IV
HACIA LA GRANJA DE MAGGOT
Y LOS GAMOS

[115]

La versión completa del tercer capítulo consecutivo original sólo se encuentra en un texto mecanografiado que lleva el número «III», pero que no tiene título; también hay algunos borradores incompletos y muy esquemáticos escritos a mano, que se completaron y perfeccionaron en el texto mecanografiado, pero cuyos elementos esenciales no sufrieron ninguna modificación. Hacia el final, el texto mecanografiado se interrumpe (nota 89), no al pie de una página, y el resto del capítulo fue escrito a mano; también hay borradores correspondientes a esa parte del capítulo.

Presento el texto en su totalidad, porque en este capítulo la narración original era muy diferente de la versión publicada. Se hicieron muy pocos cambios posteriores. Incorporo al texto algunos cambios manuscritos que, casi con toda seguridad, fueron hechos cuando se estaba escribiendo el texto a máquina.

El final del capítulo corresponde al capítulo 5 de la CA, «Conspiración desenmascarada»; en esta etapa todavía no existía ninguna conspiración.

III

A la mañana siguiente Bingo despertó renovado. Estaba acostado bajo una enramada, que formaban las ramas entrelazadas de un árbol que bajaban hasta el suelo; la cama era de helecho y musgo, profunda, suave y extrañamente fragante. El sol refulgía entre las hojas temblorosas, todavía verdes. Bingo se levantó de un salto y salió de allí.

Odo y Frodo estaban sentados en la hierba, cerca del linde del bosque; no había señales de los elfos.

—Nos han dejado frutas y bebidas, y pan —dijo Odo—. Ven a desayunar. El pan es casi tan sabroso como anoche.

Bingo se sentó junto a ellos y empezó a comer.

—Y bien —dijo Odo—. ¿Descubriste algo?

—No, nada —dijo Bingo—. Sólo insinuaciones y enigmas. Pero [116] por lo que alcancé a descifrar, parecería que Gildor piensa que hay varios Jinetes; que andan detrás de mí; que ahora están delante de nosotros y a nuestras espaldas y a ambos lados; que no serviría de nada regresar (al menos para mí); que debemos ir a Rivendel a toda prisa, y que sería mucho mejor que encontráramos a Gandalf; y que nos divertiremos mucho durante el viaje y nos enfrentaremos a muchos peligros.

—Yo diría que eso es mucho más que nada —dijo Odo—. ¿Qué nos dices del olfateo?

—No lo discutimos —dijo Bingo con la boca llena.

—Tendrías que haberlo hecho —dijo Odo—. Estoy seguro de que es muy importante.

—En ese caso estoy seguro de que Gildor no me habría dicho nada. Pero dijo que ustedes pueden acompañarme. Por lo que entendí, los jinetes no los persiguen a ustedes, y más bien son un estorbo para ellos.

—¡Espléndido! Odo y Frodo van a cuidar al Tío Bingo. No dejarán que lo olfateen.

—Muy bien —dijo Bingo—. De acuerdo, entonces. ¿Cómo recorreremos el camino?

—¿Qué quieres decir? —preguntó Odo—. ¿Vamos a ir saltando, brincando, corriendo, arrastrándonos, o simplemente caminando y cantando?

—¡Exactamente! ¿E iremos por el camino o tomaremos un atajo por los campos? Pero no cabe duda de que debemos caminar de día, porque Marmaduque nos espera esta noche. En realidad, tenemos que partir lo más pronto posible; dormimos hasta tarde, y todavía nos quedan unas dieciocho millas.

dormiste hasta tarde, querrás decir —dijo Odo—. Nosotros nos levantamos hace mucho.

Frodo no había dicho nada hasta entonces. Miraba hacia el este sobre las copas de los árboles. Se volvió hacia ellos.

—Creo que deberíamos tomar un atajo por los campos —dijo—. Los campos no son tan escabrosos de aquí al Río. Nos será fácil decidir en qué dirección iremos antes de salir de esta colina, y no desviarnos. Los Gamos está casi exactamente al sudeste de Casa del Bosque,[74] allá abajo, entre los árboles. Así evitaríamos un largo desvío, porque el camino va hacia la izquierda, desde aquí se alcanza a ver un trecho, y luego tuerce hacia el sur [117] cerca del Río.[75] Podríamos salir al camino más arriba de Los Gamos, antes de que oscurezca del todo.

—Los atajos cortos traen retrasos largos —indicó Odo—; y no creo que sea peor encontrar a un Jinete en el camino que en el bosque.

—Pero probablemente le sería más difícil vernos, y tal vez tendría que cabalgar más despacio —dijo Bingo—. También soy partidario de no tomar el camino.

—¡Muy bien! —dijo Odo—. Los seguiré por todos los pantanos y zanjas. Ustedes dos son tan difíciles como Marmaduque. Supongo que serán tres contra uno, en lugar de dos contra uno, cuando nos unamos a él, si llegamos a hacerlo.

Empezaba a hacer calor nuevamente, pero unas nubes comenzaban a levantarse en el oeste. Parecía que iba a llover, si el viento se calmaba. Los hobbits descendieron a gatas una verde barranca empinada y se internaron en la arboleda que había en el fondo. El itinerario que habían elegido dejaba Casa del Bosque a la izquierda, y frente a ellos había un espeso bosque, aunque desde lo alto parecía que después de una o dos millas el terreno era más despejado. Había mucha maleza, y no avanzaban muy rápido. Al pie de la ladera se encontraron con un arroyo que corría por un lecho profundo, con bordes empinados y resbaladizos y cubiertos de zarzas. No podían saltarlo, pero podían volver atrás y tomar otro rumbo, o desviarse hacia la izquierda y caminar a lo largo del arroyo hasta que fuera más fácil cruzarlo. Odo miró hacia atrás. Entre los árboles alcanzaban a ver la cumbre de la barranca que descendía desde las tierras verdes que acababan de dejar atrás.

—¡Mira! —dijo, tomando el brazo de Bingo. En la cima de la ladera había un jinete negro montado a caballo; parecía girar de lado a lado, como si recorriera todas las tierras del oriente con los ojos.

Los hobbits abandonaron la idea de regresar, y se escondieron rápida y sigilosamente entre los arbustos más espesos que había a orillas del arroyo. La hondonada cerraba el paso al viento del oeste, y poco después empezaron a sentirse acalorados y cansados. Todo les impedía avanzar: los arbustos, las zarzas, el terreno escarpado y sus fardos. [118]

—¡Vaya! —dijo Bingo—. ¡Todos teníamos razón! El atajo no es nada seguro, pero nos salvamos a tiempo. Eres el que tiene oídos más finos, Frodo. ¿Oyes algo detrás de nosotros?

Se quedaron quietos, mirando y escuchando; pero no se veía ninguna señal ni se oía ningún ruido de persecución. Siguieron avanzando, hasta que las márgenes del arroyo se hicieron más bajas y su lecho se hizo amplio y menos profundo. Vadearon el arroyo y se internaron de prisa en el bosque que había en la otra orilla; ya no estaban tan seguros del rumbo que debían tomar. No había sendas, pero el suelo era bastante llano, con poca maleza. Estaban en medio de altos robles jóvenes, entremezclados con fresnos y olmos, de modo que no podían ver muy lejos. Unas ráfagas súbitas hacían que las hojas de los árboles se elevaran, y comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia; luego el viento cesó, y la lluvia se abatió sobre ellos.

Caminaban ahora penosamente, de prisa, sobre montones de hojas, mientras alrededor de ellos la lluvia golpeteaba y se deslizaba; no hablaban, pero no dejaban de mirar a los costados, y a veces hacia atrás. Una hora más tarde, Frodo dijo:

—Espero que no nos hayamos desviado demasiado hacia el sur y que no estemos cruzando el bosque de punta a punta. Desde arriba parecía un bosque angosto, y pienso que ya tendríamos que haberlo cruzado.

—No serviría de nada que comenzáramos a zigzaguear —indicó Bingo—. Sigamos por aquí. Parece que las nubes ya se están dispersando, y tal vez pronto volvamos a ver el sol; eso nos ayudará.

Bingo tenía razón. Después de recorrer otra milla, el sol brilló entre nubes desgarradas y comprobaron que, en efecto, se habían desviado demasiado hacia el sur. Torcieron un poco hacia la izquierda, pero poco después su apetito y el sol les hicieron pensar que tenían que hacer un alto y almorzar.

Seguía lloviendo a intervalos; de modo que se sentaron bajo un olmo de espeso follaje, pero con muchas hojas amarillas. Advirtieron que los Elfos les habían llenado las botellas con una bebida pálida de color dorado; tenía la fragancia, más que el sabor, de una miel de muchas flores, y era muy refrescante. Comieron alegremente, y pronto comenzaron a reír y a burlarse de la lluvia y de los jinetes negros. Sentían que pronto dejarían [119] atrás el siguiente trecho de unas pocas millas. Odo se recostó en el tronco de un árbol y empezó a cantar suavemente, como si se cantara a sí mismo:

¡Ho! ¡Ho! ¡Ho! A la botella acudo
para curar el corazón y ahogar las penas.
La lluvia puede caer, el viento puede soplar
y aún tengo que recorrer muchas millas,
pero me acostaré al pie del olmo
y dejaré que las nubes naveguen en el cielo.
¡Ho! ¡Ho! ¡Ho!

Nunca se sabrá si la siguiente estrofa era mejor que la primera; porque en ese mismo instante se oyó un sonido que parecía un estornudo o un olfateo. Odo nunca terminó de cantar la canción. Volvieron a escuchar el sonido: alguien olfateaba, olfateaba, olfateaba; parecía estar muy cerca. Se incorporaron de un salto, y miraron rápidamente en torno; pero no se veía nada cerca del árbol.[76]

Odo dejó de pensar en recostarse y mirar pasar las nubes. Fue el primero en guardar las cosas en los fardos y estar listo para partir. Pocos minutos después del último olfateo ya habían echado a andar lo más de prisa que podían. El bosque terminó de pronto; pero eso no les agradó porque la tierra era blanda y cenagosa, y a los hobbits no les gusta tener lodo o barro en los pies (ni siquiera cuando salen de viaje). El sol brillaba de nuevo, y se sentían muy acalorados y muy al descubierto por estar fuera del abrigo de los árboles. Lejos, detrás de ellos, se alzaba el verde promontorio donde habían desayunado; cada vez que se volvían a mirar en esa dirección esperaban ver la figura distante de un jinete recortada contra el cielo. Pero no apareció ningún jinete; y, a medida que avanzaban, el paisaje que los rodeaba era cada vez más doméstico. Había cercos y portones y zanjas de desagüe; todo parecía tranquilo y apacible, como cualquier rincón de la Comarca.

—Creo que reconozco estos campos —dijo Frodo de pronto—. Son los campos del viejo Granjero Maggot,[77] a menos que esté muy desorientado. Debe de haber una senda cerca de aquí, [120] una senda que va desde su propiedad hasta el camino y que lo cruza una o dos millas más arriba de Los Gamos.[78]

—¿Vive en una agujero o en una casa? —preguntó Odo, que no conocía esa región.

Curiosamente, para los hobbits de esa época ésa era una importante distinción. Por supuesto, en un principio todos los hobbits habían vivido en agujeros; pero ahora, por lo general, sólo lo hacían los mejores y los más pobres. Los hobbits importantes vivían en versiones muy lujosas de los sencillos agujeros de antaño; pero no en todas partes había terrenos propicios para construir buenos agujeros-hobbit. Incluso en Hobbiton, una de las villas más importantes, había casas. Los que más gustaban de vivir en casas eran los granjeros, los molineros, los herreros, los carpinteros y otros de su clase. Se suponía que los hobbits habían empezado a construir casas en las regiones boscosas cercanas a los ríos, donde la tierra era sólida y húmeda y donde no había buenas colinas o barrancas adecuadas. Empezaron a hacer agujeros artificiales de barro (y más adelante de ladrillo), con techos de paja que imitaban el pasto natural. Eso había sucedido hacía mucho tiempo, en el límite de la historia; pero se seguía considerando que las casas eran una novedad. Los hobbits más pobres aún vivían en agujeros muy primitivos; en realidad, eran simples agujeros con una sola ventana, o incluso sin ventanas.[79] Pero a Odo no le interesaba la historia de los hobbits. Lo único que quería saber era dónde estaba la granja. Si el Granjero Maggot hubiese vivido en un agujero, tendría que haber habido una elevación cerca de allí, pero el terreno parecía perfectamente llano.

—Vive en una casa —respondió Frodo—. Hay muy pocos agujeros en estas tierras. Dicen que aquí se inventaron las casas. Por supuesto, los Brandigamo tienen una enorme madriguera en Gamoburgo, en las tierras altas que hay en la otra orilla del Río; pero la mayoría de los suyos viven en casas. Hay muchas casas modernas de ladrillo; no son malas, creo, en su estilo; pero parecen demasiado sencillas, si entienden lo que quiero decir: no tienen un buen techo de turba, son nada más que un esqueleto.

—¡Imagínense tener que subir a acostarse! —dijo Odo—. Me parece muy incómodo. Los hobbits no son pájaros.

—No sé —dijo Bingo—. No es tan desagradable como parece; [121] aunque no me gusta mirar por la ventana cuando está en la planta alta, me da un poco de vértigo. Algunas casas tienen tres plantas, un dormitorio encima de otro dormitorio. Una vez dormí en una cuando andaba de viaje; el viento no me dejó dormir en toda la noche.

—¡Qué fastidio si necesitas un pañuelo o alguna otra cosa cuando estás abajo y descubres que está arriba! —dijo Odo.

—Podrías tener los pañuelos abajo, si quisieras —dijo Frodo.

—Sí que podrías, pero no creo que nadie lo haga.

—Pero eso no es porque las casas sean malas —dijo Bingo—, sino porque los hobbits que viven en ellas son unos necios. Según las viejas historias, los Elfos Sabios tenían la costumbre de construir altas torres; y sólo subían por sus altas escaleras cuando querían cantar o contemplar el cielo, o quizá incluso el mar, desde las ventanas. Guardaban todas las cosas en la planta baja, o en largos pasillos excavados bajo las torres. Siempre he pensado que la idea de construir casas proviene sobre todo de los Elfos, aunque nuestras construcciones son muy diferentes. En otra época había torres de los elfos en el remoto oeste, más allá del linde de la Comarca. Una vez las vi. Brillaban con una luz blanca bajo la luna. La torre más alta era la más alejada, se elevaba solitaria sobre una colina. Decían que desde la cima de la torre se divisaba el mar; pero no creo que ningún hobbit haya subido jamás a esa torre.[80] Si viviera en una casa, tendría todo lo que necesitara en la planta baja y sólo subiría cuando no necesitara nada; o tal vez comería una cena fría arriba en la oscuridad en una noche estrellada.

—Y tendrías que bajar los platos y todo lo demás, siempre que no te cayeras —dijo Odo riendo.

—¡No! —dijo Bingo—. Tendría platos y cuencos de madera, y los tiraría por la ventana. Mi casa estaría rodeada de un grueso manto de hierba.

—Pero de todos modos tendrías que llevar tu cena a arriba —dijo Odo.

—Bueno, tal vez no cenaría arriba —dijo Bingo—. Era una idea, nada más. No creo que viva alguna vez en una casa. Por lo que veo, creo que seré simplemente un mendigo errante.

Esta charla tan típica de los hobbits se prolongó por un rato. Eso demuestra que los tres empezaban a sentirse tranquilos [122] otra vez, al encontrarse de nuevo en una región doméstica y conocida. Pero ni siquiera los invisibles olfateos podían desalentar por mucho tiempo, en ninguna región, a esos hobbits extraordinarios e inigualablemente aventureros.

Mientras charlaban seguían caminando penosamente. Faltaba poco para el anochecer cuando vieron el techo de una casa que sobresalía entre un grupo de árboles delante de ellos y a su izquierda.

—¡Es la casa del Granjero Maggot! —dijo Frodo.

—Creo que la bordearemos —dijo Bingo—, y que saldremos a la senda al otro lado de la casa. Se supone que he desaparecido, y no me gustaría que me vieran escabulléndome hacia Los Gamos, aunque quien me viera fuera el buen Granjero Maggot.

Siguieron caminando, dejando atrás la granja, a su izquierda, oculta entre los árboles a lo lejos. De pronto un perro pequeño salió por un boquete de un cerco, y echó a correr ladrando hacia ellos.

—¡Ven aquí! ¡Ven aquí! ¡Zarpa! ¡Zarpa! —gritó una voz. Bingo se puso el anillo. Los otros no alcanzaron a ocultarse. Por encima del cerco bajo asomó la ancha cara regordeta de un hobbit.

—¡Hola! ¡Hola! ¿Quiénes pueden ser y qué pueden estar haciendo? —preguntó.

—¡Buenas tardes, Granjero Maggot! —dijo Frodo—. Sólo un par de Tuk que vienen de muy lejos y que no están haciendo ninguna maldad, espero.

—Y bien, déjenme mirar; usted debe de ser el señor Frodo Tuk, el hijo del señor Folco Tuk, si no me equivoco (y rara vez me equivoco, tengo una memoria excepcional cuando se trata de reconocer a alguien). Usted solía alojarse en casa del joven señor Marmaduque. Todos los amigos del señor Marmaduque Brandigamo son bienvenidos en esta casa. Le ruego que me perdone por haberle hablado con dureza antes de reconocerlo. A veces llega gente extraña a estas tierras. Demasiado cerca del río —dijo, echando atrás la cabeza—. No hace más de una hora apareció por aquí un parroquiano muy raro. Por eso salí con el perro.

—¿A qué parroquiano se refiere? —preguntó Frodo.

—Era un parroquiano raro que hacía preguntas raras —dijo el Granjero Maggot, meneando la cabeza—. Vengan a casa y bebamos [123] algo, y así hablaremos más cómodamente de las últimas novedades, si usted y su amigo están de acuerdo, señor Tuk.

Era evidente que el Granjero Maggot sólo les diría algo más cuando quisiera hacerlo y en su casa, y se les ocurrió que eso podría ser interesante, de modo que Odo y Frodo lo siguieron. El perro se quedó atrás, dando saltos y brincos alrededor de Bingo que se sentía muy molesto.

—¿Qué le pasa al perro? —preguntó el granjero, mirando hacia atrás—. ¡Vete, Zarpa! ¡Fuera! —gritó.

Para alivio de Bingo, el perro le obedeció, aunque se dio vuelta una vez más y ladró.

—¿Qué te pasa? —dijo el Granjero Maggot regañándolo—. Parece que hoy sucede algo raro. Zarpa casi enloqueció cuando apareció el forastero, y ahora parecería que ve o huele algo que no existe.

Entraron en la cocina y se sentaron junto a la amplia chimenea. La señora Maggot les trajo cerveza en enormes picheles de barro. Era una buena cerveza, y Odo se descubrió pensando que le agradaría quedarse a pasar la noche en la casa.

—He oído que han pasado cosas extraordinarias en Hobbiton —dijo el Granjero Maggot—. Fuegos de artificio y cosas por el estilo; y que el señor Bolger-Bolsón desapareció, y que regaló todo lo que tenía. He oído cosas más raras aún en mi vida. Supongo que todo eso es por vivir con el señor Bilbo Bolsón. Cuando era niño, mi madre me contaba historias muy extrañas sobre él, aunque parecía ser un caballero muy agradable. Lo vi vagar muchas veces por estas tierras cuando yo era un muchacho, y ese señor Bingo lo acompañaba. Ahora nos interesamos por él en estas tierras, puesto que es de aquí, por ser medio Brandigamo, como se podría decir. Siempre pensamos que nada bueno le podía ocurrir en Hobbiton, y la gente es un poco rara allá. Le ruego que me disculpe por decir eso; olvidaba que usted es de esas tierras.

—Sí, la gente es muy extraña en Hobbiton, y en las Tierras de Tuk —dijo Frodo—. No nos importa. Pero conocemos bien al señor Bingo, lo conocíamos quiero decir. No creo que le haya pasado nada malo. En realidad fue una fiesta maravillosa, y pienso que nadie tiene ningún motivo para quejarse. —Le hizo un largo y divertido relato de todo lo que había sucedido, [124] que al granjero le gustó muchísimo. Golpeó el suelo con los pies, y se palmeó las piernas, y pidió más cerveza; y les pidió que contaran nuevamente casi toda la historia para que su esposa la escuchara, sobre todo la parte de los fuegos de artificio. Ni él ni la señora Maggot habían visto jamás fuegos de artificio.

—Debe de ser algo que da gusto ver —dijo el granjero.

—¡No me gustan los dragones! —dijo la señora Maggot—. Pero me habría encantado asistir a esa cena. Es de esperar que el viejo señor Rory Brandigamo decida hacer lo mismo y dé una fiesta en estas tierras para celebrar su próximo cumpleaños. ¿Y qué dijo que le había sucedido al señor Bolger Bolsón? —dijo volviéndose hacia Frodo.

—¡Bueno!… Sí, bueno, desapareció, ¿no lo sabía? —dijo Frodo. Le pareció oír el eco de una risa ahogada no lejos de sus oídos, pero no estaba seguro.

—¡Y bien! Eso me recuerda… —dijo el granjero Maggot—. ¿Qué cree que dijo ese extraño parroquiano?

—¿Qué dijo? —preguntaron Odo y Frodo a coro.

—Bien, vino cabalgando en un caballo negro y enorme, y cruzó el portón y llegó hasta mi puerta. Él también era todo negro, y estaba envuelto en una capa y encapuchado como si no quisiera que lo reconociesen. «¡Cielos!», pensé. «¡Es uno de la Gente Grande! ¿Qué demonios querrá?» No vemos mucha Gente Grande por aquí, aunque a veces cruzan el Río; pero nunca oí hablar de nada parecido a este individuo negro. «Buen día», le dije. «Esta senda llega hasta aquí, y vaya a donde vaya lo más corto será que vuelva en seguida al camino.» No me gustaba su aspecto, y cuando Zarpa acudió, lo husmeó una sola vez y soltó un aullido como si lo hubiesen mordido; se escapó con la cola entre las patas, lloriqueando.

»“Vengo de más allá”, dijo muy tieso y lentamente, señalando hacia el oeste, sobre mis campos, hacia Casa del Bosque. “¿Ha visto al se-ñor Bol-ger Bol-són?”, me preguntó con una voz rara, inclinándose hacia mí, pero no pude verle la cara, oculta bajo la capucha. Sentí que una especie de escalofrío me corría por la espalda; pero no entendía cómo había atravesado a caballo mis tierras con tanta audacia. “¡Váyase!”, le dije. “El señor Bolger-Bolsón desapareció, se esfumó, si me entiende lo que quiero decir; se hizo humo, y usted podría hacer lo mismo.” [125]

»El hombre lanzó una especie de silbido; parecía furioso y asombrado, eso me pareció; y me echó encima el caballo. Yo estaba junto al portón, pero me aparté rápidamente de su camino, y él desapareció por el portón y bajó por la senda como si estuviera loco. ¿Qué piensa de todo esto?

—No sé qué pensar —dijo Frodo.

—Bien, entonces yo mismo voy a decírselo —dijo el granjero—. Ese señor Bingo se ha metido en algún lío, y desapareció a propósito. Sin duda, hay gente muy interesada en encontrarlo. Oiga bien lo que le digo: todo esto se debe a algo de lo que hizo el viejo señor Bilbo. Tendría que haberse quedado con el nombre Bolger y no llamarse Bolsón también. Hay gente rara en Hobbiton, le ruego que me perdone. Oiga bien lo que le digo: se ha metido en líos por llamarse Bolsón.

—Es posible —dijo Frodo—. Lo que nos dice es muy interesante. Supongo que nunca había visto a uno de esos… individuos negros.

—No que yo recuerde —dijo el Granjero Maggot—, y no quiero volver a ver a ninguno. Ahora espero que usted y su amigo se queden a comer y beber algo conmigo y con mi esposa.

—¡Muchas gracias! —dijo Odo tristemente—, pero temo que debemos marcharnos.

—Sí —dijo Frodo—, tenemos que recorrer un trecho antes que caiga la noche, y en realidad hemos descansado demasiado. Pero de todos modos es muy amable de su parte.

—¡Bueno! ¡Salud y buena suerte! —dijo el granjero, estirando la mano para tomar el pichel. Pero en ese mismo instante el pichel se apartó de la mesa, se elevó, se inclinó en el aire, y luego volvió vacío a su lugar—. ¡Misericordia! —gritó el granjero incorporándose de un salto—. ¿Vieron eso? Es un día muy raro, no cabe duda. Primero el perro y luego yo vemos cosas que no existen.

—¡Pero yo también vi el pichel! —dijo Odo, incapaz de ocultar una sonrisa.

—Lo vio, ¿verdad? —dijo el granjero—. No veo que haya motivo para reír. —Les echó una rápida y extraña mirada a Odo y Frodo, y pareció alegrarse al verlos partir. Odo y Frodo se despidieron cortésmente pero de prisa, y bajaron corriendo los escalones y cruzaron rápidamente el portón. El Granjero Maggot [126] y su esposa se quedaron murmurando ante la puerta y los siguieron con la vista hasta que desaparecieron.

—¿Por qué hiciste esa broma estúpida? —dijo Odo cuando estuvieron lejos de la casa—. El viejo te hizo un favor con ese Jinete, eso me parece al menos.

—Eso diría yo —dijo una voz a sus espaldas—. Pero ustedes me hicieron una mala jugada al entrar en la casa y ponerse a beber y a charlar, abandonándome a mi suerte. Sólo alcancé a beber medio pichel. Y ahora estamos atrasados. Después de esto los voy a hacer trotar.

—¡Muéstranos cómo se hace! —dijo Odo.

Bingo reapareció en seguida y echó a andar lo más rápido que podía por la senda. Odo y Frodo lo siguieron caminando rápidamente.

—¡Miren! —dijo Frodo señalando hacia un costado. Junto a la senda, en el lodo que había dejado la lluvia, se veían profundas huellas de cascos.

—¡No te preocupes! —dijo Bingo—. Por lo que dijo el viejo Maggot sabemos que tomó este camino. No podía ir en otra dirección. ¡Vengan!

No se cruzaron con nadie en la senda. Empezó a anochecer y el sol se ocultó entre unas nubes bajas a sus espaldas. La luz declinaba cuando llegaron al extremo de la senda y regresaron finalmente al camino.[81] Comenzaba a hacer frío y los campos se iban cubriendo con finas hebras de niebla. Era un crepúsculo frío y húmedo.

—No está mal —dijo Frodo—. Estamos a cuatro millas del embarcadero que hay frente a Gamoburgo. Llegaremos allí antes que oscurezca.

Doblaron a la derecha siguiendo el camino, que ahora corría casi en línea recta, acercándose cada vez más al Río. No se veían rastros de ningún otro viajero en el camino. Pronto divisaron las luces a lo lejos, frente a ellos y hacia la izquierda, más allá de la difusa silueta de los sauces sombríos que bordeaban el río, donde la orilla opuesta se elevaba hasta casi convertirse en una pequeña colina.

—¡Ése es Gamoburgo! —dijo Frodo.

—¡Qué alegría! —dijo Odo—. Tengo los pies doloridos, [127] sudorosos y embarrados. Y también está empezando a hacer frío. —Tropezó con un charco y salpicó una verdadera fuente de agua sucia—. ¡Maldita sea! —dijo—. Ya estoy casi harto de caminar por hoy. ¿Creen que haya alguna posibilidad de bañarnos esta noche? —Sin esperar que le respondieran, empezó a cantar de pronto una de las canciones de baño de los hobbits:

¡Oh, agua tibia y agua caliente!
¡Oh, agua hervida en calderas y marmitas!
¡Oh, agua azul y agua verde!
¡Oh, agua pura y limpia
del baño! ¡Te dedico esta canción!
¡Oh, la nariz ansiosa canta loas al vapor!
¡Oh, mis pies cansados bendicen esta tina!
¡Oh, dedos felices, venid a juguetear!
¡Oh, brazos y piernas, aquí podéis quedaros
y descansar largamente en la tibieza!
¡Olvidad los pantanos! ¡No penséis en el barro!
¡Dejad la noche atrás! ¡Limpiaos del día!
El mentón y las rodillas lamen el agua,
descansan tranquilos en agua cordial,
hasta que suene el gong llamando a comer.

—¡Tendrías que esperar a estar dentro de una tina! —le dijo Frodo.

—Te advierto —añadió Bingo— que ya podrás darte un baño, pero no te podrás revolcar en el agua por mucho rato.

—Muy bien —dijo Odo—, pero si se bañan antes que yo les advierto que no acaparen toda el agua caliente, o los ahogaré en su propio baño. Quiero un baño caliente y limpio.

—Quizá ni siquiera puedas darte un baño —dijo Bingo—. No sé qué habrá dispuesto Marmaduque ni dónde dormiremos. No pedí que nos tuvieran un baño listo, pero si llegamos a bañarnos supongo que será la última vez que lo hagamos en mucho tiempo.

La charla languideció. Empezaban a sentirse realmente cansados, y siguieron caminando con el mentón hundido y los ojos clavados delante de los pies. Se sorprendieron cuando de pronto oyeron un grito detrás de ellos: [128]

—¡Hola! —Y luego alguien comenzó a cantar en voz muy alta:

Cuando estaba sentado junto al camino
vi pasar a tres hobbits:
uno era bobo y no tenía nada que decir,
los otros no hablaban.
«¡Buenas noches!», les dije. «¡Buenas noches
a todos!» Pero no me escucharon:
uno de ellos era sordo, y los otros dos también.
Fue un encuentro muy divertido.

—¡Marmaduque! —gritó Bingo, dándose vuelta—. ¿De dónde saliste?

—Pasasteis delante de mí; estaba sentado a la orilla del camino —dijo Marmaduque—. Tal vez tendría que haberme tendido en el camino, pero me habríais pasado por encima y habríais seguido tan contentos.

—Estamos cansados —dijo Bingo.

—Así parece. Os lo advertí, os pusisteis tan tercos y engreídos. «¡Poneys! ¿Para qué?», me dijisteis. «Vamos a estirar un poco las piernas antes que empiece lo más difícil del viaje.»

—Los poneys no nos habrían servido de mucho —dijo Bingo—. Hemos tenido algunas aventuras. —Se detuvo súbitamente y recorrió con la vista el oscuro camino.-Ya te contaremos después.

—¡Maldición! Eso estuvo muy mal de vuestra parte. No deberíais haber tenido aventuras cuando no estaba con vosotros. ¿Y qué estás mirando? ¿Has visto acaso a algún enorme conejo malvado?

—¡No empieces a comportarte tan marmaduquemente! No lo soporto al final del día —dijo Odo—. Salgamos de aquí y vayamos a comer, y después te contaremos un cuento. ¿Puedo darme un baño?

—¿Qué? —exclamó Marmaduque—. ¿Un baño? Eso volvería a ablandarte de inmediato. ¡Un baño! Me sorprende tu pregunta. ¡Animaos y seguidme!

Unas pocas yardas más adelante el camino se desviaba hacia la izquierda. Bajaron por un sendero limpio y bien cuidado, [129] bordeado de grandes piedras blancas. El sendero los llevó rápidamente a la orilla del río. Había allí un ancho embarcadero en el que cabían varios botes. Los postes blancos brillaban en la oscuridad. La bruma se extendía por los campos casi hasta la altura de las cercas, pero delante de ellos el agua era oscura, y unas pocas espirales grises como de vapor flotaban entre las cañas de las orillas. El Río Brandivino fluía lento y ancho. Al otro lado parpadeaban dos linternas sobre otro embarcadero con muchos escalones que ascendían por la alta orilla. Detrás asomaba la colina baja, y en la falda de la colina, entre jirones de niebla, brillaban muchas ventanas hobbits redondas, rojas y amarillas. Eran las luces de Casa Brandi, el antiguo hogar de los Brandigamo.

Mucho tiempo atrás, los Brandigamo habían cruzado el Río (el límite original de ese extremo de la Comarca), atraídos por la alta orilla y las tierras secas que se extendían detrás. Pero su familia (una de las familias más antiguas de hobbits) aumentó y aumentó, hasta que Casa Brandi ocupó toda la colina baja, y llegó a tener tres amplias puertas principales, varias puertas posteriores, y cincuenta ventanas por lo menos. Los Brandigamo y las numerosas gentes que dependían de ellos comenzaron a excavar y más tarde a construir alrededor. Ése fue el origen de la villa de Gamoburgo-junto-al-Río. Gran parte de las tierras que se extendían al oeste del río aún pertenecían a la familia, casi hasta llegar a Casa del Bosque, pero en ese entonces la mayoría de los Brandigamo vivía en Los Gamos, una faja de tierra densamente poblada entre el Río y el Bosque Viejo, una especie de colonia de la vieja Comarca.

Como es natural, la gente de la vieja Comarca contaba extrañas historias sobre los habitantes de Los Gamos; aunque en realidad eran hobbits que no se diferenciaban mucho de los hobbits del Norte, el Sur o el Oeste, excepto en un punto: eran aficionados a los botes y algunos de ellos sabían nadar. En el lado este no tenían ninguna defensa, salvo una cerca, la cerca. Había sido plantada mucho tiempo atrás. Corría desde el Puente del Brandivino hasta el Fin de la Cerca describiendo una amplia curva, y en el punto más apartado del Río pasaba detrás de Gamoburgo; tenía unas cuarenta millas de extremo a extremo.[82] Era tupida y elevada, y la cuidaban constantemente. [130] Pero por supuesto la protección no era completa. Los habitantes de Los Gamos cerraban las puertas con llave al oscurecer, y eso tampoco se acostumbraba en la Comarca.

Marmaduque ayudó a sus amigos a subir a un pequeño bote que había en el atracadero. Desamarró el bote y empezó a impulsarlo con un par de remos a través del río. Frodo y Bingo habían ido a Los Gamos muchas veces antes. La madre de Bingo era una Brandigamo. Marmaduque era primo de Frodo, porque su madre, Yolanda, era hermana de Folco Tuk y Folco era el padre de Frodo. Por tanto, Marmaduque era Tuk y Brandigamo, y ésa podía ser una vigorosa combinación.[83] Pero Odo nunca se había internado tanto hacia el este. Mientras cruzaban el río lento y silencioso tenía una curiosa sensación, como si estuviese cruzando una frontera y lo que había sido su vida hasta entonces quedara en la otra orilla.

Salieron en silencio del bote. Marmaduque estaba amarrándolo cuando Frodo dijo en un murmullo:

—¡Miren atrás! ¿Ven algo?

En el atracadero del que habían salido les pareció ver un bulto negro sentado en la oscuridad; parecía estar escudriñando o bien olfateando, de un lado a otro, el suelo cubierto con sus pisadas.

—¿Qué demonios es eso? —dijo Marmaduque.

—Nuestra Aventura; la aventura que hemos tenido y dejado en la otra orilla; eso espero, al menos —dijo Bingo—. ¿Pueden cruzar el Río los caballos?

—¿Qué importan ahora los caballos? Supongo que pueden cruzarlo, si pueden nadar; aunque nunca vi a un caballo cruzarlo en este punto. Hay puentes. ¿Pero qué importan ahora los caballos?

—¡Mucho! —dijo Bingo—. ¡Pero alejémonos de aquí! —Tomó a Marmaduque del brazo y lo obligó a subir rápidamente los peldaños hasta llegar al sendero que había en lo alto del embarcadero. Frodo miró hacia atrás, pero la otra orilla estaba envuelta en niebla y no se veía nada.

—¿Dónde nos llevarás a pasar la noche? —preguntó Odo—. ¡No a Casa Brandi!

—¡Por supuesto que no! —dijo Marmaduque—. Allí hay mucha gente. [131] Y de todos modos pensé que no queríais que nadie os viera. Os llevo a una hermosa casita en el otro extremo de Gamoburgo. Temo que tendremos que andar otra milla, pero es un lugar muy acogedor y apartado. Supongo que nadie nos verá. ¡No querrías encontrarte con el viejo Rory precisamente ahora, Bingo! Todavía anda de mal humor, por lo que hiciste. La noche de la fiesta lo trataron mal en la posada de Delagua (había más gente que en Casa Brandi), y luego se le rompió el carruaje cuando regresaba a su casa, en la colina que hay cerca de Casa del Bosque, y también te culpa a ti por todo eso.

—No quiero verlo ahora, y no me importa lo que diga o piense —dijo Bingo—. Quería salir de la Comarca sin que nadie me viera, para que la broma fuera perfecta, pero ahora tengo otros motivos para querer ocultarme. ¡De prisa!

Al fin llegaron a una casita de un solo piso. Era una casa antigua, lo más parecida que se pudiera pedir a un agujero-hobbit: tenía una puerta redonda y ventanas redondas y un techo bajo y redondeado de turba. Un sendero verde conducía a la casa, que estaba rodeada de un círculo de césped verde bordeado de tupidos matorrales. No se veía ni una sola luz.

Marmaduque abrió la puerta, y una luz acogedora se derramó hacia afuera. Los hobbits entraron rápidamente en la casa, y se encerraron junto con las luces. Vieron que estaban en un vestíbulo amplio con varias puertas a los lados.

—¡Y bien! ¡Aquí estamos! —dijo Marmaduque—. No es un mal lugar. Solemos traer aquí a los invitados, puesto que en Casa Brandi hay demasiados Brandigamo. La arreglé en silencio en un par de días.

—¡Eres un individuo extraordinario! —dijo Bingo—. ¡Me da tanta lástima que te hayas perdido esa cena!

—Yo también lo sentí mucho —dijo Marmaduque—. Y después de oír las historias que contaron Rory y Melissa[84] (las dos absolutamente diferentes, pero supongo que las dos igualmente ciertas), me da más lástima aún. Pero me divertí mucho en el camino con Gandalf y los enanos y los Elfos.[85] Nos cruzamos con otros Elfos en el camino,[86] y oí hermosas canciones. Nunca había oído nada parecido antes.

—¿Gandalf me mandó algún mensaje? —preguntó Bingo. [132]

—No, nada en especial. Cuando llegamos al Puente del Brandivino le pregunté si quería acompañarme y esperarte aquí, para que me guiara y me ayudara. Pero dijo que tenía prisa. En realidad, si te interesa saberlo, dijo: «Bingo ya es bastante mayor e imprudente como para no necesitar ayuda por un tiempo».[87]

—Espero que tenga razón —dijo Bingo.

Los hobbits colgaron los mantos y las varas, y apilaron los fardos en el suelo. Marmaduque se adelantó y abrió de golpe una puerta por la que escaparon el resplandor de un fuego y una bocanada de vapor.

—¡Un baño! —exclamó Odo—. ¡Oh, bendito Marmaduque!

—¿En qué orden entraremos? ¿Primero los más viejos o los más rápidos? De cualquier modo —dijo Frodo—, tú serás el último, Odo.

—¡Ah! ¡Ah! —dijo Marmaduque—. ¿Qué clase de posadero creéis que soy? En esa habitación hay tres tinas y una caldera que ya parece estar hirviendo sobre un fuego vivo. También hay toallas, jabón, esteras, jarras y lo que deseéis. ¡Entrad!

Los tres entraron corriendo y cerraron la puerta. Marmaduque fue a la cocina, y mientras trabajaba afanosamente oía trozos de canciones que competían unas con otras, mezcladas con el chapoteo y el ruido que hacían al moverse. La voz de Odo se elevó de pronto en una canción:

¡Que mis pies y mis dedos bendigan el agua!
¡Que mis diez dedos la bendigan!
¡Bendícela, oh Odo!
Y canta loas a Marmaduque,[88]

Marmaduque llamó a la puerta.

—Dentro de poco, todo Gamoburgo se enterará de que habéis llegado —dijo—. Y también hay algo que se llama cena. No puedo seguir viviendo de loas por mucho tiempo más.

Bingo salió de la habitación.

—¡Cielos! —dijo Marmaduque mirando hacia adentro. El suelo empedrado estaba cubierto de agua. Frodo se secaba frente al fuego; Odo seguía moviéndose en el agua. [133]

—Ven, Bingo —dijo Marmaduque—. ¡Vamos a comer y dejémoslos solos!

Cenaron en la cocina, sentados en una mesa próxima al fuego. Los otros los siguieron poco después. Odo fue el último en aparecer, pero recobró rápidamente el tiempo perdido. Cuando terminaron, Marmaduque apartó la mesa y puso sillas alrededor del fuego.

—Limpiaremos todo más tarde —dijo—. Ahora ¡cuéntame![89]

Bingo estiró las piernas y bostezó.

—¡Qué cómodo es esto! —dijo—, nuestra aventura parece un poco absurda, y menos importante que allá afuera. Pero esto es lo que sucedió. Un Jinete Negro se apareció a nuestras espaldas ayer en la tarde (parece que hubiera pasado una semana), y estoy seguro de que nos andaba buscando, o de que andaba detrás de mí. Después de eso, volvió a aparecer varias veces (siempre a nuestras espaldas). Déjame recordar, sí, lo vimos cuatro veces, si contamos también la figura que vimos en el desembarcadero, y una vez oímos al caballo,[90] y una vez pensamos que habíamos oído un olfateo.

—¿De qué estás hablando? —dijo Marmaduque—. ¿Qué es un jinete negro?

—Una figura negra que va a caballo —dijo Bingo—. Pero ya te lo contaré todo.

Bingo relató entonces todos los incidentes del viaje, con algunos comentarios e interrupciones de Frodo y Odo. Sólo Odo seguía estando seguro de que el olfateo que creían haber oído era en realidad parte del misterio.

—Podría pensar que todo es un invento —dijo Marmaduque— si no hubiese visto aquella extraña silueta negra esta misma tarde. Me pregunto qué querrá decir todo eso.

—Nosotros también —dijo Frodo—. ¿Qué piensas de la suposición del Granjero Maggot, para quien se trata de algo relacionado con Bilbo?

—Bueno, es sólo una suposición —dijo Bingo—. Estoy seguro de que el viejo Maggot no sabe nada. Si los Jinetes estuvieran relacionados con las aventuras de Bilbo, supongo que los Elfos me lo habrían dicho.

—El viejo Maggot es un sujeto muy perspicaz —dijo Marmaduque—. [134] Detrás de esa cara redonda pasan muchas cosas que no aparecen en la conversación. En una época solía internarse en el Bosque Viejo, y se decía que sabía de algunas cosas que pasaban fuera de la Comarca. En todo caso, eso es todo lo que se me ocurre. ¿Qué pensáis hacer?

—No hay nada que podamos hacer —dijo Bingo—, salvo regresar a casa. Pero eso es difícil para mí, porque ya no tengo casa. Tengo que seguir, como me aconsejaron los Elfos. Pero, por supuesto, no tienes que acompañarme.

—Por supuesto que no —dijo Marmaduque—. Me uní a vosotros sólo para divertirme un poco y no voy a abandonaros ahora. Además, me necesitaréis. Tres es compañía y cuatro aún más. Y si las insinuaciones de los Elfos significan lo que supones, quiere decir que hay cuatro Jinetes al menos, además de un olfateo invisible, y un bulto negro en un embarcadero. Éste es mi consejo: partamos mañana temprano, aun antes de lo que habíamos pensado, y veamos si podemos partir con buen pie. Supongo que los Jinetes tendrán que atravesar los puentes para cruzar el Río.

—Pero tendremos que recorrer casi el mismo camino —dijo Bingo—. Tendremos que salir al Camino del Este cerca del Puente del Brandivino.

—No es ésa mi idea —dijo Marmaduque—. Creo que tendríamos que evitar el camino por ahora. Es una pérdida de tiempo. En realidad si queremos llegar al cruce de caminos cerca del Puente retrocederemos hacia el oeste. Tenemos que tomar un atajo por el Bosque Viejo hacia el nordeste. Yo os guiaré.

—¿Pero cómo? —preguntó Odo—. ¿Has estado alguna vez allí?

—¡Oh, sí! —dijo Marmaduque—. Todos los Brandigamo van allí a veces, cuando les da por ahí. Voy a menudo; sólo durante el día, por supuesto, cuando los árboles están quietos y adormecidos. Pero me oriento bien. Si salimos temprano y caminamos de prisa, estaremos a salvo y habremos dejado el Bosque atrás antes de mañana en la noche. Tengo cinco buenos poneys esperándonos, animales fuertes; no muy rápidos, claro está, pero resistentes para una larga jornada. Están en un cobertizo, allá en los campos detrás de la casa.

—No me gusta ese plan —dijo Odo—. Preferiría cruzarme con los Jinetes en un camino (en caso de que tengamos que cruzarnos [135] con ellos); allí también podríamos encontrarnos con honrados viajeros. No me gustan los bosques, y he oído extrañas historias sobre el Bosque Viejo. Pienso que los Jinetes Negros se sentirán mucho más a sus anchas que nosotros allí.

—Pero probablemente salgamos del Bosque antes que ellos lleguen —dijo Marmaduque—. En todo caso, me parece absurdo empezar un viaje arriesgado retrocediendo y avanzando al paso por un tedioso camino que bordea un río, donde nos verían todos los numerosos hobbits de Los Gamos.[91] Quizá quieras ir a la Casa a visitar al viejo Rory y despedirte de él. Sería muy cortés y correcto; y tal vez te preste un carruaje.

—Yo sabía que propondrías algo arriesgado —dijo Odo—. Pero si los otros están de acuerdo no seguiré discutiendo. Votemos, aunque estoy seguro de que perderé.

Así fue, aunque Bingo y Frodo tardaron un tanto en decidirse.

—¿Ven? —dijo Odo—. ¿Qué les dije esta mañana? ¡Tres contra uno! Bueno, espero que todo salga bien.

—De acuerdo, entonces —dijo Marmaduque—, es mejor que nos acostemos. Pero antes tenemos que limpiar, y empacar todo lo que podamos. ¡Vamos!

Los hobbits tardaron en ordenar todo, limpiar, y empacar todas las provisiones que necesitaban para el viaje. Finalmente se acostaron y durmieron en buenas camas (aunque sin sábanas) por última vez en mucho tiempo.[92] Bingo tardó en dormirse, porque le dolían las piernas. Le alegraba saber que partirían a caballo en la mañana. Al fin cayó en un vago sueño, en el que creía estar acostado bajo una ventana que daba a un mar oscuro de árboles enmarañados: afuera se oía un olfateo.

[138]

Nota sobre el Mapa de la Comarca

Se conservan cuatro mapas de la Comarca hechos por mi padre y dos hechos por mí, pero tengo la impresión de que sólo en uno de ellos se puede encontrar un elemento o un estrato que date de la época en que se escribieron estos capítulos (los primeros meses de 1938). Sin embargo, me parece oportuno presentar aquí ciertas indicaciones sobre todos los mapas.

I Mapa muy esquemático (que se reprodujo en el frontispicio), hecho por etapas, a lápiz y con tinta azul, roja y negra; se extiende desde Hobbiton en el oeste hasta las Quebradas de los Túmulos en el este. Éste fue el primer mapa o al menos el más antiguo que se conserva. Algunos de sus elementos fueron dibujados a lápiz y marcados posteriormente con tinta.
II Mapa a menor escala hecho con líneas borrosas a lápiz y con tiza azul y roja, que se extiende hasta las Quebradas Lejanas en el oeste, pero en él se indica poco más que los caminos y los ríos.
III Mapa de caminos y ríos a mayor escala que el mapa II y que se extiende desde Cavada Grande en el oeste hasta la Cerca de Los Gamos, pero en el que no se indica ningún nombre (véase el mapa V).
IV Mapa a pequeña escala que se extiende desde el país de la Colina Verde hasta Bree, minuciosamente dibujado con tinta y tizas de colores, pero que fue abandonado poco después y en el que sólo se indican unos pocos puntos.
V Mapa elaborado, a lápiz y con tizas de colores, que hice en 1943 (véase la pág. 254); evidentemente se basa en el mapa III (en el que sólo se indican los caminos y los ríos), que tomé como guía. Sin duda, mi padre dibujó el mapa III con ese propósito.
VI El mapa que aparece en La Comunidad del Anillo; fue dibujado poco antes de la publicación del libro (es decir, unos diez años después del mapa V).

A continuación sólo me refiero a algunos elementos mencionados en este capítulo.

Los Gamos está casi exactamente al sudeste de Casa del Bosque (pág. 116). En este caso, Los Gamos seguía siendo el nombre de la villa (véase la nota 74 supra); Gamoburgo aparece mencionado por primera vez en la pág. 120. En el mapa I Gamoburgo se encuentra efectivamente al sudeste (o, para ser más precisos, al este sudeste) de Casa del Bosque, pero en el mapa II Balsadera está al este y en el mapa III está al este nordeste, lo que explica su ubicación en mis mapas V y VI. En la edición [139] original de la CA (pág. 127) se dice que «Balsadera está al sudeste de Casa del Bosque»; en la versión revisada (segunda reimpresión, 1967) mi padre sustituyó «sudeste» por «este» al observar la discrepancia con el mapa publicado. Sin duda, ese cambio había sido involuntario. [Cabe indicar incidentalmente que en todos los mapas Casa del Bosque está junto a un camino lateral (la «senda») que va hacia Los Gamos; véanse las págs. 88-89, nota 34.]

el camino va hacia la izquierda… y luego tuerce hacia el sur cerca del Río (págs. 116-117). Ese desvío hacia el sur está claramente indicado en el mapa I (y se repite en el mapa II), en el punto donde el camino hacia Los Gamos se une a la calzada más arriba de la villa de Cepeda (como dice Frodo en la CA, pág. 127: «Bordea a Marjala por el extremo norte y se une a la calzada del Puente en Cepeda»), Cuando se escribió este capítulo no había una calzada (nota 81). Éste es otro caso en que el texto de la CA concuerda con el mapa I, pero no con el mapa publicado (VI); sin embargo, en este caso mi padre no corrigió el texto. En el mapa III, el camino que va hacia Los Gamos no «tuerce hacia el sur»; después de desviarse hacia la izquierda o hacia el norte (antes de llegar a Casa del Bosque) sigue en línea recta hacia el este hasta unirse al camino que viene del Puente. Esto se refleja en mi mapa V, pero la villa de Cepeda no aparece en el mapa III, en el que sólo se indican los caminos y los ríos, e hice que los caminos se unieran en la misma villa, no al norte de ella. Aunque, como recuerdo claramente, dibujé el mapa V en el estudio de mi padre y, consultándolo, es imposible que haya advertido mi error. El mapa publicado simplemente se basa en el mapa V.

Hay otro elemento que cabe mencionar aquí. En dos oportunidades (págs. 130, 134), Marmaduque se refiere a los «puentes» que cruzan el Brandivino, pero en los mapas sólo aparece el puente del Camino del Este, el Puente del Brandivino.

La carta citada en la pág. 62 que mi padre le escribió a Stanley Unwin demuestra que para el 4 de marzo de 1938 ya había terminado este capítulo. Tres meses después, el 4 de junio de 1938, le escribió una carta a Stanley Unwin, en la que le decía:

Hace ya mucho que tenía intención de agradecer a Rayner por molestarse en leer los capítulos provisionales y por su excelente crítica. Concuerda sorprendentemente con la del señor Lewis, la que, por tanto, queda confirmada. Debo inclinarme ante mis dos críticas principales (y mejor dispuestas). La dificultad radica en [140] que la «conversación de hobbits»[93] me divierte mucho privadamente (y, hasta cierto punto, también a mi hijo Christopher) más que las aventuras; pero debo poner a esto un severo freno. Aunque lo deseaba, no he tenido oportunidad de dedicarme a la escritura de la historia desde las vacaciones de Navidades.

Más adelante añadía que no pensaba que pudiera tener ninguna «escapatoria durante meses». El 24 de julio le escribió una carta a Charles Furth de Allen & Unwin, en la que le decía:

La continuación del Hobbit ha quedado donde se detuvo. Ha perdido mis simpatías y no tengo idea de qué hacer con ella. Por empezar, nunca hubo intención de que el Hobbit original tuviera una continuación: Bilbo «fue muy feliz hasta el final de sus días, y éstos fueron extraordinariamente largos»; me parece que esta oración final constituye un obstáculo casi insuperable como para que pueda tener un eslabón satisfactorio. Además, casi todos los «motivos» que puedo utilizar se acumularon en el libro original, de modo que una continuación parecerá «pobre» o meramente repetitiva. En tercer lugar: personalmente los hobbits, en cuanto a tales, me divierten de modo que me puedo quedar contemplándolos comer o hacer sus bromas más bien tontas indefinidamente; pero sé que no ocurre lo mismo con mis más devotos admiradores (como el señor Lewis ¿o? Rayner Unwin). El señor Lewis dice que los hobbits son sólo divertidos cuando se encuentran en situaciones que no son propias de su esencia. Y en último lugar: mi mente está centrada, desde el punto de vista de las «historias», sobre los cuentos de hadas o las mitologías puras del Silmarillion, a las cuales aun el mismo Señor Bolsón fue arrastrado en contra de mi voluntad original, y no creo que pueda apartarme mucho fuera de ellas —a no ser que se terminen (y quizá se publiquen)—, lo cual tiene un efecto liberador.

Al comienzo de este extracto mi padre repetía lo que había dicho en sus cartas del 17 y 18 de febrero citadas en las págs. 61-62, cuando sólo había escrito «Una reunión muy esperada». Pero es muy difícil comprender por qué consideraba que la frase de El hobbit en la que se decía que Bilbo «se sintió muy feliz hasta el fin de sus días, que fueron extraordinariamente largos» era «un obstáculo casi insuperable [141] para escribir un eslabón satisfactorio», cuando lo que había escrito hasta entonces no se refería a Bilbo sino a su «sobrino» Bingo, y cuando se mencionaba a Bilbo no se decía nada que demostrara que no se había sentido feliz hasta el fin de sus extraordinariamente largos días.

Aquí se interrumpió entonces la narración, que quedó detenida por lo menos durante seis meses. Con abundantes «conversaciones de hobbits» en el camino, mi padre ya había hecho que Bingo, Frodo y Odo llegaran a Los Gamos y fueran en camino a Rivendel, lugar al que Gandalf había llegado antes que ellos. Se habían encontrado con los Jinetes Negros, con Gildor y su compañía de Elfos y con el Granjero Maggot, encuentro que tenía un final mucho menos agradable que el final que se le daría posteriormente debido a la extravagante broma de Bingo (cuya capacidad de comediante no se había explotado todo lo posible); habían cruzado el Brandivino y habían llegado a la casita que Marmaduque Brandigamo había preparado para ellos. En la carta a Charles Furth que acabo de citar, mi padre decía «no sé qué hacer con ella»; pero Tom Bombadil, el Hombre-Sauce y los Tumularios ya habían surgido como posibilidades (véanse las págs. 60-61).

El 31 de agosto de 1938, mi padre le escribió otra carta a Charles Furth, pero ya se había producido un importante cambio:

Durante los dos o tres últimos días… he empezado otra vez la continuación del «Hobbit»: El Señor del Anillo. Se está expandiendo ahora y escapándose a mi control. Ha llegado hasta aproximadamente el capítulo VII y avanza hacia metas del todo imprevistas.

Mi padre dijo «hasta aproximadamente el capítulo VII», porque no sabía con exactitud cuál sería la división de los capítulos (véase la página 171).

Estoy seguro de que el pasaje manuscrito al final del presente capítulo (véase la nota 89 supra) fue añadido al texto mecanografiado en esa época, y fue el comienzo de este nuevo arranque de inspiración narrativa. Mi padre ya había decidido que el viaje de los hobbits los llevaría al Bosque Viejo, la «región sospechosa» que había aparecido en la tercera versión de «Una reunión muy esperada» (pág. 44) y donde en notas anteriores (pág. 61) ya había indicado que los hobbits se perderían y caerían en poder del Hombre-Sauce. Y, al parecer por primera vez, se da un título a la continuación de El Hobbit El Señor del Anillo (véanse la pág. 98 y la nota 55).