[1] Wandlungen und Symbole der Libido, 1912; 2ª ed. alemana, 1925. Hay edición castellana: Transformaciones y Símbolos de la Libido. Buenos Aires, Editorial Paidós, 1953.
[2] Sobre mecánica y energética, véase Wundt: Grundzuege der physiologischen Psychologie, tomo III, 1903, p. 692 y sigs. Sobre el criterio dinamista, véase Ed. v. Hartmann: Weltanschauung der modernen Physik, 1909, p. 202 y sigs.
[3] Evito el término «teleológico» a fin de eludir el malentendido de que adolece el concepto corriente de teleología, es decir, el supuesto de que ésta llevaría implícito el concepto de la postulación anticipante de una finalidad.
[4] «Las causas finales y las causas mecánicas se excluyen mutuamente, pues una función unívoca no puede ser al mismo tiempo plurívoca». (Wundt: loc. cit., tomo III, 1904, p. 728). Considero ilícito hablar de «causas finales», pues se trata de un concepto híbrido surgido de la mezcla de consideraciones causalistas y finalistas. En Wundt, la serie causal es biarticulada y unívoca, constando de la causa M y el efecto E, mientras que la serie final es triarticulada y plurívoca: postulación objetal A, medio M, realización del objetivo E. También esta construcción la juzgo un producto híbrido, pues el concepto de la postulación del objetivo es una complementación causalmente concebida de la verdadera serie finalista M-E, la cual es asimismo biarticulada y unívoca. Dado que, efectivamente, la concepción finalista no es sino la recíproca de la causalista (Wundt), M-E es simplemente la relación causal en concepción inversa. La finalidad no conoce ninguna causa puesta en el principio, pues la concepción finalista no es causalista, o sea que no contiene ningún concepto causal, como tampoco la concepción causalista tiene ningún concepto de fin, objetivo o cumplimiento.
[5] El pleito entre energetismo y mecanicismo es un caso paralelo del viejo problema de los universales. Por cierto que a la intuición sensible sólo se da la cosa individual, y en esa medida lo universal sólo es nomen, una palabra. Pero al mismo tiempo se dan también las analogías o las relaciones de las cosas, y en ese sentido lo universal es una realidad (realismo relativo de Abelardo).
[6] Finalidad y causalidad son dos posibilidades del comprender, antinómicas entre sí. Son interpretantes (Wundt) progresivos y regresivos y, como tales, contradictorios. Naturalmente, este principio sólo rige si se presupone que el concepto de la energía es una abstracción que expresa relaciones. («La energía es relación». Ed. v. Hartmann, loc. cit., 1909, p. 196). En cambio, este principio es inexacto si se presupone un concepto hipostasiado de la energía, como, por ejemplo, en Ostwald, Philosophie der Werte.
[7] «La diferencia entre las concepciones teleológica y causalista no es objetiva ni divide los contenidos de la experiencia en dos campos dispares, sino que ambas concepciones sólo son formalmente distintas, en el sentido de que a cada relación final le corresponde, como complemento, una concatenación causal, y recíprocamente, a toda relación causal se le puede dar, caso necesario, una forma teleológica». (Wundt, loc. cit., tomo II, 1903, p. 737).
[8] Arch. f. syst. Phil., tomo IV, p. 290.
[9] L. Busse, Geist und Korper, Seele und Leib, 1903.
[10] Külpe, Einleitung in die Philosophie, p. 150.
[11] N. von Grot hasta llega a declarar lo siguiente: «El onus probandi está a cargo de quienes niegan la energética psíquica, pero no de quienes la aceptan». (Arch. f. syst. Phil., tomo IV, 1898, p. 324).
[12] Tal fue efectivamente la posición de Descartes, el primero que postuló el principio de la conservación de la cantidad de movimiento, sin contar, empero, con los métodos de medición física, que sólo fueron descubiertos en épocas más recientes.
[13] La unilateralidad de lo consciente es compensada por una eventual posición opuesta en lo inconsciente. Son, en primer término, los hechos de la psicopatología los que demuestran claramente la posición compensatoria de lo inconsciente, hallándose abundante material al respecto en los trabajos de Freud y de Adler, así como en mi Psychologie der Dementia praecox (1907); consideraciones teóricas encuéntrase en mis Collected Papers, etc., 1916, p. 278 y sigs. Con respecto a la compensación psíquica en sus relaciones generales véase el trabajo de A. Maeder, «Régulation psychique et Guérison», Arch, Suisses de Neur, et de Psych., vol. XVI.
[14] El que un complejo o su núcleo esencial pueden ser inconscientes no es un hecho de por sí evidente. Un complejo no sería tal si no poseyera una determinada, y aun considerable, intensidad afectiva. Como cabe esperar, tal valor energético debería elevarlo automáticamente a la conciencia, es decir, la fuerza de atracción que le es inherente debería atraerle la atención consciente. (¡Los campos de fuerza se atraen mutuamente!). Será preciso explicar, pues, por qué a menudo no sucede tal cosa, como la experiencia bien lo demuestra. La explicación más simple y directa nos la ofrece la teoría de la represión de Freud. Esta teoría presupone una posición antagónica en la conciencia, es decir, la actitud consciente es hostil al complejo inconsciente y le impide toda conciencialización. Esa teoría, en efecto, permite explicar muchos casos, pero a mi juicio existen otros que le escapan. En realidad, la teoría de la represión sólo toma en cuenta aquellos casos en los cuales un contenido conciencializable en sí mismo, es reprimido de la plena conciencia, o sea que es inconciencializado, o bien es mantenido a limine de la conciencialización. En cambio, no toma en consideración aquellos otros casos en los cuales, de los materiales inconscientes, no conciencializables en sí mismos, fórmase un contenido de elevada intensidad energética, el cual no puede, empero, conciencializarse directamente, o sólo llega a hacerlo con enormes dificultades. En tales casos, la actitud consciente no sólo no es hostil al contenido inconsciente, sino que aun se le mostraría bien dispuesta: trátase de neoformaciones creativas que, como se sabe, muy a menudo tienen sus primerísimos orígenes en lo inconsciente. Tal como la madre, aunque espera anhelosamente su niño, sólo puede darlo a luz con grandes esfuerzos y dolores, también un contenido nuevo y creativo puede permanecer durante largo tiempo inconsciente, a pesar de la disposición favorable de la conciencia, sin que por ello pueda considerárselo «reprimido». Posee un elevado valor energético, pero no llega a conciencializarse. No es demasiado difícil explicar este caso: como el contenido es nuevo y, precisamente por ello, extraño a la conciencia, aun no existen asociaciones y vinculaciones de relación con los contenidos conscientes. Todas estas conexiones habrán de ser laboriosamente canalizadas, y sin ellas no puede alcanzarse el estado de conciencia. Por tanto, habría que recurrir fundamentalmente a dos explicaciones de la inconsciencia de un complejo: primero, la represión de un contenido conciencializable; segundo, el carácter extraño a la conciencia de un contenido que aun no es conciencializable.
[15] O bien un concepto hipostasiado de la energía, como el de Ostwald. Sin embargo, ni aun así podríase prescindir del concepto de sustancia necesario para toda explicación causal mecanicista, pues la «energía» siempre será, en el fondo, sólo un concepto de cantidad.
[16] Véase H. Berger, Körperliche Äusaerungen psychischer Zustände, 1904. A. Lebmann: Körperliche Ällsserungen psychischer Zustände.
[17] Peterson y Jung, «Psycho-physical Investigations», etc., Brain, vol. XXX. / Nunberg, en Jung, Diagnost. Assoc. stud., tomo II, 1910, XIII. Ricksher y Jung, «Further Investigations on the Galvanic Phenomenon», Journ. of Abnorm. Psych., vol. II, 1907.
[18] Veraguth: Das psychogalvanische Reflexphänomen. Karger, Berlín. / Binswauger, en Jung, Diagnost. Assoc. stud., tomo II, 1910, XII.
[19] Al respecto, remito a mis Diagnostischen Assoziationsstudien, así como a Collected Papers on Analytical Psychology, 2ª ed., 1917, cap. II
[20] Schiller piensa, por así decirlo, energéticamente. En efecto, opera con ideas como el desplazamiento de la intensidad, y otras similares. Ver: Über die ästhetische Erziehung des Menschen, 1795.
[21] Nicolás von Grot, «Die Begriffe der Seele und der psychischen Energie in der Psychologie», Arch. f. syst. Phil., tomo IV, 1898.
[22] Th. Lipps, Leitfaden der Psychologie, 1906, II, pp. 62, 66 y sigs.
[23] W. Stern, Psychologie der individuellen Differenzen, 1900, p. 119 y sigs.
[24] A. Maeder aun llega a opinar que la «actividad creadora» en el organismo y particularmente en lo psíquico, «supera el consumo de energía». También sustenta la opinión de que en lo psíquico sería preciso postular, además de los principios de conservación y de entropía, un tercer principio, el de la integración. Ver: Heilung und Entwicklung im Seelenleben, 1908, pp. 50 y 69 sigs.
[25] L. Busse, Geist und Körper, 1903.
[26] L. Busse, loc. cit.
[27] B. Aires, Paidós, 1953.
[28] Sammlung kleiner Schriften zur Neurosenlehre.
[29] Ed. von Hartmann, Weltanschauung der modernen Physik, 1909, p. 5.
[30] La física actual identifica la energía con la masa, pero esta ecuación no puede intervenir en nuestros planteamientos.
[31] Wandlungen und Symbole der Libido, passim.
[32] La reducción de una formación compleja a la sexualidad sólo puede ser aceptada como explicación causal válida, si antes se ha convenido que sólo se pretende explicar la función del componente sexual en dicha formación compleja. Si se acepta, empero, la reducción a la sexualidad como una explicación causal válida, ello sólo podrá hacerse mediante la premisa tácita de que se trata de una formación exclusivamente sexual. ¡Pero con ello se habría establecido a priori que una formación psíquica compleja es sólo una formación sexual, lo que representa una flagrante petición de principio! Tampoco es posible pretender que la sexualidad sea el único instinto psíquico fundamental, de modo que toda explicación sexualista no podrá ser más que la explicación de un componente parcial, pero nunca será una teoría psicológica suficiente por sí sola.
[33] Naturalmente, este principio rige sólo en el campo de lo macrofísico, en el cual existen leyes «absolutas».
[34] Véase al respecto: Psychologische Typen, 1920, p. 425 y sigs. Hay edición castellana: Tipos Psicológicos. B. Aires, Editorial Sudamericana, 6ª edición, 1954.
[35] Véase, al respecto: Über die Psychologie des Unbewussten, 1942. Hay edición castellana. B. Aires, Editorial Losada, 1945.
[36] Populäre Schriften, p. 33.
[37] Un sistema se considera absolutamente cerrado siempre que no sea posible ningún aporte exterior de energía. Sólo en tal caso rige en él la entropía.
[38] Por eso, la idea de energía es tan antigua como la humanidad, al punto que la hallamos ya entre las concepciones básicas de los primitivos. Véase Lehmann, Mana, 1922, y nuestras consideraciones en Über die Psychologie des Unbewussten, 1942. Hubert y Maus (Mélanges d’Histoire des Religions, prefacio, p. XXIX), también consideran el mana como una categoría de la razón. He aquí textualmente reproducidas sus palabras al respecto: «Constantemente presentes en el lenguaje, sin que sean necesariamente explícitas (las categorías), existen por lo común en forma de hábitos directores de la conciencia, aunque ellas mismas permanecen inconscientes. La noción de mana es uno de esos principios: está dada en el lenguaje; se halla implícita en toda una serie de juicios y de razonamientos relativos a los mismos atributos propios del mana; hemos dicho que éste es una categoría. Pero el mana no es solamente una categoría peculiar del pensamiento primitivo, y hoy, por vía de reducción, también han adoptado la forma primitiva otras categorías que funcionan siempre en nuestras mentes, como las de sustancia y de causa, etc.».
[39] Para mayores detalles, me remito a Psychologische Typen, 1920, p. 486 y sigs, y p. 630 y sigs.
[40] La voz latina «libido» no tiene, en modo alguno, sentido exclusivamente sexual, sino la significación general de ansia, anhelo, afán. Pruebas explícitas al respecto se hallarán en Wandlungen und Symbole der Libido, 1925. Hay edición castellana: Transformaciones y Símbolos de la Libido, B. Aires, Paidós, 1953.
[41] A semejanza de la opinión del viejo Hudibras, citada por Kant (Sueños de un visionario, III): «Cuando en el vientre se agita un viento hipocondríaco, todo depende de la dirección en que sople: si se dirige hacia abajo, conviértese en un flato, pero si asciende, será una visión o una inspiración celestial».
[42] La sobresaturación profesional con las vaguedades neuróticas torna escéptico al médico, pero los juicios generalizantes emanados del campo patológico, siempre tienen el inconveniente de ser errados.
[43] L. Frobenius, Das Zeitalter des Sonnengottes, 1904.
[44] La diástole es la extraversión de la libido que se expande en el universo. La sístole es su contracción al individuo, la mónada. («La sístole, que contrae fuerte y conscientemente, que da a luz lo individual; la diástole, anhelosamente amplificante, que quiere abarcar el Todo». Chamberlain, Goethe, 1902, p. 571). La permanencia en una de estas posiciones significa la muerte (p. 571); de ahí que un tipo sea insuficiente y necesite ser complementado por la función opuesta. («Mas si un ser humano se mantiene únicamente receptivo, si la diástole persiste continuamente, prodúcese en la vida anímica tal como en la corporal, la parálisis, y finalmente la muerte. Sólo la acción puede dar vida, y su condición primera es la limitación, es decir, la sístole, que crea la medida bien limitada. Cuando más enérgica la acción, tanto más resueltamente debe llevarse a cabo la limitación». H. St. Chamberlain, Goethe, 1002, p. 581).
[45] Preuss, Globus 86, p. 338; Schultze, Psychologie der Naturvoelker, 1925, p. 168; Jung, Wandlungen und Symbole der Libido, 1912, p. 144. Hay versión castellana: Transformaciones y Símbolos de la Libido, B. Aires, Paidós, 1953.
[46] Véase, al respecto, la observación de Pechuël-Loesche, Volkskunde von Loango, 1907, p. 38: los bailarines escarban el suelo con un pie y realizan al mismo tiempo movimientos específicos con la pelvis.
[47] Meringer, «Woerter und Sachen», Indogerm. Forsch., 16, 179/84 y Wandlungen und Symbole der Libido, p. 145.
[48] Véase Mannhardt, Wald-und Feldkulte, I, 1904, p. 480 y sigs.
[49] Mannhardt, ibidem, I, p. 483.
[50] Sintéticamente expuestos por Lévy-Bruhl, Les fonctions mentales dans les sociétés inférieures, 1910, p. 262 y sigs.
[51] Una expresiva ilustración se encontrará en la p. 560 de la obra de Spencer y Guillen, Northern, Tribes of Central Australia.
[52] Th. Koch, Südamerikanische Felszeichnungen, 1907.
[53] Véase H. Silberer, Probleme der Mystlk, 1914; Chr., Rosencreutz, Chynusche Hochzeit, 1616; Jung, Psychologie und Alchemie, 2ª ed., 1952, y Die Psychologie der Uebertragung, 1947. (De este último libro hay edición castellana: La psicología de la transferencia. B. Aires, Paidós, 1954).
[54] Wandlungen und Symbole der libido.
[55] Spencer y Gillen, The Northern Tribes of Central Australia, 1904, p. 277.
[56] «El hombre, por supuesto, siempre ha tratado de comprender y dominar su ambiente, pero en las fases primitivas este proceso era inconsciente. Los asuntos que para nosotros constituyen problemas existían latentes en el cerebro primitivo; allí, indefinidos, yacían juntos el problema y la respuesta; a través de muchas eras de salvajismo, primero una y luego otra respuesta parcial emergió a la conciencia; al final de la serie, apenas completada hoy, habrá una nueva síntesis en la cual el enigma y la respuesta serán una sola y la misma cosa». A. E. Crawley, The Idea of The Soul, 1909, p. 11.
[57] «Los sueños son para los salvajes lo que la Biblia para nosotros: fuente de la revelación divina». Gatchet, «The Klamath Lanjuage», Contrib. to the N. Americ. Ethnol., II, 1; citado por Lévy-Bruhl, Les fonctions mentales dans les sociétés inférieures, 1910.
[58] Lévy-Bruhl, loc. cit., p. 54.
[59] En alemán, antepasados: Ahnen; presentimientos: Ahnungen, algo así como «antepasamientos», retruécano irremedable en castellano. [N. del T.].
[60] Soederblom, Das Werden des Gottesglaubens, 1916, p. 88 y sigs., 175 y sigs.
[61] Del mismo problema, bajo otros aspectos y con distinto enfoque, nos hemos ocupado en Wandlungen und Symbole der Libido, p. 167 y 410 y sigs., así como en Psychologische Typen, p. 275 y sigs.
[62] No es éste el caso en los primitivos, en los cuales el problema alimentario desempeña un papel mucho más importante.
[63] Instinto e Inconsciente, en el presente volumen.
[64] 15th Report U. S. Bureau of Ethnol., p. 182; Lovejoy, «The fundamental concept of the primitive philosophy», The Monist, vol. XVI, p. 363.
[65] The Monist, vol. XVI.
[66] Citado por Lévy-Bruhl, Les fonctions mentales, etc., 1910, p. 141.
[67] Edward B. Tylor, Die Anfaenge der Kultur, 1873.
[58] Véase Spencer y Gillen, The Northern Tribes, etc., 1904, p. 277. Con respecto al churinga como objeto ritual, describen la siguiente aplicación: «El indígena tiene la convicción vaga e incierta, pero no por eso menos poderosa, de que un churiuga, como todo otro objeto sagrado, heredado de generación en generación, no sólo está dotado de un poder mágico que en él fue puesto al confeccionarlo, sino también de una especie de fuerza procedente de cada uno de los individuos que lo poseyeron. El dueño del churinga lo frota de contorno con la mano cantando al mismo tiempo, y paulatinamente siente que entre él y el objeto sagrado se establece una relación particular, que una fuerza pasa del objeto a él y de él al objeto». Los fetiches son cargados con nueva fuerza dejándolos durante semanas y aun meses junto a otro fetiche poderoso. Véase Pechuël-Loesche, Volkskunde von Loango. 1907, p. 366.
[69] Spencer y Gillen, loc. cit., p. 548,
[70] Unknown México.
[71] Lévy-Bruhl, loc. cit., p. 139: «Cuando los huicholes afirman la identidad del trigo, el cerdo, el hikuli y las plumas, expresan una suerte de clasificación que se ha establecido entre sus representaciones, clasificación cuyo Principio rector es la presencia general en esos entes —o, más bien, la circulación entre esos entes— de un poder místico extraordinariamente importante para la tribu».
[72] Codrington, The Melanesians, 1891, p. 118. En su obra extraordinariamente rica en valiosas observaciones (The Melanesians of British New Guinea, 1910, p. 446), Seligman menciona el bariaua, que posiblemente también deba incluirse en el concepto de mana.
[73] Warnecke, Die Religion der Batak, 1909.
[74] Véase mi exposición de la forma en que Robert Mayer descubrió el concepto de «energía», en Ueber die Psychologie des Unbewussten, 1942, p. 121 y sigs.
[75] Seligman (loc. cit., 1910, p. 640 y sigs.) menciona observaciones que a nuestro juicio representan fases de transición del mana a las personificaciones animísticas. Trátase del labuni de la tribu de los Gelaria. Labuni significa «emitir». Se refiere a acciones dinámicas (mágicas) que emanan o pueden ser emitidas de los ovarios (?) de las puérperas, hacia otras personas. Los labuni tienen el aspecto de «sombras», usan los puentes para atravesar los ríos, se transforman en animales, pero por lo demás no tienen ninguna personalidad ni forma definible. Análoga concepción es la del ajík entre los Elgonyi de Kenya septentrional (observación personal).
[76] Psychologie der Dementia praecox. 1907.
[77] «Automatisme téléologique antisuicide». Arch. de Psychol., t. VII, 1908.
[78] Cfr. Maeder, «Sur le mouveraent psychoanalytique», L’Allnée Psychologique, t. XVIII. / Id., «Ueber die Funktion des Traumes». Psychoanalyt. Jahrbuch, t. IV, p. 692 y sigs. / Id., «Ueber das Traumproblem». Psychoanalyt. Jahrbuch, t. V, p. 647 y siguientes.
[79] Cfr. Diagnost. Ass. Stud., t. II, p. 95.
[80] Des Indes à la Planète Mars, 1900; «Nouvelles observations sur un cas de somnambulisme avec glossolalie». Archives de Psychologie, t. I, 1901.
[81] Para la cuestión de la telepatía remito a J. B. Rhine, New Frontiers of the Mind, 1937.
[82] Ver los trabajos de Silberer sobre la formación de símbolos. Jahrbuch, t. III y IV.
[83] Concordamos en esto con Adler.
[84] Jahrbuch für Psychoanal. Forschungen, t. V, p. 679 y sigs.
[85] Lévy-Bruhl, Les fonctions mentales dans les sociétés inférieures, 1910.
[86] Para la interpretación en el plano subjetivo Maeder (1. c.) ha presentado ya algunos ejemplos. Ambos métodos interpretativos son tratados con más detalles en mi libro Ueber die Psychologie des Unbewussten, 1943. Hay edición en castellano: Lo inconsciente. B. Aires, Losada, 1942.
[87] Con respecto a las proyecciones que se dan en la transferencia, véase Die Psychologie der Uebertragung, 1946. Hay edición castellana: La psicología de la transferencia. B. Aires, Paidós, 1954. También del libro citado en el texto: El yo y lo inconsciente, Barcelona, Miracle, 1940.
[88] La primera Guerra mundial.
[89] Sobre los contenidos típicos de la proyección, véase Die Psychologie der Uebertragung, 1946. (Hay edición castellana: La psicología de la transferencia. B, Aires, Paidós, 1954).
[90] Para completar digamos que ninguna «imago» procede sólo del mundo exterior. A su configuración específica contribuye también la disposición psíquica a priori, vale decir el «arquetipo».
[91] Eso se refiere a mi teoría del «arquetipo». El concepto biológico de pattern of behaviour (pauta de conducta), ¿también es «metafísico»?
[92] En el siguiente ensayo, redactado mucho más tarde, se encontrarán algunas nociones complementarias.
[93] Hay versión castellana: «La aplicación práctica del análisis de los Sueños», en Realidad del alma, B. Aires, Losada, 1940. [N. del E.].
[94] Con esto no se quiere negar el principio de complementación. El concepto de compensación es sólo un refinamiento psicológico del mismo.
[95] El árbol a la vez es un símbolo alquimista. Psychologie und Alchemie, 1044, p. 561, y en otros lugares.
[96] El ciervo es una alegoría de Cristo, porque la leyenda le atribuye la capacidad de autorrenovación, Honorius von Autun escribe así en su Speculum de Mysteriis Ecclesiae (Patr. Lat., vol. CLVVII, 847): «Fertur quod cervus postquam serpentem deglutiverit ad aquam currat ut per haustum aquae venenum ejiciat et tunc conruam et pilos excutiat et sic denuo nova recipiat». En el Saint-Graal (publ. por Eugéne Hucher, 1878, III, pp. 219 y 224) se cuenta que Cristo a veces aparece a sus discípulos como ciervo blanco con cuatro leones (= Evangelistas). En la alquimia Mercurio es representado alegóricamente como ciervo (Manget, Bibl. Chem. 1702, Tab. IX, fig. XIII, y en otros lugares), porque el ciervo puede renovarse a sí mismo: «les os du cuer du serf vault moult pour conforter le cuer humain» (Louis Delatte, Textes Latins et Vieux Français Relatifs aux Cyranides. Bibl. de la Fac. de Phil., et Lettr. de L’Univ. de Liège. Fasc. XCIII, 1942, p. 346).
[97] Respecto a los conceptos alquimistas empleados aquí, véase Psychologie und Alchemie. Zurich, 1944.
[98] Reid, On the Active Powers of the Mind, III, 2.
[99] Kant, Anthropologie, 1, §78.
[100] W. James, Principies of Psychology, II, 801.
[101] Kerner, Naturgesch. der Pflanzen.
[102] Véase mi definición de «intuición» en Psychologische Typen. (Hay edición castellana: Tipos psicológicos. B. Aires, Sudamericana, 1954, 6ª edición).
[103] La expresión «arquetipo» se encuentra también en Dionisio Aeropagita y en el Corpus Hermeticum.
[104] Prescindiendo del concepto de éter, actualmente en desuso, energía y átomo son intuiciones primitivas. Una forma primordial de la primera es el mana, y de la última el átomo de Demócrito y las «chispas del alma», de los primitivos habitantes de Australia.
[105] Reiteradas veces he tratado en el correr de mis años el tema de este breve ensayo; las conclusiones a que poco a poco he llegado por la reflexión, pueden leerse en otro ensayo, elaboración de una conferencia ante el Congreso de Éranos, en 1946, y publicado en el anuario de Éranos del mismo año bajo el título: Der Geist der Psychologie. Allí encontrará el lector un desarrollo completo del problema de instinto y arquetipo. Desde el punto de vista biológico el asunto fue tratado por Friedrich Alverdes en «Die Wirksamkeit von Archetypen in den Instinkthandlungen der Tiere». Zoolog. Anzeiger, 1937, vol. 119, fasc. 9/10.
[106] Véase La esencia del sueño, en este mismo volumen.
[107] Cuando en 1925 / 1926 participé en una expedición al monte Elgon, una de las jóvenes que nos traían agua, habitante de un pueblo de hotentotes vecino, según todas las apariencias a causa de un aborto séptico presentaba alta fiebre. Nuestro escaso instrumental no nos permitía darle un tratamiento adecuado. Los parientes hicieron venir de inmediato a un «nganga» o curandero. Éste se puso a dar vueltas alrededor de la choza formando círculos cada vez más amplios para husmear las cercanías. De pronto se detuvo inmóvil en un sendero que bajaba del monte y explicó que la enferma era la única hija de sus padres, muertos demasiado jóvenes y moradores ahora de un bosque de bambúes, de donde descendían cada noche para enfermar a la hija a fin de que ésta muriese y les hiciera compañía. Construyó enseguida en dicho sendero una «trampera para los espíritus» en forma de choza en miniatura, modeló una pequeña figura de barro como simulacro de la enferma, y la colocó en la chocita con «posho» (remedios). De noche entraron allí los espíritus porque creían que era la casa de su hija. Con gran sorpresa nuestra la enferma sanó en dos días. ¿Nuestro diagnóstico era falso? El enigma quedó sin resolver.
[108] También hay casos en que las voces pronuncian claramente los propios pensamientos conscientes del enfermo. Pero éstos son los casos más raros.
[109] Cfr. Consideraciones generales sobre la teoría de los complejos, en este mismo libro.
[110] No se tome eso como demostración metafísica. La cuestión de si existen espíritus en sí ni de lejos queda resuelta de ese modo. La psicología no trata de las cosas «en sí», sino sólo de su representación.
[111] Por lo cual no ha de entenderse la correspondiente forma de los temas, sino su esquema preconsciente (y por ello poco evidente). Puede esto compararse con la red de cristales preformada en el líquido madre, que tampoco ha de confundirse con los diversos sistemas axiales formados propios de cada cristal.
[112] Cfr. Wandlungen und Symbole der Libido. (Hay edición castellana: Transformaciones y símbolos de la libido. B. Aires, Paidós, 1953). / Spielrein, «Ueber den psychischen Inhalt eines Falles von Schizophrenie». Jahrb. f. Psychoanal. u. Psychopath. Forsch., t. III, 1911. / Nelken, «Analytische Beohachtungen über Phantasien eines Schizophrenen». Jahrb. f. Psychoanal. u. Psychopath. Forsch., t. IV, 1912. / C. A. Meier, «Spontanmanifestationen des Kollektiven Unbewussten». Zentralbl. f. Psychotherapie, t. XI, 1939.
[113] Por cierto, no siempre se experimenta eso como desagradable. Muchas veces la pérdida de un complejo no produce descontento mientras no se perciben sus malas consecuencias.
[114] Los conocedores de esta materia pondrán reparos a la unilateralidad de mi exposición, pues saben que el arquetipo, es decir el contenido colectivo autónomo, no posee sólo el aspecto negativo aquí descrito. Pero aquí me limito a la sintomatología corriente, como se encuentra en cualquier manual de psiquiatría, e igualmente a la común actitud de defensa contra lo inusitado. Desde luego, el arquetipo también tiene una numinosidad positiva, a la que en otros lugares me he referido ampliamente.
[115] Cfr. Diagnostische Assoziationsstudien, 1906.
[116] Esa descripción de la existencia de una psique colectiva, redactada en la primavera de 1919, ha quedado confirmada por los acontecimientos ocurridos desde 1933.
[117] Act. II, 13: «Éstos están llenos de mosto».
[118] El Dr. Künkel de Los Ángeles tuvo la deferencia de llamarme la atención sobre Stewart E. Wtite.
[119] Una breve descripción del método se encuentra en Die Beziehungen zwischen dem Ich und dem Unbewussten, 1928. (Hay edición castellana: El yo y lo inconsciente. Barcelona, Miracle, 1936).
[120] Pero también existen algunas notables excepciones de esta regla. (Cfr. los relatos de Harry Price sobre Borely Rectory).
[121] Después de medio siglo de reunir experiencias psicológicas de muchas personas y en muchos países, ya no me siento tan seguro como en el año 1919, en que escribí esto. A decir verdad, dudo de que un método de observación exclusivamente psicológico pueda satisfacer a los fenómenos en cuestión. No sólo las comprobaciones de la parapsicología, sino también mis propias consideraciones teóricas, bosquejadas en mi contribución al Congreso de Éranos, de 1946, me han conducido a ciertos postulados que rozan el terreno de las representaciones físico-atómicas, es decir del continuum espaciotemporal. Con esto queda planteado el problema de la realidad transpsíquica, donde se basa la psique directamente.