Al darme la vuelta, me flaquearon las rodillas y estuve a punto de caerme. El suelo parecía moverse hacia arriba y hacia abajo.
La tía Marta, que estaba, en la puerta de la cocina, me preguntó:
—Alex, ¿qué haces levantado tan temprano? ¡Hoy es sábado! —Entornó los ojos y me miró con recelo.
—Yo… pues… —Estaba temblando tanto que no podía hablar.
—¿Adónde ibas tan deprisa? —inquirió. Vi al tío Colin detrás de ella.
—A casa de Hannah —logré responder—. Quería hablar con ella sobre los disfraces de Halloween.
La miré a la cara. ¿Me habría creído? Tuve la impresión de que no.
—Es muy temprano para ir a casa de Hannah —me reprendió—. Entra a la cocina y desayuna primero, Alex.
Vacilé. La cabeza me daba vueltas.
¿Debería empezar a correr y alejarme de aquel lugar? ¿Podría llegar muy lejos antes de que me atraparan? Mis tíos eran hombres lobo. Si me cazaban, ¿qué me harían? ¿Sería yo su desayuno?
Decidí que no debía escapar corriendo. Todavía no. Antes tenía que hablar con Hannah.
Mientras regresaba lentamente hacia la casa, tía Marta no apartaba los ojos de mí. Tío Colin me dio los buenos días. También me clavó la mirada.
—Temprano, ¿no? —preguntó en voz baja.
Asentí y me senté junto a la mesa.
—Marta y yo trabajamos toda la noche —informó el tío Colin. Bostezó—. Hicimos algunas fotografías realmente buenas.
«¡Eso es mentira! —quería gritar—. Os seguí. Vi lo que hicisteis. ¡Sé lo que sois!»
Pero no dije nada sino que me limité a contemplar el tazón de cereales.
«¡Estoy desayunando con dos hombres lobo! —pensé, mientras se me revolvía el estómago—. Mis tíos recorren el bosque por las noches y matan y destrozan animales. ¡No puedo quedarme aquí!», me dije. Comencé a ponerme en pie, pero el tío Colin me puso la mano en el hombro.
—¡Cálmate, Alex! Desayuna con tranquilidad —me pidió en voz baja.
—Pero… —No sabía qué decir. Estaba demasiado asustado como para comer. Quería que me quitara la mano del hombro. Hacía que todo mi cuerpo temblara.
—Es Halloween —dijo el tío Colin—. Esta noche saldrás hasta muy tarde.
—Que te aproveche —intervino mi tía.
Me observaban mientras desayunaba. No sonreían. Me estaban estudiando fríamente.
«Saben que les seguí —pensé—. Saben que estoy al corriente de su secreto. No van a dejar que me vaya.»
—Eh… tengo que ir a ver a Hannah —me disculpé, intentando fingir que estaba tranquilo y alegre. Retiré la silla hacia atrás y comencé a incorporarme.
Pero el tío Colin volvió a colocarme la mano sobre el hombro. Me agarró con fuerza y no me soltó.
—¡Alex, ven conmigo! —me ordenó.