[1] Esta tendencia teológica apareció en Holanda a mediados del siglo XVII, por iniciativa de J. Cocejus. Se llama «federal» porque distinguía dos pactos —foedus— entre Dios y el hombre, el del «estado de inocencia», o justicia original, y el del «estado de la gracia», que vino a sustituir al primero una vez que Adán lo había cancelado en cuanto representante del género humano. <<

[2] Solamente traduciremos algunos párrafos latinos que el autor refiere dentro del texto, por ejemplo éste: «El pecado original es una corrupción de la naturaleza tan profunda y horrenda que no puede ser comprendido por ninguna inteligencia humana, sino admitido y creído en virtud dela revelación bíblica». <<

[3] El adjetivo griego ha de escribirse así: πρωτοπατορικόν, y todo ello significa en castellano: ‘pecado del primer padre’. <<

[4] El autor mismo amaña esta frase, evocando conjuntamente unas palabras del capítulo 2 de la Confesión Augustana y otras de la Epístola a los Romanos, V, 14. La frase quiere decir: «también ahora ello atrae la ira divina sobre aquellos que pecaron conforme al ejemplo de Adán». <<

[5] «Lo que hace que todos nosotros seamos odiados por Dios a causa de la desobediencia de Adán y Eva.» Esta Formula Concordiae es un escrito confesional luterano que data del 1577. Retrocediendo un poco, anotemos ahora que la Apología dela Confesión Augustana —confesión de la dieta de Augsburgo— fue escrita por Melanchthon en 1531, y que los artículos de Esmalcalda fueron redacción personal de Lutero y luego aprobados —en 1537— por la famosa Liga que en 1530 formaron los protestantes para defender también sus creencias contra Carlos V. <<

[i] El hecho de que la Form. Conc. prohibiese pensar tal cosa merece ser alabado precisamente como síntoma dela enérgica pasión con que ella acierta a establecer el choque entre el pensamiento y lo impensable. Esa energía es muy de admirar frente al pensamiento moderno que anda demasiado suelto. (N. del A.) <<

[ii] Por eso mismo, si un individuo particular pudiera desgajarse totalmente de la especie, su exclusión modificaría al mismo tiempo toda la especie; en cambio, si un bruto quedara excluido de su especie, ésta no se alteraría en lo más mínimo. (N. del A.) <<

[6] Escuelas que han negado o vienen a negar con sus sutilezas el dogma del pecado original. <<

[iii] En general, esta tesis acerca de la relación entre la determinación cuantitativa y la nueva cualidad tiene una larga historia. Toda la sofística griega consistió realmente en un establecer nada más que una determinación cuantitativa, a lo que se debía el que no concediese mayor discriminación que la de la igualdad y la desigualdad. En la filosofía moderna, Schelling empezó por sacar partido de meras determinaciones cuantitativas para esclarecer todas las diferencias, pero luego le echó eso mismo en cara a Eschenmayer, que lo defendía en su tesis de doctorado. Hegel estableció el salto, pero en la Lógica. Rosenkrantz —en su Psicología— admira a Hegel por tal motivo. En su ultima obra —que versa sobre Schelling— el propio Rosenkrantz censura a éste y vuelve a hacer el elogio de Hegel. Sin embargo, la desgracia de Hegel está precisamente en que al mismo tiempo quiera y no quiera hacer valer la nueva cualidad, puesto que pretende hacerlo en la Lógica. Pero ésta no tiene más remedio que adquirir una conciencia distinta de sí misma y de su significado en cuanto se reconozca ese principio. (N. del A.) <<

[7] Este Trop es un personaje del sainete de Heiberg titulado El crítico y la bestia —Recensenten og Dyret—, en el que aquél aparece como el perpetuo estudiante de Derecho, atestiguando que muchísimas veces ha estado a punto de salir airoso de sus exámenes. <<

[iv] Otra cosa es lo que todo esto pueda significar por añadidura como formando parte de la historia de la raza y como trampolín para el salto, si bien nunca pueda explicar el salto. (N. del A.) <<

[v] Lo que hay que tratar siempre es de introducir a Adán en la especie, exactamente en el mismo sentido que cualquier otro individuo. La Dogmática debería atender con especial interés a este punto, sobre todo con vistas al dogma de la reconciliación. La doctrina de que Adán y Cristo se corresponden mutuamente no explica nada en absoluto, sino que todo lo confunde. Puede existir alguna analogía, pero la analogía es algo imperfecto dentro del concepto. Sólo Cristo es un individuo que es más que un individuo; por eso precisamente no apareció Cristo al principio, sino en la plenitud de los tiempos. (N. del A.) <<

[vi] La contradicción ha quedado formulada en el apartado 1, a saber, que el individuo siempre comienza de nuevo, mientras que la historia de la especie no hace más que avanzar. (N. del A.) <<

[8] Véase la Epístola a los Romanos III, 19. <<

[9] Leonardo Usteri es un teólogo suizo, más o menos dependiente de Schleiermacher. Kierkegaard cita solamente la primera parte del título de su obra, que completo es: Exposición de la doctrina paulina con referencia a los restantes libros del Nuevo Testamento. <<

[vii] Todo el que quiera pensar a fondo sobre este asunto hará muy bien en conocer lo que Franz von Baader, con el rigor y la autoridad acostumbrados, ha expuesto en muchos de sus escritos acerca del significado de las tentaciones respecto de la consolidación de la libertad. Además, se prestará mucha atención al estudio simultáneo que el mismo Baader ha hecho para poner de manifiesto el contrasentido que encierra el considerar las tentaciones desde una perspectiva alicorta, como si la tentación sólo lo fuese para el mal, o como si su sentido consistiera en hacer que los hombres caigan, siendo así que la tentación ha de considerarse como el contrapeso necesario de la libertad. Tampoco es aquí necesario recoger todo lo que Baader nos ha dicho sobre el particular, pues sus escritos estén al alcance de todo el mundo. Por otra parte, no nos es lícito seguir en este lugar las ideas de Baader al pie de la letra, pues me parece que se ha saltado las categorías intermedias. Por ejemplo, si el tránsito de la inocencia a la culpa sólo se explica por medio del concepto de la tentación, entonces fácilmente se le pone a Dios en una relación casi experimental con el hombre; y, por añadidura, se pasa por alto la correspondiente observación psicológica e intermedia, una vez que la concupiscencia sigue siendo a pesar de todo la categoría de enlace; y, por último, en todo ello tenemos más bien una investigación dialéctica del concepto de la tentación que no una explicación psicológica del tema aledaño. (N. del A.) <<

[10] «Todos los hombres, propagados según la naturaleza, nacen con el pecado, esto es, sin temor de Dios, sin confianza en Dios y con la concupiscencia»: este texto pertenece también a la Conf. Aug. <<

[viii] A propósito de este tema puede consultarse La alternativa, Copenhague, 1843;sobre todo, atendiendo a que la primera parte versa acerca de esta melancolía, con su simpatía y su egoísmo angustioso, que es lo que se esclarece en la segunda parte. (N. del A.) <<

[ix] Con esto no queda zanjada, ni muchísimo menos, la cuestión de la imperfección de la mujer en relación con el varón. Aunque la angustia le pertenezca más a ella que al hombre, sin embargo, la angustia no es en absoluto ninguna señal de imperfección. La imperfección que cabría mencionar aquí radica en otra cosa distinta, a saber, en que la mujer trata de salir de la angustia buscando un apoyo más allá de sí misma, buscándolo en otro ser humano, concretamente en el varón. (N. del A.) <<

[x] A más de uno se le ocurrirá intervenir en este punto, diciéndonos que, así las cosas, queda por resolver la cuestión de cómo aprendió a hablar el primer hombre. ¡Exacta la pregunta! Pero, a la par, hemos de responder que su solución cae totalmente fuera del alcance de la presente investigación. Que nadie crea, erróneamente, que con esta respuesta evasiva y de muy moderna traza filosófica pretendo dármelas de que en otra obra sería capaz de solucionar esa gran cuestión. Digamos, no obstante, que una cosa es segura, a saber, la de que no cabe admitir que los mismos hombres hayan inventado el lenguaje. (N. del A.) <<

[11] Véase la Epístola de este apóstol, I, 13 y 14. <<

[12] La palabra danesa sanselighed se repetirá muchísimo en adelante. En su primera acepción significa sencillamente ‘naturaleza física’, todo lo que tiene carácter de corpóreo, de sensible y sensitivo. Otra acepción muy frecuente es la de ‘sensualidad’. En la traducción casi siempre preferimos la primera para no comprometer el concepto del autor con un matiz particular ajeno a su mente. <<

[13] «Elsa la Lista» es un título de los famosos Cuentos de la infancia y del hogar de los hermanos Grimm. Como este triste cuento es uno de los menos famosos, permitásenos condensar la primera parte del mismo: En el repentino banquete de pedida, Elsa baja al sótano a buscar cerveza por encargo de su padre. Al contemplar una piqueta que los albañiles habían dejado allí colgada por descuido, Elsa se pone a pensar qué será de su hijo, aún sólo posible, si se le cae aquella piqueta encima de su pequeña cabeza. Entonces, olvidada del encargo, la pobre Elsa no puede contener las lágrimas. Los comensales van bajando, uno a uno, al sótano y se quedan acompañándola en un mar de lágrimas. Hasta que al final baja el novio, que se había quedado solo, y los saca a todos del trance, no sin hacer elogios de su juiciosa prometida. <<

[14] Véase el libro de Daniel, IV, 25 y ss. <<

[15] Soldino era un librero de Copenhague. Su negocio estaba en la «Gronegade», una calle muy céntrica y muy pequeña. Algunos comentaristas detallan incluso su fecha de nacimiento —1774— y muerte —1837—. Otros detallan que su mujer no se llamaba Rebeca, sino Ana, sin hache o con hache. Lo cierto es que Soldino era una figura fabulosa ya en sus últimos años, que coincidían con los de Kierkegaard joven. La anécdota a que este último hace referencia sucedió un buen día en que un cliente entró a comprar un libro; como de costumbre, Soldino estaba en la tienda acompañado de su esposa; mientras el primero, subido en una escalerilla, buscaba el libro en el estante…, el cliente hablaba con la buena mujer, e imitaba tan bien la voz del dueño que es cuando éste, «olvidado de sí mismo y perdido en la objetividad de la charla», le hizo a Rebeca tan decisiva pregunta. A propósito, esta chusca pregunta de Soldino no es muy distinta de la que cierra la segunda y última parte del cuento «Eisa la Lista». <<