Error

No te asustes, todo va bien, estoy a tu lado.

La mano que se posó sobre mi mejilla era la de mi madre, cuya cara estaba muy cerca de la mía. Casi no podía verla.

Cuchicheaba y me acariciaba la coronilla. Estaba oscuro. Las paredes eran de madera. Había un olor extraño. Se percibía un rumor, como si hubiera más gente. Mi madre me levantó la cabeza y la hizo reposar sobre su brazo. Me apretó contra su cuerpo. Me besó en la mejilla.

Le pregunté dónde estaba mi padre.

—Se ha cometido un error, pero todo se arreglará. El viaje sólo durará un par de días, y nos acompañan otras muchas personas. Pronto volveremos a casa y papá estará allí esperándonos. Pero se han equivocado, y por eso tenemos que permanecer aquí un par de días, igual que cuando días atrás nos quedamos en casa de Trude. Te acuerdas de eso, ¿no? Trude había preparado coliflor, y cuando la puso en tu platito no te la comiste, porque no te gusta la coliflor. Quiso hacerte creer que los niños vienen de una coliflor, pero tú sabes que nacen del vientre de sus madres. Tú has salido de mi vientre, lo sabes, ¿no? Has visto las fotos en casa, has visto cómo saliste de mi vientre y cómo bebías la leche de mi pecho y cómo te bañaba. ¿Te acuerdas?

»Ayer, papá tuvo que salir de casa temprano para ir a la oficina. Entonces vinieron a buscarnos, pero tú estabas medio dormido. ¿Te acuerdas aún? Anduvimos un buen trecho. Yo dejé una nota para papá, porque se trataba de un error; en realidad no era necesario que fuésemos con ellos. Le darán la nota a papá y dentro de unos días volveremos a casa. Aquí hay mucha más gente y también hay niños, de forma que no te aburrirás. No hemos traído muchos juguetes porque tuvimos que salir deprisa. Ni siquiera me dio tiempo de avisar a la vecina. Menos mal que luego encontramos a muchos conocidos. ¿Te acuerdas? Aquel simpático señor L, que te gastaba bromitas. Él también prometió avisar a papá. A estas alturas, ya hará tiempo que lo habrá hecho. Quizá mañana, cuando amanezca, recibamos una carta suya.

»Aquí hay más gente, por eso hemos de hablar en voz baja. Si no, los despertaríamos, y aquí todos están cansados. Tú también, ¿no? En el tren te pasaste todo el tiempo durmiendo. ¿Te acuerdas del tren? Claro que no, mi tesoro, tenías demasiado sueño.

»Es un poco tonto que se hayan equivocado, pero en un par de días estaremos otra vez en casa.

Alguien hizo «chiiist». Mi madre susurraba tan cerca de mi oído que me hacía cosquillas.

—Ahora duérmete. Me quedaré a tu lado. Mañana iremos a echar un vistazo a nuestro campamento y en un par de días regresaremos a casa, con papá.

Me dio un beso. El aire que entraba por mi nariz estaba frío. Debajo de la manta también hacía frío.

El segundo día llegó una carta de mi padre y el cuarto recibimos un pequeño paquete. Cada día, yo preguntaba si ya íbamos a volver a casa. Pero ella me decía siempre que lo haríamos en un par de días.

Una semana después volvimos a casa. Algunos salieron con nosotros, pero la mayoría se quedó allí.

Mi padre estaba esperándonos.

Nos besó, y mi madre y él lloraron.