La linterna me temblaba en la mano. La luz vacilante me mostró algo terrible. Era el cuerpo de un animal. Mejor dicho, de dos animales.
¿Qué animales eran? No lo sabía. Estaban desfigurados por las heridas y los zarpazos. Estaban completamente destrozados.
Recordé los desgarradores ruidos que había oído mientras mataban a esos animales. Se me revolvió el estómago.
¿Qué clase de animal podía haber hecho algo así? ¿Qué animal era lo bastante fuerte como para destrozar a otras criaturas?
Un escalofrío me recorrió la espalda. Me levanté del suelo y aparté la vista de los animales muertos.
Seguía lloviendo con intensidad. Coloqué la cámara debajo de la chaqueta para protegerla de la lluvia y eché a correr de nuevo. Tenía que alejarme de un espectáculo tan desagradable, ¿Lograría olvidarlo algún día?
La lluvia v el viento me azotaban. Tenía la impresión de que estaba atravesando el mar. Pero no podía detenerme. El miedo me hacía seguir corriendo.
La feroz criatura todavía estaba escondida en el bosque. Todavía gruñía y cazaba, en algún lugar no muy lejano.
Tenía las zapatillas empapadas y resbalaba en el barro.
No sé cuánto tiempo pasé corriendo. Me detuve cuando estuve a punto de caerme al arroyo, que se había desbordado a consecuencia de la lluvia.
Me volví y seguí su curso. Me sentí un poco más seguro. Al cabo de un rato, divisé un estrecho sendero entre los árboles inclinados.
Comencé a correr por el sendero. ¿Me conduciría fuera del bosque? Tenía que comprobarlo.
La lluvia fue amainando. Las zapatillas se me hundían en el barro mientras recorría a toda velocidad el serpenteante sendero.
Al poco, vi el árbol que parecía un hombre encorvado y arrugado.
—¡Sí! —grité en voz alta—. ¡Sí! —Levanté el puño en señal de triunfo. Estaba a punto de llegar a casa.
Continué caminando. Al cabo de unos minutos, salí del bosque y llegué al patio trasero de la casa de mis tíos. ¡Me sentía tan feliz que tenía ganas de volar!
Deseaba cobijarme en el calor de la casa, quitarme la ropa empapada y sentirme seco. Pero me detuve en mitad del patio y escudriñé el círculo de luz amarilla que proyectaba la linterna.
Distinguí varias pisadas extrañas sobre el césped húmedo. Eran pisadas profundas que se dirigían hacia el patio de los Marling.
Me agaché para verlas mejor. No eran humanas, ya que eran demasiado largas y anchas, y tenían una forma diferente a la de las huellas de los seres humanos.
Se trataba de las pisadas de un animal.
Manteniendo el foco de luz de la linterna delante de mí, seguí las pisadas por el césped. Hasta que llegué al patio cubierto de maleza de la casa de los Marling.
Me detuve al darme cuenta de adonde conducían las extrañas pisadas. Llevaban a la ventana abierta del dormitorio de los Marling.