
Y no te vayas.
Salúdame con una mano,
vigila todos mis gestos,
murmura un está bien. Descansa a mi lado.
Con las mejillas húmedas de sudor,
con la dulce piel ruborizada y
la voz estremecida.
Yo me elevaré para contemplarte y venerarte.
Celebraré cada paso tuyo
y seguiré el fluir de tus juegos
con la atención de una discípula excelente.
Te contaré que he sido una brillante alumna.
Levantando una erudita mano
ante una erudita cuestión.
O me quedaré en silencio
(un humilde, sosegado silencio).
Mas, por favor,
no te muevas. Mas, por favor, ven
y permanece.