5

Debo afrontar la situación con calma, pues tengo que admitir que ciertas ideas extrañas están acudiendo a mi imaginación. Es curioso comprobar las proporciones que puede tomar el simple acto de ir a buscar un paquete.

Tratemos de mirar los hechos tal como son. Detesto vivir aquí. En ese caso, ¿por qué no dejo este abominable y lúgubre lugar junto con mi autocrática y dominadora tía, en seguida, mañana, hoy mismo?

La respuesta es simple. No puedo hacerlo sencillamente porque ella es quien tiene el dinero en su poder. Mi padre no fue afortunado en materia de finanzas y creo que las preocupaciones motivadas por esa causa influyeron en la temprana muerte de él y de mi madre. El asunto está rodeado de cierto misterio, pues nunca pude lograr que mi tía o mi abuela, mientras vivió, me explicaran lo ocurrido. Cada vez que he tratado de averiguar algo noté que inmediatamente cambiaban de tema. Ni siquiera la gente del pueblo o los vecinos parecen querer mencionar a mis padres.

Como quiera que sea, el testamento de mi abuela fue muy singular. Mediante él, mi tía quedaba convertida en mi única tutora y apoderada. Todo pasaba a ser suyo mientras viviera, pero con la condición de suministrarme una renta, cuyo monto determinaría ella, mientras yo viviera con ella o en cualquier lugar que ella aprobara. En el caso de que yo la dejara, quedaba desligada de toda obligación moral de ayudarme, y en ningún momento estaría sujeta a obligación legal alguna. Tenía absoluta y total libertad para disponer de los bienes como quisiera. Pero al mismo tiempo parece que ella prometió solemnemente «velar por mí», actitud con la que no estoy conforme, aunque debo reconocer que mi tía es perfectamente capaz de guardar una promesa. El día que ella muera, Brynmawr (¡qué ironía!), pasará a ser mío junto con todo el dinero. Entonces venderé la casa y me iré a vivir a la civilización. Éste es el motivo por el cual empecé mis anotaciones diciendo que «mi tía vive en las afueras de Llwll. Y éste es, precisamente, el inconveniente, en ambos sentidos».

Mirando hacia atrás veo que he mencionado Surrey, pero debo aclarar que, de tener libertad para elegir, no es allí donde habitaría. Sólo quise decir que me parece más civilizado aún dentro del campo. En realidad no estoy seguro de que ningún lugar de Gran Bretaña sea, en verdad, civilizado. Creo que optaría por trasladarme a París, o quizás a Roma si no fuese por esos molestos pasaportes. De vez en cuando haré viajecitos a la Riviera, Nápoles y lugares como Ragusa y Estambul, pero jamás a ninguna de esas desabridas colonias británicas. En cierta ocasión conocí a un australiano, y por el modo con que me dio la mano…

Pero me estoy apartando de la cuestión…

Me resulta imposible, por lo tanto, vivir en otro lugar que no sea Llwll, puesto que mi tía se niega a pasarme una renta adecuada que me permita vivir lejos de ella… a menos que esté dispuesto a abandonar toda pretensión monetaria, por lo menos durante un tiempo. Podría quizás tomar alguna infamante ocupación, pero creo que cualquiera puede ver que eso es imposible para mí, completamente imposible. Es cierto que he hecho ciertas incursiones en la poesía moderna, pero existen muy pocos espíritus cultivados que puedan hacer de eso un éxito comercial, de lo cual por otro lado me alegro.

De modo que tendré que quedarme en Llwll mientras viva mi tía e insista en mi permanencia aquí. Y tan rígida es en lo referente a sus promesas, que nada de lo que yo haga podrá torcer su propósito de «velar por mí», cosa que ella interpreta en el sentido de tenerme bajo su vigilancia. Si al menos… si al menos mi tía… No, no debo pensar en esa posibilidad. Mi mano se estremece y las más horribles imágenes aparecen ante mi vista. Debo dejar a un lado estas páginas antes de perder la calma. No tengo que pensar en eso, no, no. De ese modo las mentiras… ¡Cuántos rumores y sospechas acerca de la muerte de mi padre!