XX
TERCERA ETAPA (2):
BAJO LA ENSEÑA DEL PONEY PISADOR

[412]

Con el capítulo IX, titulado ahora «Bajo la enseña del Poney Pisador» la narración correspondiente a esta etapa evolucionó notablemente pero ésta no la aproximó en absoluto al relato definitivo presentado en la CA. Antes de tratar este tema, debemos considerar un curioso elemento del inicio del capítulo.

El comienzo se aparta notablemente de las versiones anteriores (págs. 170-171): se modificó la descripción inicial de Bree como una villa habitada por Hombres pero en la que «había hobbits dispersos», de modo que Bree pasó a estar habitada exclusivamente por hobbits, y el señor Mantecona también era un hobbit. Sin embargo, en una nota posterior (pág. 282) mi padre decía que «las gentes de Bree no deben ser hobbits». En esta etapa mi padre solucionó el problema al retomar, en términos generales, la idea original: Bree estaba habitada por Hombres y por Hobbits. Pero le fue difícil escribir un pasaje inicial que le satisficiera, y escribió versión tras versión que luego abandonaba para reemplazarla por la siguiente. Todos estos borradores son muy similares y sólo difieren con respecto a la ordenación del material y la inclusión u omisión de ciertos detalles; sin lugar a dudas, todos fueron escritos en la misma época y no es necesario analizarlos minuciosamente, excepto en relación con un elemento. En todos los borradores aparece el pasaje de la CA (pág. 210) en el que se habla del origen de los Hombres de Bree —en uno de ellos se añade que eran «descendientes de los hijos de Bëor»— y del regreso de los Reyes de los Hombres a través de las Grandes Aguas.[321] Al igual que en la CA, el pasaje siguiente está dedicado a los Montaraces, y es prácticamente igual en todos los borradores:

Ningún otro grupo de Hombres se había afincado tan al oeste, ni a menos de cien leguas de la Comarca. Es decir, ningún pueblo sedentario; porque había Montaraces, nómadas misteriosos muy respetados (y un tanto temidos) por los Hombres de Bree, porque se decía que eran los últimos vestigios del noble pueblo de allende las Aguas. Pero había pocos Montaraces y rara vez se los veía, e iban de un lado a otro por las tierras salvajes del este, aun hasta las Montañas Nubladas. [413]

Lo curioso es que en la versión del pasaje inicial que se conservó la descripción de los Montaraces es muy diferente y no comienza después de «En aquellos días ningún otro grupo de Hombres se había afincado tan al oeste, ni a menos de cien leguas de la Comarca», sino más adelante (después de «Era opinión común que había sangre de Bree en los Brandigamo», CA pág. 212). En esta versión dice:

En las tierras salvajes al este de Bree había unas pocas gentes que iban de un lado a otro (hombres y hobbits). Las gentes de las tierras de Bree los llamaban Montaraces. Algunos de ellos eran bien conocidos en Bree, donde aparecían con mucha frecuencia, y eran bien recibidos porque traían noticias y contaban extrañas historias.

Más adelante en el capítulo, Mantecona responde la pregunta de Frodo sobre Trotter diciéndole lo siguiente:

No lo sé muy bien. Es uno de esos que van de un lado a otro. Montaraces, los llamamos. No es un Montaraz en realidad, si usted entiende lo que quiero decir, aunque actúa como si lo fuera. Parece ser un hobbit de alguna clase. Ha estado viniendo a menudo en los últimos doce meses, especialmente desde la última primavera; pero rara vez habla.

En la versión original (pág. 177) Mantecona dice en este punto: «¡Ah!, es de las gentes salvajes; montaraces los llamamos». Y en el texto escrito en la tercera etapa Gandalf aún le dice a Frodo en su carta, al igual que en la versión antigua, que Trotter es «un Montaraz… un hobbit moreno y delgado que usa zapatos de madera» (pág. 437).

Compárense estas citas con la nota 6 de Dudas y cambios (pág. 282): «Quizá sea preferible que los Montaraces no sean hobbits».

Es difícil interpretar esto. En la tercera etapa se nos dice (en los borradores) que los Montaraces son «los últimos vestigios del noble pueblo de allende las Aguas»; y también que los Montaraces son hombres y hobbits, que un hobbit en particular es un Montaraz (como afirma Gandalf) y que el mismo hobbit «no es un Montaraz en realidad, aunque actúa como si lo fuera» (como afirma Mantecona). La explicación más simple sería suponer que en los borradores mi Padre había contemplado la posibilidad de que los Montaraces descendieran de los Númenóreanos, pero que dejó a un lado esa idea cuando escribió el texto del capítulo y la continuación de la narración [414] (véase también la pág. 487). Cualquiera que sea la explicación, es evidente que la concepción de la naturaleza definitiva de los Montaraces presentó dificultades en un comienzo; y, como ocurrió en muchos casos, incluso cuando ya había surgido la idea de que los Montaraces fuesen los últimos descendientes de los exiliados Númenóreanos y por lo tanto, por decirlo de alguna manera, ya se había preparado el lugar que ocuparía Trotter, no lo ocupó de inmediato.

En esta etapa reaparece la villa de Entibo (véase la pág. 170), al otro lado de la colina; y Combe está «en un valle profundo un poco más al este», Archet está «en los límites del Bosque de Chet», todo esto al igual que en la CA, pág. 210. Se dice por primera vez que Bree está junto a un antiguo cruce de los dos caminos, el Camino del Este y el Camino Verde, que iba hacia el norte y el sur. En el único borrador del episodio inicial que es idéntico a la narración definitiva, los hobbits

dejaron atrás una o dos casas apartadas antes de llegar a la posada, y Sam y Folco las miraron sorprendidos. Sam sintió una profunda desconfianza, y se preguntó si sería prudente pedir alojamiento en un lugar tan ridículo.

—¡Imagínense tener que subir por una escalera para acostarse! —dijo—. ¿Por qué lo hacen? No son pájaros.

—Es más fresco —dijo Frodo—, y también es más protegido en las regiones bárbaras. Por lo que veo, Bree no está rodeada por una valla.

Mi padre se detuvo en este punto, probablemente cuando decidió que eso era inverosímil. En el texto final del capítulo aparecen el foso, la cerca y la puerta de trancas.

Frodo y sus compañeros llegaron al fin al cruce del Camino Verde y se acercaron a la villa. Encontraron que estaba rodeada por un profundo foso con una cerca y una valla que se alzaban en la otra orilla. El Camino lo cruzaba, pero una enorme puerta de maderos sueltos apoyados en gruesas estacas clavadas a ambos lados bloqueaba el paso (tenían la costumbre de cerrarla al caer la noche).

En la pág. 417 se reproduce el boceto de un pequeño mapa que muy probablemente fue hecho en esta época. Junto a la línea que señala los límites de Bree se escribió «foso & v» (valla). (En la pág. 221, nota 148, se menciona un boceto muy simple de Bree.)

El texto continúa: [415]

Había una casa del otro lado de la barrera, y un hombre estaba sentado junto a la puerta. Se incorporó de un salto y tomó una linterna, y los miró por encima de la puerta de trancas, sorprendido.

—Buscamos la posada que hay aquí —dijo Frodo respondiendo sus preguntas—. Vamos hacia el este, y no podemos ir más lejos esta noche.

—¡Hobbits! —dijo el hombre—. Y lo que es más, hobbits de la Comarca, según parece por el acento. Esto es extraordinario: ¡gentes de la Comarca que viajan de noche y van hacia el este!

Quitó lentamente los maderos y los dejó pasar.

—Y es más extraño aún —siguió diciendo—, porque en los últimos días he visto pasar a más de un viajero que iba hacia el este, y que preguntaba por un grupo de cuatro hobbits montados en poneys. Pero me reí de ellos y les dije que nunca había aparecido por aquí ningún grupo como ése y que probablemente nunca aparecería. ¡Y helo aquí! Pero si van donde el viejo Mantecona, estoy seguro de que serán bien recibidos, y tal vez oirán más noticias de sus amigos.

Le desearon buenas noches; pero Frodo no hizo ningún comentario sobre lo que había dicho el hombre, aunque a la luz de la linterna alcanzaba a ver que los miraba con curiosidad. Le alegró oír el golpe de los maderos cuando la puerta se cerró detrás de ellos mientras avanzaban. Por lo menos un Jinete Negro se les había adelantado, o eso le hacía suponer lo que había dicho el hombre, pero era muy posible que aún hubiera otros detrás de ellos. ¿Y Gandalf? ¿Había pasado también por allí, tratando de darles alcance mientras ellos se demoraban en el Bosque y las Quebradas?

Los hobbits subieron por una pendiente suave, dejaron atrás unas pocas casas apartadas, y se detuvieron ante la posada. …

La descripción del asombro de Sam ante las altas casas, de la estructura de la posada y de su llegada es prácticamente idéntica a la que aparece en la CA, págs. 214-215; y Barnabás Mantecona ahora no es un hobbit, sino un hombre. Pero se conservó el pasaje de la versión original en el que Bingo (Frodo) menciona la recomendación de Tom Bombadil cuando llegan a El Poney Pisador y gracias a eso el posadero lo recibe amablemente (pág. 173). En este texto Frodo dice [416] los nombres verdaderos de sus compañeros, pero él se presenta como «el señor Colina de Allá Lejos» (véanse las págs. 350, 404). La respuesta de Mantecona es muy similar a la que aparecía en la antigua versión (pág. 173), pero los comentarios que antes hacía sobre los Tuk se aplican ahora a los Brandigamo, y no los hace refiriéndose en general a las gentes de la Comarca porque Merry ha sido presentado como el señor Brandigamo; y ahora se refiere a los extranjeros que habían llegado por el Camino Verde la noche anterior. Se conservó el pasaje sobre el dinero que tenían (véanse la pág. 175 y la nota 120), aunque su situación no es tan desesperada («Frodo había traído algo de dinero, claro está, todo el dinero que era prudente o conveniente traer; pero no podrían quedarse indefinidamente en buenas posadas»).

A partir de «El posadero se entretuvo allí unos momentos, y luego se dispuso[322] a dejarlos solos», hay un largo fragmento en que el nuevo capítulo presenta la forma definitiva, con la excepción de algunas diferencias de menor importancia y en gran parte con las mismas palabras. Los que están reunidos en el salón común de la posada (incluidos los extranjeros del sur, que los miraban «con curiosidad») son los mismos que aparecen en la CA (y se mencionan los nombres botánicos de los Hombres de Bree, véanse la pág. 176 y la nota 121); pero «[Frodo] advirtió que entre los presentes se encontraba el guardián de la puerta, y se preguntó vagamente si esa noche no estaba de guardia». El sujeto «bizco, poco agraciado» que en la CA pronosticaba que «en el futuro cercano más y más gente se dirigiría al norte» en este texto es simplemente «uno de los viajeros» que habían llegado por el Camino Verde. Como es natural, Folco Tuk se ha convertido en el «ridículo joven Tuk»; pero aún no relata cómo se había venido abajo el techo de la alcaldía de Cavada Grande. Frodo «oyó que alguien preguntaba dónde vivían los Colina y dónde estaba Allá Lejos; y deseó que Sam y Folco tuviesen cuidado».

Como se indicó anteriormente, Trotter sigue siendo un hobbit;[323] y su descripción es muy similar a la presentada en la versión original (págs. 176-177) e incluso se mencionan los zapatos de madera; cuando se estaba escribiendo el texto se sustituyó la pipa «rota» por una «pipa de caño corto» y Trotter tenía «un enorme tazón (grande incluso para un hombre)» delante de él. En la primera conversación entre Frodo y Trotter, y en todo el texto hasta el final del capítulo 9 de la CA, este texto pasa a ser casi idéntico a la versión definitiva (cuya última parte, en todo caso, ya se había desarrollado prácticamente en su totalidad en la versión original; véase la pág. 180). Se dice que Frodo sentía que la sugerencia de ponerse el Anillo «le venía desde afuera, de alguien o algo en la habitación». En un comienzo mi padre escribió [418] simplemente que el «individuo de tez oscura» (Bill Helechal)[324] «se escurrió fuera del salón seguido por uno de los sureños; era un par poco agraciado» pero, al parecer poco después de escribir el manuscrito, sustituyó el pasaje por lo siguiente:

Mapa de Bree

Casi en seguida el hombre se escurrió fuera del salón, seguido por Harry, el guardián de la puerta, y por uno de los sureños; los tres habían pasado gran parte de la noche hablando juntos en voz baja. Por un instante, se preguntó si el Anillo no le había jugado una mala pasada o si había obedecido órdenes venidas de otra persona. No le gustaba el aspecto de los tres hombres que habían salido, menos aún el aspecto del sureño bizco [de mirada sombría >].

En este texto ya se había dicho que el guardián de la puerta estaba en la posada; este comentario no aparece en la CA, aunque se dice que salía detrás de los otros dos. En esta etapa surge la versión definitiva de El gato y el violín.

Para facilitar la presentación, en la versión original dividí el texto donde termina el capítulo 9 de la CA, aunque en el manuscrito no hay ninguna división. La versión que se presenta aquí también continúa sin interrupción, y en este caso es preferible considerar el antiguo capítulo como un todo.

La continuación del relato es muy similar a la versión original (págs. 189-190) hasta el punto en que Trotter le cuenta a Bingo que escuchó indiscretamente una conversación en el Camino. En el texto original Trotter había oído a Gandalf, los Enanos y los Elfos (que regresaban de Hobbiton después de la «reunión muy esperada» de Bingo Bolger-Bolsón y de su desaparición) hablar de Bingo y sus compañeros que, por lo que suponían, venían detrás de ellos en el Camino; eso ocurría el domingo 25 de septiembre en la mañana (pág. 204). En la presente versión se introduce aquí un importante cambio en la estructura de la narración que, sin embargo, no afecta en absoluto el relato que aparece en la CA, en el que Trancos oye hablar a los hobbits con Bombadil cuando se despide de ellos en el Camino del Este (y oye decir a Frodo que no dirá que se llama Bolsón, sino Sotomonte).

Es posible que este nuevo relato, en el que aparecen por primera vez las nuevas aventuras de Odo Bolger en una narración estructurada, haya surgido cuando mi padre llegó a este capítulo mientras escribía los manuscritos de la tercera etapa, y que en ese período haya escrito a lápiz las notas en las que decía que Odo se iba de Cricava con [419] Gandalf[325] después de que los Jinetes Negros huían atropelladamente (véase la pág. 408); por ese motivo mi padre se refirió a «IX. 22» en la nota escrita en el segundo texto sobre el ataque a Cricava. IX. 22 es la página del manuscrito del presente capítulo en la que se menciona que Trotter había escuchado indiscretamente a Gandalf y a Odo en el Camino del Este.

Como se observará, se utiliza la versión «A» del relato original; véanse las págs. 189 y 218 nota 128.

Se repite el comienzo de este fragmento del relato, las dos versiones parecen haber sido escritas en la misma época, y no se tachó ninguna de las dos; pero se eligió la segunda versión que se presenta aquí. En una de ellas dice:

… estaba detrás de una cerca cuando un hombre que venía a caballo se detuvo en el Camino, no lejos de Bree hacia el [oeste de Bree > (cuando se estaba escribiendo el texto)] este de Bree. Me sorprendió ver que un hobbit iba detrás de él en el mismo caballo. Desmontaron para comer algo, y empezaron a hablar. Ahora bien, lo curioso es que hablaban de un tal Frodo Bolsón y sus tres compañeros. Deduje que esos cuatro extraños sujetos eran hobbits que se habían marchado precipitadamente de la Comarca (por la puerta de atrás, como podría decirse) el lunes pasado, y que debían estar en algún punto del Camino. Los viajeros estaban muy preocupados por el señor Bolsón, y se preguntaban si estaría o no en el Camino, delante o detrás de ellos. Querían encontrarlo y prevenirle.

»Debo decir que en realidad Gandalf se mostró algo imprudente —era Gandalf, sin duda; usted estará de acuerdo conmigo en que es inconfundible—, al haberse puesto a hablar así al lado del Camino. Pero hablaba en voz baja, y yo estaba muy cerca. Eso sucedió ayer a mediodía, el miércoles.

En la otra versión dice:

… Me había ocultado detrás de una cerca, junto al Camino, no lejos de Bree hacia el oeste, tratando de ponerme a cubierto porque llovía, cuando un hombre que venía a caballo se detuvo cerca de mí. Me sorprendió ver que un hobbit iba con él en el mismo caballo. Desmontaron para descansar, y para comer algo, y empezaron a hablar. En caso de que le interese saberlo, [420] le diré que hablaban de un tal Frodo Bolsón y sus tres compañeros. Deduje que eran cuatro hobbits que habían salido precipitadamente de la Comarca el día anterior. El jinete quería darles alcance, pero no estaba seguro si estaban en el Camino o no delante o detrás. Parecía muy preocupado, pero esperaba encontrarlos en Bree. Me pareció muy extraño, porque es poco común que los planes de Gandalf fracasen.

Frodo se estremeció al oír el nombre, y Trotter sonrió.

—¡Sí, Gandalf! —dijo—. Sé qué aspecto tiene y usted estará de acuerdo conmigo en que basta con verlo una vez para que sea inolvidable. Hablaba en voz muy baja, pero no sabía que el viejo Trotter estaba tan cerca. Eso sucedió el martes de tarde, cuando empezaba a anochecer.

Los hobbits salían de Cricava el lunes 26 de septiembre temprano de mañana y llegaban a Bree al caer la noche del jueves 29 de septiembre (pág. 204). En la primera de estas variantes Trotter ve a Gandalf y a Odo en el camino, al este de Bree, el día miércoles, es decir, después de su paso por la villa; en la segunda variante los ve un día antes, el martes en la noche, antes que llegaran a Bree. Por lo tanto, en el pasaje que se presenta a continuación, Frodo calcula que Gandalf había llegado a Cricava «el lunes, después de que ellos se habían ido», puesto que Bree estaba a una jornada a caballo del Puente del Brandivino. La lluvia que había llevado a Trotter a buscar cobijo el día martes era la lluvia que caía el segundo día que los hobbits pasaban en casa de Tom Bombadil. El texto continúa:

Y entonces aparecen un hobbit y tres amigos que vienen de la Comarca, y aunque dice llamarse Colina, los amigos lo llaman Frodo y todos parecen saber mucho de las andanzas de Gandalf y de los Bolsón de Hobbiton. Soy capaz de atar cabos, cuando es tan fácil hacerlo. Pero no se preocupe; no le diré a nadie a qué conclusión he llegado. Tal vez el señor Bolsón tenga un buen motivo para cambiar de nombre. En ese caso le aconsejaré recordar que hay otros además de Trotter que pueden hacer conjeturas tan fáciles como ésa… y que no todos son dignos de confianza.

—Le estoy agradecido —dijo Frodo, sintiéndose muy aliviado. En todo caso, ésas eran noticias de Gandalf; y también de Odo, al parecer. Seguramente Gandalf había aparecido en Cricava el [421] lunes, después de que ellos se habían ido. Pero Frodo seguía sospechando de Trotter, y estaba decidido a aparentar que el asunto no tenía mayor importancia—. No he cambiado de nombre, como usted dice —le dijo con dureza—. En la posada dije que me llamaba Colina simplemente para evitar preguntas inútiles. El señor Mantecona ya tiene bastante que decir. No sé cómo podrían adivinar mi verdadero nombre por lo que ha ocurrido, a menos que sean capaces de escuchar indiscretamente como usted. Y tampoco veo por qué mi nombre ha de interesarle a nadie en Bree, ni tampoco a usted.

Trotter se rió de él.

—¿No lo sabe? —le preguntó en tono sombrío—. Pero en Bree también saben escuchar indiscretamente, como dice usted. Y, además, no le he dicho todo acerca de mí.

En ese momento un golpe en la puerta lo interrumpió. El señor Mantecona había traído una bandeja de velas, y detrás venía Nob con jarras de agua caliente.

—He venido a desearles buenas noches —dijo el posadero, dejando las velas en la mesa—, ¡Nob! ¡Lleva el agua a los cuartos!

Entró y cerró la puerta.

—El asunto es así, señor Colina —comenzó a decir—. Me han pedido varias veces que estuviese pendiente de un grupo de cuatro hobbits con cinco poneys. ¡Hola, Trotter! ¿Estás aquí?

—No se preocupe —dijo Frodo—. Puede decir lo que quiera. Trotter está aquí con mi consentimiento.

Trotter sonrió.

—Bueno —empezó a decir el señor Mantecona otra vez—, el asunto es así: hace un par de días, sí, el martes de noche, ya tarde, cuando iba a cerrar la puerta oí que alguien tocaba la campanilla en el jardín. ¿Y quién cree usted que estaba ante la puerta? El mismísimo viejo Gandalf, si sabe a quién me refiero. Estaba empapado; había estado diluviando todo el día. Venía con un hobbit, y un caballo blanco; la pobre bestia estaba muy cansada, porque parecía que los había cargado a los dos por un largo trecho. «¡Cielos, Gandalf!», le dije. «¿Qué andas haciendo con este tiempo y a esta hora de la noche? ¿Y quién es tu amiguito?» Pero él me hizo un guiño, y no me respondió. «¡Algo caliente para beber y camas bien abrigadas!» gruñó, y subió tambaleándose por los peldaños. [422]

»Más tarde me mandó llamar. “Mantecona”, me dijo, “ando buscando a unos amigos, cuatro hobbits. Uno de ellos es un hombrecillo rollizo de mejillas rojas” —le ruego que me perdone— “y los otros son simplemente hobbits jóvenes. Seguramente vienen con cinco poneys y mucho equipaje. ¿Los has visto? Tendrían que haber pasado hoy por Bree, a alguna altura del día,[326] a menos que se hayan quedado aquí”.

»Se asombró mucho cuando le dije que en El Poney no había ningún grupo como el que me describía, y que no había pasado por aquí, de eso estaba seguro. “¡Qué malas noticias!”, dijo, tironeándose la barba. “¿Podrías hacerme dos favores? Si el grupo aparece, dales este mensaje: ¡Daos prisa! Gandalf va delante. Nada más. No lo olvides, porque es importante. Y si alguien, escúchame bien, si alguien, por extraño que sea, pregunta por un hobbit llamado Bolsón, dile que Bolsón se marchó hacia el este con Gandalf. No olvides eso tampoco, y te lo agradeceré.”

El posadero hizo una pausa, mirando detenidamente a Frodo.

—Le estoy muy agradecido —dijo Frodo, creyendo que el señor Mantecona había terminado, y sintiéndose aliviado al pensar que su relato era muy similar al de Trotter, y no más alarmante. De todos modos, estaba desconcertado por el misterioso comentario de Gandalf sobre Bolsón. Se preguntaba si Mantecona lo había confundido todo.

—¡Ah! ¡Un momento! —dijo el posadero, bajando la voz—. Pero eso no fue todo. Y eso es lo que me desconcierta. El lunes un sujeto alto y negro atravesó Bree montado en un enorme caballo negro, y toda la gente empezó a murmurar. Los perros aullaban y los gansos graznaban cuando pasó por la villa. Después oí decir que habían visto a tres jinetes como ése en el Camino, cerca de Combe; aunque no podría decir de dónde habían salido los otros.

»Gandalf y su amiguito Bolsón se fueron ayer, después de dormir hasta tarde, a media mañana. Al anochecer, poco antes de que cerraran la puerta que da al camino, los sujetos negros la cruzaron otra vez, o tal vez eran otros tan parecidos a ellos como la noche y la oscuridad. “¡El Hombre Negro está a la puerta!”, gritó Nob mientras corría a buscarme con los pelos de punta. [423] Y sí, allí estaban; ni uno ni tres, sino cuatro. Uno de ellos estaba sentado allí a la luz del crepúsculo con el enorme caballo negro, casi en la puerta de la casa. Iba cubierto con una capucha y una capa. Se inclinó y comenzó a hablarme, y pensé que tenía una voz gélida. ¿Y qué cree usted que sucedió? Me preguntó por cuatro hobbits que venían de la Comarca y que iban hacia el este.[327]

»Su voz y su aspecto me desagradaron, y le respondí solamente “No he visto a ningún grupo como ése”, eso le dije, “y es muy probable que no lo vea. ¿Qué quiere de ellos o de mí?”.

»Me respondió con un susurro que me dio escalofríos. “Queremos que nos des noticias de ellos. Buscamos a Bolsón", dijo, pronunciando el nombre con un siseo, como una serpiente. “Bolsón va con ellos. Nos harás saber si viene, y te pagaremos con oro. Si no nos avisas, te pagaremos… de otra manera.”

»“¡Bolsón!”, dije yo. “¡No va con ellos!. Si andan buscando a un hobbit que se llama así, les diré que esta mañana partió hacia el este con Gandalf.”

»Al oír el nombre contuvo el aliento y se enderezó. Luego se agachó otra vez hacia mí. “¿Es cierto?”, dijo en voz alta y muy tranquilo. “¡No nos mientas!”

»Yo tiritaba de pies a cabeza, les puedo asegurar, pero le respondí con toda la valentía que pude: “¡Por supuesto! Conozco a Gandalf, y él y su amigo estuvieron aquí anoche, le aseguro”. Al oír eso, los cuatro dieron media vuelta y se alejaron cabalgando hacia la oscuridad sin decir una sola palabra más.

»¿Qué piensa de todo eso, señor Colina? Espero haber hecho lo que debía. Si no hubiese sido porque Gandalf me lo había ordenado, nunca les habría dicho nada de Bolsón, ni de nadie. Porque esos Hombres Negros no tienen buenas intenciones, se lo juro.

—Por lo que dice, creo que ha hecho lo correcto —dijo Frodo—. Conozco a Gandalf, y generalmente es preferible hacer lo que él dice.

—Sí —dijo el posadero—, pero de todos modos estoy desconcertado. ¿Por qué creían esos Hombres Negros que Bolsón iba con ustedes? Y por lo que he oído y visto esta noche, debo decirle que me pregunto si no tendrán razón. Pero sea o no sea Bolsón, [424] le daré toda la ayuda que pueda a un amigo del viejo Tom y de Gandalf.

—Le estoy muy agradecido —dijo Frodo—. Lamento no poder explicárselo todo, señor Mantecona. Estoy muy cansado, y muy preocupado. Pero, si desea saberlo, soy Frodo Bolsón. No sé qué habrá querido decir Gandalf cuando dijo que Bolsón se había ido hacia el este con él; porque pienso que el hobbit se llama Bolger. Pero esos… Jinetes Negros nos persiguen, y corremos peligro. Le estoy muy agradecido por la ayuda que nos ha dado; pero espero que no se meta en ningún lío a causa de nosotros. Espero que esos abominables Jinetes no vengan otra vez.

—¡Espero que no! —dijo Mantecona estremeciéndose.

—Si regresan, no debe arriesgarse a provocar su cólera por mí. Son peligrosos. Cuando nos marchemos, usted no nos podrá hacer daño si les dice que un grupo de cuatro hobbits pasó por Bree. Buenas noches, señor Mantecona. Le agradezco una vez más su amabilidad. Tal vez Gandalf se lo explique todo algún día.

—Buenas noches, señor Bolsón… ¡señor Colina, debo decir! Buenas noches, señor Tuk. ¡Maldición! ¿Dónde está el señor Brandigamo?

—No sé —dijo Folco—, pero supongo que está afuera. Dijo que iba a salir a tomar un poco de aire. Seguramente regresará pronto.

—¡Muy bien! —dijo el señor Mantecona—. Daré órdenes de que no cierren la puerta. ¡Buenas noches a todos!

Mantecona salió luego de mirar a Trotter con aire perplejo y de sacudir la cabeza, y sus pasos se perdieron en el pasillo.

—¡Otra vez lo mismo! —dijo Trotter antes que Frodo alcanzara a hablar—. ¡Sigue siendo muy confiado! ¿Por qué le dijo al viejo Barnabás que os perseguían?; ¿y por qué decirle que el otro hobbit era un Bolger?

—¿No se puede confiar en él? —preguntó Frodo—. Tom Bombadil dijo que sí, y al parecer Gandalf confió en él.

—¿Se puede confiar en él? —exclamó Trotter, alzando las manos—. Sí, se puede confiar en él, es más digno de confianza que una casa. ¿Pero para qué darle más motivos de los necesarios para sentirse desconcertado? ¿Y por qué interferir con los [425] planes de Gandalf? No es usted muy listo, porque de lo contrario habría comprendido en seguida que Gandalf quería que creyeran que el hobbit que iba con él era Bolsón, precisamente para que usted tuviese más posibilidades de escapar, en caso de que aún fuera detrás de él. ¿Y yo? ¿Soy digno de confianza? Usted no está seguro (lo sé), ¡y sin embargo habla con Mantecona delante de mí! Pero yo sabía todo lo que él dijo; y al menos no tendré que hablarle de tantas cosas: casi todo lo que tenía que decirle se relaciona con los Jinetes Negros, como usted los llama. Los vi con mis propios ojos. Debo decir que siete de ellos han pasado por Bree desde el lunes. No puede seguir fingiendo que no sabe qué interés puede tener su verdadero nombre. Han ofrecido una recompensa a todo el que les informe que cuatro hobbits están aquí, y que uno de ellos probablemente sea un Bolsón después de todo.

—Sí, sí —dijo Frodo—. Lo entiendo. Pero yo ya sabía que Ellos me estaban persiguiendo; y en todo caso hasta ahora parecen ir siguiendo una pista falsa.

—Yo no estaría tan seguro de que todos se han ido en seguida —dijo Trotter—, o de que todos se le han adelantado, y que ahora van persiguiendo a Gandalf. Son astutos, y dividen sus fuerzas. Aún puedo decirle algunas cosas que Mantecona no le dijo. El lunes por la noche vi a un Jinete por primera vez, al este de Bree cuando salía de las tierras salvajes. Casi me tropecé con él, porque iba muy rápido por el Camino en la oscuridad. Le lancé una maldición, porque casi me había pasado por encima; y se detuvo y dio media vuelta. Me quedé quieto, sin hacer ruido, pero hizo que el caballo se me acercara paso a paso. Cuando estaba muy cerca, se inclinó y olfateó. Luego siseó, y se volvió y siguió cabalgando.[328] Ayer vi a los cuatro que llegaron a la posada. Anoche me mantuve alerta. Estaba tendido en un montículo junto a la cerca del jardín de Bill Helechal; y lo oí hablar. Es un tipo hosco, y tiene mala reputación en las tierras de Bree, y se sabe que a veces llegan a su casa gentes extrañas. Lo habrá visto usted entre los huéspedes: un sujeto moreno y malhumorado. Esta noche estaba muy cerca de Harry Madreselva, el guardián de la puerta del oeste (un viejo malvado y cascarrabias), y de uno de esos extranjeros del sur. Salieron todos juntos inmediatamente después de la canción y el accidente. [426] No confío en Helechal. Le vendería cualquier cosa a cualquiera, si entiende lo que quiero decir.

—No le entiendo —dijo Frodo.

—Bueno, no lo explicaré más claramente —dijo Trotter—. Simplemente me pregunto si habrá alguna relación entre la insólita llegada de extraños viajeros por el Camino Verde y la aparición de los jinetes que andan siguiendo un rastro. Quizá todos anden buscando lo mismo… o a la misma persona. De todos modos, anoche oí hablar a Bill Helechal. Reconozco su voz, aunque no entendí lo que decía. La otra voz hablaba en un murmullo, o siseando. Y eso es todo lo que tengo que decirle. En cuanto a mi recompensa, haga lo que le plazca. Pero en cuanto a acompañarlo o no, le diré lo siguiente: conozco todas las tierras entre la Comarca y las Montañas Nubladas, pues las he recorrido muchas veces a lo largo de mi vida, y soy más viejo de lo que parezco. Le puedo ser útil. Tendrá que dejar el Camino descubierto después de esta noche; porque si me pregunta lo que pienso le diré que los Jinetes lo vigilan… y aún os están esperando. No creo que desee encontrarse con ellos. ¡Yo no! Les tengo pavor —dijo deteniéndose súbitamente con un escalofrío.

Los otros lo miraron, y vieron con sorpresa que había ocultado la cara en las manos, y que la capucha se la cubría por completo. La habitación estaba muy tranquila y silenciosa y la luz parecía más pálida.

—¡Sí! —exclamó al cabo de instante, echando hacia atrás la capucha y apartando los cabellos que le caían sobre la cara—. Quizá sepa más que usted acerca de esos perseguidores. Usted no les teme bastante… todavía. Me parece muy probable que oigan hablar de usted esta misma noche. Mañana tendrá que marcharse de prisa, y en secreto si puede. Pero Trotter podría guiarlo por senderos poco transitados. ¿Lo llevará con usted?

Frodo no respondió. Miró a Trotter, un individuo sombrío, indómito y toscamente vestido. Era difícil tomar una decisión. No dudaba que gran parte de la historia fuese cierta; pero no era tan fácil estar seguro de sus buenas intenciones. ¿Por qué mostraba tanto interés? Tenía una mirada misteriosa, pero había algo en él que parecía cordial e incluso curiosamente atrayente. Y su manera de hablar había ido cambiando: al comienzo [427] tenía el extraño acento de las Gentes del Exterior pero luego había adquirido un tono más familiar, que a Frodo parecía recordarle a alguien.[329] El silencio se hizo más profundo, y Frodo aún seguía indeciso.

—Bueno, yo digo que venga, si necesitas que te ayude a decidir —dijo Folco de pronto—. En todo caso, yo diría que puede seguirnos dondequiera que vayamos, aun si no quisiéramos llevarlo con nosotros.

—¡Gracias! —dijo Trotter, sonriéndole a Folco—. Podría seguirlos y tendría que seguirlos, porque sentiría que es mi deber. Pero tengo una carta para usted; le ayudará a tomar una decisión.

Ante el asombro de Frodo, sacó del bolsillo una pequeña carta sellada y se la pasó. Afuera decía: F. de G. j

—¡Léala! —dijo Trotter.

Aquí termina el capítulo. Como se observará, pese a las marcadas diferencias en lo que dicen Trotter y Mantecona, esta narración se basa en gran parte en el relato original (en la versión «A», pero véase la nota 328).

Más adelante, el manuscrito de este capítulo sufrió modificaciones extremadamente intrincadas, en las que se intercalaron y se eliminaron largos fragmentos, porque mi padre se basó en el texto original para escribir dos variantes claramente diferenciadas, que en ambos casos llevaban consigo un importante cambio estructural. A una de esas variantes la llamó versión «roja», por estar numerada y tener anotaciones con tinta roja, y a la otra «azul»; así es como un añadido en una hoja intercalada lleva la siguiente indicación: «añadido a IX. 3(g) = roja IX. 9 = azul IX. 4». De hecho, es perfectamente posible establecer la relación entre los dos textos. La versión «azul» es posterior y hacia el final va perdiendo impulso; refleja una trama concebida más adelante, en la que se eliminaron todas las referencias a la visita de Gandalf y Odo a El Poney Pisador. Por otra parte, la versión «roja» bien podría ser contemporánea o casi contemporánea del texto original; fue escrita ordenadamente (las modificaciones que constituyen la versión «azul» fueron hechas con mucho menos cuidado), y en ella se presenta el mismo relato sobre Gandalf y Odo, pero de otra manera. Esta versión comienza después de la descripción de Bree y se inicia con la llegada de Gandalf a Bree con Odo, que ahora se relata directamente y no a través de la narración de Mantecona.

El día martes había llovido copiosamente. La noche ya había caído hacía algunas horas, y aún seguía lloviendo a cántaros. [428] Estaba tan oscuro que sólo se escuchaba el sonido agitado de la lluvia, y el murmullo de las aguas que bajaban por la colina… y un ruido de cascos chapoteando en el Camino. Un caballo subía lentamente por la larga pendiente hacia la villa de Bree.

La silueta de una ancha puerta que cruzaba el Camino sujeta en dos gruesas estacas se alzó de pronto amenazante, y alguien la cerró. Al otro lado de la puerta había una casita, oscura y gris. El caballo se detuvo rozando con el hocico el primer madero de la puerta, y el jinete, un anciano, desmontó dificultosamente, y alzó a una pequeña figura que había venido cabalgando en un asiento colocado en la grupa, a sus espaldas. El anciano llamó a la puerta, y ya comenzaba a treparla cuando la puerta de la casa se abrió y salió un hombre con una linterna, rezongando y gruñendo.

—¡Excelente noche para venir a dar golpes en la puerta y sacar a un hombre de la cama! —dijo.

—¡Y excelente noche para estar a la intemperie, empapado de pies a cabeza y con frío, y del lado de afuera de la puerta! —respondió el jinete—. ¡Vamos, Harry! Ábrela rápido.

—¡Cielos! —gritó el guardián de la puerta, levantando la linterna—. Es Gandalf, y podría haberlo adivinado. Nunca se sabe cuándo vas a aparecer.

Abrió lentamente la puerta, observando sorprendido la enlodada y diminuta figura que estaba junto a Gandalf.

—¡Gracias! —dijo Gandalf, haciendo avanzar al caballo—. Éste es un amigo, un hobbit de la Comarca. ¿Has visto a otros hobbits en el Camino? Un grupo de cuatro debe ir más adelante, montados en poneys.

—No ha pasado ningún grupo de hobbits, mientras he estado aquí —dijo Harry—. Quizás hayan venido al mediodía, cuando yo estaba en Entibo y mi hermano estaba aquí. Pero no he oído hablar de eso. No vigilamos mucho el Camino entre la salida del sol y el anochecer, cuando la puerta queda abierta. Pero pienso que tendríamos que estar más atentos.

—¿Por qué? —preguntó Gandalf—. ¿Han venido gentes extrañas?

—¡Yo diría que sí! Gentes muy extrañas. Hombres negros a caballo; y muchos extranjeros del sur que vienen por el Camino [429] Verde al atardecer. Pero si vas al Poney, tendrías que ir allá antes de que cierren. Ya te enterarás de todas las noticias allí. Volveré a acostarme y te deseo buenas noches.

Cerró la puerta y entró en la casa.

—¡Buenas noches! —dijo Gandalf, y echó a andar hacia la villa, guiando al caballo. El hobbit caminaba tambaleante a su lado.

Todavía brillaba una linterna sobre la entrada de la posada, pero la puerta estaba cerrada. Gandalf tocó la campanilla en el jardín, y al cabo de un rato un hombre gordo, en mangas de camisa y con pantuflas, entornó la puerta y miró hacia afuera.

—¡Buenas noches, Mantecona! —dijo el mago—. ¿Tienes una habitación para un viejo amigo?

—¡Cielos!, no han desaparecido todos con la lluvia —gritó el posadero—. ¡Gandalf! ¿Y qué andas haciendo con este tiempo y a esta hora de la noche? ¿Y quién es tu amiguito?

Gandalf le hizo un guiño.

—Algo caliente para beber y camas bien abrigadas, eso es lo que queremos, y que no nos hagan muchas preguntas —dijo, y subió pesadamente los peldaños.

—¿Qué hago con el caballo? —preguntó el posadero.

—¡Dale lo mejor que tengas! —replicó Gandalf—. Y si Bob rezonga porque lo haces levantarse de nuevo a esta hora, dile que el animal lo merece: Narothal[330] nos ha traído a los dos, velozmente y desde lejos. Ya recompensaré a Bob en la mañana de acuerdo con lo que me informe el caballo.

Poco después el mago y su compañero estaban sentados ante las brasas ardientes de un fuego en la habitación del señor Mantecona, calentándose y secándose y bebiendo cerveza caliente. El posadero entró a decirles que su habitación ya estaba lista.

—¡No se den prisa! —dijo—, pero cuando estén listos me acostaré en mi cama. Hoy ha llegado una multitud poco común de viajeros, hace años que no llegaban tantos, y estoy cansado.

—¿Has visto a algún hobbit? —preguntó Gandalf—. Ando buscando a cuatro hobbits, un amigo mío de la Comarca y tres compañeros.

Describió a Frodo en detalle, pero no le dijo cómo se llamaba. [430]

—Seguramente vienen con cinco poneys y mucho equipaje, y tendrían que haber llegado hoy a Bree. Harry no los ha visto pero tenía la esperanza de que hubiesen llegado sin que él se diera cuenta.

—No —dijo el posadero—, hasta Harry se habría enterado si hubiera aparecido un grupo como ése, aunque es un viejo rezongón. Muy pocas Gentes del Exterior venidas de la Comarca llegan a Bree en estos días. Ese grupo no ha llegado al Poney, y estoy seguro de que no ha pasado por el Camino.

—¡Qué malas noticias! —dijo Gandalf, tironeándose la barba—. Me pregunto adónde habrán ido.[331] —Se quedó en silencio un momento—. ¡Escúchame, Mantecona! —siguió diciendo—. Tú y yo somos viejos amigos. Tienes ojos y orejas en la cabeza, y aunque hablas mucho sabes lo que no debes decir. Quiero que nadie sepa que estoy aquí, y preferiría no ver a nadie más que a ti y a Bob. ¡No le digas a nadie que he preguntado por ese grupo! Pero mantente alerta, y si aparecen después de que me vaya, dales este mensaje: ¡Daos prisa! Gandalf va delante. Nada más. No lo olvides, porque es importante. Y si alguien, escúchame bien, si alguien, por extraño que sea, pregunta por un hobbit llamado Bolsón, dile que Bolsón se marchó hacia el este con Gandalf. No olvides eso tampoco, y te lo agradeceré.

—¡Muy bien! —dijo el señor Mantecona—. Espero no olvidarlo, aunque un clavo saca a otro cuando estoy ocupado con huéspedes en la casa. ¿Bolsón dijiste? Déjame ver… recuerdo ese nombre. ¿No había un Bilbo Bolsón del que contaban extrañas historias en la Comarca? Mi padre me dijo que se había quedado en esta casa varias veces. Pero tu amigo no puede ser él, porque desapareció de una manera muy curiosa hace casi veinte años; en medio de una detonación mientras estaba hablando, eso he oído al menos. Aunque no creo todas las historias que vienen del oeste.

—No tienes que hacerlo —dijo Gandalf riendo—. En todo caso, este joven amigo no es el viejo Bilbo Bolsón. Nada más que un pariente.

—¡Así es! —dijo el hobbit—. Nada más que un pariente… un primo en realidad.

—Entiendo —dijo el posadero—. Bien, eso dice algo a tu favor. Bilbo era un buen sujeto, y rico como un rey además, si la mitad [431] de lo que he oído es cierto. Daré tus mensajes, Gandalf, si tengo oportunidad de hacerlo, y no haré preguntas, aunque todo esto me parece extraño. Pero tú conoces tus asuntos mejor que nadie, y me has hecho muchos favores.

—¡Gracias, Barnabás! —dijo Gandalf—. Y ahora te haré otro… dejar que te acuestes en seguida.

Vació el pichel y se puso de pie. El posadero apagó las luces, y con una vela en cada mano los condujo a su habitación.

En la mañana Gandalf y su amigo se levantaron tarde. Desayunaron en una sala privada, y hablaron solamente con el señor Barnabás Mantecona. Ya eran cerca de las once cuando Gandalf pidió la cuenta y su caballo.

—Dile a Bob que lo lleve por la senda y que me espere cerca del Camino Verde —dijo—. No tomaré el Camino para que los curiosos me vean hoy de mañana.

Se despidió del posadero en una puerta lateral.

—Adiós, amigo —le dijo—. ¡No te olvides de los mensajes! Quizá algún día te lo explique todo, y te recompense también con algo mejor que buenas noticias, siempre que todo este asunto no termine mal. ¡Adiós!

Echó a andar con el hobbit por una estrecha senda que iba hacia el norte de la posada después de cruzar el foso que rodeaba la villa y seguía hacia el Camino Verde.[332] Bob, el palafrenero, los esperaba fuera de los límites de la villa. El caballo blanco lucía lustroso y bien cuidado, y parecía haber descansado bien y estar dispuesto a emprender otra jornada de marcha. Gandalf pronunció su nombre, y Narothal[333] relinchó, levantó la cabeza, y se acercó trotando a su amo, y frotó el hocico contra la cara de Gandalf.

—Dice que lo has tratado bien —dijo Gandalf, dándole una moneda de plata al mozo. Gandalf montó y Bob ayudó al hobbit a sentarse en un cojín colocado detrás del mago, luego retrocedió con la gorra en la mano, y con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Muy bien, muchacho! —dijo Gandalf riendo—. Hemos de parecer un extraño par. Pero no somos tan raros como parecemos. Cuando partamos, recuerda que nos hemos ido hacia el este, pero olvida que tomamos esta senda. ¿De acuerdo? ¡Adiós!

Echó a cabalgar y dejó a Bob rascándose la cabeza. [432]

—¡Misericordia! ¡Qué tiempos tan extraños! —se dijo Bob—. Hombres negros que quién sabe de dónde salen, y gentes que vienen por el Camino Verde, y el viejo Gandalf con un hobbit sentado en la grupa, y todo eso. ¡Están empezando a pasar muchas cosas en Bree! Pero es mejor que te cuides, querido Bob porque el viejo Gandalf puede dar cosas más peligrosas que una moneda de plata.

La agradable mañana que había seguido a la lluvia empezó luego a cubrirse de nubes y niebla. Nada más sucedió ese día en Bree hasta el anochecer. Cuatro jinetes se abrieron paso entonces entre la bruma y llegaron hasta la puerta. Harry los miró con curiosidad por una ventana, y luego retrocedió rápidamente. Había estado pensando en salir y cerrar la puerta de trancas, pero decidió no hacerlo. Los jinetes estaban envueltos en ropajes negros, y venían en grandes caballos negros. Dos días antes habían visto a otros jinetes como ésos en Bree y se contaban fantásticas historias. Algunos decían que no eran humanos, y que hasta los perros les temían. Harry le echó cerrojo a la puerta y se quedó temblando detrás de ella.

Pero los jinetes se detuvieron, y uno de ellos desmontó y se acercó a la puerta de la casa y golpeó.

—¿Qué desea? —preguntó Harry desde adentro.

—¡Queremos que nos den noticias! —siseó una voz fría a través del ojo de la cerradura.

—¿De qué? —respondió Harry, tiritando.

—Noticias de cuatro hobbits[334] que salieron de la Comarca cabalgando en poneys. ¿Han pasado por aquí?

Harry deseó que hubiesen pasado, porque si les hubiese respondido « los jinetes quizá se habrían quedado satisfechos. La voz fría tenía un tono amenazador y apremiante, pero no se atrevió a decir cuando no era verdad.

—¡No, señor! —dijo con voz temblorosa—. Ningún hobbit ha pasado por Bree cabalgando en un poney, y es muy posible que no pase ninguno. Pero anoche pasó por aquí un hobbit que iba sentado en un caballo blanco detrás de un anciano. Fueron al Poney.

—¿Sabes cómo se llaman? —dijo la voz.

—El anciano era Gandalf —dijo Harry. [433]

Se oyó un siseo a través del ojo de la cerradura, y Harry retrocedió, sintiendo que algo frío como el hielo lo había rozado.

—Te lo agradecemos —dijo la voz—. Sigue estando atento a ver si aparecen cuatro hobbits, si quieres complacernos. Regresaremos.

Harry oyó un ruido de cascos que se alejaban hacia la villa. Abrió la puerta con cautela y luego salió arrastrándose de la casa, y escudriñó el camino. Apenas se alcanzaba a ver algo porque la bruma era espesa y ya estaba muy oscuro. Pero oyó que los cascos se detenían en el recodo del Camino cerca de la posada. Esperó un rato, y luego cerró la puerta de trancas y le echó cerrojo sigilosamente. Iba regresando a su casa cuando en medio de la niebla oyó otra vez el ruido de cascos que salían de la posada y se perdían en el recodo y luego por el Camino hacia el este. Está empezando a hacer mucho frío, pensó. Tiritó y entró rápidamente en la casa, le echó cerrojo a la puerta y la cerró con una tranca.

El día siguiente, jueves, trajo otra vez una mañana clara, con un sol cálido y un viento que soplaba hacia el sur. Poco antes del anochecer una docena de enanos llegó a Bree desde el este, llevando pesados fardos a la espalda. Estaban malhumorados y no hablaron mucho con nadie. Pero ningún viajero atravesó la puerta del oeste en todo el día. Cayó la noche y Harry cerró la puerta, pero en seguida se dirigió a su casa. Temía la amenaza de la voz fría si no advertía el paso de algún hobbit extraño.

Estaba oscuro y brillaban unas estrellas blancas cuando Frodo y sus compañeros llegaron al fin al cruce del Camino Verde y siguieron hacia la villa. Encontraron que estaba rodeada por un profundo foso con una cerca y una valla que se alzaban en la otra orilla. El Camino lo cruzaba, pero una enorme puerta de trancas bloqueaba el paso. Vieron que del otro lado había una casa, y un hombre estaba sentado junto a su puerta. Se incorporó de un salto y tomó una linterna, y los miró por encima de la puerta de trancas, sorprendido.

—¿Qué quieren y de dónde vienen? —preguntó con tono áspero.

—Buscamos la posada que hay aquí —respondió Frodo—. Vamos hacia el este y no podemos ir más lejos esta noche. [434]

—¡Hobbits! ¡Cuatro hobbits! —dijo el hombre—. Y lo que es más, de la Comarca, según parece por el acento —dijo el guardián, en voz baja y casi como hablándose a sí mismo. Los examinó un momento con aire sombrío, y luego abrió lentamente la puerta y los dejó pasar.

—No vemos a menudo a gentes de la Comarca cabalgando por el Camino de noche —siguió diciendo mientras los hobbits hacían un alto junto a la puerta de la casa—. ¿Me excusarán si les pregunto qué los lleva al este de Bree?

—Puede preguntarlo —dijo Frodo—, aunque no nos parece asombroso. Pero éste no parece un buen lugar para hablar de nuestros asuntos.

—Está bien —dijo el guardián—, sus asuntos son cosa suya, sin duda. Pero ya verá usted que no sólo el viejo Harry de la puerta hace preguntas. ¿Piensan encontrarse con amigos aquí?

—¿Qué quiere decir usted? —preguntó Frodo sorprendido—. ¿Por qué habríamos de hacerlo?

—¿Y por qué no? Muchas gentes se encuentran en Bree aun en estos días. Si van al Poney tal vez descubran que no son los únicos huéspedes.

Frodo le deseó buenas noches y no le respondió, aunque a la luz de la linterna alcanzó a ver que el hombre seguía mirándolos con curiosidad. Le alegró oír el golpe de la puerta que se cerraba detrás de ellos, mientras avanzaban. Se preguntó qué habría querido decir el hombre cuando le había hablado de «encontrarse con amigos». ¿Alguien había estado preguntando por cuatro hobbits? ¿Gandalf tal vez? Quizá había pasado por allí mientras ellos se demoraban en el Bosque y las Quebradas. Pero lo más posible era que hubiese sido un Jinete Negro. Había algo en la mirada y en la voz del guardián que le despertaba muchas sospechas.

Harry se quedó observándolos por un momento, y luego se acercó a la puerta de la casa.

—¡Ned! —gritó—. Tengo que hacer algo en El Poney, y tal vez me demore. Quédate en la puerta hasta que llegue.

A partir de este punto, la única diferencia entre la «versión roja» y el primer texto consiste en que, como es natural, se reduce considerablemente el relato de Mantecona sobre las visitas de Gandalf presentado en las págs. 420-422.