«¿Por qué tiene la gente religiones diferentes?», pregunté. «Parecería que la mejor debería imponerse, tarde o temprano, y todos creeríamos en lo mismo».
El viejo se meció un poco en silencio. Colocó ambas manos bajo la manta roja a cuadros.
«Imaginemos que un enjambre de abejas curiosas se posa en la parte exterior de la vidriera de una iglesia. Cada abeja observa lo que ocurre en el interior, pero a través de un cristal de color diferente. Para una abeja, el interior de, la iglesia es de color rojo. Para otra es amarillo, y así sucesivamente. Las abejas no pueden conocer directamente la experiencia de estar en el interior de la iglesia; sólo pueden ver lo que hay. No pueden tocar el interior, ni pueden olerlo ni interactuar con él de ningún modo. Si las abejas pudieran hablar, tal vez discutirían sobre el color del interior. Cada abeja se quedaría con su propia versión, incapaz de entender que las demás estaban mirando el interior a través de cristales de color diferente. Tampoco entenderían para qué sirve la iglesia, ni cómo llegó hasta ahí, ni nada acerca de ella. El cerebro de una abeja no tiene capacidad para tales cosas».
«Pero estas abejas son unas curiosas. Cuando no entienden algo, se sienten molestas y disgustadas. A la larga, las abejas tendrían que escoger entre la curiosidad permanente —un estado mental incómodo— y el autoengaño. A las abejas no les gustan estas elecciones. Preferirían conocer el verdadero color del interior de la iglesia y para qué sirve, pero sus cerebros no están diseñados para alcanzar ese grado de comprensión. Deben elegir entre las posibilidades que tienen a su alcance: sentirse incómodas o vivir engañadas. Las abejas que opten por vivir incómodas se volverán desagradables para las demás, y acabarán marginándose. Las que eligen el engaño se unirán para reforzar su visión del interior rojo, amarillo y así sucesivamente».
«Entonces, ¿está diciendo que somos como un enjambre de abejas tontas?», pregunté, intentando introducir un poco de ligereza en el ambiente.
«Peor. Somos curiosos».