«¿Quién es usted?», pregunté.
No sabía cómo formularle la pregunta cortésmente. Sin duda el viejo no era normal.
«Soy un Avatar».
«¿Es una especie de título? Pensaba que era su nombre».
«También».
«Discúlpeme por preguntarle esto. No sé cómo preguntárselo, así que simplemente lo soltaré…».
«Quieres saber si soy humano».
«Sí. Le pido disculpas si le parece una locura; sólo que…».
El viejo hizo un gesto con la mano, como descartando el final de mi frase.
«Entiendo. Sí, soy humano. Soy un humano del quinto nivel: un Avatar».
«¿Quinto nivel?».
«Las personas existen en distintos niveles de conciencia. Un Avatar es una persona que vive en el quinto nivel».
«¿La conciencia es como la inteligencia?», pregunté.
«No. La inteligencia es una medida de lo bien que funcionas dentro de tu nivel de conciencia. Tu inteligencia se mantiene más o menos igual a lo largo de toda tu vida. La conciencia no tiene nada que ver con la inteligencia; tiene que ver con reconocer los engaños. La conciencia de la mayoría de las personas avanzará uno o dos niveles durante el transcurso de sus vidas».
«¿Qué significa reconocer los engaños?».
«De pequeño, ¿tus padres te contaban que Papá Noel te traía regalos el día de Navidad?».
«Sí», dije. «Yo creí en Papá Noel hasta la edad de parvulario, cuando los otros niños empezaron a hablar. Entonces me di cuenta de que Papá Noel no podía repartir juguetes a todas las casas en una sola noche».
«El momento en que te diste cuenta de que Papá Noel no era más que una fantasía inofensiva, tu inteligencia no cambió. Tus habilidades para las matemáticas y para las letras siguieron siendo las mismas, pero tu conciencia se acrecentó. De repente fuiste consciente de que los relatos que procedían de fuentes creíbles —en este caso tus padres— podían ser fruto de la invención. Y desde el momento en que lo supiste, nunca volverías a ver el mundo de la misma forma, porque había cambiado tu conciencia de la realidad».
«Supongo que es cierto».
«Y en el colegio aprendiste que los nativos americanos y los peregrinos se juntaron para celebrar lo que pasó posteriormente a conocerse en Estados Unidos como el Día de Acción de Gracias, ¿no?».
«Sí».
«Imaginaste que tenía que ser cierto porque estaba escrito en un libro y porque tus maestros dijeron que había ocurrido. Fuiste al colegio con el fin expreso de aprender la verdad; era razonable creer que te la estaban proporcionando. Pero los académicos ahora nos dicen que la primera celebración de acción de gracias entre peregrinos y nativos nunca ocurrió. Como Papá Noel, mucho de lo que consideramos historia es pura invención».
«En sus ejemplos siempre cita casos donde interviene el aprendizaje. Eso a mí me suena a inteligencia, no a conciencia».
«La conciencia tiene que ver precisamente con el desaprendizaje. Es el reconocimiento de que uno no sabe tanto como pensaba».
Describió lo que él llamaba los cinco niveles de conciencia y dijo que todos los seres humanos experimentan el primer nivel al nacer, que es cuando uno adquiere la conciencia de que existe.
En el segundo nivel de conciencia, se entiende que existen otras personas. Se cree la mayoría de lo que uno oye de figuras de autoridad. Se acepta el sistema de creencias en el qué uno se cría.
En el tercer nivel de conciencia, se reconoce que los humanos a menudo se equivocan en sus creencias. Uno piensa que podría estar equivocado con respecto a algunas de las creencias propias, pero no se sabe cuáles. A pesar de las dudas, uno sigue encontrando consuelo en las creencias.
El cuarto nivel es el escepticismo. Se cree que el método científico es la mejor medida de lo que es cierto y se cree que se tiene un buen dominio práctico de la verdad, gracias a la ciencia, la lógica y los sentidos propios. Se es arrogante al tratar con personas en los niveles dos y tres.
El quinto nivel de conciencia es el Avatar. El Avatar entiende que la mente es un generador de ilusiones y no una ventana abierta a la realidad. El Avatar reconoce la ciencia como un sistema de creencias, bien que útil. El Avatar es consciente del poder de Dios expresado en la probabilidad y en la inevitable recombinación de la conciencia de Dios.
«Creo que estoy en el cuarto nivel» —dije— «por lo menos según usted».
«Sí» —confirmó— «estás en el cuarto nivel».
«Pero ahora que me ha contado todos sus secretos del quinto nivel, a lo mejor consigo ascender. ¿Es así como funciona?».
«No, la conciencia no viene de recibir nueva información. Viene de rechazar la información antigua. Todavía te aferras a tus engaños del cuarto nivel».
«Me siento vagamente ofendido», bromeé.
«Pues no deberías sentirte así. No hay bien ni mal implícito en el nivel de conciencia que uno tiene. Ningún nivel es mejor ni peor que otro. La gente de todos los niveles disfruta de la felicidad y también contribuye a la sociedad».
«Eso suena muy caritativo», dije. «Pero observo que su nivel tiene el número más alto. No hay duda de que es el mejor nivel. Seguro que se siente un poco pagado de sí mismo».
«No hay nada bueno ni malo en las cosas; sólo distintos grados de utilidad. Las personas de todos los niveles tienen el mismo potencial de ser útiles».
«Pero tiene que sentirse contento de que no se encuentra en otro nivel».
«No. La felicidad es más fácil de alcanzar en los otros niveles. La conciencia tiene su precio. Un Avatar sólo puede encontrar la felicidad en el servicio».
«¿Cómo sirve usted?».
«A veces los engaños de la sociedad se desequilibran, y cuando entran en conflicto, las emociones se desbordan y escapan al control. Las personas se mueren. Si se mueren en número suficiente, perjudica la recombinación de Dios. Cuando esto ocurre, el Avatar tiene que intervenir».
«¿Cómo?».
«No puedes despertarte de un sueño por voluntad propia. Necesitas que alguien te sacuda suavemente, que susurre en tu oído. En cierto modo es lo que hago yo».
«Como de costumbre, no estoy seguro de lo que quiere decirme». Explicó:
«Los grandes líderes de este mundo son siempre los menos racionales de entre nosotros. Existen en el segundo nivel de conciencia. Los líderes carismáticos poseen la habilidad natural de atraer a los demás hacia su propio engaño. Convencen a la gente para que actúe en contra del interés propio y persiga las visiones del bien mayor del propio líder. Los líderes hacen que los ciudadanos vayan a la guerra para arrebatar tierras en las que jamás vivirán y a matar a personas que tienen religiones diferentes».
«No todos los líderes son irracionales», argumenté.
«Los más eficaces sí lo son. No es frecuente que un genio en matemáticas o un profesor de lógica se convierta en un gran líder. La lógica va en detrimento del liderazgo».
«Bueno, pues debe funcionar el liderazgo irracional. El mundo parece estar funcionando bastante bien, en general».
«Funciona bien porque los engaños de la gente se encuentran, a nivel general, en un punto de equilibrio. El Avatar lo conserva así mediante la introducción en ocasiones de nuevas ideas cuando resultan necesarias».
«¿Cree usted que una idea puede cambiar tanto al mundo?», pregunté.
«Las ideas son lo único que puede cambiar el mundo. El resto son meros detalles».