LA LUZ

«Piensa en la luz», dijo el anciano. «Nuestro mundo parece estar infundido de energía luminosa. Pero… ¿qué es la luz?».

«Se compone de fotones», dije, pensando que por lo menos sería un buen comienzo. Ya a esas alturas debí saber que no. Creo que hasta ignoró mi respuesta.

«Si estuvieras en una nave espacial y le echaras una carrera a un haz de luz, y estuvieras viajando al noventa y nueve por ciento de la velocidad de la luz, ¿cuánto más rápido sería el haz?».

«Aproximadamente el uno por ciento de la velocidad de la luz, evidentemente. No sé cuánto sería en kilómetros por hora».

«No según Einstein. Él demostró que la diferencia de velocidad entre el haz de luz y tu nave espacial sería eso —la velocidad de la luz— independientemente de la velocidad de desplazamiento de la nave».

«Eso no tiene ningún sentido, pero me suena familiar. ¿De veras dijo eso?».

«Sí, y es un hecho aceptado como válido por el mundo de los físicos».

«Eso es ridículo», espeté. «Si yo me muevo a una velocidad que es igual al noventa y nueve por ciento de la velocidad de la luz y en la misma dirección que el haz de luz, el haz no puede desplazarse a la velocidad de la luz más la velocidad de mi nave, como si la nave no se estuviera moviendo».

«En efecto es ridículo, pero los científicos aseguran que es un hecho probado».

«¿Qué pasaría si fueran dos los cohetes que le echan una carrera al haz, y el primero se estuviera moviendo al noventa y nueve por ciento y el segundo a la mitad de la velocidad de la luz? El haz no podría desplazarse a la velocidad de la luz en relación con ambas naves».

«Pero sin embargo, sí lo haría».

«Pero eso es una locura», contesté. «El haz de luz tendría que distanciarse de la nave más lenta a una velocidad mayor que la diferencia de velocidad con respecto a la nave más rápida. Es una cuestión de sentido común».

«Puede que sea cuestión de sentido común, pero es errónea, según las pruebas científicas», argumentó. «Resulta que el tiempo, el movimiento y la velocidad de la luz son diferentes para todos los observadores. Nosotros no lo observamos en la vida diaria porque la diferencia es muy pequeña en el caso de objetos que se desplazan a velocidades lentas. Pero a medida que te acercas a la velocidad de la luz, las diferencias se manifiestan cada vez más claramente».

«Es literalmente cierto que no hay dos personas que compartan la misma realidad. Einstein probó que la realidad no es un estado fijo e inamovible. En cambio, se trata de un número infinito de realidades singulares, dependiendo de dónde se encuentra uno y a qué velocidad se está desplazando».

«Si yo fuera un pasajero en la nave lenta que has utilizado en tu ejemplo, vería que tu nave se alejaría de la mía a una velocidad elevada. Pero desde la perspectiva del haz de luz, ninguna de las dos naves se estaría moviendo. Ambas versiones de la realidad son veraces y verificables, pero son absurdas si se consideran juntas».

«Entonces… ¿qué demonios es la luz?», pregunté.

«La luz es el límite externo de lo posible. No es algo físico: es una frontera. Los científicos también coinciden en que la luz no posee masa. Por analogía, piensa en el horizonte de la tierra. El horizonte no es algo físico; es un concepto. Si intentaras colocar una parte del horizonte en un cubo, no lo podrías hacer».

«Pero el horizonte es observable y comprensible. Parece ser físico y parece tener forma y substancia. Pero cuando corres hacia el horizonte, por muy rápido que corras, parece mantenerse siempre a la misma distancia. Nunca puedes llegar al horizonte, por muy rápido que te muevas». Continuó.

«La luz es análoga al horizonte. Es una frontera que proyecta la ilusión de ser algo físico. Como el horizonte, parece alejarse de uno a una velocidad constante, sea cual sea la velocidad a la que uno se esté moviendo. Nosotros observamos cosas que creemos que es luz, como un foco que ilumina el cielo o una puesta de sol que enrojece las nubes. Pero esas cosas no son luz; son meras fronteras entre probabilidades».

«Imagínate dos plantas. Una se coloca bajo luz directa y la otra está en la sombra continuamente. La planta situada bajo la luz experimenta más posibilidades porque vive más tiempo y crece más grande y fuerte. También morirá, pero no antes de experimentar muchas más posibilidades que su compañera en la penumbra».

«Bien» —dije— «tengo problemas para imaginar la luz como algo que no sea físico. ¿Cómo puede influir a las cosas físicas si ella misma no posee propiedades físicas?».

«Hay un montón de cosas no físicas que afectan al mundo», dijo. «La gravedad no es física, pero al parecer impide que te alejes flotando de la superficie de la Tierra. La probabilidad no es física, pero afecta a una moneda lanzada en cualquier parte del universo. Una idea no es física y puede cambiar la civilización».

«No creo que las ideas sean ejemplos de cosas no físicas que puedan cambiar la civilización. Los cerebros de las personas implicadas sí son cosas físicas y ejercen influencia sobre nuestros cuerpos, que también son cosas físicas. No veo cómo entran las ideas, excepto en cómo etiquetamos las cosas. Las ideas no flotan en el espacio por sí solas. Siempre se asocian a algo físico en nuestros cerebros».

«Supongamos que yo escribo un insulto hiriente en un trozo de papel y te lo entrego a ti», contestó.

«La nota es física, pero cuando la miras, la información entra en tu mente a través de un camino de luz. Recuerda que la luz no tiene masa. Como los campos magnéticos, la luz no existe en forma física. Cuando el insulto de la nota viaja a través de ese camino de luz entre el papel y tus ojos, es completamente afísico durante el trayecto. El insulto codificado en la luz no es más real que un horizonte. Es una pura transferencia de probabilidad entre yo y tú. Cuando tu mente registra el insulto, empiezan a pasar cosas físicas. Puede que te enfades y que tu cuello y tu frente se calienten. Puede que incluso me des un puñetazo. La luz es el mensajero de la probabilidad, pero ni la luz ni el mensaje tienen masa».

«Cuando sentimos el calor de la luz solar, estamos sintiendo el efecto de las probabilidades incrementadas y, por lo tanto, de la mayor actividad de las células de nuestra piel, y no el efecto de los fotones golpeando contra nuestra piel. Los científicos nos dicen que los fotones no tienen masa. Es otra forma de decir que no existen, excepto como concepto». Continuó.

«Tal vez hayas oído decir que la luz es partícula y onda a la vez; que algunas veces se comporta como una y otras como la otra, dependiendo de la circunstancia. Eso es como decir que a veces tu sombra es larga y a veces corta. Tu sombra no es algo físico: es una impresión, una percepción que dejan las cosas físicas. Es una frontera, no un objeto».

«Se puede pensar en la luz como zonas de probabilidad que rodean todas las cosas. Una estrella, en virtud de su densidad, tiene una alta probabilidad de que dos motas de polvo de Dios se materialicen en el mismo lugar, forzando que una de ellas se adapte, creando una nueva y frenética probabilidad. Esa actividad —la adaptación constante de situación y probabilidad— es lo que nosotros percibimos como energía».

«La razón por la que no puedes alcanzar un haz de luz, por muy rápido que te muevas, es que la zona de probabilidad se mueve contigo como si de tu sombra se tratara. Intentar echarle una carrera a la luz es como intentar huir de tus propios pensamientos».

«La llamada velocidad de la luz es simplemente el límite de hasta dónde una partícula puede volver al plano existencial desde su lugar original. Si vuelve al plano existencial a poca distancia de su posición original, la velocidad percibida de esa partícula será lenta. Si cada aparición en el plano existencial se produce a una gran distancia del punto de origen, la velocidad percibida será mucho más veloz. Existe un límite práctico a la distancia en la que probablemente aparezca una partícula en relación con su posición original. Ese límite es lo que da a la luz una aparente velocidad máxima».

«Me duele el cerebro», dije.