[1] De Chodowiecki, pintor alemán del siglo XVIII, no se conoce ningún cuadro ni dibujo con el título de La rendición de Calais, sino más bien sobre la despedida del famoso calvinista Jean Calas al separarse de su familia para ir al horrendo suplicio. Este suplicio injusto motivó, a instancias de la viuda, el no menos famoso escrito de Voltaire Sur la tolérance a l’occasion de la mort de Jean Calas. Por lo demás, esta equivocación de títulos entre La rendición de Calais y Les Adieux de Calas en que incurre Kierkegaard no altera para nada el partido que se pretende sacar de la representación de los cuatro temperamentos. <<
[2] Véase Lc., X, 30. <<
[i] Hamann toma, pues, la palabra «hipocondría» en un sentido más elevado cuando —en el t. VI de sus Obras completas, p. 194— dice: «Esta angustia en el mundo es, a pesar de todo, la única prueba de nuestra heterogeneidad. Pues si nada nos faltase, no lo haríamos mejor que los paganos y los filósofos trascendentales, los cuales no saben nada de Dios y están encandilados como unos necios por la amada naturaleza. Si no nos faltase nada, tampoco tendríamos ninguna nostalgia. De ahí que esta impertinente inquietud, esta santa hipocondría, sea quizá el fuego con el que hemos de salar a los animales destinados al holocausto, preservándonos así de la corrupción del siglo en que vivimos». (N. del A.) <<
[ii] Véase La alternativa. (N. del A.) <<
[3] Aquí Kierkegaard cita precisamente a uno de sus primeros pseudónimos, en concreto al consejero Guillermo, el cual, en la segunda carta que compone la segunda parte de dicha obra, nos dice: «El individuo encontrará por sí mismo los deberes particulares que le incumben, y en este sentido será en vano que los busque siguiendo indicaciones de los demás; aquí será de nuevo autodidacta como es teodidacta, y al revés». Samlede Vaerker, t. II, p. 292. A propósito de la palabra «teodidacta», «instruido por Dios», añadamos que ya san Pablo la empleó en la primera Epístola a los Tesalonicenses, IV, 9. <<
[iii] Véase el Banquete de Jenofonte, donde Sócrates usa estas palabras refiriéndose a sí mismo. (N. del A.) <<
[4] La primera expresión significa en realidad: ‘el que cultiva personalmente la filosofía’, a semejanza del labrador que cultiva la tierra con sus propias manos y no con las de los criados. La segunda expresión, por analogía, viene a significar: ‘el que trabaja al servicio de Dios, o con la ayuda divina’. <<