Una vez terminada la clase, Sean y Arjun se acercaron a mi pupitre. En el exterior se oía el abrir y cerrar de las puertas de las taquillas. Los azulejos de las paredes retumbaban con los gritos y las risas.

Sean y Arjun me miraban seriamente.

—¿Qué tal? —saludé mientras cerraba la mochila.

El señor Shein se despidió con la mano y salió del aula con un abultado maletín. Nos quedamos los tres solos.

—¿Todo bien? —preguntó Sean.

—¿Te resulta extraño ir a una escuela nueva? —inquirió Arjun.

—Sí. Un poco —respondí—. Sobre todo sabiendo que sólo estaré aquí dos o tres semanas.

—¡Tienes suerte! —bromeó Arjun—. Sean y yo nunca salimos de aquí.

—Arroyo del Lobo no está tan mal —comenté. Me colgué la mochila a la espalda.

Los dos chicos me miraban fijamente sin decir nada. Sean se metió las manos en los bolsillos de sus holgados vaqueros. Arjun jugueteaba con un anillo de plata.

Al final, Sean rompió el silencio.

—¿Crees en los hombres lobo? —preguntó en voz baja.

—¿Eh? Pues… —vacilé.

—No has levantado la mano —me interrumpió Arjun—. Todos la levantamos.

—Lo sé —respondí—. No creo que existan los hombres lobo. ¡Vamos, chicos! Estamos a punto de entrar en el siglo XXI. ¿Acaso habéis visto a muchos hombres peludos caminando por la calle? ¡No lo creo!

Había querido que mis palabras produjesen un efecto divertido, pero no se rieron. Continuaron mirándome de forma solemne.

—Los hombres lobo existen —aseguró Arjun en voz baja—. Te lo podemos demostrar.

—Seguro que sí —respondí con sarcasmo, poniendo los ojos en blanco—. Y el ratoncito Pérez también existe. Lo vi conduciendo un autobús en Cleveland.

—Podemos demostrártelo, Alex —insistió Arjun—. Podemos enseñarte un hombre lobo.

—Uno de verdad —añadió Sean.

—No, gracias —dije—. En serio…

—Podrás sacarle fotos —interrumpió Arjun.

—Sí, ¡Podrás gastar un carrete entero! —exclamó Sean.

Aquello me hizo reflexionar. Recordé el concurso de fotografía en que me había inscrito. Necesitaba una buena fotografía de Halloween para ganarlo.

Sean y Arjun se me acercaron, me rodearon y me obligaron a retroceder hasta que tropecé con el alféizar de la ventana.

—¿Quieres ver a un hombre lobo de verdad, Alex? —preguntó Sean.

—¿Quieres sacarle fotos a un hombre lobo de verdad? —inquirió Arjun.

Me clavaron la mirada, desafiantes.

—¿Qué tengo que hacer? —pregunté.