Capítulo 3:
EL AUGE DEL GUOMINGDANG Y EL PARTIDO COMUNISTA CHINO

El surgimiento del Partido Comunista Chino en 1921 y la reorganización del Guomindang, entre 1923 y 1926, para convertirse en una fuerza política y militar fuertemente organizada y disciplinada, introdujeron nuevos y radicales elementos en la escena china. Ambos partidos se impusieron la tarea de vencer a los males gemelos del caudillismo y el imperialismo, y fue esta base la que propició una política de colaboración conjunta. La revolución nacionalista, simbolizada por la expedición militar (conocida como «Expedición del Norte») lanzada por el Guomindang y sus aliados comunistas para reunificar el país en 1926 desde su base en Cantón, se ha asociado normalmente a un creciente antiimperialismo en las ciudades, la derrota militar de los señores de la guerra y el establecimiento de un nuevo gobierno central bajo los auspicios del Guomindang en 1928. Un reciente estudio ha llamado también la atención sobre un proceso más amplio de «despertar nacional» en la cultura material y el pensamiento intelectual acaecido durante este período, que se entremezcló con —y fue finalmente absorbido por— la agenda política del Guomindang en la foija de un estado-nación (Fitzgerald, 1996). La revolución nacionalista, además, presenció la primera movilización de mujeres a gran escala (Gilmartin, 1995). Durante el curso de la Expedición del Norte, el frente unido formado por el Guomindang y el PCC se desintegró cuando sus irreconciliables diferencias sobre la cuestión de la revolución de clase se hicieron más evidentes. Mientras el PCC se retiraba poco a poco a las zonas rurales del interior, a partir de 1928 el régimen del Guomindang acometió la tarea de construir un estado modernizado. Una combinación de factores internos y externos frustrarían en última instancia tales ambiciones, aunque la exacta naturaleza del régimen y su importancia en la historia de China en el siglo XX siguen siendo cuestiones debatidas entre los historiadores.

El primer frente unido

El primer congreso del PCC, celebrado en 1921, adoptó, tras acaloradas discusiones, una firme postura frente a otras organizaciones políticas, incluido el Guomindang. En contraste con los grupos de estudio socialistas y marxistas, vagamente organizados, formados en 1919 y 1920, el nuevo partido inició el proceso de elaborar unas normas de organización y unos requisitos de ingreso de carácter estricto. Así, por ejemplo, durante los años siguientes los anarquistas o bien abandonaron el partido, o bien fueron expulsados de él (Dirlik, 1989; 1991). Dado que en 1921 los delegados fundadores adoptaron tanto el punto de vista marxista ortodoxo de que la revolución surgiría entre el proletariado urbano como el presupuesto leninista de que el partido era la vanguardia del proletariado, se dio prioridad a organizar a los trabajadores urbanos con el objetivo de derribar «a las clases capitalistas y toda la propiedad privada» (Harrison, 1972: 34), aunque no se planteó la cuestión de si había que unirse o no a la Internacional Comunista (Komintern) centrada en Moscú (Schwartz, 1951: 34).

La realidad de la situación de China, sin embargo, desmentía la fe optimista de los primeros líderes del PCC en cuanto al favorecimiento de la revolución urbana. Aunque había empezado a surgir un proletariado urbano durante los últimos años de la dinastía Qing (véase el capítulo 1), en 1921 China seguía siendo un país abrumadoramente rural. A pesar del espectacular incremento del número de empresas chinas modernas (por ejemplo, en la industria textil) durante la primera guerra mundial e inmediatamente después de ella, en que el hecho de que las potencias hubieran de centrar su atención en otra parte permitió un mayor campo de acción para el desarrollo de la industria autóctona (Feuerwerker, 1968, 1983a; Bergére, 1983, 1989), en 1919 sólo algo menos de 1,5 millones de trabajadores participaban en la producción a gran y media escala, lo que representaba menos del 1 % de la población total (Chesneaux, 1968: 41, 47). Este proletariado se hallaba fuertemente concentrado en algunas grandes ciudades, especialmente Shanghai. A esta cifra habría que añadir otros 12-14 millones de trabajadores empleados en minería, servicios públicos, construcción y artesanía (Harrison, 1972: 9; Wright: 1984); si bien Chesneaux (1968), en su estudio pionero sobre los orígenes de la clase obrera china, excluía a la mayoría de estos últimos de su definición de proletariado moderno debido a que seguían adscritos a organizaciones laborales preindustriales, como gremios tradicionales, asociaciones regionales y cuadrillas de contratas. No obstante, incluso los modernos obreros fabriles solían ser reclutados por capataces o contratistas tradicionales, y dado que muchos de ellos eran emigrantes rurales que regresaban a sus lugares de origen durante la activa temporada de la cosecha, había un elevado índice de rotación del personal.

En la década de 1920 sólo el 6 % de la población china vivía en ciudades de más de 50.000 personas, y otro 6 % lo hacía en ciudades de entre 10.000 y 50.000 (Harrison, 1972: 9). Todavía en 1933, de una población laboral total de casi 260 millones de personas, 250 millones trabajaban en la agricultura. En esa fecha la agricultura representaba el 65 % del producto interior neto (PIN), mientras que la producción de fábricas, talleres artesanos, minería y servicios públicos constituía únicamente el 10,5 % del PIN. En esta última categoría, sin embargo, la moderna producción fabril quedaba eclipsada por la artesanía; de hecho, en 1933 la industria moderna representaba únicamente el 2,2 % del PIN (Feuerwerker, 1968: 6, 8, 10, 17). Un historiador económico (ibíd.: 10) sostiene que la estructura de la economía de China continental antes de 1949 era la típica de una «sociedad preindustrial», aunque otros trabajos más recientes sobre la economía china anterior a 1937 han subrayado no sólo la (relativamente) respetable tasa de crecimiento industrial durante este período, a pesar de las recurrentes crisis económicas y políticas, sino también la constante vitalidad de algunos sectores económicos tradicionales como el transporte mediante juncos (Wright, 1984; Rawski, 1989). Otro análisis reciente observa que, aunque en la década de 1930 el sector moderno representaba menos de la décima parte del producto nacional bruto (PNB), durante las tres o cuatro décadas anteriores no había dejado de crecer a una tasa media de alrededor del 6 % (Brandt, 1997: 282-308).

No obstante, el primer congreso del PCC estableció el Secretariado de Organización Obrera Chino (con ramificaciones en otras ciudades importantes) para fomentar el desarrollo de sindicatos modernos. Entre 1921 y 1923 los activistas comunistas participaron en la organización de una serie de huelgas para mejorar las condiciones laborales, si bien sólo lo hicieron de forma marginal en una de las primeras huelgas de trascendencia nacional, la del Sindicato de Marinos Chinos de Hong Kong (entre enero y marzo de 1922). Otros trabajadores de Hong Kong y Cantón apoyaron la huelga, que llegó a contar con la participación de 100.000 hombres, produjo la práctica paralización de Hong Kong y logró considerables incrementos salariales (Kwan, 1997). Asimismo, en 1922 Li Dazhao (cofundador del PCC) llegó a un acuerdo en el norte de China con el caudillo Wu Peifu para organizar sindicatos entre los trabajadores ferroviarios de la línea Pekín-Hankou. Los activistas comunistas empezaron también a organizar sindicatos en lugares tan alejados como Manchuria; a finales de 1923, por ejemplo, habían ayudado a formar sindicatos entre los trabajadores del ferrocarril Surmanchuriano. No obstante, un estudio del caso centrado en las actividades comunistas en Manchuria ha señalado que dichos activistas se vieron perjudicados por el escaso interés de los trabajadores por los llamamientos comunistas, su estatus de forasteros, el tibio apoyo que les dispensaron los líderes del PCC (que tendían a concentrarse en el centro y sur de China), y las actitudes especialmente hostiles tanto del régimen caudillista de Zhang Zuolin como de las autoridades japonesas de la zona del ferrocarril Surmanchuriano (Lee, 1983: 41-45, 54-66).

Uno de los más destacados de aquellos primeros organizadores sindicales comunistas (todos ellos intelectuales antes que trabajadores) fue Deng Zhongxia (1894-1933). Nacido en el seno de una familia aristocrática, Deng había asistido a la escuela de magisterio de Changsha (provincia de Hunan), donde conoció a Mao Zedong, antes de matricularse en la Universidad de Pekín, en 1917. Durante las manifestaciones del Cuatro de Mayo se convirtió en líder estudiantil y participó en un movimiento de educación de los trabajadores organizado por estudiantes de la Universidad de Pekín (Kwan, 1997: 9-26). En 1921 Deng fue elegido secretario general del Secretariado Obrero, que convocó el primer Congreso Obrero Nacional en mayo de 1922, en Cantón. Al congreso asistieron 160 delegados, que afirmaban representar a 100 sindicatos y a 300.000 trabajadores (Harrison, 1972: 36). Diversos estudios recientes (por ejemplo, Shaffer, 1982) han subrayado también el papel de Mao Zedong en el movimiento obrero durante esos años, en contraste con anteriores biografías de Mao (Chen, 1965; Schram, 1966), que tendían a pasar por alto ese período de su trayectoria revolucionaria. En 1921 se convirtió en jefe de la rama de Hunan del Secretariado Obrero, y durante los dos años siguientes ayudó a organizar con éxito varias huelgas entre los mineros, los trabajadores de la construcción y los impresores, muchos de los cuales pertenecían a los gremios tradicionales (Spence, 19992?: 57-60). Se podría observar aquí que otras investigaciones más recientes han subrayado las «formas cotidianas de resistencia» en las fábricas y talleres urbanos, frente al hecho de centrarse meramente en huelgas concretas y anunciadas (Hershatter, 1986), además de explorar el modo en que los vínculos de origen geográfico pudieron facilitar, así como entorpecer, la movilización en las fábricas (Perry, 1993).

Estas primeras incursiones del PCC en el mundo laboral, sin embargo, se vieron a la larga bloqueadas por una serie de factores. En primer lugar, en ciudades como Shanghai las actividades comunistas hubieron de competir con bandas del hampa y sociedades secretas por la influencia sobre las obreras textiles, que constituían más de la tercera parte del proletariado de dichas ciudades (Honig, 1986: 4); en otros centros urbanos como Cantón descubrieron que las primeras actividades organizativas (como el establecimiento de sociedades de trabajadores y escuelas nocturnas) ya se estaban llevando a cabo por parte de los anarquistas: en Hunan, por ejemplo, Mao hubo de cooperar inicialmente con destacados organizadores sindicales anarquistas (Shaffer, 1982). En segundo término, las primeras actividades del PCC dependían peligrosamente del apoyo de los poderosos locales y de los caprichos de la política de los caudillos. En Hunan, la pérdida del apoyo de la elite urbana y un cambio de gobernador militar, en 1923, llevaron al cierre de numerosos sindicatos (McDonald, 1978: 1-5, 143.144). La vulnerabilidad del movimiento obrero inicial quedó dramáticamente ilustrada en febrero de 1923, cuando Wu Peifu, que originariamente había aprobado la actividad del PCC entre los obreros ferroviarios con el fin de combatir la influencia del principal caudillo rival, Zhang Zuolin, se alarmó ante la creciente militancia sindical y reprimió brutalmente una huelga (Wou, 1978: 203-204, 223-224). En tercer lugar, un reciente estudio sobre Deng Zhongxia y los primeros pasos del movimiento sindical del PCC sostiene que las diferencias ideológicas y personales en el seno del propio partido, así como la falta de fe que los intelectuales marxistas tenían en el potencial compromiso político de los activistas sindicales de la clase obrera, impidieron la formulación (al menos hasta principios de 1925) de una estrategia sindical bien planificada (Kwan, 1997: 47-49).

Mientras tanto, el PCC se veía sometido a una creciente presión por parte del Komintern para que estableciera una alianza con el Guomindang. En un discurso pronunciado en 1920, en el segundo congreso del Komintern (cuyo contenido pasaría a conocerse más tarde como «Tesis sobre las cuestiones nacionales y coloniales»), Lenin había afirmado que los partidos comunistas recién fundados en el mundo colonial (especialmente en Asia) necesitaban cooperar inicialmente con los partidos o grupos «nacionalistas burgueses», más poderosos, ya que compartían los objetivos comunes de la unificación nacional y la liberación del control y la explotación extranjeros. En realidad, una primera evaluación de Sun Yat-sen y el Guomindang realizada por el Komintern no había resultado del todo positiva, mientras que el Comisariado Popular para los Asuntos Exteriores (Narkomindel) había considerado en un primer momento a Wu Peifu como un potencial aliado (Whiting, 1954: 90, 117-119), aunque finalmente se decidió que el PCC debería cooperar con el Guomindang. Chen Duxiu, que siempre había desconfiado de Sun Yat-sen, se mostró reticente a aceptar su política, pero el representante del Komintern en China, Maring, logró imponer la autoridad de Moscú al todavía reciente PCC, y en 1922, en el segundo congreso del partido, se señaló que la tarea más urgente del proletariado era unirse con los «grupos democráticos» en contra del militarismo feudal y el imperialismo. El partido dejó claro, no obstante, que aun en el seno de aquella alianza democrática los trabajadores habían de continuar luchando por sus propios intereses (Schwartz, 1951: 39-40); Feigon, 1983: 168-170). La voluntad de los revolucionarios comunistas chinos de someterse a la dirección de Moscú ha intrigado siempre a los historiadores. Un estudio sostiene que tal voluntad tenía sus raíces en el último período de la dinastía Qing, cuando los estudiantes revolucionarios chinos percibían la revolución rusa como una lucha universal contra la opresión, de la que su propio movimiento antimanchú era parte integrante; la tendencia a ver Rusia como un paradigma del progreso moral universal prefiguró, pues, la aceptación del liderazgo ruso de la revolución china en las décadas de 1920 y 1930 (Price, 1974: 220).

En aquel momento Sun Yat-sen trataba de expandir su base en el sur. Desde 1917 había dependido de los caudillos locales, y en dos ocasiones había sido expulsado de Cantón por su principal rival en la provincia de Guangdong, Chen Jiongming (en 1918 y 1922). Chen había sido miembro de la Tongmenghui de Sun antes de 1911, y como gobernador de Guangdong a principios de la década de 1920 había impulsado políticas notablemente progresistas. Las relaciones entre Chen y Sun fueron siempre incómodas, dado que la ambición de este último de reconquistar el norte y su deseo de apropiarse de diversos recursos para su gobierno «nacional» en Cantón chocaron con la insistencia del primero en que había que dar prioridad a las necesidades de la provincia de Guangdong. Un historiador señala que la denuncia del Guomindang de la «rebelión» de Chen Jiongming contra Sun, en 1922, como un acto de traición moral y de regionalismo militarista reaccionario significó la condena del federalismo como ideal político (es decir, que la autonomía provincial debía constituir el fundamento de una eventual unidad nacional) (Duara, 1995: 194-200), un ideal cuyo origen se remontaba a la última época de la dinastía (véase capítulo 1) y al que incluso Mao Zedong se adhirió brevemente en 1920, cuando propuso el establecimiento de la República de Hunan (McDonald, 1978: 42-43).

Al mismo tiempo, el esfuerzo de Sun, a partir de 1917, por obtener el reconocimiento diplomático de Occidente y la consecuente ayuda financiera para su régimen seguía revelándose infructuoso (Wilbur, 1976: 91-111), mientras que su apoyo a la huelga del Sindicato de Marinos de Hong Kong, en 1922, le señalaba como un peligroso radical a ojos de las potencias occidentales. Sun empezó entonces a considerar a la Unión Soviética como una posible fuente de ayuda. Había conocido a Maring en 1921, y hablaba en términos elogiosos de la Nueva Política Económica de Lenin, a la que comparaba con su propio Principio de Subsistencia del Pueblo. Sun se sentía atraído también por la organización del Partido Bolchevique, cuya disciplina centralizada y sentimiento de solidaridad quería que emulara el Guomindang.

En enero de 1923, Sun se reunió en Shanghai con otro representante del Komintern, Adolph Joffe, y ambos emitieron un manifiesto conjunto propugnando la cooperación entre el Guomindang y el PCC. Sun se mostró de acuerdo en permitir que el PCC mantuviera su existencia independiente, pero insistió en que sus miembros se incorporaran al Guomindang como individuos, en lugar de hacerlo el partido como tal en su conjunto. Un mes mas tarde, Sun regresó triunfalmente a Cantón, tras haber utilizado a mercenarios de la provincia de Yunnan para echar a Chen Jiongming. El primer frente unido se formalizó más tarde ese mismo año, a pesar de la oposición del ala derecha del Guomindang, que veía al PCC con recelo. Destacados comunistas como Li Dazhao se adhirieron con entusiasmo a la nueva política, y el propio Mao Zedong colaboraría sin reservas en la obra del frente unido, un hecho que a partir de 1949 ignorarían las autoridades comunistas. Sin embargo, era natural que Li Dazhao y Mao Zedong, ambos fervientes nacionalistas, se sintieran atraídos por el programa antiimperialista del frente unido. En el caso de Mao, el deseo de ver una China revivida, fuerte y respetada constituía un aspecto crucial de su primer pensamiento político (Schram, 1989: 14-15).

Con la constitución del frente unido, Sun Yat-sen pudo acceder a la ayuda militar y económica soviética. A diferencia del ala derecha de su partido, Sun suponía que el PCC no representaría ninguna amenaza y que, en última instancia, sería absorbido en el Guomindang, un partido de mucho mayor envergadura. El PCC, por su parte, confiaba en utilizar el frente unido para aumentar el número de sus miembros y hacerse con el control de las organizaciones de masas que se empezaban a crear bajo los auspicios del Guomindang. En cuanto a la Unión Soviética, el frente unido servía a sus propios intereses nacionales, ya que ahora podía confiar en ejercer una creciente influencia sobre una fuerza potencialmente poderosa que se opondría a las potencias occidentales en China; al mismo tiempo, Moscú indicó a los líderes del PCC que a la larga el partido podía asumir el liderazgo de la revolución desde dentro, y, en consecuencia, realizar los objetivos revolucionarios a la largo plazo.

La tendencia de la Unión Soviética, sin embargo, de subordinar los intereses de la revolución china a sus propios intereses nacionales (ilustrada por el hecho de que la política exterior se diseñara a la vez por el Comisariado Popular para los Asuntos Exteriores, cuya prioridad era potenciar los intereses del estado soviético, y por el Komintern, controlado por Moscú, que favorecía la revolución internacional) se veía claramente en el intento de Moscú de llegar a un acuerdo con el gobierno caudillista basado en Pekín al mismo tiempo que patrocinaba al frente unido, anticaudillista y antiimperialista, en el sur. Esto culminó en un tratado, firmado en 1924, que establecía relaciones diplomáticas entre Pekín y Moscú; el tratado estipulaba también la administración conjunta del Ferrocarril Oriental de China, una concesión rusa que originariamente se había de retornar a China de acuerdo con la declaración Karajan, de 1919, que prometía la devolución de todas las concesiones adquiridas por Rusia en China durante el siglo XIX (Whiting, 1954: 208-235). Un reciente análisis de la diplomacia soviética en China durante la década de 1920 hace hincapié en su carácter interesado y secreto (así, por ejemplo, se utilizaron dos versiones de la declaración Karajan, una de las cuales omitía la referencia al retorno del Ferrocarril Oriental de China sin compensaciones y se usó como base para el acuerdo secreto con Pekín que, en 1924, daba a la Unión Soviética el control mayoritario sobre dicho ferrocarril) (Elleman, 1994).

La revolución nacionalista

Con la asistencia de los asesores rusos, a los que una relación de los acontecimientos se alude como «misioneros de la revolución» (Wilbur y How, 1989: 12), y la ayuda financiera soviética, Sun procedió a reorganizar el Guomindang trasformándolo en un partido sumamente disciplinado (Wilbur, 1983: 531-537; Wilbur y How, 1989: 80-99). En particular contó con la colaboración de Mijaíl Borodin, el más importante y enérgico de los asesores soviéticos, que permanecería en China hasta la ruptura del frente unido en 1927 (Jacobs, 1981). Borodin convenció a Sun de que, para poder derrotar al caudillismo y al imperialismo, el partido había de movilizar a los trabajadores y campesinos en una auténtica revolución de masas. Pronto se crearon oficinas del partido encargadas de la propaganda, la organización, los trabajadores, los campesinos y las mujeres. Al mismo tiempo se estableció una academia militar en Whampoa (Huangpu), cerca de Cantón, en mayo de 1924, para formar a los oficiales de un ejército nuevo e ideológicamente motivado. Al igual que el Ejército Rojo ruso, este nuevo ejército revolucionario tendría comisarios políticos adscritos a todas las unidades para asegurar la correcta formación ideológica.

El comandante de la academia de Whampoa era Chiang Kai-shek (1887-1975), que había recibido entrenamiento militar en Japón antes de 1911 y se había convertido en estrecho colaborador de Sun. La colaboración de Chiang con Sun se vería reforzada también por los vínculos personales cuando, más tarde (en 1927), se casó con una hermana de la esposa de Sun Yat-sen, Song Qingling. Los Song eran una familia rica (el fundador era un autodidacta formado como misionero cristiano en Estados Unidos, que se había convertido en rico empresario en Shanghai), que iba a ejercer una considerable influencia en la política china durante los años siguientes; otra hermana se casaría con H. H. Kong (K'ung), futuro ministro de Economía del gobierno nacionalista a partir de 1928, mientras que un hermano, Song Ziwen (T. V. Soong), llegaría también a ocupar el cargo de ministro de Economía y a dirigir numerosas organizaciones empresariales y económicas a partir de esa misma fecha (Sea- grave, 1985). Los vínculos de Chiang con la familia Song, cristiana y educada en Occidente (las tres hermanas Song y su hermano se educaron en Estados Unidos) le proporcionaron respetabilidad y seguridad económica, complementando sus estrechas relaciones con el hampa de Shanghai (por entonces no divulgadas), que también le proporcionaron dividendos, especialmente a partir de 1927 (véase el siguiente apartado).

En el primer congreso nacional del Guomindang, celebrado en enero de 1924, se redefinió el nacionalismo en términos de antiimperialismo, y se estableció el compromiso formal de movilizar a los trabajadores y campesinos. Por primera vez se vio a Sun Yat-sen como el portavoz del nacionalismo de masas (Bergére, 1998: 328-330, 341). El PCC ganó también influencia y posiciones en el seno del reorganizado Guomindang. En el congreso de 1924, se eligió a varios comunistas (incluyendo a Li Dazhao y Mao Zedong) para el comité ejecutivo central. Otros, como Zhou Enlai (1898-1976) fueron comisarios políticos en la academia de Whampoa. También fueron comunistas quienes asumieron la dirección de las Oficinas de Campesinos y de Organización, a la vez que accedían a altos cargos en la Oficina de Trabajo (Wilbur, 1983: 538). De hecho, gracias precisamente al frente unido el PCC empezaría a prestar más atención al campesinado (Hofheinz, 1977: 8). Aunque Peng Pai, el hijo de un terrateniente que se había unido al PCC en 1921, había empezado a organizar a los agricultores arrendatarios de los alrededores de Cantón y había ayudado a crear un Sindicato Campesino en 1922 (Marks, 1984: 152-281; Galbiati, 1985: 100-118), inicialmente los líderes del PCC se mostraron escépticos acerca de la posibilidad de expandirse en las zonas rurales. Así, por ejemplo, hasta después de 1923 el partido no creó su propio comité campesino. Peng Pai pasó a convertirse en miembro destacado de la Oficina de Campesinos y fue el primer director del Instituto de Formación del Movimiento Campesino creado por el Guomindang en 1924 para formar a los cuadros rurales. Se empezaron a formar en toda la provincia de Guangdong asociaciones campesinas que luchaban por la reducción de alquileres, y que desempeñaron un importante papel en la batalla del Guomindang contra los caudillos locales. Fue siendo director del Instituto de Formación del Movimiento Campesino cuando el propio Mao Zedong llegó a apreciar el enorme potencial revolucionario del campesinado (Womack, 1982: 52-59; Schram, 1989: 38-40).

El último acto político de Sun Yat-sen fue abandonar Pekín, en noviembre de 1924, para negociar la reunificación pacífica con los caudillos del norte (tras haber abandonado los anteriores planes de emprender una expedición militar en alianza con los caudillos del sur). Ya entonces gravemente enfermo, a su muerte —en Pekín, en marzo de 1925— no había podido lograr su objetivo. Sun no tardaría en ser canonizado como fundador de la revolución china, y, en especial tras el establecimiento del gobierno nacionalista en 1928, su retrato aparecería en todas las escuelas y despachos gubernamentales (e incluso se imprimiría en billetes de dólar y paquetes de cigarrillos). Los aniversarios de su nacimiento y de su muerte se declararon fiesta nacional, y en 1940 se aludía a él como Guofu («Padre de la Nación») (Fitzgerald, 1996: 27; Bergére, 1998: 409-410). Aunque en última instancia Sun fracasó en su intento de lograr una China unida y democrática y sus complicados planes de desarrollo nacional —publicados en 1920 con el título de Jianguo Fanglue («Plan de reconstrucción nacional»)— se han calificado como la obra de un visionario poco práctico (Wilbur, 1976: 286-287), una evaluación más reciente ha subrayado la relevancia contemporánea de sus ideas (Bergére, 1998: 284-285). Así, se considera que el llamamiento de Sun a la cooperación económica internacional, su elección de las zonas costeras y puertos de China como principales polos de futuro desarrollo, y su sugerencia de una economía mixta, anticipaban el programa de reformas posterior a 1976, basado en una mayor interacción con Occidente, el uso de tecnología extranjera, el énfasis en el papel especial de las zonas de desarrollo costeras y la introducción de una economía de mercado para complementar el sector público ya existente.

Con la muerte de Sun Yat-sen, el poder en el seno del Guomindang empezó a gravitar hacia Chiang Kai-shek, quien, como comandante del Ejército Revolucionario Nacional y presidente del Consejo Militar, ejercía una influencia cada vez mayor sobre el ala civil del partido, a la sazón bajo el liderazgo de Wang Jingwei (1883-1941). Wang había sido estrecho colaborador de Sun desde la época en la que ambos habían compartido la causa antidinástica, antes de 1911, y estaba asociado al ala izquierda del partido. Dado que tanto Wang como Chiang aspiraban a suceder a Sun Yat-sen, surgió un conflicto entre ellos que daría como resultado una escisión en el partido, en 1926-1927.

Mientras tanto, el Guomindang y el PCC cosechaban los beneficios de la creciente oleada de antiimperialismo en China surgida a partir de 1923, y el número de miembros de ambos partidos aumentó rápidamente. Los miembros del PCC pasaron de ser alrededor de 130 en 1922 a 60.000 en 1927 (Chen, 1983: 526). Los sentimientos antiimperialistas alcanzaron su momento álgido con el denominado «incidente del trece de mayo» de 1925. Diez días antes, guardas japoneses habían abierto fuego contra los trabajadores chinos que se manifestaban contra el cierre de una fábrica textil japonesa en Shanghai, causando la muerte de un trabajador. El 30 de mayo, estudiantes y trabajadores organizaron manifestaciones para condenar la acción japonesa en particular, y para protestar contra los privilegios extranjeros en general. El comandante británico de la fuerza de policía del Enclave Internacional en Shanghai ordenó a sus hombres disparar a la multitud, y murieron otras doce personas. El incidente suscitó una lluvia de protestas no sólo en Shanghai, sino también en otras ciudades importantes (Isaacs, 1961: 70-73; Clifford, 1979: 15-27). Las huelgas y boicots en Shanghai y Cantón paralizaron la actividad económica, y los consulados británico y japonés fueron atacados. Los estudiantes lograron también potenciar sus «guiones de protesta», desarrollados inicialmente durante el Movimiento del Cuatro de Mayo, representando escenas de martirio en las calles para despertar la oposición pública al imperialismo extranjero (Wasserstrom, 1991: 109-110). Aunque normalmente se ha considerado que el Movimiento del Trece de Mayo representa el punto de inflexión en la revolución nacionalista y en la posterior derrota de los señores de la guerra del norte del país, en 1927-1928, un estudio reciente sostiene que en 1924 se libraron dos guerras entre dos camarillas señoriales rivales del norte (asociadas a Wu Peifu y a Zhang Zuolin), que fueron de hecho las que marcaron ese crucial punto de inflexión. Dichas guerras debilitaron fatalmente al régimen de Pekín, llevaron a la bancarrota económica e infundieron una pérdida de confianza generalizada en el statu quo, todo lo cual constituiría la clave determinante del eventual éxito de la Expedición del Norte lanzada por el Guomindang, en 1927-1928 (Waldron, 1995: 5-9).

Durante el curso del Movimiento del Trece de Mayo, el régimen de Cantón se declaró a sí mismo gobierno nacional, y se hicieron planes para la reunificación militar de China. El Ejército Revolucionario Nacional de Chiang había probado ya su valor en las campañas contra el gobernador de Guangdong, Chen Jiongming. Los caudillos militares de la vecina provincia de Guangxi decidieron unir sus fuerzas a las del Guomindang, y sus ejércitos pasaron a considerarse unidades del Ejército Revolucionario Nacional. Estos caudillos (Bai Chongxi y Li Zongren), conocidos como la Banda de Guangxi, se habían mostrado muy activos promoviendo reformas en su propia provincia y confiaban en utilizar su cooperación con el Guomindang como un trampolín para ejercer una influencia nacional (Lary, 1974; Levich, 1993). Se establecía así un precedente por el que los antiguos señores de la guerra y sus ejércitos serían asimilados por las fuerzas revolucionarias.

Inicialmente, tanto Chen Duxiu como Moscú acogieron con frialdad la idea de una expedición al norte. Chen, en particular, temía que una campaña de ese tipo sirviera meramente para aumentar el poder militar de Chiang Kai-shek. Éste, mientras tanto, mostraba su creciente influencia en el seno del Guomindang llevando a cabo lo que pasaría a conocerse como el «Golpe de Marzo» de 1926. Durante aquel mes ordenó poner a los asesores rusos bajo arresto domiciliario, y declaró que desde aquel momento a los miembros del PCC ya no se les permitiría dirigir ninguna de las oficinas del partido. También se redujo el número de miembros del PCC que formaban parte de los comités del partido (Harrison, 1972: 76-78). Al mismo tiempo, se obligó a retirarse a Wang Jingwei.

Aunque Chiang parecía ahora contar con el respaldo público del ala derecha del Guomindang, que no había dejado de pedir la expulsión de los comunistas del partido, tras el «golpe» adoptó una actitud más conciliadora, puesto que todavía necesitaba el apoyo del PCC y de Moscú en la inminente campaña contra los señores de la guerra. Stalin, por su parte, estaba ansioso por que el frente unido continuara. Dentro de la Unión Soviética, las diferencias ideológicas y políticas entre Stalin y Trotski (que finalmente llevarían a la expulsión de este último del Partido Bolchevique y a su exilio del país) tuvieron repercusiones en la percepción que tenía el primero de la situación en China. Así, mientras que Trotski se oponía a la cooperación del PCC con la burguesía (esto es, con el Guomindang) y pedía la inmediata constitución de soviets, Stalin insistía en que el Guomindang representaba un bloque de cuatro clases (gran burguesía, pequeña burguesía, trabajadores y campesinos), y que, en consecuencia, el PCC necesitaba permanecer en el frente unido para garantizar su constante influencia sobre las masas. Como señalaremos más adelante, la insistencia de Stalin en que el PCC mantuviera la política del frente unido —recomendar su retirada habría refrendado la postura de Trotski respecto a China y, por tanto, habría debilitado el intento de Stalin de afirmar su propio liderazgo ideológico— estuvo muy cerca de provocar la total aniquilación del PCC (Schwartz, 1951; Brandt, 1958; Isaacs, 1962).

El frente unido, pues, se mantuvo. Chiang liberó a los asesores rusos y, con el apoyo del PCC y de Moscú, la Expedición del Norte se puso en marcha en el verano de 1926 (Spence, 1999a: 323-330). Frente a los ejércitos de los caudillos, numéricamente superiores pero poco coordinados, el Ejército Revolucionario Nacional logró reclutar un considerable apoyo por parte de las masas (Wilbur, 1968, 1983; Jordan, 1976). Con frecuencia la acción militante de campesinos y trabajadores precedió al avance nacionalista. En todos los centros industriales importantes hubo huelgas generalizadas, mientras que en las provincias centrales de Hunan y Hubei se dio un enorme incremento del número de asociaciones campesinas, con un número de miembros estimado en más de dos millones de personas a principios de 1927 (Isaacs, 1961: 113). Estas asociaciones iban más allá de la tradicional defensa de la reducción de alquileres y propugnaban directamente la apropiación de las tierras, lo que frecuentemente suponía atacar a los terratenientes.

Mao Zedong visitó Hunan en 1926 y presenció por sí mismo la revolución que estaba teniendo lugar en el campo. Escribió un informe sobre sus descubrimientos que desde entonces se convertiría en uno de los textos clásicos del comunismo chino. En su «Informe de una investigación sobre el movimiento campesino en Hunan», Mao llamaba la atención del partido sobre la lucha espontánea de los campesinos contra los «funcionarios corruptos, matones locales y aristócratas malvados». En contraste con la visión marxista ortodoxa, que retrataba a los campesinos básicamente como un colectivo provinciano y conservador, y cuyas ambiciones «pequeñoburguesas», limitadas únicamente a asegurarse el derecho a su propia parcela de tierra, significaban que dicho colectivo habría de ser dirigido por el proletariado urbano, más revolucionario, Mao afirmaba entusiásticamente que la auténtica revolución estaba teniendo lugar en el campo; además daba a entender que el partido corría el riesgo de perder el liderazgo de la revolución si no actuaba rápidamente para implicarse en las luchas de los campesinos. Señalando también que el latifundismo constituía el fundamento social del imperialismo y el caudillismo en China, Mao trataba de desviar la atención de las ciudades y elevar la lucha de clases rural a la categoría de principal factor determinante de la revolución:

En muy poco tiempo, varios cientos de millones de campesinos en las provincias centrales, meridionales y septentrionales de China se alzarán como un tornado o una tempestad; una fuerza tan extraordinariamente rápida y violenta que ningún poder, por grande que sea, podrá reprimirla. Se abrirán paso a través de todos los obstáculos que ahora les atan y avanzarán por la senda de la liberación. Enviarán a todos los imperialistas, caudillos, funcionarios corruptos, matones locales y aristócratas malvados a la tumba. Todos los partidos revolucionarios y todos los camaradas revolucionarios se presentarán ante ellos para ser probados, para ser aceptados o rechazados por ellos. ¿Para marchar al frente de ellos y dirigirles? ¿Para seguir sus pasos, gesticulando y criticándoles? ¿Para enfrentarse a ellos como adversarios? Cada chino es libre de elegir entre las tres opciones, pero las circunstancias exigen que se tome una decisión rápida (Citado en Schram, 1963: 179-180).

Aunque, como ya hemos señalado anteriormente, Peng Pai había empezado a organizar sindicatos campesinos ya en la década de 1920 (a menudo ignorados en la posterior historiografía del PCC debido al énfasis en el papel pionero de Mao en la movilización del campesinado), los líderes del PCC en su conjunto seguían presuponiendo que la revolución se basaría principalmente en las ciudades. Por primera vez, un destacado miembro del PCC afirmaba que el campesinado era la principal fuerza de la revolución. El informe de Mao era también un claro testimonio de su fe populista, evidente desde el período del Cuatro de Mayo, en el potencial revolucionario de las masas. Además, su crítica implícita de que el partido había perdido el contacto con los acontecimientos reales que sucedían en el campo constituía un reflejo del desprecio por los «intelectuales teóricos» que le acompañaría durante toda su vida (si bien, irónicamente, cabría considerar un intelectual también al propio Mao, ya que había asistido tanto a la escuela secundaria como a la de magisterio).

La confianza de Mao en que un campesinado movilizado podría arrasar con todo lo que se le pusiera por delante (sin aludir para nada a una guía y unos líderes proporcionados por el partido y el proletariado urbano) constituye un ejemplo de lo que se ha denominado la creencia «voluntarista» de Mao en la capacidad del ser humano consciente para superar todos los factores objetivos. Dicha creencia implicaba que la «revolución en China no dependía de ningún nivel predeterminado de desarrollo social y económico, y que la acción revolucionaria no tenía por qué verse restringida por ortodoxias marxistas-leninistas heredadas» (Meisner, 1999: 42). En sí mismo, el informe de Mao constituía el primer paso importante en el proceso por el que adaptaría el marxismo-leninismo a las condiciones chinas, un proceso que más tarde se definiría como «sinización del marxismo» (véase el capítulo 4). Se podría señalar que tal proceso implicaba una detallada investigación de las condiciones locales por parte de Mao. Así, un informe sobre el distrito de Xunwu (en el suroeste de Jiangxi) que Mao elaboró en mayo de 1930 tras el reciente establecimiento de un soviet local —y traducido no hace mucho al inglés (Thompson, 1990)—, proporcionaba numerosos detalles sobre el comercio, las costumbres sociales, el régimen de arrendamiento de las tierras y la educación en la zona.

A finales de 1926 las fuerzas nacionalistas habían tomado el control de las provincias de Hunan, Hubei, Jiangxi y Fujian. Además de asimilar a los caudillos locales que encontraron a su paso, los nacionalistas obtuvieron también el apoyo de otros señores de la guerra más importantes como Yan Xishan y Feng Yuxiang, quienes, al igual que la Banda de Guangxi, adquirirían una posición elevada en la jerarquía del Guomindang mientras seguían conservando el control de sus propios ejércitos.

El creciente movimiento militante de masas, sin embargo, acentuó las diferencias entre los miembros del ala izquierda y el ala derecha del Guomindang, ya que los primeros afirmaban que se trataba de un acontecimiento positivo, mientras los segundos pedían que se limitara. También las potencias extranjeras contemplaron los hechos con creciente alarma. Cuando las fuerzas nacionalistas llegaron al Yangzi, las zonas de concesión británica de Hankou y Jiujiang fueron invadidas, mientras que a principios de 1927 fueron atacados los consulados británico, estadounidense y japonés en Nankín, lo que desencadenó una rápida represalia en la forma de un bombardeo naval conjunto angloamericano de la ciudad.

Cuando Wang Jingwei, Song Qingling y otras personas asociadas al ala izquierda del Guomindang empezaron a constituir un gobierno en Wuhan, Chiang Kai-shek avanzó hacia Shanghai. Una serie de huelgas producidas durante los nueve meses anteriores habían paralizado la ciudad y habían desempeñado un importante papel a la hora de impedir que el caudillo local, Sun Chuanfang, organizara una resistencia eficaz contra el avance de las fuerzas nacionalistas.

En abril de 1927, menos de un mes después de haber sido aclamado por los trabajadores, Chiang se volvió contra sus antiguos adiados izquierdistas y reprimió brutalmente todos los sindicatos de la ciudad, deteniendo y ejecutando a todos los acusados de estar confabulados con los comunistas. Las acciones de Chiang contaron con el respaldo y el aliento tanto de las clases empresariales y mercantiles de Shanghai, que temían los efectos perturbadores de una actividad sindical militante, como de las potencias extranjeras, que propugnaban un rápido regreso a la normalidad. Chiang logró también que el hampa de Shanghai, y en particular la Banda Verde —una sociedad secreta implicada en el tráfico de droga, la extorsión, el juego y la prostitución— le ayudara a perseguir y matar a los comunistas y a sus partidarios (Marshall, 1976; Martin, 1996: 91-111). Este «Terror Blanco» se extendió a otras ciudades bajo el control de Chiang.

El gobierno nacionalista de Wuhan condenó la acción de Chiang (lo que le predispondría a establecer su propio gobierno en Nankín), pero su posición se hizo cada vez más insostenible. Aunque contaba con el apoyo de varios caudillos militares celosos del poder de Chiang, estos generales se oponían a la constante apropiación de las tierras por parte de las asociaciones campesinas en las zonas rurales de Hunan y Hubei, dado que muchos de ellos poseían tierras o tenían vínculos con los terratenientes. Las huelgas laborales en la propia ciudad de Wuhan también situaron al gobierno en una posición incómoda, ya que trató de adoptar una postura intermedia entre satisfacer las demandas sindicales y restringir los «excesos» del movimiento de masas. Habría que señalar, no obstante, que el gobierno de Wuhan puso en práctica algunas políticas progresistas en relación a las diferencias de sexo (como la ampliación de los derechos matrimoniales, hereditarios y contractuales para las mujeres), y un reciente estudio sostiene que este período presenció el intento más avanzado de abordar las cuestiones relativas a la situación de la mujer de todo el siglo (Gilmartin, 1995: 181-194).

El PCC, mientras tanto, fue la víctima de los contradictorios consejos de Moscú. Por una parte, Stalin dio instrucciones al partido de que cooperara con el régimen de Wuhan, argumentando que éste representaba el ala genuinamente revolucionaria del Guomindang (que ahora Stalin definía como un «bloque de tres clases», dado que Chiang Kai-shek, en cuanto portavoz de la «gran burguesía», había revelado sus verdaderos colores reaccionarios), y, por la otra, aconsejaba al partido que armara a los campesinos, eliminara a los generales poco fiables del ejército y se esforzara en reemplazar a los «elementos reaccionarios» en el seno del propio gobierno de Wuhan.

No resulta sorprendente que los líderes del gobierno de Wuhan recelaran cada vez más de sus adiados del PCC. Enfrentados al sabotaje desde dentro y a la rebelión de sus partidarios militares, que habían empezado a tomar cartas en el asunto emprendiendo una implacable campaña para reprimir al movimiento campesino, el régimen de Wuhan se disolvió, y las dos alas del Guomindang se unieron oficialmente una vez más, aumentando sobremanera el poder y el prestigio de Chiang. Éste continuó con su Expedición del Norte, y en 1928, con la ayuda de Yan Xishan y Feng Yuxiang, logró tomar Pekín y obligó a Zhang Zuolin a huir hacia el norte, a su cuartel general, en Manchuria. Se proclamó oficialmente un nuevo gobierno nacional, cuya capital se situaría en Nankin. Una víctima inmediata del fin del régimen de Wuhan fue el movimiento de las mujeres. La reacción conservadora contra las mujeres políticamente activas se tradujo en horrendas atrocidades perpetradas contra unas mujeres que, debido a su vestimenta, sus cabellos cortos y su notoriedad pública, fueron condenadas por subvertir el orden natural de los sexos y «poner el mundo patas arriba» (Diamond, 1975; Gilmartin, 1995: 198-199).

El frente unido había acabado en desastre total para el PCC, con sus miembros diezmados y su base urbana destrozada. Se eligió a Chen Duxiu como chivo expiatorio, y se le acusó de «oportunismo de derechas» (es decir, de no haber alentado el movimiento de masas). En agosto de 1927 fue reemplazado por Qu Qiubai en la secretaría general del partido. Inmediatamente el partido provocó una serie de insurrecciones, confiando en poder aprovecharse de los motines en el seno de las unidades armadas del Guomindang y apoderarse de las ciudades clave. Una de dichas insurrecciones, acaecida en septiembre de 1927, conocida como la Revuelta de la Cosecha de Otoño y destinada a tomar Changsha (en la provincia de Hunan), fue encabezada por Mao. Su insistencia en que se creara una fuerza militar más organizada bajo una bandera independiente del PCC (y no bajo la bandera de la «izquierda revolucionaria del Guomindang», como declaraban los líderes del partido) y en que se formara una amplia zona base, en lugar de limitarse a atacar sólo unas pocas ciudades, le valió una amonestación del comité central del PCC (ahora en la clandestinidad en Shanghai), que al parecer consideraba a Mao un imprudente aventurero militar (Harrison, 1972: 129-134). La Revuelta de la Cosecha de Otoño fracasó, y Mao llevó lo que quedaba de sus fuerzas —incluidos campesinos sin tierras, vagabundos y bandoleros— a Jingganshan, en la frontera entre Hunan y Jiangxi. Allí se reuniría con Zhu De, uno de los líderes de una insurrección anterior, y juntos empezarían a construir una nueva fuerza militar que sería el fundamento del futuro Ejército Rojo. Los infortunios del PCC se completaron en diciembre de 1927, cuando su último intento de insurrección urbana en Cantón (donde los comunistas habían establecido un efímero soviet, conocido como la Comuna de Cantón) fue sangrientamente reprimido (ibíd.: 137-139). A partir de entonces, la base de la revolución china estaría en el campo.

La década de Nankín (1928-1937)

Cuando el Guomindang se autoproclamó gobierno nacional, en 1928, estaba actuando de acuerdo con el principio de tutela política de Sun Yat-sen. Según dicho principio, el partido habría de guiar los destinos políticos de la nación hasta que llegara el momento en que el pueblo estuviera preparado para la democracia, tras de lo cual se promulgaría una constitución. Sin embargo, y a pesar de que en Nankín se crearon instituciones de gobierno (en las que el Guomindang conservaba una identidad independiente), el régimen nacionalista nunca logró ejercer el control total del país aparte de las provincias inmediatamente circundantes. Grandes zonas de China, como la provincia de Sichuan en el oeste, seguían gobernadas por los caudillos anteriores a 1928, que reconocían al gobierno de Nankín, pero que lograron bloquear con éxito los intentos de éste de reducir su poder (Kapp, 1973). Los caudillos que durante la Expedición del Norte se habían unido al Guomindang, como Yan Xishan y Feng Yuxiang, fueron nombrados miembros del comité ejecutivo central del partido, aunque siguieron negándose a disolver o reducir sus ejércitos. Además, durante toda la década de 1930 el gobierno se vería acosado por la creciente penetración japonesa en el norte (véase el capítulo 4), la no menos creciente amenaza comunista en el sur, y una serie de revueltas de caudillos descontentos (a veces en alianza con los rivales de Chiang Kai-shek en el seno del propio Guomindang).

Durante la década de 1930 Chiang Kai-shek utilizaría sus campañas militares contra los comunistas para aumentar el control político de Nankín, de modo que, según un estudio, en 1937 el gobierno nacionalista gobernaba el 25 % del país (que incluía al 66 % de la población), en comparación con el 8 % del territorio (y el 20 % de la población) que había controlado en 1929 (Eastman, 1974: 281). Sin embargo, se puede ver un signo del débil control de China por el régimen en el hecho de que Nankín obtenía prácticamente la totalidad de sus rentas del sector moderno concentrado en Shanghai. Además, en 1933 los gastos gubernamentales representaban sólo el 2,4 % del producto interior total del país (Coble, 1980: 9).

Aunque se ha atribuido al Guomindang el mérito de sentar las bases para la creación de un estado-nación (Bedeski, 1981), el propio régimen se vio plagado de luchas faccionarias y de corrupción, y mostró un escaso compromiso con una auténtica reforma social o económica (Eastman, 1974). Intentos como los realizados a partir de 1927 por las autoridades del estado en provincias como Zhejiang y Jiangsu para establecer unos arrendamientos justos (un proceso que se había iniciado en los comienzos del período republicano) se abandonaron en gran medida en 1930 debido a la oposición de los terratenientes (Bernhardt, 1992: 182-189). Otros proyectos con los que se había comprometido el régimen, como la mejora de la higiene y la sanidad públicas, sufrieron un sesgo en favor de las ciudades y se vieron afectados por falta de fondos debido a otras prioridades (Yip, 1996). Las áreas rurales que se hallaban bajo el control de Nankín sufrieron asimismo de una creciente carga tributaria, ya que se sometió a los agricultores propietarios a recargos cada vez mayores sobre la contribución territorial impuesta por los gobiernos de distrito locales. Dado que la mayoría de los gastos de Nankín se utilizaban con fines militares, se hizo muy poco para favorecer el desarrollo económico; la construcción de carreteras y líneas férreas, por ejemplo, se realizó principalmente con fines estratégicos. La reforma social consistió básicamente en el Movimiento Vida Nueva de Chiang, lanzado en 1934. Este movimiento, un intento de combinar valores militares de estilo prusiano con la ética confuciana (Chiang admiraba ambas cosas), y que recientemente se ha calificado como una forma de «fascismo confuciano» (Wakeman, 1997), aspiraba a infundir la disciplina, la frugalidad y el hábito del trabajo duro entre las masas; al final degeneró en una serie de absurdas exhortaciones para que la gente se comportara y vistiera «con propiedad» (por ejemplo, no escupir en público, ser siempre puntual y llevar los abrigos y chaquetas abrochados) (Dirlik, 1975; Chu, 1980; Kirby, 1984: 176-185).

Tampoco prestó mucha atención el Guomindang a los intereses de las clases empresariales y mercantiles urbanas. Aunque diversos estudios anteriores retrataban al Guomindang bien como un secuaz de la naciente burguesía urbana, o bien como el representante de las elites rurales y urbanas (Isaacs, 1961; Moore, 1966), otras investigaciones más recientes han mostrado que no tuvo intención alguna de permitir que los capitalistas urbanos adquirieran influencia política, mientras al mismo tiempo recurría a la extorsión, aumentaba los impuestos y obligaba a comprar bonos del Tesoro con el fin de ordeñar al sector moderno de la economía (Coble, 1980; Bergére, 1983, 1989). Además, un estudio sobre las cambiantes relaciones entre el estado, los terratenientes y los arrendatarios en la región del Yangzi desde mediados del siglo XIX hasta la víspera de la toma del poder por parte de los comunistas, en 1949, muestra también que la posición de la elite terrateniente siguió decayendo durante el período de gobierno del Guomindang, ya que ésta se vio atrapada entre los crecientes impuestos estatales, por una parte, y las exigencias, tanto de los arrendatarios como del propio estado, de mantener o reducir los alquileres, por la otra (Bernhardt, 1992: 219).

La intimidación de la burguesía (así como la de los obreros militantes) se vio facilitada por la relación simbiótica del régimen con la Banda Verde de Shanghai, una «relación laborad» que proporcionaba también a las autoridades del Guomindang una participación en el comercio ilegal del opio (Martin, 1996). En 1936 el gobierno había asumido el control de los más importantes bancos privados, a los que se obligó a suscribir bonos del Tesoro; de ese modo, y tal como señala un estudio (Coble, 1980), los capitalistas urbanos pasaron a depender del régimen de Nankín. Abundaba la especulación con los bonos del Tesoro, especialmente entre los propios ministros del gobierno (algunos de los cuales eran también directores de banco, como H. Kong, ministro de economía y cuñado de Chiang). Por otra parte, la constante necesidad de Chiang de obtener ingresos con los que financiar sus campañas militares ya fuera contra los comunistas, ya contra los caudillos recalcitrantes, le hizo olvidar las necesidades de la industria nacional. Así, aun después de que se lograra la autonomía arancelaria, en 1929, las tasas sobre las importaciones no subieron excesivamente (lo que podría haber potenciado la competitividad de la industria nacional) por temor a que la consiguiente disminución en dichas importaciones se tradujera en menores ingresos procedentes de derechos aduaneros para el gobierno (Coble, 1980: 83).

El régimen del Guomindang no era, pues, el portavoz de los capitalistas urbanos. Sin embargo, tampoco planeaba eliminar completamente la empresa privada en favor de una economía planificada, tal como podría haber sugerido el sesgo anticapitalista de la propaganda del Guomindang (donde se acusaba a los capitalistas de preocuparse únicamente por sus intereses individuales a expensas de los de la nación). Como muestra un reciente estudio (Fewsmith, 1985), a pesar de los deseos de algunos miembros del Guomindang de unirse a los elementos más radicales y políticamente activos de la comunidad mercantil —que tendían a representar a la pequeña empresa e industria— en contra de la elite mercantil, que tradicionalmente había dominado los sectores bancario e industrial, Chiang pidió la interrupción de las campañas de masas a partir de 1928, argumentando que éstas resultarían perjudiciales para la unidad social. La elite mercantil no fue desplazada, sino más bien asimilada por el régimen.

El propio Guomindang se hallaba dividido en varias camarillas o facciones, cuya agria rivalidad Chiang logró manipular hábilmente con el fin de asegurar su propia preeminencia, una posición que obtendría un reconocimiento oficial en 1938, cuando se le concedió el título de «líder» (zongcai). Es curioso, sin embargo, que si bien Chiang logró imponer una estricta censura de prensa y obstaculizar eficazmente cualquier intento de los intelectuales liberales de crear nuevas organizaciones políticas o grupos de presión —como, por ejemplo, los que pedían la promulgación de una constitución permanente que estableciera una democracia plena—, fue incapaz de eliminar la corrupción o la ineficacia en el seno del partido o del propio gobierno. Y ello a pesar del hecho de que, en 1932, Chiang promovió la creación de un cuerpo de elite dentro del Guomindang destinado a reforzar su propio liderazgo personal y a erradicar la corrupción entre los burócratas del partido y del gobierno. Conocido como los Camisas Azules, dicho cuerpo se inspiraba en el fascismo europeo (Eastman, 1974), aunque en un estudio se afirma que los elementos fascistas del régimen de Chiang se han exagerado mucho, dado que sus estrategias políticas y económicas tienen más en común con el «estado de desarrollo nacional» de la Italia de finales del siglo XIX y principios del XX (Chang, 1985). Sin embargo, aun esta organización apenas tuvo impacto, y en 1938 se disolvió, si bien la admiración de Chiang por la Alemania nazi tuvo como consecuencia el empleo de oficiales alemanes de alto rango, durante la década de 1930, para adiestrar a regimientos selectos de su ejército y proporcionarle asesoramiento en sus campañas militares contra los comunistas (Kirby, 1984: 55-59).

Aunque un estudio anterior sobre el gobierno nacionalista en este período llegaba a la conclusión de que exhibía los rasgos de un régimen autoritario militar, cuya corrupción, divisiones faccionarias y falta de compromiso con la reforma «abortaron» cualquier esperanza de un cambio progresista y modernizador (Eastman, 1974), otras evaluaciones más recientes describen un panorama más complejo. Así, por ejemplo, el nuevo Gobierno Municipal de Shanghai (GMS) establecido por el gobierno nacionalista a partir de 1928 hizo algún intento de expandir el control chino (frente a las concesiones extranjeras) e instituir medidas destinadas a mejorar la infraestructura urbana; de hecho, la experiencia del GMS mostraba el carácter polifacético del gobierno del Guomindang, ya que el GMS —es decir, la rama del Guomindang en Shanghai— y el gobierno nacionalista de Nankín tenían agendas distintas en diversos momentos (Henriot, 1993). De modo más siniestro, un reciente estudio sobre la actividad policial de Shanghai ha mostrado el creciente poder coercitivo del estado del Guomindang, cuyos mecanismos de control anticipaban los del PCC a partir de 1949 (Wakeman, 1995). Otra herencia legada por el régimen del Guomindang al estado comunista posterior a 1949 fue la implantación de una rigurosa censura cinematográfica suscitada inicialmente por la oposición a las películas extranjeras consideradas ofensivas para China y su gente (Xiao, 1997: 36-38).

Otro estudio sostiene que todos los gobiernos republicanos desde la década de 1910 hasta el régimen del Guomindang, en la de 1930, se caracterizaban por la coherencia de su agenda y sus objetivos, que se centraban en la consecución de un estatismo centralizado, sustentado por la racionalización financiera/administrativa, una enseñanza controlada por el estado y un desarrollo industrial dirigido también por el estado; dichos objetivos se vieron bloqueados por el limitado alcance del control del gobierno central, las divisiones internas y las restricciones de la presión militar externa, que se mantuvieron constantes durante todo el período republicano (Strauss, 1997: 333-334). En cuanto a la política exterior y la diplomacia, se ha definido todo el período republicano (1912-1949) como un período de «logros asombrosos desde una poco envidiable posición de debilidad» (Kirby, 1997: 436). Así, por ejemplo, las fronteras del multiétnico imperio Qing fueron heredadas por la república a partir de 1912 (y redefinidas como un espacio chino), y luego defendidas con éxito hasta el punto de que siguen siendo las fronteras de la actual República Popular, con la excepción de Mongolia Exterior, que se declaró estado independiente bajo los auspicios de la Unión Soviética, en 1924, y fue reconocida oficialmente por China cuando Chiang Kai-shek firmó un tratado con la URSS, en 1945. Aunque a partir de 1912 algunas regiones fronterizas escaparon al control del gobierno central chino (por ejemplo, Xinjiang, en el oeste), en 1945 todas se habían recuperado y el nivel de influencia externa en dichas regiones era muy inferior al de 1911 (ibíd.: 437-439). Por otra parte, a principios de la década de 1930, el control chino sobre las aduanas marítimas, los aranceles, las comunicaciones postales, los ingresos procedentes del monopolio de la sal y muchas de las concesiones extranjeras se había restaurado; si bien no se puso fin oficialmente a la extraterritorialidad hasta 1943, antes de esa fecha el régimen nacionalista había logrado recuperar el control judicial sobre los residentes chinos en las concesiones extranjeras (ibíd.: 441).

La revolución comunista en el campo

En 1929, Mao Zedong, relevado ya de su posición en el comité central del partido por el fracaso de la Rebelión de la Cosecha de Otoño, se había desplazado al sur de Jiangxi, donde empezó a establecer una base (Spence, 1999a: 385-396). Durante esta época Mao actuaba de manera prácticamente independiente de los líderes del partido en Shanghai, que le tildaban de aventurero militar por su estrategia basada en la guerra de guerrillas y el reclutamiento del lumpenproletariado rural (trabajadores agrícolas, campesinos sin tierras, bandidos y miembros de sociedades secretas) en su recién creado Ejército Rojo (Rue, 1966; Schram, 1966). De hecho, en algún caso se ha llamado la atención sobre la incorporación de técnicas propias del bandidaje por parte de Mao y otros comunistas locales a sus estrategias, como la localización de sus bases (y más tarde de los soviets) en las remotas fronteras provinciales y el uso de métodos guerrilleros (Billingsley, 1988: 252-255).

Sin embargo, el comité central del PCC, ahora bajo el liderazgo de Li Lisan, pidió a las fuerzas de Mao que participaran en una nueva campaña de revueltas rurales y urbanas coordinadas, de acuerdo con la confiada afirmación de Stalin de que existía una nueva «marea» revolucionaria en todo el mundo originada por la Gran Depresión (y también para aprovecharse de la renovada lucha entre Chiang y los generales rebeldes). En 1930, los intentos de tomar y ocupar las ciudades de Zhangsha, Nanchang y Wuhan fracasaron, debido principalmente a la falta de apoyo de las masas, y Mao se retiró una vez más a su base de Jiangxi convencido más que nunca de que se debía dar prioridad a la consolidación de una base territorial autosuficiente.

Li Lisan quedó desacreditado ante Moscú, donde fue severamente reprendido por su «aventurismo» y su «chovinismo pequeñoburgués»; esta última acusación se debía a que Li había proclamado que China era el eslabón más débil del imperialismo, y, en consecuencia, había atribuido a la revolución china una importancia mundial, una suposición que el Komintern consideró demasiado grandiosa y ambiciosa (Thornton, 1969: 123-129, 168-175). El liderazgo del partido cayó ahora en manos de un grupo conocido como los «Veintiocho Bolcheviques», debido a que todos ellos habían estudiado en Moscú entre 1926 y 1930. Dirigidos por Wuang Ming (Chen Shaoyu), Bo Gu (Qin Bangxian) y Luo Fu (Zhang Wentian), eran leales partidarios de la línea del Komintern y se mostraban aún más críticos con Mao que los anteriores líderes. En noviembre de 1931, Mao invitó a los líderes del partido a asistir al primer congreso de soviets de China, celebrado en Ruijin, que proclamó oficialmente la República Soviética de Jiangxi y eligió a Mao como presidente del gobierno soviético.

El soviet de Jiangxi era, en realidad, uno de los varios soviets rurales creados en aquella época en China central, entre los que se incluían otros cuatro soviets fronterizos en la provincia de Jiangxi y dos en la provincia de Hubei. No obstante, el soviet central de Ruijin era el mayor, y comprendía una población estimada de tres millones de personas (Harrison, 1972: 199). Diversos estudios sobre las actividades comunistas en los otros soviets como el soviet de Min-Zhe-Gan (en el noreste de Jiangxi) y el soviet de Oyuwan (en el noreste de Hubei) resultan útiles para mostrar las flexibles tácticas utilizadas en la movilización comunista del campesinado, que incluían el uso de los vínculos de parentesco y de linaje, la infiltración en las escuelas modernas y en las sociedades secretas, y la manipulación de las rencillas familiares o étnicas (Polachek, 1983; Sheel, 1989; Wou, 1994). El hecho de que muchos activistas comunistas provinieran de familias de la elite tradicional también les ayudó en Jiangxi, donde pudieron cuestionar el antiguo orden gracias al respeto y el estatus que dichas familias llevaban aparejado (Averill, 1990). Se podría señalar también que la reciente tendencia a abandonar el enfoque del análisis de la revolución centrado en Mao (e incluso el enfoque rural en general) ha dado como resultado el estudio del propio Partido Comunista de Shanghai desde 1927 hasta el estallido de la guerra chino-japonesa de 1937. Aunque obligado a pasar a la clandestinidad a partir de 1927 (y prácticamente ignorado por la posterior historiografía de la revolución), en Shanghai el partido siguió funcionando y logró construirse su propio papel político en la ciudad durante la década de 1930 uniéndose a otros grupos desafectos, principalmente en protestas contra la política de apaciguamiento de Chiang Kai-shek frente a los japoneses (Stranahan, 1998).

Cuando los líderes del partido en Shanghai se trasladaron permanentemente a Ruijin, en 1932-1933, la influencia de Mao en el soviet central de Jiangxi se vio gradualmente reducida. Aunque conservó su puesto como presidente del gobierno soviético, se convirtió, en gran medida, en un presidente honorario. El verdadero poder residía en el Politburo, el órgano político superior del partido, que estaba dominado por los Veintiocho Bolcheviques. Éstos se mostraban especialmente críticos con la política de distribución de tierras de Mao y sus tácticas guerrilleras. En contraste con la política agraria, más radical, que llevó a cabo mientras estaba en Jingganshan, en 1929, cuando la tierra perteneciente tanto a terratenientes como a campesinos ricos (es decir, campesinos hacendados que trabajaban sus tierras por sí mismos además que arrendar una parte de ellas a otros) fue confiscada y redistribuida a los campesinos pobres, la reforma agraria de Mao en 1931 permitía a los campesinos ricos recibir una parcela de tierra con tal de que la labraran por sí mismos. Los líderes del partido consideraron este hecho una evidencia del fracaso de Mao a la hora de adoptar una firme postura de clase, y a partir de 1933 se tomó una actitud más dura frente a los campesinos ricos. Sin embargo, la política de distribución de tierras de Mao era coherente con su estrategia de movilizar el mayor apoyo rural posible, mientras que, al mismo tiempo, su insistencia en que las asociaciones de campesinos pobres participaran activamente en la confiscación y distribución de tierras reflejaba su creencia de que la reforma agraria había de tener un significado político, además de económico (Kim, 1973: 118-143).

En un sentido más amplio, la implicación de las asociaciones de campesinos en este proceso constituía un importante componente de lo que Mao más tarde calificaría de «la línea de masas», un conjunto de técnicas y prácticas destinadas a asegurar el apoyo popular y la estrecha identificación de las políticas del partido con las aspiraciones del pueblo (Schram, 1989: 45-46, 97-98). Este concepto aludía también a una forma particular de ejercer el liderazgo del partido. Así, una resolución del partido de 1943 explicaba el concepto del siguiente modo:

En todo el trabajo práctico del partido, el liderazgo correcto sólo se puede desarrollar según el principio de «de las masas para las masas». Esto significa recapitular (es decir, coordinar y sistematizar tras cuidadoso estudio) los puntos de vista de las masas (es decir, puntos de vista dispersos y no sistemáticos), y luego llevar las ideas resultantes de nuevo a las masas, explicándolas y popularizándolas hasta que las masas se adhieran a dichas ideas por sí mismas, se levanten por ellas y las traduzcan en acción con el propósito de comprobar su validez (Harrison, 1972: 205).

A partir de 1933, el papel preponderante que daba Mao a la flexible guerra de guerrillas contra las fuerzas nacionalistas invasoras se vio reemplazado por el énfasis en la estrategia, más ortodoxa, de una guerra de posición. Entre 1930 y 1934, Chiang Kai-shek lanzó cinco campañas de «cerco y exterminación» contra el soviet de Jiangxi. Las primeras cuatro fracasaron, pero la quinta, iniciada en octubre de 1933, resultó más fructífera. Siguiendo el consejo del general Hans von Seeckt, jefe de la misión militar alemana en Nankín, Chiang adoptó una política de estrangulamiento económico, bloqueando los soviets con una serie de fortalezas y fortines. El Ejército

Rojo sufrió varias derrotas desastrosas, y en octubre de 1934 se decidió evacuar el soviet de Jiangxi, una retirada que pasaría a conocerse como la Larga Marcha. Dejando atrás a los ancianos, a los niños y a la mayor parte de las mujeres, partieron unas 86.000 personas, dirigiéndose inicialmente hacia el este, aunque finalmente se decidió establecer una nueva base en el noroeste. Perseguida en todo momento por las tropas nacionalistas y tras atravesar un territorio físico de una extensión escalofriante, esta fuerza comunista (de la que sobrevivieron menos de 4.000 personas) llegó a la provincia de Shaanxi un año después, en 1935. Una de las pocas mujeres que realizaron la Larga Marcha —unas treinta en total (Lee y Wiles, 1999)— fue He Zizhen, la segunda esposa de Mao (su primera esposa, Yang Kaihui, había sido ejecutada por las autoridades del Guomindang en Changsha, en 1930, poco después del fracasado ataque de Mao a la ciudad). Gravemente herida durante la Larga Marcha, en 1938 He Zizhen viajó a la Unión Soviética con el fin de recibir tratamiento médico; para entonces Mao había iniciado ya relaciones con la que sería su tercera esposa, Jiang Qing, una actriz de cine secundaria que había viajado al noroeste del país desde Shanghai en 1937 (Short, 1999: 113-116, 225-226, 369-372; Terrill, 1999: 107-161).

La posterior historiografía comunista atribuiría un estatus casi mítico a la Larga Marcha, la cual ayudó a forjar vínculos entre los supervivientes, reforzó su solidaridad colectiva y revitalizó el sentimiento de cumplir una misión en medio de lo que, de hecho, había sido una derrota militar. Habría que señalar, no obstante, que el tradicional enfoque del análisis de la revolución china centrado en Mao realizado por los historiadores tanto occidentales como chinos —y al que ya nos hemos referido anteriormente— ha supuesto que, hasta hace poco, las actividades de las fuerzas comunistas de otros soviets de la China central que quedaron tras las líneas enemigas hayan sido en gran medida ignoradas. Un reciente estudio (Benton, 1992) ha llamado la atención sobre la casi olvidada guerra de guerrillas librada a partir de 1934 por dichas fuerzas comunistas, que resurgirían en 1938, con la formación del segundo frente unido (véase el capítulo 4) como una unidad oficialmente reconocida (designada como el Nuevo IV Ejército) de la resistencia nacional contra Japón tras su invasión a gran escala del territorio chino, en 1937.

Durante el transcurso de la Larga Marcha Mao solicitó la convocatoria de un dilatado congreso del Politburó en Zunyi (provincia de Guizhou), celebrado en enero de 1935, donde se criticaron los errores de los líderes del partido durante los últimos años del soviet de Jiangxi. Y, lo que es más importante, el congreso de Zunyi marcó el inicio del futuro liderazgo de Mao en el partido. Mao no sólo fue elegido miembro del Politburo y nombrado jefe de la Secretaría General, sino que también se le otorgó el importante cargo de director del Comité de Asuntos Militares (Harrison, 1972: 246). En 1936 el PCC había establecido un nuevo cuartel general en Yanan, en el norte de Shaanxi, donde, debido a lo inhóspito del terreno, se hallaba relativamente protegido de un posible ataque. Fue allí donde Mao, durante los años siguientes, consolidaría su liderazgo político e ideológico en el partido. Mientras tanto, se produjo un momentáneo respiro en la campaña de Chiang contra los comunistas, cuando ambos bandos acordaron unir sus fuerzas contra un enemigo común: Japón.