LA VOLUNTAD PROPIA DE UN PENIQUE

«Explique la voluntad propia», dije.

«Imaginemos un penique de cobre que es idéntico a un penique normal, excepto que para los fines de este debate, posee conciencia. Sabe que es una moneda y sabe que tú a veces la lanzas en el aire. Y sabe que no hay ninguna fuerza externa que dicte si tiene que caer cara o cruz en un lanzamiento en concreto».

«Si la conciencia del penique fuera como la humana, analizaría la situación y llegaría a la conclusión de que tiene voluntad propia. Si desea salir cara y el resultado coincide con su deseo, el penique confirmará su creencia en su poder de elección. Y si el resultado es cruz, echaría la culpa a su falta de convicción o supondría que Dios tuvo algo que ver».

«La moneda imaginaria creería que las cosas no “pasan” sin causa alguna. Si nada externo controla los resultados de los lanzamientos, un penique razonable creerá que el control proviene de su voluntad propia, tal vez influida por la voluntad de Dios, suponiendo que fuera un penique religioso».

«La creencia del penique en su propio papel sería errónea, pero su creencia en el papel de Dios sería acertada. La probabilidad —la esencia del poder de Dios— dicta que el penique tiene que salir cruz a veces, aún cuando el penique elige salir cara».

«Pero las personas no son peniques», dije. «Tenemos cerebros. Y cuando nuestros cerebros eligen, movemos nuestros brazos y piernas y bocas y hacemos que ocurran cosas. El penique no tiene forma de convertir sus decisiones en realidad, pero nosotros sí».

«Creemos que tenemos ese poder», dijo el anciano. «Pero también creemos en el principio científico de que cualquier causa concreta, por muy compleja que sea, tiene que tener un efecto concreto. Por lo tanto, creemos que dos realidades diferentes no pueden ser ciertas. Si una es verdadera, la otra tiene que ser falsa».

«No le sigo el hilo», le dije. «El cerebro es, en esencia, una máquina. Es una máquina orgánica con propiedades químicas y eléctricas. Cuando se forma una señal eléctrica, sólo puede hacer que ocurra una cosa en concreto. No puede elegir que a veces pienses en una vaca y otras veces te enamores. Ese impulso eléctrico concreto, que se produce en un lugar concreto de tu cerebro, sólo puede tener un resultado en tus acciones».

«Ya hemos hablado de esto. A lo mejor el cerebro está exento de las reglas normales, debido a la voluntad propia o al alma. Sé que no puedo definir estas cosas, pero no se pueden descartar».

«Nada en la vida se puede descartar. Pero la analogía del penique es una explicación sencilla de la voluntad propia que tiene sentido y no posee conceptos indefinidos».

«El que sea más sencillo no significa que sea correcto», observé. Necesitaba decir algo que sonara a sabiduría, por mi propio beneficio.

«Es cierto; la sencillez no es prueba de la verdad. Pero puesto que nunca podremos entender la verdadera realidad, si hay dos modelos que explican los hechos, es más racional utilizar el modelo más sencillo. Es una cuestión de conveniencia».