IX
TROTTER Y EL VIAJE HACIA
LA CIMA DE LOS VIENTOS

[189]

El capítulo VII original, que no tiene título, se prolonga sin interrupción hasta lo que pasó a ser el capítulo 10 de la CA, «Trancos», para terminar en medio del capítulo n de la CA, «Un cuchillo en la oscuridad»; pero la primera parte de la narración que se presenta a continuación se encuentra en dos versiones muy distintas desde el punto de vista de la estructura (los dos son textos legibles escritos con tinta). Mi padre tituló estos textos «Corto» y «Alternativo», pero en este capítulo los llamaré A («Alternativo») y B («Corto»), La relación entre los dos es sumamente compleja, aunque es posible explicarla;[128] en todo caso, no es un elemento muy importante de la historia de la narración, porque evidentemente las dos versiones fueron escritas en la misma época. Presento en primer lugar el texto alternativo A (en el que mi padre escribió posteriormente «Usar esta versión»),

—¡Ahora recuerdo! —dijo el posadero haciendo chasquear los dedos—. ¡Medio momento! Ya recuerdo, les dije que lo recordaría. ¡Cielos! ¡Cuatro hobbits y cinco poneys! En los últimos días me han preguntado varias veces por un grupo como el de ustedes, y tal vez convendría que habláramos.

—¡Sí, por supuesto! —dijo Bingo abatido—. Pero no aquí. ¿No desea venir a nuestro cuarto?

—Como usted quiera —dijo el posadero—. Cuando haya arreglado una o dos cositas, iré a desearles buenas noches y a ver si Nob les ha llevado todo lo que necesitan; entonces hablaremos.

Bingo, Odo y Frodo volvieron a la salita.[129] No había luz. Merry no estaba allí, y el fuego había dejado de arder. Sólo después de avivar un rato las llamas y de haberlas alimentado con un par de troncos, descubrieron que Trotter había venido con ellos. Estaba tranquilamente sentado en una silla en el rincón.

—¡Hola! —dijo Odo—. ¿Qué desea?

—Es Trotter —dijo Bingo apresuradamente—. Sospecho que también quiere hablar conmigo.

—Sí y no —dijo Trotter—. Tengo mi precio.

—¿Qué quiere decir? —preguntó Bingo, perplejo y alarmado. [190]

—No tenga miedo. Sólo esto: le contaré lo que sé, y le daré lo que tengo y, aún más, guardaré su secreto bajo la capucha (mucho mejor que usted y sus amigos), pero quiero una recompensa.

—¿Y cuál es su recompensa, me podría decir? —dijo Bingo, enfadado; como es natural, pensaba que habían caído en manos de un pillo, y recordó con disgusto que le quedaba poco dinero.[130] El total no contentaría a un pillo, y no podía prescindir ni siquiera de una parte.

—No es mucho —respondió Trotter con una mueca de satisfacción—. Sólo esto: tendrá que llevarme con usted hasta que yo decida dejarlo.

—¡Oh!, ¿de veras? —replicó Bingo, sorprendido pero no muy aliviado—. Aun en el caso de que aceptara, no podría prometerle una recompensa hasta saber mucho más de usted y de sus noticias, señor Trotter.

—¡Excelente! —dijo Trotter cruzando las piernas—. Parece que está recobrando el buen sentido; mejor así. Hasta ahora no se ha mostrado ni siquiera la mitad de lo desconfiado que debía. Muy bien, entonces, diré lo que sé, y usted se encargará del resto. Eso me parece justo.

—¡Adelante entonces! —dijo Bingo—. ¿Qué sabe?

—Y bien, le diré lo que sé —dijo Trotter, bajando la voz; se incorporó y fue hasta la puerta, la abrió rápidamente, miró fuera, y luego la cerró en silencio y se sentó otra vez—. Tengo oído fino, y aunque no puedo desvanecerme en el aire, puedo asegurarme de que nadie me vea, si así lo deseo. Estaba detrás de una cerca cuando un grupo de viajeros se detuvo en el Camino no lejos de aquí, hacia el oeste. Llevaban un carro y caballos y poneys; había muchos enanos, uno o dos elfos y… un mago. Era Gandalf, claro está; es inconfundible, usted estará de acuerdo conmigo. Hablaban de un tal señor Bingo Bolger-Bolsón y de sus tres amigos, que se suponía que venían detrás de ellos en el Camino. Debo decir que eso fue un tanto imprudente de parte de Gandalf; pero hablaba en voz baja y tengo oído fino, y estaba muy cerca de ellos.

»Seguí a Gandalf y a los demás hasta la posada. Hubo bastante agitación para una mañana de domingo, les aseguro, y el viejo Barnabás corría dando vueltas en redondo; pero se mantuvieron [191] apartados y nunca hablaron fuera de un cuarto cerrado Fue hace cinco días.[131] Se marcharon a la mañana siguiente, y ahora veo aparecer a un hobbit y tres amigos suyos de la Comarca, y aunque dice llamarse Colina, él y sus amigos parecen saber bastante de las andanzas de Gandalf y del señor Bolger-Bolsón de Bajo la Montaña. Soy capaz de atar cabos. Pero no tienen que preocuparse, porque guardaré la respuesta bajo la capucha, como dije. Quizá el señor Bolger-Bolsón tenga buenos motivos para cambiar de nombre. Pero si es así, le aconsejaré recordar que hay otros, fuera de Trotter, que son capaces de atar cabos; y no todos son dignos de confianza.

—Se lo agradezco —dijo Bingo, sintiéndose aliviado porque al parecer lo que Trotter sabía no era nada grave—. Tengo motivos para cambiar de nombre, como dice usted; pero no entiendo cómo alguien podría adivinar mi verdadero nombre por lo ocurrido, a menos que sea tan hábil como usted para escuchar indiscretamente… para… averiguar cosas. Tampoco entiendo por qué tendrían que interesarse por conocer mi verdadero nombre en Bree.

—¿No lo entiende? —preguntó Trotter en tono sombrío—, pero en Bree también saben escuchar indiscretamente, como dice usted, y además no le he dicho todo lo que tengo que decirle.

En ese momento los interrumpió un golpe en la puerta. El señor Barnabás Mantecona estaba allí, con una bandeja de velas, y detrás venía Nob con jarras de agua caliente.

—Pensé que tal vez querrían pedir algo antes de acostarse —dijo el posadero, dejando las velas en la mesa—. He venido a desearles buenas noches. ¡Nob! ¡Lleva el agua a los cuartos!

Entró y cerró la puerta.

—El asunto es así, señor… señor Colina —dijo—. Me han pedido varias veces que estuviese pendiente de cuatro hobbits de la Comarca, cuatro hobbits con cinco poneys. ¡Hola, Trotter! ¡Así que aquí estás!

—No se preocupe —dijo Bingo—. Puede decir lo que quiera. Trotter está aquí con mi consentimiento.

Trotter sonrió.

—Bueno —empezó a decir el señor Mantecona otra vez—, el asunto es así. Hace cinco días (sí, así es, el domingo en la mañana, [192] cuando todo estaba en silencio y tranquilo) llegó un grupo de viajeros. Gentes extrañas, enanos y todo tipo de gente, con un carro y caballos. Y el viejo señor Gandalf venía con ellos. Entonces me dije han estado pasando cosas curiosas en la Comarca, y seguramente regresan de la Fiesta.

—¿De la Fiesta? —dijo Bingo—. ¿Qué Fiesta?

—¡Cielos, señor! La fiesta de la que habló el señor Verde. La fiesta del señor Bolger-Bolsón. Este mismo mes pasó mucha gente por aquí hacia el oeste. Unos cuantos Hombres también, Gente Grande-Grande. Nunca había visto algo igual. Los que hablaban algo decían que iban a la fiesta de cumpleaños del señor Bolger-Bolsón o que le llevaban cosas. Parece que es pariente de ese señor Bilbo Bolsón del que en una época se contaban historias extrañas. En verdad, se siguen contando en Bree, señor; aunque yo diría que en la Comarca ya las han olvidado. Pero, por decirlo así, en Bree somos más lentos y nos gusta escuchar historias antiguas más de una vez. No creo todas esas historias, por supuesto. Leyendas las llamo. Tal vez sean ciertas, o tal vez no. Entonces, ¿dónde estaba? Sí. Gandalf y los enanos y todos ellos llegaron el domingo en la mañana. «Buenos días», les dije. «¿Se podría saber de dónde vienen y adónde van?», dije amablemente. Pero él me hizo un guiño y no dijo nada, y los demás tampoco. Pero después me llevó a un lado y me dijo: «Mantecona», eso dijo, «unos amigos míos vienen detrás de mí y pasarán pronto por aquí. Deberían llegar aquí el martes,[132] si pueden ir por un camino descubierto. Son hobbits: uno es un individuo rollizo y pequeño (le ruego que me disculpe, señor) de mejillas rojas, y los otros son simplemente hobbits jóvenes. Vendrán en poneys. ¿Puedes decirles que no se detengan? Iré despacio cuando salga de aquí, y espero que me den alcance, si pueden. Pero no se lo digas a nadie más, y no les digas que se queden a descansar aquí. Tu cerveza es buena, pero tendrán que tomar lo que puedan rápidamente, y seguir su camino. ¿Me entiendes?».

—Gracias —dijo Bingo, creyendo que el señor Mantecona había terminado; y otra vez aliviado porque le parecía que el misterio no ocultaba nada grave.

—¡Un momento! —dijo Barnabás Mantecona, bajando la voz—. No he terminado todavía. Otros también han preguntado por [193] cuatro hobbits; y eso es lo que me desconcierta. El lunes en la noche llegó un individuo alto en un enorme caballo negro. Veía cubierto con una capucha y una capa. Yo estaba de pie ante la puerta, y me habló. Su voz me pareció muy extraña, y al comienzo apenas entendí lo que me decía. No me gustó su aspecto Pero, por supuesto, preguntó por cuatro hobbits con cinco poneys[133] que venían de la Comarca. Esto es curioso, pensé; pero recordé lo que me había dicho el viejo señor Gandalf y no respondí a sus preguntas. «No he visto a ningún grupo como ése», le dije. «¿Qué quiere de ellos o de mí?» Al oír eso le dio un latigazo al caballo sin decir una palabra más, y partió cabalgando hacia el este. Los perros aullaban y los gansos graznaban cuando pasó por la villa. Le puedo asegurar que no me molestó que se fuera. Pero después oí decir que habían visto a tres individuos que iban por el camino hacia Combe, más allá de la colina, aunque nadie sabía con certeza de dónde habían salido los otros dos.

»Pero regresaron, aunque usted no me crea, o eran otros tan parecidos a ellos como la noche y la oscuridad, y que venían detrás. El martes en la noche llamaron a la puerta, y mi perro empezó a aullar y a gritar en el patio. “Es otro Hombre negro”, dijo Nob que me vino a buscar con los pelos de punta. Cuando fui a la puerta, me di cuenta de que era cierto: pero no había uno solo, sino cuatro, y uno de ellos estaba sentado en la oscuridad con el caballo cerca de la puerta. Se inclinó hacia mí, y habló como susurrando. Sentí un escalofrío en la espalda, ¿me entiende?, como si me hubieran echado agua fría por debajo de la camisa.[134] Era la misma historia: me preguntó por cuatro hobbits con cinco poneys. Pero parecía más impaciente y ansioso. En realidad, tengo que decirle que me ofreció un poco de oro y plata si le decía qué camino habían tomado, o si le prometía estar atento a su llegada.

»“Hay muchos hobbits y poneys por aquí y en el Camino”, le dije (se me ocurrieron cosas muy curiosas y no me gustaba su voz). “Pero no he visto ningún grupo como ése. Si usted me da algún nombre, tal vez pueda darle un mensaje, en caso de que lleguen a mi casa.” Al oír eso, se quedó en silencio un momento. Y entonces, señor, me dijo: “Se llama Bolsón, Bolger-Bolsón”, y dijo lo último siseando como una víbora. “¿Algún mensaje?”, [194] le pregunté, tiritando de pies a cabeza. “No, dígale solamente que queremos encontrarlo pronto”, dijo siseando; “tal vez nos vea otra vez”, y partió con sus compañeros, y desaparecieron rápidamente en la oscuridad, así, por todas esas ropas negras que llevaban.

»¿Y qué le parece todo eso, señor Colina? Debo confesarle que no estoy muy seguro de que ése sea su verdadero nombre, le ruego que me perdone. Pero espero haber hecho lo que tenía que hacer, porque me parece que esos individuos negros quieren hacerle daño al señor Bolger-Bolsón, en caso de que sea usted.

—¡Sí! Es el señor Bolger-Bolsón —dijo Trotter de pronto—. Y tendría que estarte agradecido. Sólo puede agradecerse a sí mismo y agradecerles a sus amigos si toda la villa sabe su nombre ya.

, le agradezco —dijo Bingo—. Lamento no poder explicárselo todo, señor Mantecona. Estoy muy cansado, y preocupado. Pero en pocas palabras esos… bueno… esos jinetes negros son precisamente de quienes estoy tratando de escapar. Le estaré muy agradecido (y Gandalf y me imagino que el viejo Tom Bombadil también lo estarán) si olvida que alguien más fuera del señor Colina pasó por aquí, aunque espero que esos detestables jinetes no vuelvan a molestarlo.

—¡Espero que no! —dijo Barnabás.

—¡Bien, buenas noches entonces! —dijo Bingo—. Le agradezco nuevamente su amabilidad.

—Buenas noches, señor Colina. ¡Buenas noches, Trotter! —dijo Barnabás—. Buenas noches, señor Pardo y señor Verde. ¡Cielos! ¿Dónde está el señor Ríos?

—No sé —dijo Bingo—, pero supongo que está fuera. Dijo que iba a salir a tomar un poco de aire. Volverá pronto.

—Muy bien. No lo dejaré fuera —dijo el posadero—. ¡Buenas noches a todos! —Luego salió y sus pasos se perdieron en el pasillo.

—¡Bien! —dijo Trotter, antes que Bingo pudiera decir nada—. El viejo Barnabás ya le dijo mucho de lo que tenía que decirle. Yo mismo vi a los Jinetes. Hay siete por lo menos. Eso cambia todo, ¿verdad?

—Sí —dijo Bingo, ocultando su temor lo mejor que podía—. [195] Pero ya sabíamos que nos estaban persiguiendo, y al parecer no descubrieron nada nuevo. ¡Qué suerte que hayan venido antes que nosotros!

—Yo no estaría tan seguro —dijo Trotter—. Todavía tengo algo más que decirle. [Añadido a lápiz. El sábado pasado vi a los jinetes por primera vez, al oeste de Bree, antes de cruzarme con Gandalf. Es posible que también hayan ido siguiendo su rastro. Y también vi a los que visitaron a Barnabás. Y] el martes en la noche estaba recostado en un montículo junto a la cerca del jardín de Bill Helechal y lo oí hablar. Es un individuo extraño, y sus amigos se le parecen. Lo habrá visto usted entre los huéspedes: un sujeto moreno y malhumorado. Salió inmediatamente después de la canción y el «accidente». Yo desconfiaría de él. Le vendería cualquier cosa a cualquiera. ¿Me entiende? No vi con quién estaba hablando Helechal ni escuché lo que decían; sólo oí siseos y susurros. Eso es todo lo que tengo que decirle. En cuanto a mi recompensa, haga lo que le plazca. Pero en cuanto a acompañarlo o no, sólo le diré esto: conozco todas las tierras entre la Comarca y las Montañas, pues las he recorrido casi todas a lo largo de mi vida; y soy más viejo de lo que parezco. Le puedo ser útil. Supongo que tendrá que dejar el Camino descubierto después del accidente de esta noche. Pero presiento que no querrá cruzarse con ninguno de esos Jinetes Negros si puede evitarlo. Les tengo pavor.

Trotter se estremeció, y vieron con sorpresa que se había cubierto la cara con la capucha y las manos. La habitación parecía muy tranquila y silenciosa, y la luz pálida.

—¡Bien! ¡Ya pasó! —dijo al cabo de un instante, echando atrás la capucha y apartando los cabellos que le caían sobre la cara—. Quizá sé o adivino más que usted sobre esos Jinetes. Usted no les teme bastante… todavía. Sin embargo, es muy posible que oigan hablar de usted esta misma noche. Mañana tendrá que marcharse de prisa y en secreto (si es posible). Pero Trotter podría guiarlo por senderos poco transitados. ¿Lo llevará con usted?

Bingo no respondió. Miró a Trotter, un individuo sombrío, indómito y toscamente vestido. Era difícil tomar una decisión. No dudaba que gran parte de la historia fuese cierta (y, además, el relato del posadero la confirmaba); pero no era tan fácil estar [196] seguro de sus buenas intenciones. Tenía una mirada misteriosa, pero había algo en él, y algo en su manera de hablar que con frecuencia se apartaba de los rústicos modales de los montaraces y las gentes de Bree; algo que parecía cordial, e incluso familiar. El silencio se hizo más profundo, y Bingo aún seguía indeciso.

—Bueno, yo digo que venga, si necesitas que te ayude a decidir —dijo Frodo finalmente—. En todo caso, yo diría que puede seguirnos dondequiera que vayamos, aun si no quisiéramos llevarlo con nosotros.

—¡Gracias! —dijo Trotter, sonriéndole a Frodo—. Es verdad: podría seguirlos y tendría que seguirlos, porque sentiría que es mi deber. Pero tengo una carta para usted; creo que le ayudará a tomar una decisión.

Ante el asombro de Bingo, sacó de un bolsillo una pequeña carta sellada y se la pasó. Afuera decía «B de G j».

—Léala —dijo Trotter.[135]

Bingo examinó cuidadosamente el sello antes de romperlo. Parecía ser el de Gandalf; también parecían ser suyas la letra y la runa j. Dentro, había el siguiente mensaje. Bingo lo leyó en voz alta:

Mañana del lunes 26 de septiembre. Querido B. No te detengas mucho tiempo en Bree; no pases la noche aquí si puedes evitarlo. Me han llegado algunas noticias en el camino. Los perseguidores están cerca: hay 7 por lo menos, tal vez más. No vuelvas a usarlo, ni siquiera para hacer una broma. No viajes cuando esté oscuro ni cuando haya niebla. Avanza todo lo que puedas de día. Trata de alcanzarme. No puedo esperarte aquí, pero avanzaré despacio por un día o dos. Busca nuestro campamento en la Colina de la Cima de los Vientos.[136] Te esperaré allí todo lo que pueda. Le daré esta carta a un montaraz (un hobbit salvaje) llamado Trotter: es moreno, tiene cabellos largos, ¡usa zapatos de madera! Puedes confiar en él. Es un viejo amigo y sabe mucho. El te llevará a la Cima de los Vientos y más lejos si es necesario. ¡Date prisa! Tuyo.

] 9 s k 9 8 rGandalf j [137]

Bingo miró la letra arrastrada, parecía tan genuina como el sello.

—¡Bien, Trotter! —dijo—, si me hubieras dicho en seguida que [197] tenías esta carta, todo habría sido más fácil, y nos habría ahorrado una larga charla. ¿Pero por qué inventaste toda esa historia de lo que habías escuchado indiscretamente?

—¡No la inventé! —dijo Trotter riendo—. Le di un buen susto al viejo Gandalf cuando me asomé por detrás de la cerca. Le dije que tenía suerte de que fuese un viejo amigo suyo. Tuvimos una larga charla, sobre muchas cosas. Bilbo y Bingo y el [añadido a lápiz: Jinetes y el] Anillo, si quieres saberlo. Se alegró mucho al verme, porque tenía prisa pero estaba muy ansioso por ponerse en contacto contigo.

—Bueno, debo reconocer que me alegra que me haya escrito —dijo Bingo—. Y si eres amigo de Gandalf, ha sido una suerte encontrarte. Lamento haberme mostrado tan desconfiado sin necesidad.

—No lo hiciste —dijo Trotter—. No te mostraste ni siquiera la mitad de lo desconfiado que debías. Si hubieras sabido quién es tu enemigo, no habrías confiado ni en tus propias manos antes de mirarlas bien después de saber que te seguía el rastro. Ahora el que sospecha soy yo: y tuve que asegurarme de que eras tú antes de entregarte la carta. He oído hablar de grupos fantasmas que recogen mensajes que no les están dirigidos: los enemigos ya lo han hecho en el pasado. Y también, si te interesa saberlo, me divirtió ver si podía convencerte de que me llevaras contigo… sólo por mi poder de persuasión. ¡Habría sido agradable (aunque un gran error) que me hubieras aceptado solamente por mis modales! Pero en esto yo diría que las apariencias están contra mí.

—¡Así es! —dijo Odo riendo—. Pero luce bien quien hace bien, como decimos en la Comarca, y todos tendremos el mismo semblante cuando hayamos dormido día tras día en cercas y fosos.

—Necesitarías más de unos pocos días de vida errabunda en el mundo (o semanas o años) para parecerte a Trotter —le respondió, y Odo cerró la boca—. Antes de eso morirías, a no ser que estés hecho de una materia más dura de lo que parece.

—¿Qué debemos hacer? —preguntó Bingo—. No entiendo esta carta. Gandalf dice «no te detengas en Bree». ¿Se puede confiar en Barnabás Mantecona?

—¡Por supuesto! —dijo Trotter—. Es el mejor hobbit que puedas [198] encontrar entre las Torres del Oeste y Rivendel. Fiel, bondadoso, bastante listo en sus asuntos; pero nada le despierta demasiada curiosidad fuera de lo que les ocurre a diario a las sencillas gentes de Bree. Si sucede algo extraño, simplemente inventa alguna explicación o lo olvida. «¡Qué raro!», dice, y se rasca la cabeza, y vuelve a la despensa o al galpón de la cerveza. ¡Y hará lo mismo con ustedes! Supongo que ahora se ha convencido de que hubo «algún error», y de que la luz era engañosa y de que todos los hobbits que había en el salón simplemente imaginaron que el «señor Colina» había desaparecido. En una semana o dos, los jinetes negros se convertirán en simples viajeros que andaban buscando a un amigo… siempre que no regresen.

—¿Está bien que nos quedemos aquí esta noche? —dijo Bingo, echándole una mirada al fuego acogedor y a las velas—, Gandalf dijo: «date prisa»; pero también dijo: «no viajes cuando esté oscuro».

Es aquí donde la versión alternativa B (véanse la pág. 189 y la nota 128) se une y se fusiona con la versión A que acabo de presentar (aunque antes de este punto, como se observará, hay largos pasajes que se encuentran en las dos versiones). El comienzo de la narración es bastante diferente en este caso:

—¡Ahora recuerdo! —dijo el posadero haciendo chasquear los dedos—. ¡Medio momento! Ya recuerdo, les dije que lo recordaría. ¡Cielos! ¡Cuatro hobbits y cinco poneys! Creo que tengo una carta para ustedes.

—¡Una carta! —dijo Bingo, extendiendo la mano.

—Bien —dijo el posadero, titubeando—, me dijo que tuviera cuidado de entregársela a quien debía recibirla. Así que, si usted me perdona, ¿tendría la bondad de decirme quién podría mandarle un mensaje?

—¿Gandalf? —dijo Bingo—. ¿Un… hombre viejo (pensó que tal vez no convenía decir mago) con un sombrero puntiagudo y barba larga?

—Sí, es de Gandalf —dijo Mantecona—, y es viejo, pero no es necesario describirlo. Todos lo conocen. Dicen que es un mago, pero quién sabe. ¿Cómo se llama usted, entonces, si me permite preguntárselo, señor? [199]

—Bingo.

—¡Ah! —dijo Barnabás—.[138] Bueno, me parece bien; aunque me dijo que usted debería llegar aquí el martes, no el jueves, y hoy es jueves.[139] Aquí está la carta.

Sacó del bolsillo un pequeño sobre sellado en el que decía: Para Bingo de G. j por cortesía del señor B. Mantecona, dueño del Poney Pisador, Bree.

—Muchas gracias, señor Mantecona —dijo Bingo, guardando la carta en el bolsillo—. Y ahora, si me permite, me voy a dormir. Estoy muy cansado.

—¡Buenas noches, señor Colina! Le mandaré agua y velas a su cuarto en un instante.

Se alejó trotando, y Bingo, Frodo y Odo volvieron a la salita.

La versión B es virtualmente idéntica a la versión A a partir de aquí (pág. 189) y hasta que Trotter dice «pero en Bree también saben escuchar indiscretamente, como dice usted, y además no le he dicho todo lo que tengo que decirle» (pág. 191), punto en el que en A lo interrumpía la llegada del señor Mantecona; por lo tanto, en B Trotter también les cuenta que oyó indiscretamente a Gandalf cuando hablaba de Bingo con los Enanos y los Elfos en el Camino al oeste de Bree. B se aparta nuevamente del otro texto:

… Además, no le he dicho lo más importante. Hay otros que también han preguntado por cuatro hobbits.

Bingo se sintió desconsolado: adivinaba lo que le diría a continuación.

—Siga —dijo en voz baja.

—El lunes de noche casi me tropecé con un caballo y un jinete que iban a toda prisa en la oscuridad en el extremo oeste de la villa: el jinete iba cubierto con una capucha negra y un manto negro, y el caballo era grande y negro. Le grité una maldición, porque no me gustó su aspecto; y se detuvo y empezó a hablarme. Tenía una voz extraña, y en un comienzo me costó entenderle. Por supuesto, me preguntó por cuatro hobbits con cinco poneys que venían de la Comarca. Me quedé quieto y no le respondí; y él se acercó paso a paso con el caballo. Cuando estaba muy cerca, se detuvo y olfateó. Luego siseó y cruzó la villa hacia el este. Oí aullar a los perros y graznar a los gansos. Por lo que oí esa noche en la posada, me enteré de que habían visto [200] en la oscuridad a tres jinetes que iban por el camino hacia Combe, al otro lado de la colina, pero no sé de dónde habrán salido los otros dos.

»Estuve vigilando todo el martes. Por supuesto, cuando empezó a anochecer, vi aparecer a los mismos jinetes, o a otros que se les parecían tanto como la noche a la oscuridad; también venían por el Camino desde el oeste. Pero no eran tres jinetes, sino cuatro. Cuando pasaron, les grité desde atrás de una cerca; y de pronto se detuvieron y se dieron vuelta hacia mí. Uno de ellos, que parecía más corpulento y que iba en un caballo más grande, se me acercó. “¿Adónde van y qué andan buscando?”, dije. El jinete se inclinó como si estuviera mirando, o tal vez olfateando; y después se acercó a la cerca y empezó a hablar como en un susurro. Sentí que me bajaba un escalofrío por la espalda. Era la misma historia; me preguntó por cuatro hobbits con cinco poneys. Pero parecía más impaciente y ansioso. En verdad (y eso es lo que me preocupa ahora) me ofreció plata y oro si le decía qué camino habían tomado o si le prometía estar atento a su llegada. “No he visto a ningún grupo como ése”, le dije, “y también yo soy un vagabundo, y quizá mañana esté muy lejos de aquí, hacia el oeste o el este. Pero si usted me da algún nombre, tal vez pueda darle un mensaje, si llego a encontrarme con ellos en el camino”. Al oír eso, se quedó en silencio por un rato; y de pronto dijo: “Se llama Bolsón, Bolger-Bolsón”, y dijo lo último siseando como una víbora. “¿Cuál es el mensaje?”, le pregunté, temblando. “Dígale solamente que queremos encontrarlo pronto”, dijo siseando; y partió con sus compañeros y sus ropas negras se perdieron rápidamente en la oscuridad. ¿Qué piensa de eso? Cambia todo, ¿verdad?

—Sí —dijo Bingo, ocultando su temor lo mejor que podía—. Pero ya sabíamos que nos estaban persiguiendo; y al parecer no descubrieron nada nuevo.

—Si confiara en mí… —dijo Trotter mirando a Bingo—. Pero aun así, no estaría muy seguro. Tengo algo más que decirle. El martes en la noche estaba recostado en un montículo junto a la cerca del jardín de Bill Helechal…

Aquí la versión B retoma una vez más la otra versión (pág. 195) y es prácticamente idéntica hasta «El silencio se hizo más profundo, y Bingo [201] aún seguía indeciso» (pág. 196), con una sola diferencia: después de «No dudaba que gran parte de la historia fuese cierta», naturalmente no dice «(y, además, el relato del posadero la confirmaba)», puesto que en esta versión el señor Mantecona no ha visto a los Jinetes. A continuación, en B dice lo siguiente:

—Si fuese usted, le echaría una mirada a la carta de Gandalf —dijo Trotter calmadamente—. Tal vez eso le ayude a tomar una decisión.

Bingo sacó la carta del bolsillo, casi la había olvidado. Examinó cuidadosamente el sello antes de romperlo. Parecía ser el de Gandalf; también parecían ser suyas la letra y la runa j. La abrió y la leyó en voz alta.

La carta es igual a la que aparece en la versión A, excepto al final, porque en este caso Gandalf no le había entregado la carta a Trotter sino al posadero.[140]

… Si encuentras a un montaraz (un hobbit salvaje: es moreno, tiene cabellos largos, ¡usa zapatos de madera!) llamado Trotter, no te separes de él. Puedes confiar en él. Es un viejo amigo: me encontré con él, y le dije que estuviera atento a tu llegada. Sabe mucho. El te llevará a la Cima de los Vientos y más lejos si es necesario. ¡Date prisa! Tuyo,

] 9 s k 9 8 rGandalf j

Bingo miró la letra arrastrada. Parecía tan genuina como el sello.

—¡Bien, Trotter! —dijo—, si me hubieras dicho en seguida que habías visto a Gandalf y que había escrito esta carta, todo habría sido más fácil, y nos habría ahorrado una larga charla.

—No sabía nada de la carta antes que el viejo Barnabás la sacara —dijo Trotter—, Gandalf te mandó más de un mensaje. Supongo que temía que yo no te encontrara.

—¿Pero por qué inventaste toda esa historia de que lo habías escuchado indiscretamente?

—¡No la inventé! —dijo Trotter riendo—. Es verdad. Le di un buen susto al viejo Gandalf cuando me asomé por detrás de la cerca. [202]

Los dos textos vuelven a coincidir a partir de este punto (pág. 197) excepto, como es natural, por el hecho de que aquí Trotter no dice «tuve que asegurarme de que eras tú antes de entregarte la carta», sino simplemente «tuve que asegurarme de que eras tú». Pero cuando Bingo dice «No entiendo esta carta. Gandalf dice “no te detengas en Bree”» (pág. 197), en la versión B no añade nada más porque:

En ese momento llamaron a la puerta. Allí estaba otra vez el señor Mantecona con una bandeja de velas, y detrás venía Nob con jarras de agua caliente.

—Aquí tienen agua y velas, en caso de que deseen acostarse —dijo el posadero—. Pero el señor Ríos no ha vuelto todavía. Espero que no tarde mucho, porque también querría acostarme, pero yo mismo trancaré las puertas esta noche; no dejaré que nadie lo haga mientras esos insoportables forasteros negros anden por aquí.

—¿Dónde se habrá metido Merry? —dijo Frodo—. Espero que esté bien.

—Espérelo unos minutos más, señor Mantecona —dijo Bingo—. Siento importunarlo.

—Está bien —dijo el posadero dejando las velas en la mesa—. ¡Nob, lleva el agua a los cuartos! Buenas noches, señores.

El posadero cerró la puerta.

—Lo que iba a decir —dijo calmadamente Bingo al cabo de un instante— era: ¿por qué no teníamos que detenemos en Bree? ¿Es digno de confianza Mantecona? Tom Bombadil dijo que sí; pero estoy aprendiendo a ser desconfiado.

—¡El viejo Barnabás! —dijo Trotter—. No hay nada que temer. Es el mejor hobbit que puedas encontrar entre las Torres del Oeste y Rivendel. ¡Gandalf sólo temía que se sintieran demasiado cómodos aquí! Barni es fiel, bondadoso, bastante listo en sus asuntos, y nada le despierta demasiada curiosidad fuera de lo que les ocurre a diario a las gentes de Bree. Si sucede algo extraño, simplemente inventa alguna explicación o lo olvida rápidamente. «¡Qué raro!», dice, y se rasca la cabeza, y vuelve a la despensa o al galpón de la cerveza.

—¿Está bien que nos quedemos aquí esta noche? —dijo Bingo, echándole una mirada al fuego acogedor y a las velas—. En todo caso, Gandalf dijo «No viajes cuando esté oscuro». [203]

En este punto las dos versiones se unen finalmente. Como se observará éstas son las principales diferencias entre B y A. En B Mantecona tiene en su poder la carta de Gandalf y se la entrega a Bingo al comienzo (aunque Bingo no la lee en seguida). Trotter no sólo escucha «indiscretamente» la conversación entre Gandalf y sus compañeros en el Camino, al oeste de Bree, como en A, sino que es él, no Mantecona, quien se encuentra con los Jinetes y, por supuesto, no ante la puerta de la posada sino en el camino. El «material» de los dos relatos es muy similar, salvo en lo que se refiere a la importancia fundamental de Mantecona en uno de ellos, y a las diferencias en cuanto a los lugares.

En la versión A Trotter le da la carta a Bingo después de que el señor Mantecona se va, para ayudarle a tomar una decisión; en B le recuerda que tiene la carta (al igual que en la CA, pág. 238). En B Mantecona entra después en la salita, de modo que tardan más en darse cuenta de que Merry no ha vuelto.

En la relación entre la versión definitiva que figura en la CA y las dos variantes originales se encuentra una típica combinación de los diversos relatos o una típica selección de fragmentos de los dos, puesto que el señor Mantecona entra en medio de la conversación entre los hobbits y Trotter/Trancos (A), pero es Mantecona quien tiene en su poder la carta de Gandalf (B). También es muy peculiar el hecho de que en la CA (pág. 230) Trancos escuche la conversación de los hobbits, lo que se basa en el pasaje en el que Trotter escuchaba «indiscretamente» a Gandalf y sus compañeros desde el otro lado de la cerca en el Camino, al oeste de Bree; porque evidentemente en la CA habían visto a Gandalf en Bree y había dejado la carta allí mucho antes, a fines de junio, y cuando se celebraba la Fiesta de Cumpleaños ya estaba muy lejos. Pero aunque la relación entre la cronología del viaje de Gandalf y de los hobbits se reconstruiría completamente, la de estos últimos no sufrió ninguna modificación.

Jueves 22 de septiembre Fiesta de Cumpleaños Gandalf y Merry se van de Hobbiton con los Enanos y los Elfos (después de los fuegos de artificio)
Viernes 23 de septiembre Bingo, Frodo y Odo se van de Hobbiton y duermen al aire libre [204]
Sábado 24 de septiembre Los hobbits pasan la noche con Gildor y los Elfos
Dmgo. 25 de septiembre Los hobbits llegan a Los Gamos en la noche Gandalf y sus compañeros llegan a Bree en la manana
Lunes 26 de septiembre Los hobbits en el Bosque Viejo; primera noche con Tom Bombadil Gandalf y sus compañeros se van de Bree, Gandalf deja una carta para Bingo. Un jinete Negro llega a la posada (o se cruza con Trotter en el Camino)
Martes 27 de septiembre Segunda noche con Tom Bombadil Cuatro Jinetes llegan a la posada (o Trotter se cruza con ellos en el camino)
Miércoles 28 de sept. El Tumulario captura a los hobbits
Jueves 29 de septiembre Los hobbits llegan a Bree

Las fechas indicadas en el caso de los hobbits son las mismas que aparecen en «La cuenta de los años» del SA, Apéndice B (págs. 104-105). En la cuarta versión de «Una reunión muy esperada» se dice por primera vez que el 22 de septiembre, la fecha en que se celebraba la Fiesta de Cumpleaños, era un jueves (CA, pág. 43); originalmente se celebraba un sábado (véanse las págs. 33, 55).

Véase la pág. 275, nota 189, en relación con el sentido de los añadidos a lápiz (págs. 195-197) según los cuales Trotter veía a los Jinetes «al oeste de Bree» ya el sábado, antes que Gandalf llegara allí, y hablaba con Gandalf sobre ellos cuando se encontraban.

A partir del punto en que se unen las dos versiones, el texto [205] (escrito con tinta sobre un original a lápiz) continúa con lo siguiente. Lo presento en su totalidad, porque, aunque gran parte de él se repite en la CA, hay numerosos detalles que difieren.

—No deberías hacerlo —dijo Trotter—, de modo que no puedes evitar quedarte aquí esta noche. Lo que sucedió es inevitable; y esperemos que todo resulte bien. No creo que entren en la posada después de que tranquen las puertas. Pero, por supuesto, tendremos que partir lo más temprano que sea posible mañana. Me levantaré antes que salga el sol y me ocuparé de que todo esté preparado. Se han retrasado dos o tres días. Tal vez quieras contarme en el camino lo que han estado haciendo. Si no partimos temprano y avanzamos rápidamente, dudo que encuentres un campamento en la Cima de los Vientos.

—¡Entonces tenemos que ir a acostarnos de inmediato! —dijo Odo bostezando—. ¿Dónde está ese tonto de Merry? Sería el colmo que ahora tuviéramos que salir a buscarlo.

En ese momento oyeron un portazo, y unos pies corriendo por el pasillo. Merry entró precipitadamente, cerró de prisa la puerta, y se apoyó contra ella. Estaba sin aliento. Los otros lo observaron un momento alarmados; entonces Merry dijo jadeando:

—¡Vi a uno de ellos, Bingo! ¡Vi a uno de ellos!

—¿Qué? —gritaron los otros a coro.

—¡Un Jinete Negro!

—¿Dónde? —preguntó Bingo.

—Aquí. En la villa —respondió Merry—. Cuando regresé después de dar un paseo me detuve al lado de la luz que salía por la puerta, a mirar las estrellas; es una hermosa noche, pero oscura. Sentí que algo se acercaba, ¿me entiendes?; parecía una sombra negra; y entonces lo alcancé a ver por un instante,[141] cuando pasó delante del rayo de luz de la puerta. Iba guiando al caballo a lo largo de la cerca verde al otro lado del Camino, y casi no hacía ruido al caminar.

—¿Hacia dónde fue? —preguntó Trotter.

Merry se sobresaltó, advirtiendo por primera vez la presencia del extraño.

—Continúa —le dijo Bingo—. Es un mensajero de Gandalf. Nos ayudará. [206]

—Lo seguí —dijo Merry—. Atravesó la villa, hasta el extremo del este, donde el Camino se desvía y bordea el pie de la colina De pronto se detuvo junto a una cerca negra, y me pareció que lo oía hablar o susurrar con alguien que estaba del otro lado No estaba seguro, aunque me acerqué arrastrándome todo lo que pude. Pero de pronto sentí algo raro y empecé a temblar, y regresé corriendo como una flecha.

—¿Qué debemos hacer? —preguntó Bingo volviéndose hacia Trotter.

—No iréis a vuestros cuartos —dijo Trotter en seguida—. Debe de haber sido Bill Helechal, porque su agujero está en el extremo este de Bree; y es muy posible que haya descubierto qué cuartos os dieron. Tienen ventanucos que miran al oeste y las paredes exteriores no son muy gruesas. Nos quedaremos aquí, atrancaremos la puerta y la ventana, y nos turnaremos para montar guardia.[142] Pero primero tenemos que ir a buscar vuestro equipaje… ¡y arreglar las camas!

En este punto mi padre interrumpió el borrador original escrito a lápiz para hacer un esquema de la continuación del relato, y como no escribió con tinta encima de este fragmento del manuscrito es posible leerlo… o sería posible, si no hubiese sido escrito apresuradamente en los límites de lo legible, y más allá aún.

Eso hicieron. Pusieron almohadas en las camas. Esa noche no pasa nada, pero en la mañana encuentran las ventanas abiertas, las almohadas en el suelo. Todos los poneys han desaparecido. Timoteo [Timoteo Tito, el posadero] muy inquieto. Ellos ……[? cuenta]. Tito paga por los poneys [? pero] no hay más. Hay pocos en la villa. Parten con Trotter a pie. Trotter los lleva al agujero de un hobbit salvaje y [? hace que su amigo] ¿se les adelante de prisa y vaya en poney a la Cima de los Vientos llevando un mensaje? Trotter [? los lleva por senderos apartados del…] camino y a través de los bosques. En una colina desde la que se divisaba un trecho del camino a la distancia les pareció ver un Jinete Negro a caballo [? escrutando] el camino [? y los campos de alrededor].

…… Cima de los Vientos [? a unas] 50 [escrito al lado: 100] millas de Bree. [207]

Ven amplio panorama en torno.

Gandalf se ha marchado, pero dejó una pila de piedras; mensaje. Esperé dos días. Debo seguir. Id de prisa hacia el vado. En Rivendel me será más fácil conseguir ayuda, si llego allí.

Llegan a las Piedras de los Trolls …… del Camino. El Río les corta el paso y [? se ven obligados] a regresar al Camino. Los Jinetes Negros evidentemente esperan que vayan al Bosque del Troll [> Soto de los Trolls] y están esperando en el camino en el cruce con el sendero.

En esa época mi padre no preveía aún que atacarían a los hobbits en la Cima de los Vientos, así como en el esquema anterior presentado en la pág. 162 no preveía que atacarían la posada. En ese esquema ya se planteaba la posibilidad de que los hobbits llegaran a las Piedras de los Trolls (lo que se describía como «una imprudencia») y en los dos casos los Jinetes sólo los atacarían finalmente en el Vado.

Aquí se menciona por primera vez el Soto de los Trolls, que aparece en el mapa del SA (Sotos de los Trolls), pero no en el texto.

El texto escrito con tinta continúa:

Aceptaron que Trotter los acompañara y, aun más, que fuera su guía. Hicieron de inmediato lo que había sugerido; y fueron furtivamente a sus dormitorios y desarreglaron las mantas, y pusieron una almohada a lo largo en cada cama. Odo puso también un felpudo de color castaño, una imitación más realista de su cabeza. Cuando estuvieron reunidos nuevamente en la salita, apilaron sus cosas en el suelo, apoyaron una silla baja contra la puerta, y cerraron la ventana. Bingo espió hacia afuera y vio que la noche seguía siendo clara; luego cerró los pesados postigos interiores y los atrancó, corrió las cortinas, y apagó las velas. Los hobbits se tendieron sobre las mantas con los pies apuntando al fuego. Trotter se instaló en la silla apoyada contra la puerta. No hablaron mucho, y uno tras otro cayeron dormidos.[143] Nada los perturbó durante la noche. Merry y Bingo se despertaron temprano cuando aún estaba oscuro, creyendo que habían oído o sentido que algo se movía, pero no tardaron en dormirse de nuevo. Advirtieron que Trotter parecía estar sentado en la silla, despierto y con los ojos abiertos. Fue Trotter también quien descorrió las cortinas y abrió los postigos y dejó entrar la luz del alba. Parecía que casi no necesitaba dormir. [208] Tan pronto como los despertó, atravesaron en puntillas el pasillo hasta llegar a sus dormitorios.

Allí descubrieron que Trotter les había dado un buen consejo. Las ventanas estaban abiertas y se batían al viento, y las cortinas ondeaban. Las camas estaban todas revueltas, y las almohadas tiradas en el suelo, abiertas de arriba abajo. El felpudo de Odo estaba hecho pedazos.

Trotter fue a buscar en seguida al señor Mantecona, y lo hizo levantarse. No le dijo a Bingo lo que le había dicho, pero el posadero apareció poco después, y parecía aterrorizado, y les pidió disculpas una y otra vez.

—¡Nunca me ocurrió una cosa semejante y tampoco a mi padre! —dijo alzando horrorizado las manos—. ¡Huéspedes que no pueden dormir en sus camas, y todo lo demás! ¿Qué tiempos son éstos? Pero ésta ha sido una extraña semana, no cabe duda.

No pareció sorprenderse cuando le dijeron que querían irse lo más pronto posible, antes que los demás se levantaran; y corrió a ordenar que les prepararan el desayuno en seguida, y que les tuvieran listos los poneys.

Pero poco después regresó consternado. ¡Los poneys no estaban! Habían forzado las puertas del establo durante la noche, y los poneys habían desaparecido, y también los otros poneys que había en el establo. Era una noticia aplastante. Probablemente ya era demasiado tarde para darle alcance a Gandalf. No había esperanzas de poder hacerlo a pie; tardarían muchos días en llegar a la Cima de los Vientos, y semanas en llegar a Rivendel.

—¿Qué podemos hacer, señor Mantecona? —preguntó Bingo desesperado—. ¿Nos podrían prestar otros poneys en la villa, o en la vecindad? ¿O podríamos alquilarlos? —añadió con tono indeciso.

—Lo dudo —dijo el señor Mantecona—. Dudo que haya cuatro poneys de silla en todo Bree; y no creo que haya ninguno en venta o para alquilar. Bill Helechal tiene un poney, una pobre criatura fatigada, pero si lo conozco bien no querrá separarse de ella por menos de tres veces su valor. Pero haré lo que pueda. Sacaré a Bob de la cama y lo mandaré a averiguar inmediatamente. [209]

Al fin, después de más de una hora de atraso, se enteraron de que sólo había un poney disponible… y que lo vendían por seis centavos de plata (un precio muy alto en esas tierras). Pero el señor Barnabás Mantecona era un hobbit honesto y generoso (aunque podía permitirse ser lo uno y lo otro) e insistió en pagarle 20 centavos de plata[144] al señor Ríos (es decir Merry) por los animales perdidos, menos la comida y el albergue. Ésa fue una buena contribución a los fondos que tenían para el viaje, porque los centavos de plata eran muy valiosos en esa época, pero en ese instante no fue un gran consuelo por la pérdida y el retraso. Seguramente había sido un golpe duro para el pobre viejo Barnabás, aunque tenía una buena posición.[145]

Por supuesto, todo ese asunto de los poneys no sólo los retrasó, también impidió que salieran sin ser vistos y que nadie viera lo que hacían. Ya no había ninguna posibilidad de partir furtivamente, lo que los desalentó a todos, y también a Trotter. En realidad, eran ya más de las nueve cuando al fin partieron, y a esa hora todas las gentes de Bree habían salido de sus casas para verlos marcharse. Después de despedirse de Nob y Rob,[146] y de decirle adiós al señor Mantecona, partieron a pie, inquietos y deprimidos. Trotter marchaba a la cabeza con el único poney, cargado con la mayor parte del equipaje. Masticaba una manzana; al parecer, tenía un bolsillo lleno de manzanas. Las manzanas y el tabaco, dijo, eran las cosas que más extrañaba cuando no las tenía. No prestaron atención a las muchas cabezas inquisitivas que se asomaban por las puertas o por encima de los setos mientras cruzaban la villa; pero cuando se aproximaban al extremo este, Bingo vio un hobbit regordete y hosco (parece un trasgo, pensó), que miraba por encima de una ancha cerca. Tenía ojos negros, boca grande y miraba de soslayo, [210] y fumaba una pipa negra. Se la sacó de la boca y escupió hacia atrás por sobre el hombro cuando pasaron delante de él.

—¡Buenos días, Trotter! —dijo—. ¿Tienes nuevos amigos? —Trotter asintió con un movimiento de cabeza, pero no dijo nada.

—¡Buenos días, caballeros! —les dijo a los hobbits—. Supongo que ya saben con quién se han juntado. Es el infame Trotter; así dice que se llama… aunque he oído otros apodos no tan bonitos. Pero quizá un montaraz sea lo que se merecen.

Trotter se volvió rápidamente.

—¡Bill Helechal! —dijo—, aparta esa horrible cara de mi vista, si no quieres que te la haga pedazos. Aunque no creo que pueda quedar mucho peor.

Con un movimiento repentino, rápido como un relámpago, media manzana salió de la mano de Trotter y golpeó a Bill en plena nariz. Bill se agachó y desapareció dando un alarido,[147] y no prestaron atención a los juramentos que salían del otro lado de la cerca.

Dejaron la villa y continuaron por el Camino durante algunas millas. El Camino torcía a la derecha, bordeando la ladera sur de la Colina de Bree, y luego empezaba a descender hacia los bosques.[148] Al norte del Camino, divisaron Archet en un promontorio, como una isla rodeada de árboles; y luego, en lo profundo de un valle, al este de Archet, vieron elevarse unas cintas de humo donde se encontraba Combe. El Camino descendió por un trecho y dejó atrás la Colina de Bree; luego llegaron a una senda estrecha que llevaba hacia el norte alejándose del Camino.

—Aquí es donde dejaremos el camino abierto y tomaremos el camino encubierto —dijo Trotter.

—Espero que no sea un atajo —dijo Bingo—. Nuestro atajo por los bosques nos retrasó dos días.

—Ah, pero todavía no estaba con vosotros —dijo Trotter—. Mis atajos, largos o cortos, siempre son buenos.

Por lo que alcanzaban a entender sin conocer la región, el plan de Trotter era pasar cerca de Combe[149] y seguir ocultándose en los bosques mientras el Camino estuviese cerca, y luego cruzar las tierras salvajes lo más en línea recta que pudiesen hacia la Colina de la Cima de los Vientos. De ese modo [211] (si todo va bien) podrían ahorrarse una gran vuelta del Camino, que más adelante doblaba hacia el sur para evitar la Ciénaga de las Moscas [escrito encima: Moscagua]. Trotter también pensaba que si llegaba a encontrarse con algún hobbit salvaje que fuera su amigo, alguien en quien pudiera confiar, podría decirle que se les adelantara en el poney hasta llegar a la Cima de los Vientos. Pero los demás no estaban de acuerdo con su plan, porque tendrían que cargar los pesados fardos, y (por la descripción que hacía Trotter) pensaban que el cruce de la Ciénaga de las Moscas [escrito encima: Moscagua] sería muy difícil aunque no tuviesen que cargar nada.[150] Mientras, sin embargo, no les desagradaba caminar. En verdad, si no hubiese sido por los acontecimientos perturbadores de la noche anterior, habrían disfrutado de esa parte del viaje más que de ninguna otra hasta entonces. El sol brillaba en un cielo despejado, pero no hacía calor. Los árboles aún estaban cubiertos de hojas de colores vivos, y parecían pacíficos, despejados y saludables. Trotter los guiaba sin titubear entre los muchos senderos entrecruzados, aunque muy pronto los demás se desorientaron por completo; pero Trotter les explicó que no avanzaban aún en línea recta sino zigzagueando para evitar cualquier persecución.

—Bill Helechal estaba espiándonos sin duda alguna cuando dejamos el Camino —dijo Trotter—, pero no creo que nos siga tan lejos, aunque conoce bastante bien la región. Lo que importa es lo que podría decirles… a otros. Tanto mejor si piensan que fuimos hacia Combe.

Ya fuese por la habilidad de Trotter o por alguna otra razón, ese día y el siguiente no vieron señales ni oyeron sonidos de ninguna otra criatura viviente: ni bípedos (excepto pájaros), ni cuadrúpedos (excepto zorros y conejos). Al tercer día después de salir de Bree dejaron atrás el bosque. El terreno había ido descendiendo poco a poco, y ahora entraban en tierras más llanas y más difíciles de recorrer.

Estaban en el linde de los Pantanos de Moscagua. El suelo era cada vez más húmedo, barroso en algunos lugares, y de cuando en cuando había charcos, y anchos trechos cubiertos con cañas y juncos donde gorjeaban pajaritos escondidos. Tenían que cuidar dónde ponían los pies para no mojarse ni desviarse del curso adecuado. Al principio avanzaban [212] rápidamente: en realidad, probablemente no habrían ido más rápido cabalgando. Pero a medida que avanzaban la marcha se iba haciendo cada vez más lenta y peligrosa. Los pantanos eran anchos y traicioneros, y sólo había un sendero serpenteante que a Trotter le había costado mucho esfuerzo encontrar. Las moscas empezaron a atormentarlos, sobre todo las nubes de mosquitos minúsculos que se les metían por las mangas y los pantalones y en los cabellos.

—¡Me comen vivo! —dijo Odo—, ¡Moscagua! ¡Hay más moscas que agua! ¿De qué viven cuando no tienen un hobbit cerca?

Pasaron dos días desdichados en aquella región solitaria y desagradable. Los sitios donde acamparon eran húmedos y fríos, porque no había con qué hacer una buena fogata. Muchas brazadas de cañas y juncos y pasto se consumieron prontamente. Y por supuesto los insectos no los dejaban dormir. También había unos enormes y abominables primos de los grillos que chillaban en torno a ellos, y que casi enloquecieron a Bingo. Odiaba a los grillos, aunque no se viera obligado a escucharlos porque las picaduras no lo dejaban dormir. Pero el canto de esos grillos era más estridente que todos los que había oído en su vida, y más pertinaz. Se alegraron muchísimo cuando a la mañana del quinto día desde que habían salido de Bree vieron que el terreno empezaba a elevarse poco a poco delante de ellos, hasta convertirse en una cadena de colinas lejanas.[151]

A la derecha de la cadena había una colina cónica, alta y algo aplastada en la cumbre.

—Aquélla es la Cima de los Vientos —dijo Trotter—. El viejo Camino que dejamos atrás a la derecha pasa no muy lejos del pie de la Cima por el lado sur. Podemos llegar allí mañana al mediodía, y pienso que deberíamos intentarlo.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Bingo.

—Quiero decir que no sabemos a ciencia cierta qué encontraremos. Está cerca del Camino.

—Pero Gandalf iba a acampar allí, ¿verdad?

—Sí, pero él os esperaba tres o cuatro días antes y, entre una cosa y otra, os habéis retrasado. Cuando lleguemos a la cumbre serán cuatro o cinco. Me pregunto si lo encontraremos allí. Además, si les advirtieron a algunas personas que ibais hacia el este de Bree y no nos encontraron en estas tierras salvajes, [213] es probable que también vayan a la Cima de los Vientos. Desde allí se dominan todas las tierras de los alrededores. En verdad hay muchos pájaros y bestias de esta región que podrían ver dónde estamos ahora desde esa cima. En un día despejado incluso algunos montaraces podrían divisarnos desde allí cada vez que nos moviéramos. Y no todos los montaraces son dignos de confianza, ni todos los pájaros y las bestias.

Los hobbits miraron con inquietud la colina distante. Odo alzó los ojos al cielo pálido, como si temiera ver halcones o águilas revoloteando por sobre sus cabezas.

—Me haces sentir muy inquieto —dijo Bingo—, pero supongo que será por nuestro bien. Tenemos que comprender qué peligros nos acechan. ¿Qué nos aconsejas hacer?

—Pienso —respondió Trotter lentamente, como si por primera vez no estuviera del todo seguro de sus planes—, pienso que lo mejor sería avanzar en línea recta, o lo más en línea recta que podamos, hacia la cadena de colinas. Allí podemos tomar algunos senderos que conozco, que nos acercarán a la Cima de los Vientos desde el norte de un modo más encubierto. Veremos entonces lo que podemos ver.

Eso parecía ser lo único que podían hacer. En todo caso no podían detenerse en esa tierra desolada, y el camino que Trotter les proponía tomar iba más o menos en la misma dirección en que debían ir para llegar algún día a Rivendel. Caminaron todo el día, hasta que cayó la noche fría y temprana. La tierra se hizo más seca y más árida; pero detrás de ellos flotaban nieblas y vapores sobre los amplios pantanos. Unos pocos pájaros melancólicos piaron hasta que el redondo sol rojo se hundió lentamente en las sombras occidentales. Pensaron que la débil luz del sol entraría por las alegres ventanas que daban al jardín de Bolsón Cerrado allá lejos. Llegaron a un arroyo que descendía serpeando desde las colinas y se perdía en las aguas estancadas, y lo siguieron mientras hubo luz. Ya era casi de noche cuando acamparon bajo unos alisos achaparrados en la orilla pedregosa del arroyo; delante de ellos se alzaba la ladera desnuda de la colina más cercana, sombría y árida. Aquella noche se turnaron para montar guardia, pero los que no vigilaban no durmieron tranquilos. Había luna creciente, y en las primeras horas [214] de la noche una claridad fría y grisácea se extendió sobre la tierra.

A la mañana siguiente se pusieron en marcha poco después de la salida del sol. Había un frío de escarcha en el aire, y el cielo era de un pálido color azul. Se sintieron renovados, como si hubiesen dormido bien, y se alegraron de alejarse del aire húmedo y agobiante de los pantanos. Ya estaban acostumbrándose a caminar mucho con la ayuda de raciones escasas (más escasas al menos de lo que en la Comarca hubieran considerado necesario para caminar). Odo declaró que Bingo parecía dos veces más grande que antes.

—Muy raro —dijo Bingo, apretándose el cinturón—, teniendo en cuenta que hay bastante menos de mí. Espero que el proceso de adelgazamiento no continúe de modo indefinido, o llegaré a convertirme en un espectro.

—¡No hables de esas cosas! —dijo Trotter rápidamente, y con una sorprendente seriedad.

Poco después llegaron al pie de las colinas; y allí, por primera vez desde que habían dejado el Camino, encontraron una senda claramente trazada. Tomaron esa senda, doblando y siguiéndola hacia el sudoeste.[152] La senda subía y bajaba, de tal modo que a menudo y por largos trechos los ocultaba a las miradas de cualquiera que pudiera estar en las cimas vecinas o en las llanuras del oeste. Se hundía en las cañadas, y bordeaba barrancas escarpadas, y cruzaba arroyos y rodeaba las ciénagas que creaban en las tierras bajas. Cuando cruzaba terrenos más llanos y descubiertos, solía haber a sus lados hileras de peñascos que ocultaban a los viajeros casi como una cerca.

—Me pregunto quién habrá hecho este sendero, y para qué —dijo Frodo, mientras marchaban por una de esas avenidas, bordeada de piedras de tamaño insólito, apretadas unas contra otras—. No estoy seguro de que me guste… me recuerda la región de los túmulos. ¿Hay túmulos en la Cima de los Vientos?

—No —dijo Trotter—. No hay túmulos en la Cima de los Vientos, ni en ninguna de estas colinas. Los Hombres del Oeste no vivían aquí. No sé quién hizo este sendero, ni hace cuánto tiempo, pero lo hicieron para que hubiese un camino hacia la Cima de los Vientos que pudiera ser defendido. Se dice que Gilgalad y [215] Valandil [más adelante > Elendil] construyeron un fuerte y una fortaleza aquí en los Días Antiguos, cuando iban hacia el este.

—¿Quién era Gilgalad? —preguntó Frodo; pero Trotter no le respondió, parecía perdido en sus propios pensamientos.[153]

Era ya mediodía cuando llegaron cerca del extremo sudeste de la cadena de colinas, y vieron ante ellos, a la luz clara y pálida del sol de octubre, una loma verde-gris que llegaba como un puente combado a la falda norte de la alta colina cónica. Decidieron subir hasta la cima en seguida, mientras había luz. Ya no era posible ocultarse, y sólo podían esperar que la suerte los acompañara. Nada se movía en la colina.

Al cabo de una hora de lenta y fatigosa ascensión, Trotter llegó a la cumbre de la colina. Bingo y Merry llegaron detrás, agotados y sin aliento. La última pendiente había sido escarpada y rocosa. Odo y Frodo se quedaron abajo con el equipaje y el poney, en un hueco abrigado en el flanco occidental de la colina. En la cima sólo encontraron una pila de piedras cuyo significado se perdía en el tiempo. No había rastros de Gandalf, ni de ninguna otra criatura viviente. Abajo y en torno se alcanzaba a ver un amplio panorama, en su mayor parte de tierras áridas, desiertas y sin ninguna característica, excepto unas manchas de bosques en las lejanías del sur, donde a ratos se veía brillar un agua distante. Abajo, del lado sur, corría como una cinta el Viejo Camino, viniendo desde el oeste y serpenteando en subidas y bajadas, hasta desaparecer en el este detrás de un reborde de tierra oscura. También estaba desierto. Nada se movía allí. Siguiéndolo hacia el este vieron las Montañas que ahora se distinguían claramente; las elevaciones más cercanas eran de un color castaño y amenazadoras; detrás se alzaban formas más grises y altas, y luego unos picos elevados y blancos que centelleaban entre nubes.

—¡Bueno, aquí estamos! —dijo Merry—. Y qué triste e inhospitalario parece todo. No hay agua ni cobijo. No culpo a Gandalf por no esperar aquí. Tendría que haber dejado abajo la carreta, y los caballos y a casi todos sus compañeros también, cerca del Camino.

—No estoy seguro —dijo Trotter pensativamente—. Debe de haber venido aquí, porque dijo que lo haría. Pero habría dejado [216] alguna señal. Espero que no le haya sucedido nada, aunque no es fácil que él pueda sentirse abatido. —Empujó la pila de piedras con el pie, y la que coronaba la pila hizo un estruendo al caer. Algo blanco quedó al descubierto y empezó a ondear al viento. Era un trozo de papel. Trotter lo recogió ansiosamente, y leyó un mensaje escrito de prisa:

Esperé tres días. Debo partir. Qué os ha sucedido. Id de prisa hada el Vado, más allá del Soto de los Trolls. Allí recibiréis ayuda de Rivendel, la pediré tan pronto pueda. Estad atentos. G. j

—¡Tres días! —dijo Trotter—. Eso significa que se marchó cuando estábamos en los pantanos. Supongo que estábamos muy lejos para que alcanzara a divisar nuestras miserables fogatas.

—A qué distancia está el Vado, y Rivendel? —preguntó Bingo desanimadamente. El mundo parecía salvaje y vasto desde lo alto de la colina.

—Déjame pensar —dijo Trotter—. No sé si el Camino ha sido medido alguna vez más allá de La Posada Abandonada, a una jornada de marcha al este de Bree. Pero, por supuesto, se sabe perfectamente cuántos días se tarda entre una parada y otra ya sea en carreta, en poney, a caballo o a pie. Yo diría que hay unas 120 millas desde Bree a la Cima de los Vientos, si se va por el Camino, que se desvía hacia el sur y hacia el norte. Hemos tomado un camino más corto pero no más rápido: entre 80 y 90 millas en los últimos seis días. No hay 30 sino casi 40 millas entre el Puente del Brandivino y Bree. No sé, pero entre el Puente y el Vado, bordeando las Montañas Nubladas, debe de haber más de 300 millas. De modo que debe de haber cerca de 200 entre la Cima de los Vientos y el Vado. He oído decir que se tarda dos semanas en llegar desde el Puente al Vado, siempre que se avance rápidamente y que haga buen tiempo; pero nunca he conocido a nadie que haya hecho ese viaje en dos semanas. La mayoría de los viajeros tarda casi un mes, y los pobres hobbits a pie tardan aún más.

Este pasaje, a partir de «cuántos días se tarda entre una parada y otra ya sea en carreta, en poney, a caballo o a pie», se dejó entre corchetes y al lado mi padre escribió: «? Eliminar, aunque se puede utilizar [217] como guía cronológica de la narración es muy previsible y estropea la atmósfera?». A continuación escribió el siguiente texto sustitutivo en un trozo de papel (compárese con la CA, pág. 263):

Algunos dicen que está a tal distancia, y otros a tal otra. Es un Camino extraño. Y las gentes se alegran de llegar a destino, tarde o temprano. Pero sé cuánto me llevaría a mí, a un pobre montaraz a pie, con tiempo bueno y sin contratiempos: entre tres semanas y un mes caminando de prisa desde el Puente del Brandivino hasta el Vado y bajo las Montañas Nubladas. Más de dos días desde el Puente a Bree, una semana desde Bree a la Cima de los Vientos. Eso hemos tardado, pero por un camino más corto, porque el Camino dobla hacia el sur y hacia el norte. Diez días entonces. Nos esperan dos semanas de marcha, tal vez menos, pero posiblemente más.

—¡Dos semanas! —dijo Bingo—. Pueden ocurrir muchas cosas en ese tiempo.

Todos se quedaron en silencio. En aquel sitio solitario Bingo tuvo conciencia por primera vez del peligro al que estaba expuesto y de lo lejos que estaba de sus tierras. Deseó que la suerte le hubiera permitido quedarse en la serena y querida Comarca. Observó el odioso Camino, que llevaba de vuelta al oeste, a su antiguo hogar. De pronto advirtió que dos puntos negros se movían a lo largo de la cinta rumbo al oeste, y mirando más atentamente vio que varios más avanzaban lentamente hacia el este. Dio un grito y apretó el brazo de Trotter.

—¡Mira! —dijo apuntando.

—¡Agáchate! —gritó Trotter, obligando a Bingo a tenderse en el suelo junto a él. Merry se echó junto a ellos.

—¿Qué es eso? —susurró.

—No sé, pero me hace temer —dijo Trotter. Se arrastraron hasta el borde de la cima aplastada y miraron ocultándose detrás de una saliente rocosa. La luz no era brillante, pues la claridad de la mañana se había desvanecido, y unas nubes avanzaban lentamente desde el este y cubrían ahora el sol, que comenzaba a ir hacia el oeste. Alcanzaban a ver los puntos negros, pero Bingo y Merry no distinguían ninguna forma. [218] Sin embargo, algo les decía que allí abajo los Jinetes Negros estaban reuniéndose en el Camino, más allá del pie de la colina.

—Sí —dijo Trotter, que tenía ojos penetrantes y para quien no había ninguna duda—. El enemigo está aquí.

Se alejaron arrastrándose precipitadamente, y bajaron por el flanco norte de la colina a reunirse con Odo y Frodo.

Aquí termina el capítulo VII original, que he dividido en dos.

[222]

En la última parte de este capítulo, a partir del punto en que se unen las distintas versiones (págs. 202-203, 2-04-205), se encuentran todos los elementos esenciales de la estructura de la narración que aparece en la CA (págs. 242-264) y que corresponde a esta parte, aunque es evidente que el relato no se relaciona con el contexto más amplio de la historia antigua ni se hacen alusiones a dicha historia. En todo caso, la narración tiene dimensiones más limitadas, puesto que en esta historia no hay Hombres —Mantecona es un hobbit; los montaraces, entre ellos Trotter, son hobbits, Bill Helechal es un hobbit (págs. 209-210)—, aunque la gama de personajes hobbits se amplía considerablemente con la inclusión de las «Gentes del Exterior», que viven fuera de los límites de la Comarca.

Cabe mencionar unas pocas diferencias específicas. De hecho, no dice que el poney que compran en Bree era de Helechal (págs. 208-209), aunque al parecer ésa es la idea implícita; y más adelante se modificó considerablemente la historia de la suerte que corrían los cinco poneys de Los Gamos (CA, pág. 251), que en este texto se presenta en una nota al pie de página (pág. 209). El pasaje en que Merry se encuentra con un Jinete Negro fuera de la posada de Bree no termina cuando éste lo ataca; y, a diferencia de la narración posterior, no es Sam sino Trotter quien lleva manzanas en el bolsillo y desconcierta a Bill Helechal al tirarle una a la cara.

El viaje desde Bree a la Cima de los Vientos tiene la misma estructura que en la CA (págs. 255-260), excepto al final. Ésta es la cronología: [223]

Días desde la salida de Bree Fecha Lugar
1 viernes 30 de sept. Bosques (bosque de Chet)
2 sábado 1 de octubre Bosques
3 dmgo. 2 de octubre Primer día y noche en los pantanos
4 lunes 3 de octubre Segundo día y noche en los pantanos
5 martes 4 de octubre Acampan junto al arroyo bajo alisos

Pero en la CA los hobbits también acampaban una noche a los pies de las pendientes occidentales de las Colinas del Viento y «Era la noche del cinco de octubre, y estaban a seis días de Bree» (pág. 258); en la versión original no acampaban allí y, por lo tanto, llegaban a la Cima de los Vientos el miércoles 5 de octubre. Trotter dice en la Cima de los Vientos que han caminado entre 80 y 90 millas «en los últimos seis días»; también tomaba en cuenta ese día, porque ya era de tarde.

En el antiguo relato Gandalf se quedaba tres días en la Cima de los Vientos y allí dejaba una nota escrita en un pedazo de papel dentro de una pila de piedras. Ese mensaje («Allí [en el Vado] recibiréis ayuda de Rivendel, la pediré tan pronto pueda») ofrece la primera indicación clara de lo que Gandalf se proponía hacer; y esto puede relacionarse con las palabras escritas apresuradamente en el manuscrito que se citan en la nota 135. Lo que pretendía Gandalf era que los Jinetes lo siguieran a él.

Si consideramos el capítulo VII original en su totalidad, desde la llegada de los hobbits a Bree hasta que divisaban a los Jinetes Negros en el Camino, mucho más abajo de la Cima de los Vientos, encontramos que aquí se manifiesta nuevamente y con una notable intensidad una de las características de los escritos de mi padre: los elementos surgen de pronto y en forma muy definida, pero en la narración posterior (véase también la pág. 95) su «significado» y el contexto evolucionan notablemente o incluso aparecen totalmente transformados. Un ejemplo de menor importancia que se encuentra aquí es la cara parecida a la de un trasgo que Bingo ve a la salida de Bree (pág. 209); en este caso es la cara de Bill Helechal (un hobbit), pero en la CA (pág. 253) es la cara del «sureño bizco» que Frodo ve en la ventana de la casa de Helechal y que le hace pensar que «se parece bastante a un trasgo». Los «Montaraces», personajes que vagan por las tierras salvajes, [224] aparecen en estado embrionario y Trotter es un Montaraz de expresión sombría y rostro curtido por la intemperie, gran conocedor de historias de las tierras salvajes y de muchas otras cosas; pero los Montaraces son hobbits y no se encuentra ninguna indicación de la mayor importancia que podrían tener en la historia de la Tierra Media. El personaje de Trotter aparece tan desarrollado desde un comienzo que la descripción de su carácter en esta parte de la narración no sufrió ningún cambio posterior (y, de hecho, tampoco se modificaron muchos de sus comentarios); sin embargo, por las mínimas referencias a su historia hechas en este período ésta no se relaciona en absoluto con la de Aragorn, el hijo de Arathorn. Trotter es un hobbit y su característica más notable es que usa zapatos de madera (el motivo por el cual lo llaman Trotter [Trotador]); al parecer, hay algo en su pasado que lo hace saber mucho acerca de los Espectros del Anillo y por lo que le despiertan terror (pág. 195); y Bingo descubre algo sobre él que lo diferencia de los demás «Montaraces» y que es de algún modo familiar (pág. 196). Todos estos elementos se explicarán más adelante, antes que desaparezcan definitivamente.