II
DE HOBBITON AL BOSCAJE CERRADO

[63]

Los borradores originales manuscritos del segundo capítulo de El Señor de los Anillos no son una narración completa, aunque muy poco elaborada, sino más bien pasajes inconexos de la narración, que en algunos casos se encuentran en varias versiones y que iban tomando forma a medida que la historia se iba desarrollando y evolucionando. El hecho de que mi padre hubiese mecanografiado el primer capítulo para el 1 de febrero de 1938 (pág. 57), pero que el 17 de febrero haya escrito (pág. 62) que si bien le había sido fácil escribir los primeros capítulos «la continuación de El Hobbit está todavía donde estaba» permite pensar que redactó el segundo capítulo después de escribir a máquina la cuarta versión de «Una reunión muy esperada».

A continuación escribió a máquina un texto que tituló «Tres es compañía y cuatro aún más»; ese texto se presenta en su totalidad, pero antes de hacerlo conviene analizar etapas anteriores del relato (una de las cuales es muy interesante).

Al comienzo del primer manuscrito, un borrador, Odo y Frodo Tuk (aunque Frodo fue sustituido de inmediato por Drogo) están sentados de noche en un portalón y comentando lo ocurrido esa tarde en Bolsón Cerrado, mientras «Frodo Brandigamo estaba sentado sobre una pila de morrales y fardos y contemplando las estrellas». Al parecer, este Frodo Brandigamo se basa en el personaje descrito en las notas presentadas en las págs. 60-61, en una de las cuales fue sustituido por Marmaduque (Brandigamo). Bingo se aparece a sus espaldas en silencio e invisible, empuja a Odo y Drogo de modo que se caen del portalón; y después de la broma que les hace luego el borrador continúa con lo siguiente:

—¿Tienen alguna idea de adónde vamos? —preguntó Bingo.

—Ni la menor idea —dijo Frodo—, si lo que quieres saber es dónde llegaremos al final. Con este capitán sería imposible adivinarlo. Pero todos sabemos adónde nos dirigimos primero.

—Lo que no sabemos —dijo Drogo— es cuánto tardaremos en llegar caminando. ¿Lo sabes? Tú sueles llevar un poney.

—Eso no es mucho más rápido, aunque es menos agotador. Déjenme pensar; nunca he hecho este viaje de prisa y por lo general [64] he tardado unas cinco semanas y media (descansando bastante). En realidad, siempre he tenido alguna aventura, ligera o no tanto, cada vez que he ido a Rivendel.

—Muy bien, avancemos un poco esta noche —propuso Frodo—. Es agradable caminar bajo las estrellas, y está fresco.

—Es mejor que partamos pronto y nos pongamos rápidamente en camino —dijo Odo (que era muy dormilón)—. Mañana avanzaremos más si descansamos bien.

—Estoy de acuerdo con el consejero Frodo —dijo Bingo. De modo que partieron, luego de echarse los fardos al hombro y llevando largas varas en la mano. Caminaron sigilosamente, atravesando prados y bordeando setos y bosquecillos, hasta que cayó la noche, y cubiertos con mantos oscuros [?verdes] eran invisibles a pesar de no llevar anillos. Y, claro está, por ser Hobbits nadie podía oírlos, ni siquiera otros Hobbits. Finalmente Hobbiton quedó muy atrás y las luces de las ventanas de la última granja parpadearon en la cumbre de una colina a lo lejos. Bingo se volvió y agitó la mano en señal de despedida.

Al pie de una colina baja tomaron el camino principal hacia el este, que se alejaba grisáceo en la oscuridad, entre altos setos y árboles mecidos por el viento. Ahora caminaban de a dos en dos, hablando un poco, entonando una canción a veces, a menudo caminando pesadamente por una milla o algo así sin decir nada. Las estrellas se mecían sobre sus cabezas, y se hizo muy tarde.

Odo lanzó un enorme bostezo y empezó a caminar más despacio.

—Tengo tanto sueño —dijo— que me caeré en el camino. ¿Por qué no buscamos un lugar donde pasar la noche?

Aquí termina el borrador original del pasaje inicial. Es notable que los hobbits se propongan ir a Rivendel y que Bingo ya haya estado allí varias veces; compárese con la nota presentada en la pág. 60: «Bilbo… se queda a vivir en Rivendel. Eso explica las frecuentes ausencias de Bingo de su casa». Pero no hay ninguna indicación, ni ha habido ninguna, del motivo por el cual tienen que darse prisa.

Es evidente que cuando los hobbits llegan al Camino del Este siguen por él hacia el este. En esta etapa no se hace ninguna alusión a un camino lateral que lleve a Los Gamos, ni a que Los Gamos estuviese en sus planes. [65]

A continuación se escribió una versión revisada del comienzo del capítulo. Se eliminó a Drogo Tuk, dejando sólo a Odo y Frodo como compañeros de Bingo (es prácticamente indudable que ahora Frodo es un Tuk). El pasaje en el que se hablaba de Rivendel ha sido suprimido y en su lugar aparece la idea de «ir a buscar a Marmaduque». La descripción del camino recorrido desde Hobbiton es mucho más detallada y muy similar a la que aparece en el texto mecanografiado (pág. 69-70); es interesante observar que aquí se origina el camino a Los Gamos:

Después de descansar en un terraplén bajo unos abedules de follaje escaso, continuaron la marcha hasta llegar a un camino angosto. El camino se alejaba, grisáceo en la oscuridad, subiendo y bajando, pero elevándose poco a poco hacia el sur. Era el camino que llevaba a Los Gamos y que subía desde el camino principal, el Camino del Este de Valle del Agua, y que seguía zigzagueante más allá de las laderas de las Colinas Verdes hacia el extremo sudeste de la Comarca, el Bosque Cerrado, como lo llamaban los Hobbits. Siguieron por ese camino hasta que se perdió entre altos setos y árboles oscuros con hojas secas que susurraban en el aire de la noche.

La comparación entre este texto y la descripción del Camino del Este que aparece en el primer borrador («que se alejaba grisáceo en la oscuridad, entre altos setos y árboles mecidos por el viento») demuestra que uno deriva del otro. Es probable que por este motivo no se haya mencionado el cruce en el Camino del Este; sólo se dice que el camino hacia Los Gamos era una bifurcación del primero (lo que contrasta con la CA, págs. 104-105).

Después de que Odo dice (texto mecanografiado, pág. 70): «¿Pensáis dormir de pie?», viene lo siguiente:

El Camino sigue y sigue
desde la puerta:
el Camino ha ido muy lejos delante de nosotros,
y aquellos que podamos lo seguiremos;
recorriéndolo con pie fatigado,
hasta llegar a un camino más ancho,
donde se encuentran senderos y cursos.
¿Y de ahí adónde iremos? No podríamos decirlo. [66]

En el manuscrito original no se indica quién recitaba el verso (del cual también hay muchas versiones tentativas en borrador); en el texto mecanografiado (págs. 72-73) se asigna a Frodo y se lo incluye en un pasaje posterior del relato.

El segundo borrador pasa entonces abruptamente al día siguiente, y empieza en mitad de una frase:

… en la planicie de una pradera salpicada de altos árboles, cuando Frodo dijo:

—¡Oigo un caballo que viene por el camino detrás de nosotros!

Miraron hacia atrás, pero el camino zigzagueante ocultaba al viajero.

—Creo que es mejor que nos escondamos —dijo Bingo—, o al menos escóndanse ustedes. Por supuesto, no es que importe mucho, pero preferiría no encontrarme con nadie que conozcamos.

Los dos [escrito encima en la misma oportunidad: Odo & F.] corrieron rápidamente hacia la izquierda, se metieron en un pequeño agujero que había junto al camino y se agazaparon. Bingo se puso el anillo y se sentó a unas pocas yardas del camino. El ruido de cascos se acercaba. En el codo del camino apareció un caballo blanco, y sobre él había un bulto, o eso es lo que parecía: un hombre de baja estatura envuelto en un gran manto y tocado con una capucha, por lo que sólo se le veían los ojos, y las botas en los estribos.

Cuando llegó frente a Bingo, el caballo se detuvo. La silueta asomó la nariz y olfateó; luego se quedó sentada en silencio, como escuchando. De repente una carcajada escapó de la capucha.

—¡Bingo, hijo mío! —dijo Gandalf, apartando las ropas que lo cubrían—. Tú y tus muchachos están en algún lado. Salid y dejaos ver, ¡quiero hablar con vosotros! —Dio vuelta el caballo y se dirigió directamente al agujero donde estaban Odo y Frodo—. ¡Hola! ¡Hola! —llamó—. ¿Ya estáis cansados? ¿No vais a seguir caminando hoy?

En ese instante Bingo reapareció.

—¡Cielos! —exclamó—. ¿Qué haces en este camino, Gandalf? Creí que habías regresado con los elfos y los enanos. ¿Y cómo sabías que estábamos aquí? [67]

—Fue muy fácil —dijo Gandalf—. Nada mágico. Os vi desde la cima de la colina y entonces supe a qué distancia estabais. Apenas dejé atrás el codo del camino y vi que no había nadie en la planicie que se extendía delante de mí, me di cuenta de que os habíais apartado del camino cerca de aquí. Y puedo ver una huella como la que dejasteis en la alta hierba, por lo menos cuando me pongo a rastrearla.

Aquí se interrumpe este borrador, al pie de una página, y si mi padre siguió escribiendo después de este punto, el manuscrito se ha perdido; pero me parece mucho más posible que lo haya dejado a un lado, porque apenas lo escribió descartó la idea de que el jinete fuese Gandalf. Es muy interesante observar que la descripción de Gandalf es muy similar a la del Jinete Negro, ¡y que originalmente era Gandalf quien olfateaba! De hecho, la transformación de uno en el otro se realizó inicialmente mediante cambios a lápiz hechos en el borrador de la siguiente manera:

En el codo del camino apareció un caballo blanco [> negro], y sobre él había un bulto, o eso es lo que parecía: un hombre de baja estatura [> bajo] envuelto en un gran manto [agregado: negro] y tocado con una capucha, por lo que sólo se le veían los ojos [> su cara era invisible en la sombra]…

Si se compara la descripción de Gandalf en el borrador con la del Jinete Negro en el texto mecanografiado (pág. 74), se observa que, pese a cierta depuración, el Jinete Negro sigue basándose en Gandalf. El nuevo giro del relato fue realmente «inesperado» (pág. 62).

El siguiente borrador comienza con variaciones iniciales de la canción En el hogar el fuego es rojo y continúa hasta la segunda aparición del Jinete Negro y la llegada de los Elfos al final del capítulo. El texto mecanografiado es muy similar a este material y no es necesario analizarlo (en las Notas se mencionan uno o dos elementos interesantes de menor importancia en el desarrollo de la narración). Pero hay un pasaje manuscrito aislado que no se incluyó en el texto mecanografiado; y este pasaje, que es muy interesante, se presenta por separado (véase la pág. 97).

A continuación presento el texto mecanografiado, que llegó a ser extremadamente complejo y que ahora es un documento que está muy deteriorado. Es evidente que apenas terminó de escribirlo, o poco tiempo antes, mi padre comenzó a revisarlo, en ciertos casos volviendo a escribir a máquina algunas páginas (aunque conservando las descartadas), [68] y también introduciendo muchos cambios aquí y allá; la mayoría de éstos son modificaciones poco importantes de la redacción.[25] En el siguiente texto incluyo todos esos cambios sin ningún comentario, pero en las Notas que se presentan al final (págs. 87 y siguientes) se incluyen algunos pasajes y frases anteriores de interés.

II

Tres es compañía y cuatro aún más[26]

Odo Tuk estaba sentado en un portalón silbando dulcemente. Su primo Frodo estaba tendido en la tierra junto a una pila de fardos y morrales, contemplando las estrellas y oliendo el frío aire del crepúsculo otoñal.

—Espero que Bingo no se haya quedado encerrado en el aparador o que le haya pasado algo —dijo Odo—. Ya es tarde; son más de las seis.

—No hay por qué preocuparse —replicó Frodo—. Ya aparecerá cuando le parezca oportuno. Tal vez se le ocurrió una última broma irresistible o alguna otra cosa; es muy Brandigamo. Pero ya va a aparecer; tío Bingo es muy digno de confianza a la larga.

Se oyó una risa ahogada a sus espaldas.

—Me alegro de oírlo —dijo Bingo haciéndose repentinamente visible—, porque éste será un viaje muy largo. Y bien, muchachos, ¿estáis listos para partir?

—No está nada bien eso de andar escabulléndose con el anillo —dijo Odo—. Algún día vas a oír lo que pienso de ti, y no te va a gustar tanto.

—Ya lo sé —dijo Bingo riendo— y, sin embargo, sigo de buen humor. ¿Dónde están mi fardo y mi vara?

—¡Aquí los tienes! —contestó Frodo, poniéndose de pie de un salto—. Aquí tienes tus cosas: fardo, saco, manto, vara.

—Estoy seguro de que me han dado los bultos más pesados —dijo Bingo, resoplando y forcejeando con las correas. Era más bien corpulento.

—¡Y bien! —dijo Odo—. No empieces a comportarte como un Bolger. No hay nada allí, salvo lo que nos pediste que empacáramos. Sentirás menos la carga cuando camines un rato y pierdas un poco de tu propio peso. [69]

—¡Sean amables con un pobre y viejo hobbit! —dijo Bingo riendo—. Estoy seguro de que estaré tan delgado como una vara de sauce antes de una semana. Pero ¿qué vamos a hacer ahora? Celebremos un conciliábulo. ¿Qué haremos primero?

—Yo pensaba que eso ya estaba decidido —dijo Odo—. Ante todo tenemos que ir a buscar a Marmaduque.

—¡Oh, sí! No es eso lo que quería decir —se corrigió Bingo—. Lo que quería decir es: ¿qué vamos a hacer esta noche? ¿Caminaremos poco o mucho? ¿Caminaremos durante toda la noche o no caminaremos nada?

—Sería mejor que buscáramos un hueco cómodo en un pajar, o en algún lugar, y que nos acostáramos pronto —dijo Odo—. Mañana avanzaremos más si descansamos bien.

—Avancemos un poco esta noche —propuso Frodo—. Quiero alejarme de Hobbiton. Además, es agradable caminar bajo las estrellas, y está fresco.

—Estoy de acuerdo con Frodo —dijo Bingo. De modo que partieron, luego de echarse los fardos al hombro y blandiendo gruesas varas. Caminaron sigilosamente, atravesando prados y bordeando setos y bosquecillos hasta que cayó la noche. Cubiertos con mantos oscuros, eran invisibles a pesar de no llevar anillos, y por ser hobbits no hacían ningún ruido que pudieran oír ni siquiera otros hobbits (o las criaturas salvajes de los bosques y los campos).

Al cabo de un rato cruzaron El Agua, al oeste de Hobbiton, donde no era más que una serpenteante cinta negra, bordeada por inclinados alisos. Se encontraban ahora en las Tierras de Tuk, y comenzaron a trepar por el País de la Colina Verde, al sur de Hobbiton.[27] Alcanzaban a ver las luces de la villa parpadeando en el agradable valle de El Agua. La escena desapareció pronto entre los pliegues del terreno oscurecido, y entonces vieron Delagua, a orillas de la laguna gris. Cuando la luz de la última granja quedó muy atrás, asomando entre los árboles, Bingo se volvió y agitó la mano en señal de despedida.

—Ahora sí que nos marchamos —dijo—. Me pregunto si volveremos a ver este valle alguna vez.

Después de caminar durante unas dos horas, descansaron. La noche era clara, fresca y estrellada, pero unas nubes de bruma [70] ascendían por las faldas de las colinas desde los arroyos y las praderas profundas. Unos abedules de follaje escaso, que una fría brisa movía allá arriba, creaban una trama negra contra el cielo pálido. Comieron una cena muy frugal (para los hobbits), y continuaron la marcha. Odo no quería seguir caminando, pero los demás dijeron que esa colina desnuda no era un buen lugar para pasar la noche. Pronto encontraron un camino muy angosto que ascendía y descendía, y se perdía luego agrisándose en la oscuridad cada vez más profunda. Era el camino a Los Gamos, que subía desde el Camino del Este en el Valle del Agua, y zigzagueaba por las laderas de las Colinas Verdes hacia el extremo sudeste de la Comarca, el Boscaje Cerrado, como lo llamaban los hobbits. Eran muy pocos los hobbits que vivían en esa región.

Siguieron avanzando por ese camino. Poco después se hundía en una senda profunda, abierta entre árboles altos con hojas secas que susurraban en la noche. Estaba muy oscuro. Al principio hablaban, o entonaban una canción a media voz; luego continuaron en silencio, y Odo empezó a rezagarse. Al fin se detuvo y lanzó un gran bostezo.

—Tengo tanto sueño —dijo— que pronto me caeré en el camino. ¿Por qué no buscamos un lugar donde pasar la noche? ¿O pensáis dormir de pie?[28]

—¿Cuándo nos espera Marmaduque? —preguntó Frodo—. ¿Mañana en la noche?

—No —dijo Bingo—. No podríamos llegar allí mañana en la noche, aunque camináramos muy de prisa, a menos que avanzáramos muchas millas más ahora. Y debo decir que no deseo hacerlo. Falta poco para la medianoche. Pero está bien. Le dije a Marmaduque que nos esperara pasado mañana en la noche; de modo que no corre prisa.

—El viento sopla del oeste —dijo Odo—. Si bajamos por la ladera opuesta de esta colina encontraremos un lugar bastante seco y resguardado.

En la cima de la colina por la que atravesaba el camino llegaron a un lugar donde crecían abetos, que era seco y olía a resina. Dejando el camino, se internaron en la profunda oscuridad del bosque, y juntaron ramas secas y piñas para hacer fuego. Pronto las llamas crepitaron alegremente al pie de un [71] gran abeto y se sentaron alrededor un rato, hasta que comenzaron a cabecear de sueño. Cada uno se acomodó en otro rincón de las raíces del árbol, se envolvieron con las capas y las mantas, y pronto cayeron en un sueño profundo.

No corrían peligro, pues aún estaban en la Comarca. Unas pocas criaturas se acercaron a observarlos luego que el fuego se apagó. Un zorro que pasaba por el bosque, ocupado en sus propios asuntos, se detuvo por varios minutos y olfateó. «¡Hobbits!» pensó. «Bien, ¿qué pasará ahora? He oído muchas cosas extrañas de la Comarca, ¡pero nunca de un hobbit que duerma a la intemperie bajo un árbol! ¡Tres hobbits! Hay algo muy extraordinario detrás de todo esto.» Estaba en lo cierto, pero nunca descubrió nada más sobre el asunto.

Llegó la mañana, algo pálida y húmeda. Bingo despertó primero, y descubrió que la raíz del árbol le había hecho un agujero en la espalda y que tenía el cuello tieso. No parecía tan divertido como el día anterior. «¿Por qué le habré dado mi hermosa cama de plumas a Fosco,[29] ese salchichón viejo?», pensó. «Las raíces de estos árboles le habrían venido bien.»

—¡Arriba, hobbits! —gritó—. Es una hermosa mañana.

—¿Qué tiene de hermosa? —preguntó Odo, echando una mirada por sobre el borde de la manta—. ¿Tienes listo ya el baño caliente? ¡Prepara el desayuno para las nueve y media!

Bingo le quitó las mantas y lo hizo rodar encima de Frodo; los dejó forcejeando y fue hacia el linde del bosque. En el lejano este, el sol se elevaba rojo entre las nieblas espesas que cubrían el mundo.

Tocados con oro y rojo, desde lejos los árboles otoñales parecían navegar a la deriva en un mar de sombras. Un poco más abajo, a la izquierda, el camino descendía bruscamente a una hondonada entre dos laderas y desaparecía.

Cuando regresó, los otros dos estaban haciendo un buen fuego.

—¡Agua! —gritaron—. ¿Dónde está el agua?

—No llevo agua en los bolsillos —dijo Bingo.

—Pensé que habrías ido a buscarla —dijo Odo—. Es mejor que vayas ahora.

—¿Por qué? —preguntó Bingo—. Ayer en la noche nos quedaba agua para el desayuno; o eso pensaba yo, al menos. [72]

—Y bien, te equivocaste —dijo Frodo—. Odo se bebió la última gota, yo lo vi.

—Entonces puede ir a buscar más en vez de pedirle al Tío Bingo que lo haga. Hay un arroyo al pie de la ladera; el camino lo cruza un poco más abajo del lugar donde nos desviamos anoche.

Al final, claro está, fueron juntos con las botellas y la pequeña marmita que habían traído. Las llenaron en el arroyo, en un salto de agua que caía uno o dos pies desde un reborde de piedra gris que lo cruzaba. El agua estaba helada, y Odo se lavó la cara y las manos farfullando. Por suerte los hobbits son lampiños (y si no lo fueran no se afeitarían).

Cuando terminaron de desayunar y rehicieron los fardos, eran por lo menos las diez de la mañana, y el día iba volviéndose más hermoso y cálido que el día del cumpleaños de Bingo, que ya parecía muy distante. Bajaron por la ladera, cruzaron el arroyo, subieron la ladera siguiente, y para entonces las capas, las mantas, el agua, los alimentos, las mudas de ropa y las demás cosas ya les parecían una pesada carga. La marcha de ese día prometía ser algo muy distinto a un paseo por el campo.

Al cabo de un rato no hubo más subidas y bajadas: el camino ascendía hasta la cima de una empinada ladera por una senda zigzagueante, y luego descendía una última vez. Vieron frente a ellos las tierras bajas, salpicadas con pequeños grupos de árboles que a la distancia se confundían en una parda bruma boscosa. Estaban mirando por encima del Boscaje Cerrado hacia el Río Brandivino. El camino se alargaba delante de ellos como una cuerda.

—El camino no tiene fin —dijo Odo—, pero yo necesito descansar. Ya es hora de almorzar.

Frodo se sentó al borde del camino y miró hacia el brumoso este; más allá estaba el Río y el fin de la Comarca donde había pasado toda su vida. De pronto comenzó a hablar, casi como si se hablara a sí mismo:

El Camino sigue y sigue
desde la puerta.
El Camino ha ido muy lejos,
y si es posible hemos de seguirlo, [73]
recorriéndolo con pie fatigado
hasta llegar a un camino más ancho,
donde se encuentran senderos y cursos.
¿Y de ahí adónde iremos? No podríamos decirlo.[30]

—Parece un poema del Viejo Bilbo —dijo Odo—. ¿O es una de las imitaciones de Bingo? No me parece muy alentadora.

—No, yo lo inventé, o en todo caso se me ocurrió —replicó Frodo.

—Estoy seguro de que nunca lo había oído —dijo Bingo—. Pero me recuerda mucho a Bilbo en los últimos años, antes que partiera. Decía a menudo que sólo había un Camino en todas las tierras, que era como un río caudaloso: nacía en el umbral de todas las puertas, y todos los senderos eran ríos tributarios. «Es muy peligroso, Bingo, cruzar la puerta», solía decirme. «Vas hacia el Camino, y si no cuidas tus pasos no sabes hacia dónde te arrastrarán. ¿Te das cuenta de que este camino es el que atraviesa el Bosque Negro, y que si se lo permites puede llevarte a lugares aún más lejanos y peligrosos que la Montaña Solitaria?» Acostumbraba decirlo en el sendero que pasaba frente a la puerta principal de Bolsón Cerrado, especialmente después de haber salido a caminar.

—Bien, el Camino no me arrastrará a ningún lado, al menos durante una hora —dijo Odo, descargando el fardo. Los otros siguieron su ejemplo, apoyando los fardos contra la ladera y extendiendo las piernas sobre el camino. Después de descansar, comieron un almuerzo (frugal) y luego descansaron de nuevo.

El sol comenzaba a declinar y la luz de la tarde cubría la tierra cuando bajaron por la colina. Aún no habían encontrado ni un alma en el camino. No era una vía muy frecuentada, y para ir a Los Gamos se solía tomar el Camino del Este hasta llegar al punto en que se unían El Agua y el Río Brandivino, donde había un puente, y luego hacia el sur bordeando el Río. Llevaban una hora o más caminando lentamente cuando Frodo se detuvo un momento como si escuchara. Estaban en una planicie, y el camino, después de mucho serpentear, se extendía en línea recta a través de praderas verdes salpicadas de árboles altos, primeras señales de los bosques cercanos. [74]

—Oigo un caballo o un poney que viene por el camino detrás de nosotros —dijo Frodo.

Miraron hacia atrás, pero en el camino había una curva que les impedía ver muy lejos.

—Creo que es mejor que nos escondamos —dijo Bingo—, o al menos escóndanse ustedes. Por supuesto, no es que importe mucho, pero preferiría que nadie me viese en este momento.

Odo y Frodo corrieron rápidamente hacia la izquierda, se metieron en un pequeño agujero, no lejos del camino, y se agazaparon. Bingo se puso el anillo y se escondió detrás de un árbol. El ruido de cascos se acercaba. En el codo del camino apareció un caballo negro, no un poney hobbit sino un caballo, y sobre él había un bulto, o eso es lo que parecía: un hombre corpulento envuelto en un gran manto y tocado con una capucha, por lo que sólo se le veían las botas en los estribos; la cara era invisible en la sombra.

Cuando llegó frente a Bingo, el caballo se detuvo. El jinete permaneció sentado, inmóvil, como escuchando. Del interior de la capucha vino un sonido, como si alguien olfateara para atrapar un olor fugaz; la cabeza se volvió hacia uno y otro lado del camino. Finalmente el jinete reanudó la marcha, lentamente primero y después con un ligero trote.

Bingo se acercó furtivamente al borde del camino y siguió con la vista al jinete, hasta que desapareció a lo lejos. No podía asegurarlo, pero le pareció que súbitamente, antes de perderse de vista, el caballo y el jinete se habían apartado del camino para internarse entre los árboles.

«Me parece muy extraño, e incluso algo inquietante», se dijo Bingo mientras iba a reunirse nuevamente con sus compañeros, que se habían quedado tendidos sobre la hierba, y no habían visto nada; de modo que Bingo les describió el jinete y su extraña conducta.

—No puedo decir por qué, pero tuve la certeza de que me buscaba o me olfateaba, y de que yo no quería que me descubriera. Nunca vi ni sentí algo parecido en la Comarca.

—¿Pero qué tiene que ver con nosotros uno de la Gente Grande? —preguntó Odo—. ¿Y qué estaba haciendo en esta parte del mundo? Salvo esos Hombres del Valle que aparecieron el otro día,[31] hace años que no veo a nadie como él en nuestra Comarca.[32] [75]

—Yo sí —dijo Frodo, que había escuchado atentamente la descripción del jinete negro que había hecho Bingo—. Me recuerda algo que casi había olvidado. Un día iba caminando por el Páramo del Norte (ustedes saben dónde está, en el límite norte de la Comarca), a comienzos de la primavera pasada, cuando me encontré con un jinete como ése. Iba hacia el sur, y se detuvo y empezó a hablar, aunque no parecía hablar bien nuestro idioma; me preguntó si sabía dónde se encontraba un lugar llamado Hobbiton y si había alguien allí que se llamara Bolsón. Me pareció muy raro entonces, y sentí algo extraño y desagradable también. No alcancé a verle la cara debajo de la capucha. Nunca supe si había llegado a Hobbiton o no. Si no te lo conté, te aseguro que tuve la intención de hacerlo.

—No me lo contaste, y ojalá lo hubieras hecho —dijo Bingo—. Le habría preguntado a Gandalf qué significaba; y probablemente habríamos tomado más precauciones en el camino.

—¿Entonces sabes o sospechas algo de este jinete? —dijo Frodo—. ¿Quién es?

—No lo sé, y prefiero no hacer conjeturas —dijo Bingo—. Pero no creo que ninguno de estos jinetes (en caso de que haya dos) hayan sido Gente Grande; lo que quiero decir es que no son como los Hombres del Valle. Ojalá estuviese Gandalf aquí; pero ahora pasará mucho tiempo antes que lo veamos. Supongo que eso tendría que agradarme, pero no estoy preparado para correr aventuras todavía, y no esperaba que tuviéramos ninguna en nuestra Comarca. ¿Quieren seguir en este Viaje?

—¡Por supuesto! —dijo Frodo—. No voy a volver, ni siquiera por un ejército de trasgos.

—Yo iré a donde vaya el Tío Bingo —dijo Odo—. ¿Pero qué haremos ahora? ¿Debemos seguir caminando, o quedarnos aquí y comer algo?[33] Me gustaría comer un bocado y beber algo, pero creo que sería mejor salir de aquí. Tu charla sobre jinetes olfateadores de narices invisibles me ha hecho sentir bastante inquieto.

—Creo que nos iremos —dijo Bingo—; pero no por el camino, en caso de que el jinete regrese, o de que lo siga algún otro. Hoy tenemos que hacer un buen trecho; Los Gamos está todavía a muchas millas de aquí. [76]

Cuando partieron, las sombras de los árboles eran largas y finas sobre el pasto. Caminaban ahora por la izquierda del camino, manteniéndose a distancia de tiro de piedra, pero avanzaban despacio, pues la hierba era espesa y el suelo desparejo. El sol enrojecido se había puesto detrás de las colinas, a sus espaldas, y la noche iba cayendo cuando llegaron al final del trecho que se extendía en línea recta. Allí el camino se desviaba hacia el sur, y empezaba a culebrear una vez más al internarse en un bosque de viejos robles dispersos.[34]

Cerca del camino tropezaron con el enorme esqueleto de un viejo árbol.[35] Vivía todavía y tenía hojas en las pequeñas ramas que habían brotado alrededor de los muñones rotos desde hacía mucho tiempo, pero estaba hueco, y en el otro lado había un agujero por donde se podía entrar. Los hobbits se metieron dentro del tronco y se sentaron sobre un piso de vieja hojarasca y madera carcomida. Allí descansaron y comieron algo, hablando en voz baja y escuchando entre una frase y otra.

Apenas terminaron y cuando ya estaban pensando en ponerse en marcha otra vez, oyeron claramente un ruido de cascos que avanzaba despacio junto al camino. No se movieron. Les pareció que los cascos se detenían en el camino, al lado del árbol, pero sólo por un instante. Luego volvieron a alejarse y desaparecieron, bajando por el camino en dirección a Los Gamos. Cuando Bingo se deslizó fuera del árbol finalmente y echó una mirada camino arriba y camino abajo, no se veía nada.

—¡Qué raro! —dijo, regresando donde estaban los otros—. Será mejor que esperemos aquí dentro por un rato.

Dentro del tronco del árbol estaba casi oscuro.

—Creo que tenemos que echar a andar ahora —dijo Bingo—. Hemos avanzado muy poco hoy y si seguimos así no llegaremos a Los Gamos mañana en la noche.

El crepúsculo los envolvió cuando salieron arrastrándose del árbol. No se oía ni un solo sonido de un ser vivo, ni siquiera el canto de un pájaro en el bosque. El viento del oeste suspiraba en las ramas. Salieron al camino y miraron una vez más hacia arriba y hacia abajo.

—Es mejor que vayamos por el camino —dijo Odo—. Es muy difícil caminar por aquí, sobre todo con tan poca luz. Quizá no haya por qué preocuparse. Es muy posible que sólo sea un [77] forastero errante que anda perdido; y si nos encuentra tal vez sólo nos pregunte por dónde se va a Los Gamos o al Puente del Brandivino, y siga su camino.

—Espero que tengas razón —dijo Bingo—. Pero de todos modos lo único que hay es el camino. Por suerte corre mucho viento.

—¿Qué haremos si se detiene y nos pregunta si sabemos dónde vive el señor Bolger-Bolsón? —dijo Frodo.

—Dile la verdad: en ninguna parte —dijo Bingo—. ¡Adelante!

Entraron en el Boscaje Cerrado y el camino empezó a descender suavemente, pero sin pausa, desviándose hacia el sudeste en dirección a las tierras bajas del Río Brandivino. Una estrella apareció en las crecientes tinieblas del este. Marchaban juntos y al mismo paso, y eso les dio ánimo; recobraron la calma y ya no prestaron atención a un posible ruido de cascos. Después de una milla o dos, comenzaron a tararear suavemente, como suelen hacer los hobbits cuando va cayendo el crepúsculo y salen las estrellas. La mayoría canta entonces canciones de cuna o de cena; pero estos hobbits tarareaban una canción de caminantes (aunque con algunas alusiones a la cena y a la cama, por supuesto). Bilbo Bolsón le había puesto letra (la tonada era tan vieja como las colinas), y se la había enseñado a Bingo mientras caminaban por los senderos del Valle del Agua y hablaban de la Aventura.

En el hogar el fuego es rojo,
y bajo techo hay una cama;
pero los pies no están cansados todavía,
y quizá aún encontremos detrás del recodo
un árbol repentino o una roca empinada
que nadie ha visto sino nosotros.
Arbol y flor y brizna y pasto,
¡que pasen, que pasen!
Colina y agua bajo el cielo,
¡pasemos, pasemos!
Aun detrás del recodo quizá todavía esperen
un camino nuevo o una puerta secreta, [78]
y aunque pasemos de largo,
sabremos dónde están
y si los senderos ocultos corren
hacia la luna o hacia el sol.
Manzana, espino, nuez y ciruela
¡que se pierdan, que se pierdan!
Arena y piedra y estanque y cañada,
¡adiós, adiós!
La casa atrás, delante el mundo,
y muchas sendas que recorrer,
hacia el filo sombrío del horizonte
y la noche estrellada.
Luego el mundo atrás y la casa delante;
volvemos a la casa y a la cama.
Niebla y crepúsculo, nubes y sombra,
se borrarán, se borrarán.
Lámpara y fuego, y pan y carne,
¡y luego a cama, y luego a cama![36]

La canción terminó.

—¡Y ahora, a cama! ¡Y ahora a cama! —cantó Odo en voz alta.

—¡Calla! —dijo Frodo—. Creo oír ruido de cascos otra vez.

Se detuvieron súbitamente, y se quedaron tan en silencio como sombras de árboles, escuchando. Había un ruido de cascos en el camino, detrás, a cierta distancia, pero se acercaba lenta y claramente en la quietud de la noche. Los hobbits se deslizaron fuera del sendero rápida y quedamente y corrieron hacia las sombras más densas bajo los robles.

—No nos alejemos demasiado —dijo Bingo—. No quiero que me vean, pero quiero ver lo que pueda esta vez.

—¡Bien! —dijo Odo—, ¡pero no olvides el olfateo!

Los cascos se aproximaron. No tuvieron tiempo de encontrar mejor escondrijo[37] que la oscuridad bajo los árboles, de modo que Odo y Frodo se ocultaron detrás de un tronco grueso, mientras Bingo se ponía el anillo y se arrastraba unas pocas yardas hacia el camino. Se veía grisáceo y descolorido, una línea de luz agonizante que atravesaba el bosque. Arriba, las estrellas se apretaban en el cielo oscuro, pero no había luna. [79]

El ruido de cascos se interrumpió. Bingo vio algo oscuro que atravesaba el claro luminoso entre dos árboles, y luego se detenía. Parecía la sombra negra de un caballo llevado por una sombra negra más pequeña. La sombra negra se detuvo cerca del lugar en que habían dejado el camino y se balanceó de un lado a otro. Bingo creyó oír que olfateaba. La sombra se inclinó hasta la tierra, y luego empezó a arrastrarse hacia él.

En ese mismo momento se oyó un sonido que parecía una mezcla de cantos y risas. Unas voces claras y melodiosas se alzaron y se apagaron en la noche estrellada. La sombra negra se enderezó y se retiró.[38] Montó el caballo oscuro y pareció que se desvanecía en las sombras del otro lado del camino. Bingo volvió a respirar.

—¡Elfos! —dijo Frodo detrás de él con un murmullo de entusiasmo—. ¡Elfos! ¡Qué maravilla! Siempre he querido oír el canto de los elfos bajo las estrellas; pero no sabía que hubiese elfos en la Comarca.

—¡Oh sí! —dijo Bingo—. El viejo Bilbo sabía que había algunos en el Boscaje Cerrado. En realidad no viven aquí, pero suelen atravesar el río en primavera o en otoño. ¡Me alegro de que lo hagan!

—¿Por qué? —dijo Odo.

—No viste nada, por supuesto —dijo Bingo—, pero ese jinete negro (o alguien que se le parecía) se detuvo justamente aquí y se arrastraba hacia nosotros cuando empezó el canto. Tan pronto oyó las voces, escapó.

—¿Olfateó? —preguntó Odo.

—Sí —contestó Bingo—. Es algo misterioso, desagradablemente misterioso.

—Tratemos de encontrar a los Elfos, si podemos —dijo Frodo.

—¡Escucha! Vienen hacia aquí —dijo Bingo—. Sólo tenemos que esperar junto al camino.

La canción se acercó. Una clara voz se elevaba sobre las otras. Parecía cantar en la lengua élfica secreta, de la que Bingo conocía muy poco y los otros nada; pero el sonido de las palabras, combinado con la melodía, parecía tomar forma en la mente de los hobbits con palabras que entendían sólo a medias. Después, Frodo y Bingo estuvieron de acuerdo en que la canción decía algo parecido a esto: [80]

¡Blancanieves! ¡Blancanieves! ¡Oh, dama clara!
¡Reina de más allá de los Mares del Oeste!
¡Oh Luz para nosotros, peregrinos
en un mundo de árboles entrelazados!
¡Gilthoniel! ¡Oh Elbereth!
Es clara tu mirada, y frío tu aliento.
¡Blancanieves! ¡Blancanieves! Te cantamos
en una tierra lejana más allá del Mar.
Oh estrellas que en un año sin sol
ella sembró con luminosa mano,
en campos borrascosos, ahora brillante y claro
vemos tu capullo de plata esparcido en el viento.
¡Oh Elbereth! ¡Gilthoniel!
Recordemos aún, nosotros que habitamos
en esta tierra lejana bajo los árboles,
tu luz estelar sobre los Mares del Oeste.[39]

Los hobbits se sentaron entre las sombras junto al camino. Los Elfos no tardaron en bajar por el camino hacia el valle. Pasaron lentamente y los hobbits alcanzaron a ver la luz de las estrellas que centelleaba en los cabellos y los ojos de los Elfos.[40] No llevaban luces, pero, mientras avanzaban, un resplandor semejante a la luz de la luna poco antes de asomar sobre el borde de las colinas parecía envolverles los pies. Habían dejado de cantar, y cuando el último se alejaba se volvió y miró a los hobbits, y rió.

—¡Salud, Bingo! —dijo—. Es tarde para estar fuera, ¿o andas perdido? —Llamó en voz alta a los otros en la lengua élfica, y todos se detuvieron y se reunieron en círculo.

—¡Y bien! ¿No es maravilloso? —dijeron—. ¡Tres hobbits en un bosque, de noche! ¿Qué significa? No hemos visto nada semejante desde que se fue el querido Bilbo.

—Esto sólo significa, mis buenos Elfos —dijo Bingo—, que seguimos el mismo camino que vosotros, parece. Bilbo me crió, de modo que me gusta caminar aun a la luz de las estrellas. Y, a falta de otra compañía, puedo caminar incluso con los Elfos. [81]

—Pero no necesitamos ninguna compañía, y los hobbits son muy aburridos —rieron—. ¡Vamos!, ¿por qué no nos cuentas qué sucede? Vemos que tienes muchos secretos que nos gustaría escuchar. Aunque, claro está, ya sabemos algunos, y otros los adivinamos. Muchas felicidades por lo de ayer; sabemos todo lo que pasó, porque, por supuesto, la gente de Rivendel nos lo contó.[41]

—Entonces, ¿quiénes sois, y quién es vuestro jefe? —preguntó Bingo.

—Me llamo Gildor —dijo el Elfo que lo había saludado—. Gildor Inglorion de la Casa de Finrod. Somos desterrados, una de las pocas compañías que aún viven al este del Mar, porque los nuestros regresaron al Oeste hace mucho tiempo. Somos Elfos Sabios y parientes de los elfos de Rivendel.[42]

—¡Oh, Gente Sabia —dijo Frodo—, decidnos algo del Jinete Negro!

—¡El Jinete Negro! —murmuraron los Elfos—. ¿Por qué preguntas por el Jinete Negro?

—Porque tres Jinetes Negros nos dieron alcance hoy mismo, o uno lo hizo tres veces[43] —dijo Bingo—; y uno de ellos desapareció instantes antes que vosotros llegarais.

Los Elfos no respondieron en seguida, pero hablaron entre ellos en voz baja, en la lengua élfica. Al fin Gildor se volvió hacia los hobbits.

—No seguiremos hablando de eso aquí —dijo—. Será mejor que vengáis con nosotros. Como sabéis, no es nuestra costumbre; pero por Bilbo os llevaremos por nuestra ruta, y esta noche os alojaréis con nosotros, si así lo deseáis.

—Te lo agradezco, Gildor Inglorion —dijo Bingo inclinándose—. ¡Oh, Hermosa Gente!

—Hemos tenido más suerte de la que esperábamos —dijo Frodo. Odo también se inclinó, pero no dijo nada en voz alta.

—¡Qué suerte! —le dijo a Bingo en un murmullo—. Supongo que nos darán una muy buena cama y comida.

—Podréis hablar de vuestra buena suerte en la mañana —dijo Gildor, como si se lo hubiese dicho a él—. Haremos todo lo que podamos, aunque hemos oído decir que no es fácil satisfacer a los hobbits.

—Te ruego que me perdones —balbuceó Odo. [82]

Bingo rió.

—Odo, ten cuidado con lo que dices delante de los Elfos. Ya nos consideramos afortunados —les explicó a los Elfos—; y ya veréis que no es difícil satisfacernos (a pesar de ser hobbits). —Y hablando en la lengua élfica, repitió un saludo que Bilbo le había enseñado—: Las estrellas brillan en la hora de nuestro encuentro.

—¡Cuidado, amigos! —gritó Gildor riendo—. ¡No habléis de cosas secretas! He aquí un conocedor del latín élfico.[44] Bilbo era en verdad un buen maestro. ¡Salud, amigo de los Elfos! —dijo inclinándose ante Bingo—, ¡ven y únete a nosotros![45] Es mejor que caminéis en el medio, para que nadie se extravíe. Pienso que os sentiréis cansados antes que hagamos un alto.

—¿Por qué? ¿Hacia dónde vais? —preguntó Bingo.

—Hacia los bosques cercanos a Casa del Bosque, allá en el valle. Queda a algunas millas de aquí, pero acortaréis el camino de mañana hacia Los Gamos.

Marchaban todos juntos en silencio, como sombras y luces mortecinas; porque los Elfos y los hobbits podían caminar sin hacer ruido cuando así lo deseaban. Habían dejado de cantar. Odo empezó a sentir sueño, y se tambaleó una o dos veces; pero cada vez un elfo alto que marchaba a su lado extendió el brazo y evitó que cayera.

Los bosques de ambos lados comenzaron a hacerse más densos; los árboles eran más jóvenes y frondosos, y cuando el camino comenzó a descender encontraron gran cantidad de gruesos matorrales de avellanos. Por último se desviaron del camino hacia la derecha; había un sendero verde casi oculto en la espesura. Siguieron por allí hasta llegar de pronto a un vasto espacio de hierba, gris bajo las sombras. El bosque lo encerraba por tres lados, pero hacia el este el terreno caía abruptamente, y las copas de los árboles sombríos que crecían en el pliegue de más abajo estaban a la altura de sus pies. Más allá, la tierra baja se extendía oscura y plana bajo las estrellas. Como al alcance de la mano, unas luces parpadeaban: la villa de Casa del Bosque.

Los Elfos se sentaron en la hierba; parecían haberse olvidado de los hobbits. Hablaban juntos en voz baja. Los hobbits [83] se envolvieron en capas y mantas, y una pesada somnolencia se apoderó de ellos. La noche avanzó, y las luces del valle se apagaron. Odo se durmió con la cabeza apoyada en un blando montículo.

Entre las nieblas lejanas del este apareció una pálida luz dorada. La luna amarilla asomó de pronto entre las sombras, y luego se elevó redonda y lenta en el cielo. Los Elfos rompieron a cantar. De súbito, un fuego se alzó bajo los árboles de un costado difundiendo una luz roja.

—¡Venid! —llamaron los Elfos a los hobbits—. ¡Venid! ¡Llegó el momento de las palabras y la alegría!

Odo se sentó y se restregó los ojos. Se estremeció.

—Ven, pequeño Odo —dijo un elfo—. Hay fuego en la sala, y algo de comida para los invitados hambrientos.

En el costado sur del verde prado el bosque era más espeso. Allí había un espacio verde, pero cubierto por altos árboles. Los troncos se alineaban como pilares a los lados, y las ramas entrelazadas techaban el claro. En el centro había una hoguera encendida; a los lados de los árboles-pilares ardían antorchas con luces de oro y plata de las que no salía humo. Los Elfos estaban sentados en el pasto o sobre los viejos troncos serruchados, alrededor del fuego. Algunos iban y venían llevando copas y sirviendo bebidas, otros traían alimentos apilados en platos y fuentes, y los colocaban sobre el pasto.

—Es una comida pobre —les dijeron a los hobbits—, pues estamos acampando en el bosque verde, lejos de nuestras casas. Si alguna vez os recibimos en nuestros hogares os trataremos mejor.

—A mí me parece tan abundante como para una fiesta de cumpleaños —dijo Bingo.

Después de todo, Odo fue el que menos comió. La bebida que tenía en la copa era dulce y fragante; vació la copa y sintió que todo el cansancio se desvanecía, pero el sueño se apoderó suavemente de él. Mientras comía, estaba ya semienvuelto en plácidos sueños; y después no logró recordar nada más que el sabor del pan, comparable al sabor que podría tener el mejor pan de los hobbits (y ése era verdadero pan) después de mucho tiempo sin comer, aunque éste era mejor. Frodo apenas recordó después lo que había comido o bebido, pues sólo prestaba atención a la luz bajo los árboles, las caras de los elfos, el sonido [84] de aquellas voces tan variadas y hermosas que lo hacían sentir como si estuviese soñando despierto. Pero recordaba que había bebido una poción cálida como una tarde dorada de otoño y fresca como una fuente clara; y también recordaba el sabor de las frutas, dulces como bayas silvestres, más perfumadas que las frutas cultivadas en las huertas de los hobbits (y ésas son verdaderas frutas).

Bingo se sentó y comió y bebió y habló, y simplemente recordaba haber comido un poco de todo lo que más le gustaba; pero prestaba atención sobre todo a la charla. Conocía algo de la lengua élfica, y escuchaba ávidamente. De vez en cuando hablaba a los que le servían y les agradecía en su lengua. Los Elfos sonreían y le decían riéndose:

—¡Una joya entre los hobbits![46]

Al poco tiempo Odo y Frodo cayeron en un profundo sueño, y los alzaron y los llevaron a enramadas bajo los árboles; allí los dejaron en lechos blandos y durmieron toda la noche. Pero Bingo se quedó hablando con Gildor, el jefe de los Elfos.[47]

—¿Por qué elegiste este momento para partir? —preguntó Gildor.

—Bueno, en realidad no lo elegí —respondió Bingo—. Se me había acabado el tesoro. Siempre me había impedido hacer el Viaje que deseaba hacer la mitad de mi corazón, desde que Bilbo se fue; pero había desaparecido. De modo que le dije a la mitad de mí que prefería quedarse en casa: «Nada te retiene aquí. Quizá el Viaje te traiga nuevas riquezas, como a Bilbo; y en todo caso andando por los caminos te será más fácil vivir sin dinero. Claro está que si quieres quedarte en Hobbiton y ganarte la vida como hortelano o carpintero, puedes hacerlo». La mitad que quería quedarse en casa se rindió; no quería dedicarse a hacer sillas o cultivar patatas para otros. Era sentimental y lerda. Pienso que el Viaje le hará bien. Pero, por supuesto, la otra mitad no anda buscando tesoros, sino Aventuras, y pronto si es posible. Por ahora también es sentimental y lerda, y le basta con recorrer la Comarca.

—¡Sí! —rió Gildor—. ¡Aún pareces un hobbit común y corriente!

—Eso diría yo —dijo Bingo—. Pero mi cumpleaños, que celebré hace dos días,[48] parece algo muy remoto ya. Sigo siendo un hobbit y siempre lo seré. [85]

—Sólo dije pareces —replicó el Elfo—. Me da la impresión de que eres un hobbit muy especial, tan especial como Bilbo; y creo que a ti y a tus amigos os ocurrirán cosas extrañas. Cuando se sale en busca de Aventuras, se suele encontrar todas las aventuras que se puede vivir. Y a menudo sucede que, cuando crees que la aventura está delante de ti, te sorprende por la espalda.

—Así parece ser —dijo Bingo—. Pero no esperaba que apareciese tan pronto, delante o a mis espaldas; no en nuestra Comarca.

—Pero no es sólo vuestra Comarca, ni lo seguirá siendo eternamente —dijo Gildor—. A vuestro alrededor se extiende el Ancho Mundo. Podéis encerraros, pero no lo mantendréis afuera.

—De todos modos, es inquietante —dijo Bingo—. Quiero ir a Rivendel, si puedo, aunque he oído que el camino se ha vuelto cada vez más peligroso en los últimos años. ¿Puedes decirme algo que me sirva de guía o que me ayude?

—No creo que el camino te resulte muy arduo. Pero si estás pensando en aquel que llamas el Jinete Negro, entonces todo cambia. ¿Me has dicho todos los motivos que tienes para marcharte en secreto? ¿Gandalf no te dijo nada?

—No me dio ni un solo indicio, por lo menos ninguno que comprenda. Lo vi pocas veces después de la partida de Bilbo, dos veces al año cuando mucho. La última vez que lo vi fue en la primavera, cuando apareció inesperadamente una noche, y entonces le hablé del plan que había empezado a hacer para emprender el Viaje. Al parecer eso le agradó y me dijo que partiera a más tardar en el otoño. Volvió una vez más a ayudarme en la Fiesta, pero estábamos muy ocupados como para hablar mucho, y se marchó con los enanos y los elfos de Rivendel tan pronto como terminaron los fuegos de artificio. Insinuó que tal vez lo vería nuevamente en Rivendel, y me sugirió que fuera allá primero.

—¡A más tardar en el otoño! —dijo Gildor—. ¿Por qué? Es posible que no haya sabido que estaban en la Comarca, pero él sabe más que nosotros acerca de ellos. Si no te dijo nada más, no creo que yo debería hacerlo, porque temo atemorizarte y eso te impediría hacer el Viaje. Porque siento que sin duda no partiste antes del momento oportuno; por algo que parece ser [86] un afortunado azar te marchaste justo a tiempo. Tienes que seguir avanzando y no volverte atrás, aunque te has encontrado con aventuras y peligros mucho antes de lo esperado. Tienes que ir de prisa, pero con cuidado, y no mirar sólo hacia adelante, sino también hacia atrás, y quizá también a ambos lados.

—Preferiría que hablaras más claramente —dijo Bingo—. Pero me alegro que me hayas dicho que debo seguir, porque es lo que deseo hacer. Sólo que ahora me pregunto si debo llevar a Odo y Frodo. Nuestro plan original era simplemente hacer un viaje, tomarnos un descanso muy largo (y tal vez permanente) de Hobbiton, y estoy seguro de que por mucho tiempo no esperaban encontrar ninguna otra aventura fuera de mojarse un poco y pasar hambre. No se nos ocurría que pudieran perseguimos.

—¡Vamos! Tendrían que haber sabido que si pretendían salir de la Comarca hacia el Ancho Mundo debían estar dispuestos a todo. No creo que sea tan importante que les haya sucedido algo tan pronto. ¿No desean seguir acaso?

—Sí, dicen que sí.

—¡Entonces deja que te acompañen![49] Son afortunados por ser tus compañeros y tú eres afortunado por contar con su compañía. Son una gran protección para ti.

—¿Qué quieres decir?

—Creo que los Jinetes no saben que te acompañan, y su presencia los confundió cuando olfatearon, y los dejó perplejos.

—¡Misericordia! Todo es muy misterioso. Es como develar un enigma. Pero siempre he oído decir que así es hablar con los Elfos.

—Así es —rió Gildor—. Y los Elfos rara vez dan consejos. Pero cuando lo hacen son buenos consejos. Te aconsejo que te dirijas rápidamente a Rivendel y que tengas cuidado. Nada que te dijera podría hacer que éste fuese un mejor consejo.[50] Nosotros tenemos nuestros propios problemas y nuestras propias penas, que tienen muy poca relación con lo que hacen los hobbits u otras criaturas. Nuestros pasos rara vez se cruzan con los de ellos, y casi siempre por casualidad. Quizá este encuentro no sea del todo casual, pero estoy seguro de que no debo entrometerme. Pero te daré otro consejo: si un Jinete te encuentra o te habla, no le respondas, y no le reveles tu nombre. [87] Tampoco uses otra vez el anillo para huir de él. No lo sé,[51] pero presiento que el usar el anillo es más útil para ellos que para ti.

—¡Esto se vuelve cada vez más misterioso! —dijo Bingo—. No puedo imaginar una información más aterradora que tus insinuaciones, pero supongo que sabes lo que me estás diciendo. —Así es —dijo Gildor—, y no diré nada más.

—¡Muy bien! —dijo Bingo—. Ahora estoy temblando de pies a cabeza, pero te estoy profundamente agradecido.

—¡Ten coraje! —dijo Gildor—. ¡Ve a dormir ahora! En la mañana nos habremos ido; pero te enviaremos mensajes a través de las tierras. Las Compañías Errantes sabrán de vosotros y de vuestro Viaje. Te nombro amigo de los Elfos, y te deseo buena suerte. Pocas veces nos hemos sentido tan a gusto con gente extraña; es muy agradable oír palabras de nuestro idioma en labios de otros que andan errantes por el Mundo.

Bingo sintió que el sueño se apoderaba de él, aun antes que Gildor terminara de hablar.

—Dormiré ahora —dijo. Gildor lo llevó a una enramada junto a Odo y Frodo, y se echó sobre una cama, y se sumió en seguida en un sopor sin sueños.

[93]

Como es típico, aunque los dramatis personae no son los mismos y la historia aún no ha adquirido toda la dimensión, la gravedad y el carácter de un gran peligro, lo que aparece en el segundo capítulo de La Comunidad del Anillo, ya se había escrito gran parte de «Tres es compañía»; porque una vez iniciado el viaje no sólo surge la estructura de la narración definitiva, sino que también están presentes muchos de sus detalles, aunque más adelante se introducirían innumerables modificaciones en los términos empleados, y en varios pasajes importantes del capítulo se hicieron muy pocos cambios.

Si bien hay una correspondencia directa entre «Bingo» y el «Frodo» posterior, las demás relaciones son más complejas. Es verdad que, cuando se compara el texto escrito hasta esta fase con la forma definitiva de la CA, se puede afirmar simplemente que «Odo» se convirtió en «Pippin» y que Frodo Tuk desapareció; en el caso de los comentarios que hace cada uno de los personajes en este capítulo y que más adelante se incorporaron en la CA, todo lo que decía Odo pasó a ser dicho por Pippin. Pero esta evolución se produjo de una manera curiosamente tortuosa y no obedeció en absoluto a una simple sustitución de un nombre por otro (véanse también las págs. 402-403). Frodo Tuk es un ser menos limitado y más consciente que Odo, más sensible a la belleza de los Elfos y más abierto ante seres tan distintos de los hobbits; es él quien recita El Camino sigue y sigue, e inicialmente era él quien recordaba la letra de la canción dedicada a Elbereth (nota 39). Se podría decir que Sam Gamyi (que sin duda da un tono [94] diferente y singular a la versión más desarrollada del capítulo) heredó algunas de sus características; era Frodo Tuk quien murmuraba ¡Elfos! con el aliento entrecortado cuando se oían por primera vez sus voces acercándose por el camino.

Es notable que cuando se escribió el relato del comienzo del Viaje, de la aparición de los Jinetes Negros y del encuentro con Gildor y su compañía, y se lo escribió de tal manera que su contenido no habría de sufrir modificaciones posteriores en cuanto a sus elementos esenciales, Bingo no tiene la menor idea de lo que los Jinetes quieren de él. Gandalf no le ha dicho nada. No tiene motivos para relacionar a los Jinetes con el anillo ni para considerarlo como algo más que un objeto mágico muy útil: como es natural, se lo pone cada vez que pasa un Jinete.

Por supuesto, el hecho de que Bingo ignore por completo que se trata de una peligrosa persecución y de que se sienta absolutamente desconcertado ante los Jinetes Negros no significa que lo mismo ocurriera con mi padre. Hay varias indicaciones de que habían surgido nuevas ideas en un segundo plano, ideas que no se presentaron explícitamente en la narración sino que se redujeron deliberadamente a oscuras alusiones a cierto peligro en las palabras de Gildor (lo que se observa más claramente al comienzo del próximo capítulo). Es posible que la transformación «inesperada» del Jinete cubierto con un manto y embozado que les da alcance en el camino, que originalmente era Gandalf y luego se convertía en un «Jinete Negro» (págs. 66-67) > junto con la idea ya expresada de que el anillo de Bilbo tenía un origen misterioso y extrañas propiedades (págs. 59-61), haya dado origen a las nuevas ideas.

Ya en la versión reescrita de la conversación entre Gildor y Bingo (véanse la pág. 85 y la nota 49) se dice que Gandalf le había advertido a Bingo que no postergara la partida más allá del otoño (aunque, aparentemente, sin decirle por qué) y en las dos versiones Gildor evidentemente sabe algo acerca de los Jinetes, dice que «por algo que parece ser un afortunado azar te marchaste justo a tiempo» y relaciona a los Jinetes con el Anillo: le aconseja a Bingo que no lo use otra vez para huir de ellos y le dice que eso «es más útil para ellos que para ti». (En su conversación no habían hablado del Anillo, pero podemos suponer que Bingo le había dicho antes a Gildor que se lo había puesto cuando los Jinetes habían aparecido.)

Sin duda, la idea de los Jinetes y del Anillo iba evolucionando a medida que mi padre escribía el relato. Considero muy posible que cuando describió por primera vez las detenciones del Jinete Negro junto al lugar donde se habían escondido los hobbits mi padre haya imaginado que sólo se guiaban por el olfato (véase la pág. 99); [95] y en ningún caso queda claro por qué motivo el uso del Anillo podría ser «más útil para ellos» que para él. Como ya he dicho, el hecho de que estas escenas hayan adquirido inmediatamente la forma definida y memorable que nunca se modificaría, en tanto que su alcance y su importancia adquirirían más adelante dimensiones mucho mayores, es un rasgo muy peculiar. Se podría decir que el «acontecimiento» ya era algo definitivo, pero que su sentido podía ampliarse indefinidamente; y esto se manifiesta, una y otra vez, como una de las principales características de los escritos de mi padre. En el capítulo intercalado en la CA, La sombra del pasado, encontramos algunas indicaciones del sentimiento que luchaba por imponerse al deseo de esconderse de Frodo, del motivo por el que Gandalf le había prohibido tan enfáticamente que usara el Anillo y de por qué sentía el impulso irresistible de ponérselo; y al avanzar en la lectura nos enteramos de lo que le habría sucedido si lo hubiese hecho. En comparación, estas escenas no tienen mayor sentido, aunque son las mismas escenas. Sobrevivieron incluso comentarios tan triviales como el que hace Bingo («No lo sé, y prefiero no hacer conjeturas») —que en el contexto es una simple expresión de duda y desconcierto, aunque insinúa que Gandalf debía de haber dicho algo o, más bien, que mi padre comenzaba a pensar que Gandalf debería haber dicho algo—, que adquirieron un sentido mucho más amenazador en la CA (pág. 111), en donde se comprende claramente por qué Frodo prefería no hacer conjeturas.

El relato de Frodo Tuk sobre su encuentro con un Jinete en los Páramos del Norte de la Comarca en la primavera pasada es el antecedente de la escena en la que Sam recuerda de pronto que un Jinete había ido a Hobbiton y había hablado con el Tío Gamyi la misma tarde de su partida; pero parece extraño que la búsqueda de «Bolsón» haya comenzado tanto tiempo antes (véanse la pág. 99 y la nota 56).

Es interesante que se haya tachado la frase «porque éste es un asunto que a Elfos como nosotros no nos preocupa», que decía Gildor (nota 51). Supongo que en un comienzo mi padre pensó que estos Elfos eran «Elfos Oscuros», pero aquí decidió que ellos (y también los Elfos de Rivendel) eran «Altos Elfos del Oeste» y añadió el comentario de Gildor en el que le decía a Bingo en p. 81 (véase nota 42) que eran «Elfos Sabios» (Noldor o Gnomos), «una de las pocas compañías que aún viven al este del Mar»; y él es Gildor Inglorion de la Casa de Finrod. Compárese lo que dice Gildor con el Quenta Silmarillion § 28, V[52]:

No obstante, no todos los Eldalië estaban dispuestos a abandonar las Tierras Interiores, donde habían sufrido mucho y vivido mucho tiempo; [96] y algunos permanecieron durante muchas edades en el Este y el Norte… Pero a medida que transcurrían las edades y el pueblo de los Elfos iba declinando sobre la tierra, se hacían a la mar al caer la noche en las costas del oeste de este mundo, como siguen haciéndolo, y ya quedan muy pocas compañías solitarias en todas las tierras.

En esa época Finrod era el nombre del tercer hijo de Finwë (primer Señor de los Noldor). El nombre fue sustituido posteriormente por Finarfin, cuando se dio a su hijo, Inglor Felagund, el nombre de Finrod (véase 1.58), pero en este caso mi padre no sustituyó la frase «de la Casa de Finrod» (CA, pág. 116) por «de la Casa de Finarfin», la frase que figura en la segunda edición de El Señor de los Anillos. Véase también la pág. 238 (final de la nota 162).

Los elementos geográficos de la Comarca van adquiriendo una forma más definida. En este capítulo aparecen el (los) Páramo (s) del Norte, el País de la Colina Verde al sur de Hobbiton, la Laguna de Delagua (descrita en los borradores del pasaje como un «lago pequeño»); el Camino del Este hacia el Puente del Brandivino, donde El Agua se unía con el Brandivino; el camino que se bifurcaba hacia el sur y que seguía en línea recta hasta Los Gamos, y la aldea de Casa del Bosque en el Boscaje Cerrado.