Aristóteles ha sido, quizás, el primero y el más grande de todos los polígrafos. Escribió sobre todo, desde la forma de las conchas marinas hasta la esterilidad, desde especulaciones sobre la naturaleza del alma hasta la meteorología, pasando por el arte, la poesía y hasta la interpretación de los sueños. Se dice que transformó todos los campos del conocimiento que tocó (aparte de las matemáticas, donde Platón y el pensamiento platónico conservaron su preeminencia). Pero, sobre todo, a Aristóteles se le atribuye el mérito de haber fundado la lógica.
Aristóteles hizo posible que nuestra comprensión del mundo se desarrollara de manera sistemática, al dividir el conocimiento humano en categorías separadas. Sin embargo, durante los siglos más recientes, el conocimiento se ha expandido de tal manera que esta categorización se convirtió en un serio obstáculo. Tales sistemas de ordenar el pensamiento sólo permitían que el conocimiento siguiera caminos predeterminados, muchos de los cuales corrían el riesgo de agotarse. Se necesitaba un punto de vista radicalmente diferente y el resultado fue el moderno mundo de la ciencia.
El hecho de que tomara veinte siglos descubrir estas limitaciones en el pensamiento original de Aristóteles, demuestra su originalidad sin paralelo, pero además, incluso el abandono del pensamiento aristotélico ha originado muchas preguntas filosóficas fascinantes: ¿Cuántas limitaciones de este tipo nos quedan por descubrir?, ¿qué peligros suponen estas imperfecciones para nuestra manera de pensar? Y, ¿qué es, exactamente, lo que ellas impiden que conozcamos?