XXV
LAS MINAS DE MORIA

[547]

Tanto por evidencias internas como externas (las características del manuscrito), estoy casi seguro de que el primer borrador de este capítulo fue escrito sin interrupción después del final de «El Anillo va hacia el sur». Pero también hay un «Esquema del capítulo sobre las Minas de Moria» de dos páginas, que es muy interesante y que, a mi juicio, fue escrito inmediatamente antes del capítulo. Este «Esquema» es casi ilegible, y en el caso de algunas palabras hay que limitarse a meras suposiciones.

Sus aventuras deben ser diferentes de las de la Montaña Solitaria. Hay túneles que se abren en todas las direcciones, ascendiendo y descendiendo bruscamente, escaleras, pozos, ruido de agua en la oscuridad.

Gandalf se guía sobre todo por su sentido de la orientación. Tenían un manojo de antorchas, 2 cada uno. Gandalf no las utilizaría mientras no fuese necesario. Débil resplandor de su vara. Glamdring no brilla, lo que significa que no hay trasgos cerca.

Hasta dónde ir. Cuánto tardarán. Gandalf calcula por lo menos 2 días, tal vez más. La idea de pasar una noche (¡o dos!) en Moria los aterroriza. Frodo siente un temor cada vez más intenso. Quizá sus aventuras con el Anillo le han agudizado los sentidos. Mientras los otros se dan ánimos con comentarios esperanzados él está seguro de que una presencia maligna se le acerca, pero no dice nada. Constantemente cree oír pisadas ligeras de [? alguna criatura] detrás; [? esto] es Gollum como queda demostrado mucho después.

Entraban alrededor de las diez de la mañana. Descansaban un poco. Seguían caminando (con 2 paradas) hasta que estaban demasiado agotados para continuar. Llegaban a un arco oscuro del que salían 3 túneles que iban en la misma dirección, pero el de la izquierda bajaba, el de la derecha subía, el del centro (aparentemente) estaba al mismo nivel. Gandalf no puede decidir: no recuerda el lugar. [548]

Se detienen a pasar la noche en una cámara pequeña (casi como una sala de guardia que vigila las entradas) justamente a [? su] izquierda. Un profundo pozo a la derecha. Una piedra suelta cae en el pozo. Pasan varios minutos antes de que oigan que llega al fondo. Después de eso algunos de ellos creen oír un eco distante de golpes a intervalos (¿cómo señales?). Pero esa noche no sucede nada más. Gandalf duerme poco porque trata de decidir qué camino tomarán. [? Al fin] elige el sendero ascendente de la derecha. Avanzan durante 8 horas sin contar las paradas.[432]

Llegan a una amplia cámara. Puerta en la pared [? sur]. Débil luz; un [? largo ? enorme] haz de luz oblicuo que asciende, como una chimenea. Muy arriba, un rayo de luz exterior. El rayo cae sobre una ancha mesa cuadrada de piedra [escrito encima: una tumba].

Hay otra puerta en la pared oeste [escrito encima: este]. Hay lanzas y espadas y [? rotas] junto a las dos puertas.

El rayo de luz revela letras grabadas. Aquí yace Balin hijo de Burin, Señor de Moría. En los nichos hay cofres y unos pocos escudos y espadas. Los cofres están vacíos con excepción de uno. Allí hay un libro con algunas anotaciones en la lengua de los enanos.

Describe cómo llegó Balin a Moría. La letra cambia y cuenta cómo murió, por [? una] flecha inesperada. Luego relata cómo los «enemigos» atacaron los portales del este. No podemos salir por las puertas del oeste por «el morador del agua». Breve relato del sitio. El último garabateo dice «están acercándose».

Es mejor que nos vayamos, dijo Gandalf. En ese momento se oye un gran ruido como si algo retumbara mucho más abajo. Luego un ruido atronador como un cuerno que resonara sin cesar. Gandalf se acerca rápidamente a la puerta. Sonido parecido a pisadas de trasgos.

Gandalf produce entonces un relámpago enceguecedor y grita ¿Quién viene? Cascada de ……… risas, y voces graves.

Gandalf dice que son trasgos, de una estirpe muy malvada, más grandes, verdaderos orcos.[433] También, sin duda, algún troll que los guía.

Plan de defensa. Se reúnen junto a la puerta del este. Pero entreabren la puerta [? sur] con cuñas. Un brazo y un hombro [549] voluminosos asoman por la puerta …… Gandalf le entierra Glamdring. Frodo clava Dardo en un pie. Horrible aullido. Por la abertura de la puerta entran flechas silbando.

Los orcos entran con gran ímpetu pero los matan.

[? Gran ruido] cuando enormes rocas chocan contra la puerta.

Huyen rápidamente por la puerta del este, se abre hacia afuera, y la cierran con un golpe. [? Corren velozmente] hacia arriba por un túnel largo y ancho. Poco después un ruido indica que han echado abajo la puerta del este. Los persiguen.

Luego viene la desaparición de Gandalf.

En el margen, junto a la descripción de la embestida contra la cámara, se escribió a lápiz lo siguiente:

Un orco cubierto con una malla negra entra con gran ímpetu y ataca a Frodo con una lanza; lo salva la malla élfica y derriba al orco.

Éste es un notable ejemplo de un importante pasaje de El Señor de los Anillos en el momento mismo de su aparición. Aquí, al igual que en otros casos, muchos de los elementos más esenciales ya estaban presentes desde un comienzo: el punto en que se unen los tres caminos, la duda de Gandalf, la sala de guardia, la piedra que cae y el golpe subterráneo a continuación, la cámara donde está la tumba de Balin, las inscripciones en el libro, el troll, y muchos más. En el esbozo presentado en la pág. 508 ya se planteaba la posibilidad de que Gollum los siguiera en Moria: «Gollum debe aparecer nuevamente en Moria o después de Moria. Frodo oye pisadas ligeras».

Aquí reaparece la espada de Gandalf, Glamdring (Martillo de enemigos), mencionada en El hobbit, que sacaba de la guarida de los trolls y que (como le decía Elrond) «el rey de Gondolin había usado en otros tiempos».

En este texto el padre de Balin (Fundin en El hobbit y en el SA) es Burin, lo que es sorprendente; este nombre de la lengua de los enanos (que proviene del noruego antiguo) había sido asignado anteriormente al hijo de Balin, en los primeros borradores de «El Concilio de Elrond» (págs. 490, 492), antes de que lo sustituyera Gimli hijo de Glóin (pág. 496).

La idea de que Bilbo le diera Dardo y su «malla élfica» a Frodo antes de que se fuera de Rivendel (CA, pág. 384) aparecía por primera vez en el esbozo presentado en la pág. 492. [550]

Ésta no es la primera referencia a la desaparición de Gandalf; véase la pág. 474, y en relación con el primer esquema de este episodio véase la pág. 571.

Este «Esquema» empieza cuando la Compañía ya está en Moria. Al parecer, el único esquema preliminar de su llegada a la Puerta del Oeste y la apertura de la puerta es el que se presenta a continuación (aunque en el «Esquema», pág. 548, se menciona al «morador del agua» que está ante la Puerta del Oeste, en las inscripciones en el libro que encuentran en la cámara donde está la tumba de Balin). Este texto se basa en el esquema del descenso desde el Paso Rojo a través de la nieve (pág. 534, nota 391) y fue escrito en la misma época.

Las puertas del oeste de Moria son puertas de los enanos (cerradas como la Montaña Solitaria); pero se pueden abrir, no en un determinado momento sino con conjuro [?palabra ?especial]. Gandalf sabe o [?piensa] que debe ser una [?tres] en una lengua antigua, porque los Elfos de Acebeda concibieron el conjuro.

Hay matas de acebos delante de estas puertas. Gandalf comprende entonces que se trata de un conjuro élfico.

A continuación presento el primer borrador del capítulo. Desde un principio se le dio el número «XIV», probablemente porque mi padre había decidido que «El Anillo va hacia el sur» era un capítulo independiente y que debía llevar el número «XIII», aunque nunca escribió ese número en el manuscrito. Mi descripción del texto de «El Anillo va hacia el sur» (pág. 514) podría repetirse aún más enfáticamente en este caso. Este texto fue escrito aún más de prisa, también con tinta y no a lápiz, es indescifrable en muchos más puntos, y contiene aún más material descartado (que en muchos casos no se tachó); muchos pasajes son caóticos. También hay numerosas correcciones a lápiz, posiblemente hechas en diferentes oportunidades, y algunas de las cuales corresponden sin duda a una fase posterior. En un caso mi padre intercaló un texto bastante claro escrito con tinta, en el que se dice que Gimli no le había sido de gran ayuda a Gandalf para encontrar un sendero que atravesara Moria (compárese con la CA, pág. 430), aunque no mencionó a Gimli en ninguna otra oportunidad. Por lo tanto, es difícil interpretar el texto y es aún más difícil reproducirlo.

Como se verá más adelante, aquí no aparece el episodio en que se relata el ataque de los Huargos durante la noche después de que la Compañía descendía del paso (CA, págs. 411-414).

[551]

LAS MINAS DE MORIA

Al día siguiente el tiempo cambió otra vez, casi como si obedeciese órdenes de algún poder que había decidido no servirse de la nieve, puesto que se habían retirado de Cris-caron. Durante la noche el viento se había vuelto hacia el sur. En la mañana comenzaba a soplar hacia el oeste, y empezaba a llover. Los viajeros armaron una tienda en una hondonada protegida y se quedaron quietos todo el día hasta que la tarde fue dejando paso a la noche.

No habían oído ningún sonido ni visto ninguna señal de criaturas vivas durante todo el día. Cuando empezó a anochecer, reiniciaron la marcha. Aún caía una lluvia ligera, pero en un comienzo no fue un gran obstáculo. Gandalf y Trotter los guiaron por un desvío alejado de las Montañas, porque habían planeado llegar a Moria siguiendo el curso de un arroyo que nacía al pie de las colinas y pasaba cerca de las puertas ocultas. Pero parecía que por algún motivo se habían extraviado en la oscuridad, porque era una noche negra bajo un cielo nublado. En todo caso, no encontraron el arroyo, y la mañana los sorprendió yendo de un lado a otro y avanzando penosamente por tierras húmedas y pantanosas, cubiertas de charcas rojas, porque había mucha arcilla en los agujeros.[434]

Se tranquilizaron un tanto al ver que el tiempo cambiaba: las nubes se dispersaron y dejó de llover. Salió un sol brillante. Pero Gandalf estaba molesto por el retraso, y decidió que siguieran caminando de día, después de descansar durante unas pocas horas. No había pájaros en el cielo ni otras señales ominosas. Se encaminaron en línea recta hacia las montañas, pero Gandalf y Trotter estaban muy desconcertados por no haber encontrado el arroyo.

Cuando llegaron de nuevo al pie de las colinas y las pendientes más bajas, encontraron un cauce estrecho y profundo; pero estaba seco, y no había agua entre [las] piedras rojizas del lecho. Sin embargo, en la orilla izquierda había algo que parecía un sendero.

—Por aquí corría el arroyo, estoy seguro —dijo Gandalf—. Lo llamaban Sirannon, el Arroyo de la Puerta.[435] De todos modos, nuestro camino está más arriba, siguiendo el cauce. [552]

Caía la noche, pero aunque ya se sentían fatigados, especialmente los hobbits, Gandalf les pidió que se dieran prisa.

—¿Piensas llegar a la cima de las montañas esta noche, a tiempo para ver las primeras luces del alba? —preguntó Merry.

—¡Trataría de hacerlo si hubiera alguna posibilidad! —dijo Gandalf—. Pero nadie puede escalar las montañas aquí. Las puertas no están en un sitio elevado, sino en un lugar cercano al pie de un alto risco. Espero encontrarlo, pero las cosas parecen haber cambiado extrañamente desde la última vez que estuve aquí.

Antes de que la noche envejeciera, la luna, a la que sólo le faltaban dos días para el plenilunio,[436] apareció entre las nubes que coronaban las cimas orientales, iluminando de cuando en cuando las tierras del oeste. Avanzaron con pies cansados tropezando en las piedras, hasta que de pronto se encontraron delante de una muralla rocosa de unos treinta pies de alto. Un hilo de agua caía por sobre la muralla, pero era evidente que en otros tiempos había sido un salto de agua caudaloso.

—¡Ah! ¡Ahora sé dónde estamos! —gritó Gandalf—. Aquí estaba el Salto de la Escalera. Me pregunto qué habrá ocurrido con él. Pero si no me equivoco a la izquierda hay una escalera tallada en la roca: el sendero principal dobla y luego asciende. En lo alto de las cascadas hay o había un valle amplio y poco profundo que atravesaba el Sirannon.

Poco después encontraron la escalera, y Gandalf la subió rápidamente, seguido por Frodo y Trotter. Cuando llegaron a la cima descubrieron por qué se había secado el arroyo.

La luna comenzaba a descender en el oeste. Por un rato brilló claramente, y vieron que a sus pies se extendía un lago oscuro y tranquilo, que reflejaba la luz de la luna. El Arroyo de la Puerta había sido embalsado, y había cubierto el valle. Nada más que un hilo de agua pasaba por sobre las antiguas cascadas, porque ahora la desembocadura principal del lago estaba lejos de allí, en el extremo sur.[437]

Ante ellos se elevaba un risco, pálido y gris más allá de las aguas oscuras. La pálida luz de la luna lo cubría, y parecía frío y amenazante: una barrera infranqueable. Frodo no veía signos de puertas o entradas en la piedra hostil.

—Esta vía está cerrada —dijo Gandalf—. Eso parece al menos, [553] por lo que se alcanza a ver en la oscuridad. Supongo que nadie querría nadar hasta la otra orilla a la luz de la luna… o bajo cualquier otra luz. Esta laguna tiene un aspecto malsano. No sé cuándo la hicieron o por qué, pero sospecho que no fue con ningún buen propósito.

—Tenemos que tratar de descubrir cómo podemos bordearla por el sendero principal —dijo Trotter—. Aunque no hubiera un lago, no conseguiríamos que los poneys treparan por esa estrecha escalera.

—E incluso si lo consiguiéramos, no podrían entrar en las Minas —dijo Gandalf—. El camino que corre bajo las montañas nos llevará a lugares por donde no podrían pasar, aunque pasáramos nosotros.

—Me preguntaba si habías pensado en ese problema —dijo Trotter—. Suponía que sí, aunque no dijeras nada.

—No había que mencionarlo mientras no fuera necesario —respondió el mago—. Los llevaremos lo más lejos que podamos. Aún tenemos que ver si el [?otro] camino también está cubierto por las aguas; en este caso quizá no podamos llegar hasta las puertas.

—Si todavía están allí —dijo Trotter.

No les fue muy difícil encontrar el antiguo sendero. Se alejaba de las cascadas y doblaba hacia el norte por un trecho, antes de desviarse otra vez hacia el este, y ascender por una larga pendiente. Cuando llegaron a la cima vieron el lago a la derecha. El sendero lo bordeaba por la orilla, pero no estaba sumergido. La mayor parte del sendero estaba muy cerca del agua; pero en un punto, en el extremo norte del lago, donde había una laguna cenagosa y estancada, desaparecía por un corto trecho, antes de doblar nuevamente al sur, hacia el pie del alto risco.

Boromir se adelantó cuando llegaron a ese punto, y descubrió que el sendero estaba a flor de agua. Caminaron detrás de él, en fila, pisando con cuidado. El terreno era resbaloso y traicionero; Frodo sentía una extraña repugnancia ante el roce del agua oscura en los pies.

Cuando Faramond, el último del grupo, pisó tierra firme, se oyó un sonido blando: un roce, seguido de un chapoteo, como si un pez hubiera perturbado la superficie tranquila del agua. [554] Miraron atrás rápidamente y a la luz de la luna vieron unas ondas bordeadas [?de] oscuras sombras; unos grandes anillos se abrían desde un punto cercano al centro de la laguna.[438] Se detuvieron; y en ese mismo instante la luz se desvaneció, al ocultarse la luna y desaparecer entre nubes bajas. Hubo un débil sonido burbujeante en el lago, y luego silencio.

Estaba demasiado oscuro para buscar la puerta en ese valle que ya no era el mismo, y los viajeros pasaron el resto de la noche sintiéndose desdichados, sentados en actitud vigilante entre el risco y las aguas oscuras que ya no distinguían. Todos durmieron poco e incómodamente.

Pero al llegar la mañana recobraron el ánimo. Poco a poco la luz iluminó el lago: su oscura superficie estaba quieta y ninguna brisa la ondulaba. El cielo estaba claro, y el sol empezó a asomar lentamente sobre las montañas detrás de ellos, y brilló sobre las tierras del oeste que se extendían ante sus ojos. Comieron un poco, y descansaron un rato después de esa triste noche, hasta que el sol llegó al sur y sus cálidos rayos inclinados apartaron las sombras de la alta muralla que había a sus espaldas. Gandalf se incorporó entonces y dijo que había llegado el momento de comenzar a buscar las puertas. La franja de tierra seca que el lago no había cubierto era muy angosta, y el sendero que tomaron los llevaba a poca distancia del contorno del risco.

Después de recorrer casi una milla hacia el sur, encontraron algunos acebos. Había tocones y troncos secos que se pudrían en el agua: restos de viejos setos o de una cerca que alguna vez había bordeado el camino sumergido a través del valle anegado. Pero muy apegados al risco, vivos y fuertes aún, había dos altos árboles con grandes raíces que se extendían desde la muralla hasta el agua. Desde lejos, en la otra orilla, bajo la luna que brillaba de cuando en cuando, a Frodo le había parecido que eran meros arbustos o piedras apiladas, pero ahora se alzaban sobre su cabeza, tiesos, silenciosos, oscuros salvo por los racimos de bayas; irguiéndose como centinelas o pilares al término de un camino.

—¡Bueno, aquí estamos al fin! —dijo Gandalf—. Aquí concluía el camino de los Elfos que venía de Acebeda. Los Elfos plantaron acebos en otros tiempos para señalar los límites de sus dominios; [555] las puertas del oeste fueron hechas más que nada para traficar con los enanos. Éste es el final de nuestro camino, y ahora temo que tendremos que despedirnos de los poneys. Las buenas bestias irían casi a cualquier lugar donde les ordenáramos que fueran, pero no creo que podamos hacerlos entrar en los oscuros pasadizos de Moria. Y en todo caso detrás de la puerta del oeste hay muchas escaleras empinadas, y muchos lugares accidentados y peligrosos por donde los poneys no podrían pasar, o donde serían un peligroso estorbo. Si queremos llegar al otro extremo tendremos que llevar menos cosas. Allí adentro no necesitaremos mucho de lo que trajimos para protegernos del frío, y tampoco lo necesitaremos cuando salgamos al otro lado y vayamos hacia el sur.

—¡Pero supongo que no abandonará usted a las pobres bestias en este sitio desolado, señor Gandalf! —protestó Sam, que le tenía mucho cariño a los poneys.

—¡No te preocupes, Sam! Finalmente encontrarán el camino de regreso a casa. Tienen mejor olfato que la mayoría de los poneys, y estos dos ya han regresado antes junto a Elrond desde lejos. Supongo que irán hacia el oeste y luego regresarán al norte atravesando tierras donde encuentren pasto.

—Preferiría poder llevarlos más allá de la marisma y bajar hasta las antiguas cascadas —dijo Sam—. Me gustaría despedirme de alguna manera y mostrarles el camino, por así decir.

—Muy bien, puedes hacerlo —dijo Gandalf—. Pero déjanos que descarguemos los bultos y repartamos las cosas que llevaremos.

Cuando cada uno hubo recibido lo que podía cargar de acuerdo con su tamaño —gran parte de la comida y los odres—, ataron lo que quedaba a la espalda de los poneys. En cada bulto Gandalf puso un breve mensaje para Elrond escrito en runas secretas, en el que le hablaba de la tormenta de nieve y del desvío hacia Moria.

Sam y Trotter se alejaron entonces llevando a los poneys.

—¡Ahora echémosle una mirada a las puertas! —dijo Gandalf.[439]

—No veo ninguna puerta —dijo Merry.

—Las puertas de los Enanos no se hicieron para ser vistas —dijo el mago—. Muchas son invisibles, y ni siquiera sus amos [556] pueden encontrarlas si el secreto se ha perdido. Pero estas puertas no se hicieron para que fueran un secreto que nadie conociera,[440] y si las cosas no han cambiado demasiado, un par de ojos que sabe lo que busca tendría que encontrar los signos. ¡Vamos a mirar!

Se acercó a grandes pasos a la pared del risco. Justo en medio de la sombra de los árboles había un espacio liso, y Gandalf pasó por allí las manos de un lado a otro, murmurando entre dientes. Luego dio un paso atrás.

—¡Mirad! —dijo—. ¿Veis algo ahora?

El sol brillaba sobre la superficie de la muralla, y mientras los viajeros la miraban les pareció que en el sitio donde Gandalf había puesto la mano aparecían unas líneas débiles, como delgadas venas de plata sobre la piedra; al principio parecían ser pálidas hebras de telaraña, tan finas que sólo se veían al pasar cuando el sol las alumbraba; pero poco a poco se hicieron más anchas y se pudo distinguir un dibujo. Arriba, donde Gandalf apenas alcanzaba a llegar, había un arco de letras entrelazadas en caracteres élficos; abajo (aunque los trazos estaban en muchos sitios borrados o rotos) parecían verse los contornos de un yunque y un martillo, y sobre ellos una corona y una luna creciente. Más claras que todo el resto tres estrellas de muchos rayos brillaban pálidamente.[441]

—Son los emblemas de Durin y de los Elfos —dijo Gandalf—. Los dibujaron con una sustancia de plata que sólo se ve cuando la toca alguien que conoce ciertas palabras; de noche, bajo la luna, brillan como nunca.[442] Como veis, hemos encontrado la puerta del oeste de Moria.

—¿Qué dice la escritura? —preguntó Frodo mientras trataba de descifrar la inscripción—. Pensé que conocía las letras élficas, pero éstas no las puedo leer, están muy entrelazadas.

—Éstas son palabras de la lengua élfica, no de una lengua ordinaria —dijo Gandalf—. Pero no dicen nada de gran importancia para nosotros. No revelan el conjuro que permite abrir la puerta, si eso es lo que estás pensando. Dicen sólo: Las Puertas de Durin, Señor de Moria. Decid amigos y entrad. Y más abajo, en caracteres pequeños y débiles está escrito: Narfi las hizo.[443] Celebrimbor de Acebeda grabó estos signos.

—¿Qué significa «decid amigos y entrad»? —preguntó Frodo.

Inscripción para la Puerta del Oeste de Moría

[558]

—Está bastante claro —dijo Gandalf—; si sois amigos, decís la contraseña, y la puerta se abre y podéis entrar. Algunas puertas de enanos se abren sólo en ocasiones especiales, o para algunas personas en particular; y a veces hay que recurrir a llaves y cerraduras aun cuando se den todas las demás condiciones. En los días de Durin estas puertas no eran secretas: estaban de ordinario abiertas y los guardias se sentaban aquí. Pero si estaban cerradas, cualquiera que conociese las palabras que las abrían podía decirlas y pasar.

—¿Las conoces entonces?

—¡No! —dijo Gandalf.

Los otros parecían consternados y desalentados; todos excepto Trotter, que conocía muy bien a Gandalf.

—¿De qué sirve entonces habernos traído a este lugar? —preguntó Boromir con furia.

—¿Y cómo entraste cuando exploraste las Minas, como dijiste hace poco? —preguntó Frodo.

—La respuesta a tu pregunta, Boromir —dijo el mago—, es que no sé… todavía. Pero pronto sabremos; y —añadió, con una chispa en los ojos bajo las cejas erizadas— puedes empezar a mostrarte descortés cuando hayamos comprobado que ha sido inútil, no antes. En cuanto a tu pregunta —dijo volviéndose bruscamente hacia Frodo—, la respuesta es obvia: no entré por aquí. Vine del este. Si deseas saberlo, te diré también que estas puertas se abren hacia afuera cuando se las empuja, pero nada puede abrirlas hacia adentro. Puedes abrirlas desde dentro empujándolas, o romperlas si tienes suficiente fuerza.

—¿Qué vas a hacer entonces? —preguntó Merry,[444] a quien no intimidaban las cejas erizadas del mago, con la íntima esperanza de que fuera imposible abrir las puertas.

—Voy a tratar de descubrir las palabras que las abren. Conocí en un tiempo todas las fórmulas mágicas y todos los conjuros que se usaron alguna vez para estos casos, en todas las lenguas de los elfos, los enanos o los trasgos. Aún recuerdo unas doscientas o trescientas sin necesidad de esforzarme mucho. Pero sólo se necesitarán unas pocas pruebas. Las palabras que abrían la puerta estaban en élfico, como la escritura; estoy seguro de eso por los signos que hay en la puerta, por los acebos, y por el uso que se les dio originalmente al camino y las puertas. [559]

Se acercó a la roca y tocó ligeramente con la vara la estrella de plata cercana al centro de los emblemas, sobre la corona. Dijo:

Annon porennin diragas-venwed
diragath-telwenporannin nithrad[445]

Las letras de plata se apagaron, pero la piedra gris y desnuda no se movió. Pronunció muchas fórmulas, una después de otra, pero nada ocurrió. Luego intentó con palabras sueltas que pronunciaba con voz perentoria, y al fin (pareciendo perder la paciencia) gritó ¡Édro édro! y luego ¡ábrete! en todas las lenguas que recordaba. Entonces se sentó en silencio.

Boromir sonreía abiertamente detrás de él.

—Parece que pronto necesitaremos a esos poneys —dijo en voz baja—. No tendríamos que habernos deshecho de ellos antes de que se abrieran las puertas.[446] —Gandalf pudo haberlo oído pero no hizo ni un solo gesto.

De pronto, en medio del silencio, Frodo oyó un roce y un chapoteo en el agua,[447] como los de la noche anterior, pero más apagados. Al volverse rápidamente vio ligeras ondas en la superficie del lago, y en ese mismo momento vio a lo lejos a Sam y Trotter [¿que iban?] cruzando la marisma ya de regreso. Las ondas parecían moverse hacia ellos.

—No me gusta este lugar —dijo Merry, que también había visto las ondas—. Ojalá pudiéramos regresar, o que Gandalf hiciera algo y pudiésemos continuar, si tenemos que hacerlo.

—Siento algo extraño —dijo Frodo lentamente—, terror ante las puertas o ante alguna otra cosa. Pero no pienso que Gandalf esté derrotado; creo que está haciendo un gran esfuerzo.

Al parecer Frodo tenía razón, porque el mago se incorporó de improviso, riendo.

—¡Lo tengo! —gritó—. ¡Claro, claro! ¡Es de una absurda simpleza cuando lo piensas!

Levantando la vara, se paró delante de la roca y dijo en voz clara:

¡Mellyn! (o ¡Meldir!)[448]

Las tres estrellas brillaron brevemente y se apagaron. En seguida, en silencio, se delineó una gran puerta, aunque hasta entonces no habían sido visibles ni las más delgadas grietas o junturas. [560] Empezó a abrirse lentamente hacia afuera, pulgada a pulgada, hasta que se apoyó contra la pared.[449] Detrás de la puerta se veía el pie de una escalera empinada que se internaba en la oscuridad. Todos se quedaron con los ojos muy abiertos maravillados.

—Después de todo, estaba equivocado —dijo Gandalf—. La palabra que abría la puerta estaba inscrita allí. Decid Amigos y entrad decía, y cuando pronuncié la palabra amigos en élfico, se abrió. ¡Muy simple! Y ahora podemos entrar.

Pero en ese momento Frodo sintió que algo lo tomaba por el tobillo y cayó. En ese mismo momento Sam y Trotter, que acababan de regresar, lanzaron un grito mientras corrían hacia arriba. Volviéndose súbitamente, los demás vieron un brazo largo, sinuoso como un tentáculo, que se asomaba por la orilla oscura del lago. Era de color verde grisáceo y húmedo: la extremidad provista de dedos había aferrado el pie de Frodo y estaba llevándolo hacia el agua.

Sam se le abalanzó con un cuchillo desenvainado y lo atacó a cuchilladas. Los dedos soltaron a Frodo y Sam lo arrastró alejándolo de la orilla; pero de inmediato las aguas del lago empezaron a ondular y hervir, y otros veinte brazos retorcidos se extendieron ondulantes hacia los viajeros, como si se los ordenara algo que alcanzaba a verlos desde las profundidades.

—¡Por la puerta! ¡Rápido! ¡Subid las escaleras! —gritó Gandalf, arrancándolos al horror que los había paralizado.

Apenas consiguieron hacerlo. Gandalf esperó a que todos entraran, y luego saltó detrás de Trotter, pero cuando estaba en el cuarto escalón los dedos reptantes del morador de la laguna llegaron al risco.[450]

Gandalf se detuvo. Pero si estaba discurriendo cómo cerrar la puerta, o qué palabra podría moverlas desde adentro, no fue necesario. Porque los brazos aferraron la puerta, y con una fuerza terrible la hicieron girar. La puerta se cerró detrás de ellos con un eco atronador; y se detuvieron consternados en la escalera al oír un ruido de crujidos y golpes que llegó sordamente desde fuera a través de las piedras. Gandalf corrió hacia la puerta y extendió… y dijo las palabras…;[451] pero aunque la puerta crujió con un sonido sordo no se movió.

—Temo que la puerta esté bloqueada a nuestras espaldas [561] —dijo—. Si no me equivoco, los árboles cayeron y están atravesados delante de la puerta, y han apilado peñascos contra ella. Lo lamento por los árboles; eran hermosos y viejos y habían …… tanto tiempo.[452] Y bien, lo único que podemos hacer ahora es avanzar, nada más.

—Me alegro mucho de haber puesto a salvo a esas pobres bestias —dijo Sam.

—Sentí que había algo horrible cerca —dijo Frodo—. ¿Qué era, Gandalf?

—No sabría decirlo —dijo Gandalf—, no alcancé a mirar los brazos. Pienso que todos pertenecen a una misma criatura, por cómo se movían; pero es todo lo que puedo decir. Algo que se ha… arrastrado, o ha sido sacado de las oscuras aguas subterráneas, supongo. Hay criaturas más antiguas y horribles que los trasgos en los lugares tenebrosos del mundo. —No dijo lo que pensaba con inquietud: que el Morador de la Laguna no había aferrado precisamente a Frodo por casualidad.[453]

Gandalf se adelantó e hizo brotar un débil resplandor de la vara para que no tropezaran con peligros invisibles en la oscuridad. Pero la ancha escalinata era segura y se conservaba bien. Había doscientos escalones, anchos y bajos; y en la cima vieron que el piso se extendía al nivel de sus pies.

—Comamos algo aquí en este rellano, ya que no encontraremos un comedor —dijo Frodo. Se había recobrado del terror del brazo que se había aferrado a él, y sentía mucha hambre. La propuesta fue bien acogida por todos. Después de comer, Gandalf le dio a cada uno un sorbo del cordial.

—No durará mucho más —dijo—, pero creo que lo necesitamos después de lo que ocurrió ante la puerta. Y a no ser que tengamos suerte, necesitaremos todo lo que queda antes de llegar al otro lado. ¡Tened cuidado también con el agua! Hay corrientes y manantiales en las Minas, pero no se los puede tocar. No tendremos oportunidad de llenar las botellas hasta que lleguemos a Dunruin.[454]

—¿Cuánto tiempo nos llevará? —preguntó Frodo.

—No lo sé —respondió Gandalf—. Depende. Pero yendo directamente (sin contratiempos ni extravíos) tardaremos por lo menos tres o cuatro jornadas. No puede haber menos de cuarenta millas entre las Puertas del Oeste y el Portal del Este en línea recta, [5602] y es posible que no encontremos los pasadizos más directos.

El descanso fue breve, porque todos deseaban terminar el viaje lo antes posible, y estaban dispuestos, a pesar de sentirse tan cansados, a seguir caminando varias horas más. No disponían de combustible ni de ningún material para preparar una antorcha, y se verían obligados a orientarse casi siempre en la oscuridad.[455] Gandalf iba al frente sosteniendo en la mano izquierda la vara, cuya luz pálida sólo alcanzaba a iluminar el piso ante él. En la mano derecha esgrimía la espada Glamdring, que llevaba consigo desde que la había descubierto en la guarida de los trolls.[456] Glamdring no despedía ni un solo destello, lo que les daba cierta tranquilidad, pues era una antigua espada élfica y brillaba con una luz fría si había trasgos cerca.

Gandalf los condujo primero por el pasadizo en el que se habían detenido. A medida que la luz de la vara iba iluminando tenuemente las oscuras aberturas, veían o adivinaban otros pasadizos y túneles, que subían, o bajaban bruscamente, o se perdían de improviso en curvas ocultas. Todo eso los hacía sentir muy confusos. Gandalf se guiaba más que nada por su sentido de la orientación, y cualquiera que lo hubiese acompañado en un viaje sabía que no lo perdía ni de día ni de noche, bajo o sobre la tierra: podía orientarse dentro del túnel con más facilidad que un trasgo, y corría menos peligro de extraviarse en un bosque que un hobbit, y le era más fácil que a los gatos de la Reina Beruthiel encontrar su camino en una noche tan oscura como el Pozo.[457] De no haber sido así, es muy posible que el grupo no hubiese podido avanzar una milla sin que le ocurriera algún desastre. Porque no sólo eran muchos los senderos posibles, en muchos sitios también había pozos a los lados del túnel, y fosas oscuras desde cuyas profundidades les llegaba el sonido de aguas borboteantes. Cuerdas deshiladas que colgaban de manivelas rotas pendían sobre sus cabezas. Había peligrosas grietas y fisuras en la roca, y a veces había grietas que se abrían delante de sus pies. Una de ellas era tan ancha que Gandalf casi se cayó dentro. Tenía cerca de diez pies de ancho, y al saltar Sam tropezó y se habría desplomado en la otra orilla si Frodo no le hubiera aferrado la mano y lo hubiese atraído hacia él [?bruscamente]. [563]

La marcha era lenta, y comenzó a parecerles interminable. La fatiga los abrumaba; y sin embargo no tenían el consuelo de poder detenerse en algún sitio. Frodo había recuperado el ánimo por un rato luego de haber escapado del monstruo del agua; pero ahora una profunda inquietud, que llegaba al miedo, lo invadía otra vez. Aunque le habían curado la herida del cuchillo en Rivendel, tal vez esa lúgubre aventura había tenido algunas consecuencias, y se le habían agudizado los sentidos; y de todos modos era él quien llevaba el Anillo colgando de una cadena sobre el pecho.[458] Estaba seguro de que el mal los esperaba allá delante, y que los seguía. Pero no dijo nada.

Los viajeros hablaban poco y nada más que en murmullos apresurados. Sólo se oía el sonido de las pisadas. Cuando se detenían un momento, no oían nada, excepto a veces el sonido sordo de un agua que se deslizaba o goteaba. Sólo Frodo comenzó a oír o a imaginar que oía alguna otra cosa: algo parecido al blando sonido de unos pasos. El sonido no era nunca bastante alto ni bastante próximo como para que él estuviera seguro de haberlo oído; pero una vez que empezaba ya no cesaba nunca, a menos que ellos se detuvieran. Y no era un eco, pues cuando se detenían (como hacían de vez en cuando) proseguía un rato, y luego se apagaba.

Eran alrededor de las 10 de la mañana cuando habían entrado en las Minas.[459] Habían caminado durante horas (con breves paradas) cuando Gandalf tropezó de pronto con la primera duda seria. Ante ellos se alzaba un arco amplio y oscuro que se abría en tres pasajes: todos iban en la misma dirección, hacia el este, pero el pasaje de la izquierda parecía bajar bruscamente, el de la derecha parecía subir, y el del medio parecía correr en línea recta (pero era muy angosto).

—¡No tengo ningún recuerdo de este sitio! —dijo Gandalf, titubeando bajo el arco. Sostuvo en alto la vara con la esperanza de encontrar alguna marca o inscripción que pudiera ayudarle. Pero no había ninguna.

—Estoy demasiado cansado para decidir —dijo, meneando la cabeza—; y supongo que todos vosotros estáis tan cansados como yo o más. Será mejor que nos detengamos aquí por lo que queda de la noche, si entendéis lo que digo. Como es natural, aquí siempre está oscuro, pero fuera supongo que ya ha caído la noche. [564] Hace por lo menos diez horas que nos alejamos de la puerta.[460]

Caminaron a tientas en la oscuridad, buscando un sitio donde pudieran descansar sintiéndose algo seguros. A la izquierda del gran arco había una abertura baja, y cuando la observaron más de cerca descubrieron que era una puerta de piedra a medio cerrar, pero un leve empujón la abrió fácilmente. Más allá parecía haber una o varias cámaras talladas en la roca.

—¡Tranquilos, tranquilos! —dijo Gandalf mientras Merry y Faramond se adelantaban, contentos de haber encontrado un sitio donde podían descansar sintiéndose algo amparados—. ¡Tranquilos! No sabéis lo que puede haber dentro. Iré primero.

Entró con cuidado y los otros lo siguieron.

—¡Mirad! —dijo, apuntando al centro del piso con la vara. Ante sus pies vieron un agujero redondo como la boca de un pozo. Cuerdas deshiladas colgaban del borde y bajaban al pozo negro; cerca había unos trozos de piedra.

—Uno de vosotros pudo haber caído aquí y aún no habría llegado al fondo —le dijo el mago a Merry—. ¡Fijaos dónde ponéis los pies!, ésta parece haber sido una especie de sala de guardia para vigilar estos pasajes —siguió diciendo—. Supongo que el agujero es un pozo, y sin duda alguna vez estuvo cubierto con una losa de piedra. Pero la losa está rota, y tenéis que tener cuidado para no caeros.

Sam[461] se sentía curiosamente atraído por el pozo; y mientras los otros preparaban camas con las mantas en los rincones oscuros de la sala, lo más lejos posible del pozo, se arrastró hasta el borde y se asomó. Un aire helado que parecía subir de las profundidades invisibles le pegó en la cara. Movido por un impulso repentino, tanteó alrededor buscando una piedra suelta, y la dejó caer.

Transcurrió casi un minuto antes que hubiera algún sonido; luego, muy abajo, como si la piedra hubiera caído en las aguas profundas de un lugar cavernoso, se oyó un pluf muy distante, pero amplificado y repetido en la roca ahuecada.

—¿Qué es eso? —gritó Gandalf. Se tranquilizó cuando Sam confesó lo que había hecho; pero estaba enfadado, y Sam pudo ver que los ojos le relampagueaban en la oscuridad—. ¡Estúpido! —gritó—. Éste es un viaje serio, no una excursión de estudiantes hobbits. [565] Tírate tú mismo la próxima vez, y no molestarás más. ¡Ahora quédate quieto!

Nada más se oyó durante algunos minutos; pero luego unos débiles golpes vinieron de las profundidades, se apagaron, y se oyeron ecos sordos, y después de un breve silencio se repitieron. Sonaban como extrañas señales de alguna especie. Pero al cabo de un rato se apagaron del todo y no se oyeron más.

—Quizá no tenga ninguna relación con la piedra —dijo Gandalf—, y tal vez no tenga ninguna relación con nosotros, pero puede ser cualquier cosa, por supuesto. No vuelvas a hacer nada parecido. Ojalá podamos descansar sin dificultades. Tú, Sam, puedes hacer la primera guardia. Y quédate cerca de la puerta, lejos del pozo —gruñó mientras se envolvía en una manta.

Sam se sentó miserablemente junto a la puerta en la cerrada oscuridad, pero no dejaba de volver la cabeza temiendo que alguna cosa desconocida saliera arrastrándose fuera del pozo. Hubiese querido cubrir el agujero, por lo menos con una manta; pero no se atrevía a acercarse, aunque Gandalf parecía roncar.

Gandalf en realidad estaba despierto, y quien roncaba era Boromir, que estaba a su lado. El mago estaba muy concentrado nuevamente tratando de recordar todos los detalles de su viaje anterior a las Minas, y tratando de decidir qué rumbo deberían tomar a continuación. Alrededor de una hora después se incorporó y fue hacia Sam.

—¡Envuélvete con una manta y duerme, mi muchacho! —dijo en un tono más amable—. Quieres dormir, supongo. Yo no puedo, de modo que bien puedo montar guardia.

»Ya sé lo que me ocurre —murmuró—. Necesito fumar; y creo que correré el riesgo.

Lo último que vio Sam antes de que el sueño se apoderara de él fue la figura del mago acuclillado, protegiendo una llama resplandeciente con las manos nudosas, entre las rodillas. La luz temblorosa mostró por un momento la nariz aguileña y las bocanadas de humo.

Fue Gandalf quien los despertó a todos. Había estado vigilando solo alrededor de seis horas, dejando que los otros descansaran. [566]

—Y mientras tanto tomé una decisión —dijo—. No me gusta la idea del camino del medio, y no me gusta el olor del camino de la izquierda: el aire está viciado allí, o no soy un guía. Tomaré el pasaje de la derecha; es hora de que volvamos a subir.

Durante ocho horas oscuras, sin contar dos breves paradas, continuaron marchando, y no encontraron ningún peligro, y no oyeron nada y no vieron nada excepto el débil resplandor de la luz del mago, bailando ante ellos como un fuego fatuo. El pasaje que habían elegido llevaba regularmente hacia arriba, describiendo, por lo que alcanzaban a ver, grandes curvas y haciéndose cada vez más ancho. No había a los lados aberturas de otras galerías o túneles, y aunque el suelo era accidentado en muchos sitios, era firme y sin pozos o grietas. Avanzaron más rápido que el día anterior, y posiblemente caminaron veinte millas o más, quizá unas quince millas medidas en línea recta hacia el este. A medida que subían, el ánimo de Frodo mejoraba un poco; pero se sentía aún oprimido, y aún oía a veces, o creía oír, detrás de ellos y a través del sonido de sus pasos, pisadas que venían siguiéndolos y que no eran un eco.

Habían marchado casi hasta los límites de las fuerzas de los hobbits sin descansar ni dormir, y estaban todos pensando en un lugar donde pudieran detenerse durante la noche, cuando de pronto las paredes de la derecha y la izquierda desaparecieron. Se detuvieron. Gandalf parecía complacido.

—Pienso que hemos llegado a las partes habitables —dijo—, y no estamos lejos del lado este. Siento que el aire ha cambiado, y sospecho que estamos en una sala amplia. Me arriesgaré a tener un poco de luz.[462]

Alzó la vara y por un breve instante brilló como un relámpago. Unas grandes sombras se levantaron y huyeron, y por un segundo o dos vieron un vasto cielo raso sobre sus cabezas. A los lados se extendía una amplia sala vacía con paredes rectas y agrietadas. Vieron cuatro entradas: oscuros arcos en las paredes; uno en el oeste, el que habían atravesado, uno ante ellos en el este, y otros dos a los lados. Luego la luz se apagó.

—No me atrevería a nada más por el momento —dijo el mago—. Antes había grandes ventanas en los flancos de la montaña, y túneles que llevaban hacia la luz en las partes superiores de las minas. Creo que hemos llegado ahí. Pero ya es de noche, [567] y no podremos saberlo hasta mañana. Si no me equivoco, mañana quizá veamos apuntar el amanecer. Pero mientras tanto será mejor no ir más lejos sin explorar el camino. Aún tenemos un largo trayecto por delante; los Portales del Este están mucho más abajo, y el camino es largo. Descansemos, si es posible.

Pasaron aquella noche en la gran sala vacía, apretados en un rincón para escapar a la corriente de aire; un viento frío e incesante parecía entrar por el arco del este. Los hobbits se sentían consternados ante la vastedad y la inmensidad de los túneles y las excavaciones.[463]

—Tiene que haber habido aquí una numerosa tribu de enanos en otra época —dijo Sam—, y todos más atareados que tejones durante cien años para hacer todo esto; y la mayor parte es roca dura. ¿Para qué lo hicieron? Seguramente no vivían en estos agujeros oscuros.

—No vivieron aquí durante mucho tiempo —dijo Gandalf—,[464] aunque los mineros solían pasar largas temporadas bajo la tierra, creo. Encontraron metales preciosos, y joyas; grandes cantidades en los primeros días. Pero las minas eran famosas especialmente por un metal que sólo se encontraba aquí: plata de Moria, o plata auténtica como algunos la llaman. Los Elfos la llaman Ithil,[465] y la estiman aún más que el oro.[466] Es casi tan pesada como el plomo, y maleable como el cobre, pero los enanos poseían un secreto que les permitía hacerla tan resistente como el acero. En todo, salvo en belleza, es superior a la plata común, e incluso el acero se le iguala. En su época los señores enanos de Uruktharbun[467] tenían más riquezas que cualquier Rey de los Hombres.

Nosotros no hemos visto nada de plata desde que entramos —gruñó Sam—, ni joyas. Tampoco hemos visto a ningún enano.

—Ni creo que los veamos hasta llegar más arriba,[468] cerca de las entradas orientales —dijo Gandalf.

—Espero que lleguemos a ver enanos al fin —dijo Frodo—. Daría muchas cosas con tal de ver al viejo Balin. Bilbo lo apreciaba mucho y le encantaría recibir noticias de él. Una vez lo visitó en Hobbiton, hace mucho tiempo, pero eso fue antes de que yo me fuera a vivir allí.

Pero esas palabras hicieron que sus pensamientos se alejaran de esa oscuridad; y se agolparon en su memoria [?muchos] [568] recuerdos de Bolsón Cerrado cuando Bilbo aún estaba allí. Deseó de todo corazón estar de vuelta, segando la hierba, o paseando entre las flores, y no haber oído jamás hablar del Anillo.[469] Ahora le tocaba a él montar guardia. Mientras caía el silencio y uno a uno los otros iban durmiéndose, un extraño temor se apoderó de él una vez más. Pero aunque no dejó de prestar atención durante esas horas lentas hasta que lo relevaron, se tranquilizó al no oír ningún sonido de pasos. Sólo una vez creyó ver a lo lejos, donde suponía que se alzaba el arco occidental, dos pálidos puntos de luz, casi como ojos luminosos. Se sobresaltó. «Poco faltó para que me quedara dormido», pensó. «Ya empezaba a soñar.» Se frotó los ojos y se incorporó, y se quedó de pie espiando la oscuridad, hasta que Merry lo relevó. Poco después se quedó dormido, pero al cabo de un rato tuvo la impresión de que oía murmullos en medio del sueño, y vio dos pálidos puntos de luz que se le acercaban. Despertó, y vio que los otros estaban hablando en voz baja cerca de él, y que una luz débil le caía en la cara. Muy arriba, sobre el arco oriental, un rayo de luz asomaba en una abertura, cerca del techo. Y en el otro extremo de la sala la luz resplandecía también débil y distante entrando por el arco del norte.

Frodo se sentó.

—¡Buen día! —dijo Gandalf—. Pues al fin es de día. No me equivoqué. Antes de que termine la jornada llegaremos al Portal del Este y veremos ante nosotros las aguas del Helevorn en el Valle del Arroyo Sombrío.[470]

Sin embargo, el mago tenía ciertas dudas sobre el lugar exacto dónde se encontraban; podían estar muy lejos de las Puertas, hacia el norte o el sur. El arco oriental tal vez era la salida más adecuada, y la corriente de viento que lo atravesaba parecía indicar que poco más adelante había un pasaje que llevaba al exterior; pero más allá de la entrada la oscuridad era total.

—Si pudiera ver lo que hay al otro lado de estas aberturas —dijo—, sabría lo que debemos hacer. Podemos retroceder y avanzar eternamente, y no encontrar el camino. Será mejor que exploremos un poco antes de echar a andar. Y ante todo vayamos hacia la luz.

Pasaron bajo el arco del norte y comenzaron a bajar por un [569] ancho corredor y a medida que avanzaban el resplandor iba aumentando. Después de una vuelta brusca vieron una puerta grande a la derecha. Estaba entreabierta, y del otro lado había una cámara grande y cuadrada. Estaba apenas iluminada, pero a sus ojos, luego de haber pasado tanto tiempo en la oscuridad, parecía casi deslumbrante, y todos parpadearon al entrar. Agitaron la espesa capa de polvo que cubría el suelo y avanzaron con dificultad entre las cosas tiradas al otro lado del portal, cuyas formas no pudieron reconocer al principio.

Vieron entonces que la cámara estaba iluminada por una abertura amplia y alta en la pared más alejada; la atravesaba oblicuamente, y lejos y arriba podía verse un cuadradito de cielo en su extremo. La luz caía directamente sobre una mesa en medio de la cámara, una piedra cuadrada de unos tres pies de alto sobre la que habían puesto una ancha losa de piedra blanca.

—¡Parece una tumba! —[murmuró >] pensó Frodo, y se inclinó hacia adelante para mirarla más de cerca, sintiendo un raro presentimiento. Gandalf se le acercó deprisa. Sobre la losa había una runas grabadas profundamente:[471]

BALIN HIJO DE BURIN SEÑOR DE MORIA

Gandalf y Frodo se miraron.

—Está muerto entonces. Temía que fuera así —dijo Frodo.

Aunque el esbozo del relato del cruce de Moria continúa mucho más allá de este punto (pág. 548), aquí se interrumpió el primer borrador de la narración. Mi padre escribió a lápiz algunas notas casi ilegibles en el resto de la página en blanco, y años más tarde (cuando, como supongo, la página se separó del resto del capítulo; véase la nota 471), las descifró de la siguiente manera:

Balin hijo de Burin fue sustituido por Balin hijo de Fundin, como en El hobbit (véase la pág. 549).

Al final de la narración escrita con tinta dice, al igual que en la CA: «Gimli se echó la capucha sobre la cara».

«Runas de ?Enanos»

«(ellos) miran en torno y ven espadas rotas y ?hojas de hachas y cascos hendidos» [570]

«El libro ?desgarrado tiene manchas de sangre y está tirado en un rincón. Sólo se puede leer parte de lo escrito. Balin fue muerto en ?refriega en el Valle del Arroyo Sombrío. Se han apoderado de las puertas, se acercan»

Al dorso de la página hay un primer esquema escrito de prisa de una «Página del Libro de Balin» (véase la nota 471).

Es posible que mi padre considerara en esa época que no había llegado al final de un capítulo, y que tuviera intenciones de continuar con el relato; pero, por lo que él mismo dice en el Prefacio de la segunda edición (1966), en la que relata algunos recuerdos de las distintas etapas de escritura del libro, sabemos que dejó de escribir por una larga temporada precisamente en este punto. En el Prefacio dice que a fines de 1939 «el relato no había alcanzado aún el fin del Libro I» (y no cabe duda de que no se refería al volumen I de El Señor de los Anillos, sino al Libro primero de la CA); y que

A pesar de la oscuridad de los próximos cinco años descubrí que ahora la historia no podía ser abandonada por completo, y continué adelante, principalmente de noche, hasta que llegué a la tumba de Balin en Moria. Allí me detuve un largo rato. Pasó casi un año antes que retomara la historia, y a fines de 1941 llegué a Lothlórien y el Río Grande.

Esto sólo puede significar que el relato se interrumpió en Moria a fines de 1940.

Parece imposible hacer concordar estas fechas con las demás evidencias de que disponemos sobre la materia. A mi juicio, es muy probable, y prácticamente indudable, que estos últimos capítulos, que abarcan todo el relato desde Rivendel a Moria, hayan sido escritos a fines de 1939; y en realidad mi mismo padre, en una carta a Stanley Unwin fechada el 19 de diciembre de 1939, afirmó que «nunca he dejado del todo de trabajar» en El Señor de los Anillos y que éste «Ha llegado al capítulo XVI» (Cartas n.º 37). Lamentablemente, la numeración de los capítulos correspondiente a esa etapa es tan errática que es muy difícil sacar conclusiones en base a la información que ofrecen; pero cuando se observa que en el manuscrito original de «El Concilio de Elrond» se anotó a lápiz el número «XV», y que el capítulo en el que posteriormente se escribió la continuación del relato desde el punto en que termina el presente texto —titulado originalmente «Las Minas de Moria (ii)» y más adelante «El Puente de Khazad-dûm»— lleva el número «XVII», es probable que en su carta de diciembre de 1939 mi padre se refiriera a «Las Minas de Moria». En todo caso, [571] cualquiera que sea el cálculo que se haga, el «capítulo XVI» no podría formar parte del Libro primero de la CA. Por lo tanto, tengo la certeza de que —más de un cuarto de siglo después— mi padre se equivocó con respecto al año. Pero es indudable que no podría haberse equivocado al decir que se había «detenido largo tiempo ante la tumba de Balin en Moría». De todos modos, la evidencia interna permite pensar que la «oleada» de composición en la que se escribió el relato que comprende desde el Concilio de Elrond hasta la aparición de la cámara donde se encontraba la tumba de Balin terminó en este punto. Todos los textos posteriores se basan en una versión más elaborada del Concilio y en otra composición de la Compañía del Anillo.

Este relato también se interrumpe aquí. Pero antes de terminar, aún queda un esbozo escrito en un trozo de papel, en la misma página aislada que contiene los esquemas preliminares del descenso desde el Paso Rojo (pág. 534, nota 391) y el conjuro que permitía abrir la Puerta del Oeste de Moría (pág. 550). En realidad, es la continuación del «Esquema del capítulo sobre Moría» presentado en las págs. 547-549, que termina con las palabras: «Los persiguen. Luego viene la desaparición de Gandalf». Es un texto borroso, escrito de prisa a lápiz y su lectura es extremadamente difícil.

Después de huir de la Tumba de Balin, los persiguen trasgos y un J[inete] N[egro] [escrito encima: un Balrog]; llegan a un angosto puente de piedra que cruza un abismo.

Gandalf retrocede y contiene al [?enemigo], cruzan el puente pero el J[inete] N[egro] salta hacia adelante y lucha con Gandalf. El puente cruje bajo sus pies y lo último que ven es que Gandalf cae al pozo con el J[inete] N[egro]. Una llamarada y una luz azul se elevan desde el abismo.

Dolor del grupo. Trotter los guía ahora.

(Por supuesto, Gandalf debe reaparecer más adelante; probablemente no haya caído a un lugar tan profundo como parecía. Gandalf empuja al Balrog delante de él y así …… y siguiendo el arroyo subterráneo por el abismo al fin encuentra una salida; pero no reaparece sino después de que los otros han tenido muchas aventuras; en realidad hasta que están en [?límites] de Mordor y el Rey de Ond está siendo derrotado en una batalla.)

Esto parece demostrar claramente que antes de escribir el pasaje sobre la caída de Gandalf desde el Puente de Khazad-dûm, mi padre estaba decidido a que reapareciera.