XIV
DANGWETH PENGOLOÐ

[451]

De esta obra, que ejemplifica lo que Pengoloð el Sabio de Gondolin enseñó a Ælfwine el Marino, existen dos versiones: la primera («A») es un texto claro que (a excepción de un detalle fundamental, véase nota 469) sufrió muy pocos cambios, tanto en el momento de la composición como posteriormente, y el segundo («B») es un manuscrito soberbio y iluminado cuya primera página se reproduce en el frontispicio de este libro. El último, junto con el breve texto De las lembas, se encontraba con un periódico del 5 de enero de 1960, en el que mi padre escribió: «Dos textos de la tradición de Pengolod», y también «Danbeth preguntar. ¿Cómo/Por qué cambió la lengua élfica? Origen de las lembas». En la carpeta de cartulina donde se encuentra el periódico escribió: «Textos de Pengoloð. § Manen lambë Quendion ahyanë ¿Cómo cambió la lengua de los Elfos? § Mana i-coimas Eldaron ¿Qué es el “coimas” de los Eldar?»

En el manuscrito iluminado, sobre la gw de Dangweth escribió a lápiz una b; sin embargo, en un trozo de papel aislado que se encuentra con los dos textos hay varios apuntes en los que puede descifrarse lo siguiente: «Mantener Dangweth “responder” separado de -beth = peth “palabra”; «gweth “relatar, narrar, dar cuenta de, informar de cosas desconocidas o que se desean saber”»; y «Ndangwetha S[indarin] Dangweth».

La Dangweth Pengolod no puede ser anterior a 1951, aunque según se desprende de la fecha del periódico (en el que se mencionan los dos textos) tampoco puede ser posterior al final de 1959. Yo me inclinaría por situarlo más bien a principios de la década; es posible que el segundo manuscrito B deba asociarse con las hermosas páginas manuscritas de la Cuenta de los Años de la Primera Edad (véase VII. 65-66), una de las cuales se reproduce como frontispicio de El Anillo de Morgoth.

La versión B sigue a A con una gran fidelidad durante la mayor parte del texto (lo que probablemente indique su proximidad en el tiempo): hay varias modificaciones insignificantes (pequeños cambios en el orden de las palabras y ocasionales alteraciones en el vocabulario), [452] además de unas cuantas diferencias más, muy escasas (véanse las notas al final del texto). El hecho de que lo pasara en limpio en un manuscrito tan elegante demuestra que para mi padre era una obra muy importante; además, uno de los aspectos de su concepción en esta época, respecto a la introducción consciente de los cambios por parte de los Eldar sobre la base de una absoluta comprensión de la estructura fonológica de su lengua, reaparecería años más tarde en La marca de Fëanor (véase p. 383 y nota 339 del presente ensayo).

El texto que ahora sigue es, evidentemente, el de la Versión B, con algunos cambios de puntuación por motivos de claridad.

Dangweth Pengoloð

la

Respuesta

de

Pengolod

a Ælfwine, que le preguntó cómo

sucedió que las lenguas de los Elfos cambiaran

y se distanciaran

Me preguntas, Ælfwine, sobre las lenguas de los Elfos, diciendo que te asombra descubrir que son muchas, emparentadas pero diferentes; porque teniendo en cuenta que los Elfos no mueren y que su memoria alcanza años pasados muy lejanos en el tiempo, no comprendes que la raza de los Quendi no haya conservado la lengua que antaño era común a todos sus linajes. Pero resulta, Ælfwine, que en Eä todas las cosas cambian, incluso los Valar; porque en Eá percibimos el despliegue de una Historia mientras esta se despliega; del mismo modo que un hombre pude leer un gran libro, y cuando lo acaba lo ve terminado completo con los ojos de la mente, de acuerdo con su propia medida. Entonces percibe por fin una cosa hermosa que pervivió mucho tiempo: como una montaña, o un río de renombre, un reino, o una gran ciudad; o bien un ser poderoso, como un rey, o un hacedor, o una mujer bella y majestuosa, o quizás incluso alguno de los Señores del Oeste; percibe que cada uno de ellos es, si existe, todo cuanto se dice de él desde el principio y hasta el final. Desde su nacimiento en las montañas hasta su desembocadura en el mar, todo es el Sirion; y desde su creación hasta su desaparición cuando la tierra se quebró en la gran batalla, [453] eso también es el Sirion, y nada más. Aunque nosotros, que contemplamos la gran Historia, leyendo línea por línea, podamos decir que el río cambia cuando fluye y se ensancha, o muere cuando se vierte en el mar o este lo devora. Sí, desde que abandonó su posición al lado de Ilúvatar y vino a Eä, y desde el joven señor de los Valar en la blanca furia de su combate contra Melkor hasta el silencioso rey de años incontables que está sentado en las cumbres desaparecidas de Oiolossë y observa pero no dice nada: todo eso es aquel a quien llamamos Manwë.

Ahora bien, en realidad, un gran árbol puede sobrevivir a muchos hombres, y puede recordar la semilla de la que surgió antes de que todos los hombres que ahora pisan la tierra hubieran nacido, pero la corteza sobre la que posas la mano, y las hojas que te dan sombra, no son como aquella semilla, ni como será la madera seca que se convierte en humus o perece en las llamas. Y alrededor hay otros árboles, todos distintos en forma y crecimiento, según sus condiciones de vida, pero todos parientes, vástagos de un árbol aún más viejo y por tanto nacidos de una sola semilla muy antigua.[463] Inmortales, dentro de Eä, son los Eldar, pero aunque como los Hombres viven en cuerpos que provienen de Eä, cambian tan poco como los grandes árboles, ni en los cuerpos que ocupan, ni en las cosas que desean o llevan a cabo por medio de ellos. Entonces ¿por qué tendrían que cambiar en el habla, que se produce con la lengua y se recibe con el oído?

Algunos de nuestros maestros de tradición han dicho que, en el caso de los Hombres, los mayores enseñan a los niños su lengua y luego se van, y sus voces no vuelven a oírse, y los niños no tienen memoria de la lengua de su juventud, salvo sus propios recuerdos ensombrecidos; por tanto, en cada una de las breves generaciones humanas el cambio puede ser rápido e irrefrenable. Pero esta cuestión me parece menos simple. Débil en verdad debe de ser la memoria de los Hombres, pero yo te digo, Ælfwine, que aunque el recuerdo que tienes de tu propio ser sea tan claro como el del más sabio de los Eldar, en el transcurso de tus breves años tu lengua cambiará, y si tuvieras la vida de los Elfos cambiaría más, hasta que al mirar atrás advirtieras que en tu juventud hablabas una lengua extraña.

Porque los Hombres sustituyen sus antiguas palabras por [454] otras nuevas, y su anterior forma de hablar por otra, en el transcurso de su vida, y no sólo cuando aprenden a hablar; y este cambio proviene sobre todo de la variabilidad de Eä; o, si lo prefieres, de la naturaleza del habla, que sólo está completamente viva cuando nace, pero cuando la asociación de idea y sonido se convierte en una antigua costumbre, y los dos no se perciben como cosas independientes, la palabra está moribunda y triste,[464] pues el sonido aguarda una nueva idea y la idea espera con impaciencia una nueva vestimenta de sonido.

Pero a la variabilidad de Eä, al agotamiento de lo que no cambia, a la renovación de las asociaciones, a estas tres cosas, que son una sola, los Elfos también están sometidos en cierto grado. No obstante, en algo difieren de los Hombres: en que siempre son más conscientes de las palabras que pronuncian. Del mismo modo que un trabajador de la plata puede ser más consciente que los otros de los utensilios y las vasijas que utiliza diariamente en su mesa, o un tejedor de la textura de sus vestiduras. Sin embargo, esto contribuye antes al cambio entre los Eldar que a la inmutabilidad; porque a los Eldar, dotados e interesados por las artes, les gusta hacer cosas nuevas, tanto para el placer de la vista, del oído o del tacto como para el uso cotidiano, ya sean vasijas, vestidos o los detalles del habla.

Un hombre puede en verdad cambiar de taza o cuchara según le apetezca, y no necesita pedir a nadie que le dé consejo o siga su ejemplo. El caso de las palabras, los modos o los recursos de la lengua es muy distinto. Si alguien concibe una nueva palabra, de algún modo fresca y hermosa a su corazón, esta no le servirá de mucho en la conversación hasta que otros hombres piensen lo mismo que él o acepten su invención. Sin embargo, entre los Eldar hay muchos oídos rápidos y muchas mentes sutiles que escuchan y aprecian este tipo de invenciones, y aunque algunos recursos e ideas al final sólo resultan agradables para unos pocos, o para uno solo, muchos otros son bienvenidos y pasan rápidamente de boca en boca, con risa, deleite o una reflexión solemne, del mismo modo que una nueva broma o un dicho recién acuñado se propaga entre los hombres de ingenio más brillante. Porque para los Eldar la creación del habla es la más antigua de las artes y la más amada.

Por tanto, Ælfwine, mientras el cambio que tiene lugar inadvertidamente [455] con el paso del tiempo, como el crecimiento de un árbol, era lento en Aman antes de la Subida de la Luna, e incluso en la Tierra Media era mucho más lento bajo el Sueño de Yavanna que ahora entre los Hombres, entre los Eldar esta inmutabilidad estaba contrarrestada por los cambios provenientes de la voluntad y el deseo: en realidad, muchos de ellos difieren poco en apariencia externa de los ocasionados por el crecimiento inconsciente. De este modo, los Eldar sustituían en ocasiones los sonidos de su lengua por otros que les parecían más agradables, o cuando menos más novedosos y frescos. Pero no lo hacían por azar. Porque los Eldar conocen su lengua, no sólo palabra por palabra, sino como conjunto: cuando pronuncian una palabra, no sólo saben qué sonidos la forman, sino también de qué sonidos y pautas de sonido se compone su lengua en un momento dado.[465] [466] Por tanto, ninguno de los Eldar cambiaría un sonido en una sola palabra, sino un sonido en toda la estructura de la lengua; tampoco introduciría en una única palabra un sonido o una combinación de sonidos que no existiera antes, sino que reemplazaría un sonido anterior por el nuevo en todas las palabras que lo contuvieran, o, si no en todas, en un conjunto de palabras seleccionadas según su forma y otros elementos, pues se basa en la nueva pauta que tiene en mente. Del mismo modo que un tejedor podría cambiar un hilo rojo por otro azul, en todo su tejido o en las partes adecuar das para la nueva pauta, pero no aquí y allá a la ventura ni sólo en una esquina.[467]

Y mira, Ælfwine, estos cambios apenas difieren de los cambios similares que tienen lugar en las lenguas de los Hombres con el paso del tiempo. Ahora bien, en el caso de los Eldar sabemos que antaño estas cosas sucedían porque así lo deseaban, de plena voluntad, y con frecuencia los nombres de quienes inventaban palabras nuevas o promovían grandes cambios todavía se recuerdan. Por esta razón los Eldar no creen en verdad que los cambios de las lenguas de los Hombres sean completamente involuntarios; porque entonces, dicen, ¿cómo son posibles el orden [456] y la armonía que suelen advertirse en ellos? ¿O la habilidad de los recursos desechados y de los nuevos que los reemplazan? Y algunos responden que las mentes de los Hombres están medio dormidas; con esto no se refieren a la parte de la cual los Hombres no son conscientes y que no pueden explicar, sino a la otra. Otros, que advierten que en nada se asemejan tanto los Hombres, sobre todo los del Oeste,[468] a los Eldar como en el habla, responden que lo que los Elfos les enseñaron cuando eran jóvenes sigue operando como una semilla en la oscuridad. Pero en todo esto tal vez se equivoquen, Ælfwine, porque a pesar de toda su sabiduría no conocen ni comprenden las mentes de los Hombres.[469]

Y hablando de memoria, Ælfwine, en los Elfos —porque no sé lo que ocurre entre los Hombres— lo que llamamos la coirëa quenya, la lengua viva, es la lengua en la que pensamos e imaginamos; porque es para el pensamiento como el cuerpo para el espíritu, que crecen y evolucionan juntos todos los días de nuestra existencia.[470] A esa lengua, por tanto, volcamos todo cuanto recordamos de lo que dijimos u escuchamos en el pasado. Si un hombre recuerda algo que dijo en la infancia, ¿recuerda también el acento infantil que empleó en aquel momento distante? No lo sé. Pero lo cierto es que los Quendi no lo hacemos. Podemos saber en verdad cómo los niños que aún no dominan el habla, y cómo los que aún no habían adquirido la «lengua completa», como decimos nosotros, hablaban mucho tiempo atrás, pero es una cosa que va aparte de los recuerdos de la vida, y un tema de estudio. Porque tenemos muchas tradiciones sobre las lenguas de antaño, guardadas en la memoria o en textos escritos; pero no nos escuchamos hablar en el pasado si no es con la lengua que viste nuestro pensamiento en el presente. En verdad, puede suceder que en el pasado habláramos con extraños en una lengua ajena, y que recordemos lo que entonces se dijo, pero no la lengua que utilizarnos. Podemos recordar los sonidos de una lengua ajena provenientes del pasado del mismo modo que somos capaces de recordar otros, el canto de los pájaros o el murmullo del agua, pero no más que algún grito o una frase breve. Porque si la conversación fue larga o el tema sutil la envolvemos con la lengua viva de nuestro pensamiento, y si describimos cómo transcurrió tenemos que traducirla de [457] nuevo, como si de un libro se tratará, a esa otra lengua, si es que todavía se recuerda. Y aun así, son las voces extrañas las que oímos utilizar las palabras en nuestra memoria, rara vez nosotros mismos; nunca, en mi caso. Es cierto en verdad que los Eldar aprenden rápidamente otras lenguas, y que son lentos para olvidar lo que han aprendido, pero estas permanecen tal como las adquirieron, como si estuvieran escritas en las páginas inmutables de un libro;[471] [472] en cambio, la coirëa quenya, la lengua del pensamiento, crece y vive en su interior, y cada nueva etapa se sobrepone a las anteriores, de igual modo que la bellota y el retoño están ocultos en el árbol.

Por tanto, Ælfwine, si meditas sobre todo lo que te he contado en esta ocasión, no sólo lo que te he dicho explícitamente, sino también lo que debes descubrir con el pensamiento, comprenderás que, sea más conscientemente, sea más lentamente, las lenguas de los Quendi cambian como las de los hombres mortales. Y que si uno de los Eldar sobrevive a todas las vicisitudes de cincuenta mil años de los vuestros, la lengua de su infancia divergirá de la actual, como puede hacerlo el habla de una ciudad o un reino de Hombres en los días de majestad de la lengua de aquellos que lo fundaron en la antigüedad.

En esto último también coinciden nuestros pueblos. Aunque su capacidad de moldear las cosas a voluntad para el propio deleite y de superar los azares de Eä es mayor, los Quendi no son como los Valar, y respecto al poder del Mundo y su destino son sólo pequeños y débiles. Por tanto, para ellos la separación también es separación, y los amigos y parientes que están lejos siguen estando lejos. Ni siquiera las Piedras Videntes de los antiguos artesanos podían unir por completo a los que estaban separados, y tanto las Piedras como los que las hicieron eran escasos. Por tanto el cambio, voluntario o involuntario, no fue común a lo largo de las largas edades, ni se desarrolló de la misma manera, salvo entre quienes se encontraban con frecuencia [458] y conversaban en las ocasiones de trabajo y alegría. Así, pues, de un modo más rápido o más lento pero siempre ineludible, los linajes de los Quendi que estaban separados por grandes distancias se separaron también en el habla: los Avari de los Eldar; los Teleri de los otros Eldar; los Sindar, que vivían en la Tierra Media, de los Teleri que llegaron a Aman; y los Exiliados de los Noldor de los que se quedaron en la tierra de los Valar. Y así sucede aún en la Tierra Media.

Sin embargo, Ælfwine, la forma del Mundo cambió hace mucho tiempo; y los que ahora vivimos en el Antiguo Oeste estamos apartados de los círculos del Mundo, y la mayor parte de nuestro ser radica en la memoria, así que ahora preservamos en lugar de hacer cosas nuevas. Por tanto, aunque incluso en Aman —más allá de los círculos de Arda, pero todavía en Eä— el cambio continuará hasta el Fin, a pesar de ser tan lento que sólo se percibe con el paso de las edades, al menos en Eressëa nuestras lenguas son firmes; y aquí, después de un ancho mar de años transcurridos, hablamos de un modo muy similar a como lo hacíamos —nosotros y los que perecieron— en las guerras de Beleriand, cuando el Sol era joven.

Sin Quente Quendingoldo

Elendilenna