No sabía cuánto de lo que me estaba diciendo el anciano debía tomar en serio o no. Todo lo que decía tenía cierta lógica, pero eso pasa con muchas cosas que no son más que disparates. Decidí que lo mejor sería limitarme a escucharle. Me pasara lo que me pasara, por lo menos era diferente. Me gustaba que fuera diferente. Él comenzó de nuevo.
«Si quieres entender los ovnis, la reencarnación y Dios, no estudies los ovnis, la reencarnación y Dios: estudia a la gente».
«¿Quiere decir que nada de eso es verdad?». Me ofendía su certeza y seguridad, dada la existencia de miles de relatos de testigos oculares en cada uno de los casos citados.
«No», dijo. «Quiero decir que los ovnis, la reencarnación y Dios son iguales en términos de su realidad».
«¿Quiere decir igualmente reales o igualmente imaginarios?».
«Tu pregunta revela que eres partidario de un mundo binario en el que todo es o real o imaginario. Esa distinción reside en tus percepciones, no en el universo. Tu incapacidad para ver otras posibilidades y la insuficiencia de tu vocabulario son límites para tu cerebro, no para el universo».
«Tiene que haber una diferencia entre las cosas reales e imaginarias», repliqué. «Mi furgoneta es real. El Ratoncito Pérez es imaginario. Son diferentes».
«Mientras tú permaneces aquí sentado, tu furgoneta existe sólo en tu memoria, en un lugar de tu mente. El Ratoncito Pérez vive en el mismo lugar. Son iguales».
«Sí, pero yo puedo salir y conducir mi furgoneta. No puedo hacerle una caricia al Ratoncito Pérez».
«La lluvia de esta mañana, ¿era real?».
«Por supuesto».
«Pero no puedes ver ni tocar esa lluvia ahora, ¿no?».
«No».
«Como el Ratoncito Pérez, el pasado existe solamente en tu mente», dijo. «De la misma manera, el futuro existe sólo en tu mente porque no ha ocurrido».
«Pero puedo encontrar indicios del pasado. Puedo comprobar el parte meteorológico y confirmar que efectivamente llovió esta mañana».
«Y nada más recibir esa confirmación, se convertiría instantáneamente en el pasado. En efecto, estarías usando el pasado, que no existe, para confirmar otra cosa del pasado. Y si repitieras mil veces el proceso con mil indicios diferentes, juntos no serían más que impresiones del pasado que apoyan a otras impresiones del pasado».
«Eso no es más que gimnasia mental. Está creando juegos de palabras», le dije.
«Una persona demente cree que su mundo es coherente. Si cree que el gobierno le está tratando de matar, verá indicios más que suficientes de su creencia en el llamado “mundo real”. Estaría equivocado, pero sus indicios o pruebas no son mejores ni peores que los indicios o pruebas que tienes tú de que ha llovido esta mañana. Los dos estaríais convirtiendo los indicios del presente en impresiones almacenadas en vuestras mentes, y ambos estaríais convencidos de que las pruebas almacenadas son sólidas e irrefutables. Tu mente moldeará los hechos y las pistas hasta que todo encaje».
«Eso tal vez sea cierto si se aplica a los locos, pero no a la gente normal».
«Los psicólogos clínicos han probado que la gente corriente alterará sus recuerdos del pasado para hacer que encajen dentro de sus percepciones. Es la forma en que todos los cerebros normales funcionan bajo circunstancias normales».
«No lo sabía».
«Ahora ya lo sabes», contestó.