Cuarto de Hamlet.
(Entra Hamlet.)
HAMLET.—A buen recaudo[28].
ROSENCRANTZ y GUILDENSTERN.—(Dentro.) ¡Hamlet! ¡Príncipe Hamlet!
HAMLET.—¿Qué ruido es ese? ¿Quién llama a Hamlet? ¡Ah, aquí están!
(Entran Rosencrantz y Guildenstern.)
ROSENCRANTZ.—Señor, ¿qué habéis hecho con el cadáver?
HAMLET.—Mezclarlo con el polvo, su pariente.
ROSENCRANTZ.—Decidnos dónde está, para sacarlo y llevarlo a la capilla.
HAMLET.—Ni lo creáis.
ROSENCRANTZ.—¿Creer qué?
HAMLET.—Que puedo guardar vuestro secreto y no el mío. Además, si me interroga una esponja, ¿qué respuesta puede dar el hijo de un rey?
ROSENCRANTZ.—¿Me tomáis por una esponja, señor?
HAMLET.—Sí, que chupa el favor del rey, sus recompensas, sus poderes. Al final, quien mejor sirve al rey sois vosotros; como un mono, él os guarda en un rincón de su mandibula: primero os saborea y luego os traga. Cuando necesite lo que hayas indagado, te exprime y la esponja vuelve a quedar seca.
ROSENCRANTZ.—No os entiendo, señor.
HAMLET.—Me alegro. Palabra punzante no entra en oído de necio.
ROSENCRANTZ.—Señor, tenéis que decirnos dónde está el cuerpo y venir con nosotros ante el rey.
HAMLET.—El cuerpo está con el rey, pero el rey no está con el cuerpo. El rey es una cosa.
GUILDENSTERN.—Señor, ¿una cosa?
HAMLET.—Una cosa de nada. Llevadme a él. ¡Que te pillo, escóndete!
(Salen.)