Si una civilización extraterrestre nos enviase un mensaje personalizado, quién sabe qué pasaría. Desde el primer momento habría que tomar algunas decisiones difíciles que el grupo de trabajo de postdetección ya ha ponderado. La primera decisión sería a quién decírselo y cómo. En este escenario, casi con certeza el protocolo publicado se rompería. Personalmente, pienso que las implicaciones simplemente de recibir un mensaje así serían tan sorprendentes y tan perturbadoras que, aunque sería esencial divulgar tarde o temprano la noticia, debería intentarse por todos los medios retrasar el anuncio hasta que se haya realizado una evaluación exhaustiva del contenido, y se hayan valorado cuidadosamente todas las consecuencias de hacer pública la información a la luz de las recomendaciones del grupo de trabajo. Idealmente, la información sobre las coordenadas astronómicas del transmisor deberían restringirse a los astrónomos involucrados, por razones que comentaré enseguida. Sin embargo, como ya hemos visto, mantener en secreto un descubrimiento como éste toparía con grandes obstáculos. Incluso los gobiernos, que hasta ahora han mostrado muy poco interés en el SETI, acabarían enterándose y sin duda intentarían ponerse al mando. En mi opinión, sin embargo, cuanto menor sea la implicación del gobierno durante el estadio de evaluación, mejor. Cualquier intento de controlar en lugar de facilitar la evaluación científica sería, con toda probabilidad, contraproducente.
El modo en que se desarrollen los acontecimientos dependerá del contenido del mensaje. En primer lugar está la cuestión de la descodificación. Cabe suponer que ET no habla inglés ni ningún otro lenguaje humano, a no ser que esa inteligencia extraterrestre haya estado escuchando nuestras emisiones. Por acuerdo tácito, las matemáticas, que son culturalmente neutrales y forman la base de las leyes universales de la naturaleza, serían la lingua franca del discurso interestelar. En Contacto, de Sagan, el mensaje aparece en forma de imágenes en las que se utilizan números primos para estructurar la matriz de píxeles. Conviene recordar que ésta sería una comunicación en un solo sentido procedente de una genuina especie alienígena, no un diálogo en tiempo real con sonrisas, ceños fruncidos, dedos que apuntan ni otros gestos que los humanos utilizamos para transmitir lo que queremos decir aunque sea a unos extraños. Pero los extraterrestres pueden compartir con nosotros mucho más que matemáticas. También está la cosmografía. Vivimos en el mismo universo y posiblemente en el mismo rincón del bosque, así que no tendríamos problemas para entender unos símbolos que denoten las estrellas y otros objetos astronómicos. Por extensión, las ideas sobre la ciencia básica que compartimos podrían comunicarse por medio de imágenes correlacionadas con símbolos. Poco a poco, podríamos ir construyendo ideas cada vez más abstractas y comenzar a aprender su lenguaje. Como es obvio, todo esto se basa en grandes suposiciones sobre la arquitectura mental de una mente alienígena. La misma noción de lenguaje y su representación simbólica ha surgido del estudio de los seres humanos. ¿Quién puede decir si los alienígenas pensarían o intentarían comunicarse del mismo modo?
Extraer significado del mensaje sería una tarea muy ardua, dificultada además por el hecho de que podría ser incompleto o estar distorsionado por el ruido. Descodificarlo podría llevar mucho tiempo, tal vez varios años de meticuloso trabajo y análisis con computadoras antes de que sepamos siquiera a qué nos estamos enfrentando. No puedo imaginar cómo se podría conseguir que a los científicos involucrados los dejasen en paz para hacer su trabajo. No obstante, un prolongado proceso de análisis haría mucho para reducir el choque cultural que seguiría al anuncio inicial. En palabras de Sagan: «La descodificación del mensaje, la comprensión de su contenido y la aplicación extremadamente cautelosa de lo que nos enseñen podría llevarnos décadas o incluso siglos… Un mensaje que se tarde tanto tiempo en descodificar y entender no sería muy… desorientador para el hombre normal y corriente».[9.13]
Supongamos por un momento que, tarde o temprano, comienza a surgir lo esencial del mensaje. Entonces, ¿qué? Ahora sí que estamos en terreno de conjeturas. ¿Qué querría decirnos ET? El mensaje más simple sería algo parecido a «nosotros estamos aquí y vosotros allí; sólo llamamos para decir hola». Más interesante sería «os invitamos a ingresar en el Club Galáctico e intercambiar información con vuestros vecinos cósmicos». También podemos imaginar comunicaciones de contenido alarmante, como «vuestra civilización se halla en grave peligro. Hemos detectado un enorme cometa que se dirige a vuestro planeta». Luego están las misivas morales: «Nuestros instrumentos han detectado explosiones nucleares en vuestro planeta y debemos aconsejaros con firmeza que arregléis vuestros problemas; otras civilizaciones de las que tenemos noticia que habían utilizado armas nucleares no sobrevivieron durante mucho tiempo». Esta última no es probable que llegue pronto, dado que la información sobre la primera explosión nuclear no ha alcanzado más allá de setenta años luz por el espacio. No obstante, la evidencia de la primera acumulación de dióxido de carbono generado por el hombre debe haber llegado mucho más lejos. Tal vez eso suscite una advertencia del tipo de «dejad de quemar combustibles fósiles, insensatos».
Más difícil aún de sondear es el impacto de un mensaje que aporte información científica o tecnológica importante. Lo más preocupante sería un mensaje que nos ofreciera en bandeja una tecnología revolucionaria, por ejemplo una nueva fuente de energía o una técnica para la creación fiable de formas de vida diseñadas. El problema es que el grupo que primero posea el conocimiento se encontraría en una posición de incomparable poder. Naciones, organizaciones científicas, empresas y otros grupos de interés lucharían con uñas y dientes por acceder a estas joyas del saber hacer de los alienígenas, y controlarlas. La guerra abierta podría seguir a la rebatiña por apoderarse de la información. Sólo nos cabe esperar que los extraterrestres se den cuenta de los peligros y se abstengan de repartir secretos científicos como si fueran caramelos.
Una forma menos arriesgada de que una civilización alienígena benevolente nos ofrezca ayuda tecnológica sería que nos invitaran a descargar datos científicos en algún momento del futuro, sujetos a salvaguardas y disposiciones para eludir una indecorosa rebatiña por ver quién es el primero en obtener la información, además de algunas garantías claras sobre cómo deberíamos utilizar la información en adelante. Por ejemplo, una de las esperanzas que se cultivan desde hace tiempo para resolver la crisis energética del mundo es la fusión nuclear, el proceso que alimenta el Sol. Se empezaron a realizar experimentos en la década de 1950 con expectativas de que la energía de fusión fuera una realidad comercial en menos de treinta años. En la actualidad se siguen haciendo experimentos sobre fusión nuclear, pero la promesa de una energía barata e ilimitada sigue siendo un sueño lejano. El principal obstáculo técnico consiste en hallar la forma de confinar el gas ultracaliente, que tiene tendencia a volverse inestable (este proceso es la fusión caliente, no la dudosa «fusión fría» discutida en la página 219). Una ayudita de ET podría permitir a los científicos resolver los problemas de estabilidad. Sin embargo, la repentina transformación de nuestra industria, que pasaría a estar alimentada por la fuente casi gratuita de la energía de fusión, sacudiría gravemente la economía y modificaría el paisaje geopolítico de la noche a la mañana. Varias décadas de planificación serían deseables.