Interceptar el correo electrónico interestelar

Cuando Frank Drake se embarcó en el proyecto Ozma, su aspiración no era sólo responder a la pregunta de si estamos solos, sino establecer contacto con los extraterrestres. Pese a las grandes barras de error de su ecuación epónima, Frank sigue siendo optimista. Es tentador suponer que si existe algún transmisor de radio interestelar extraterrestre, Frank y su equipo darán con sus emisiones en cuestión de décadas. Si tiene razón (y para eso hace falta una buena dosis de optimismo), podría ser que pronto nos tengamos que enfrentar a un mensaje alienígena con contenido. Por razones que ya he explicado en el capítulo 5, es poco probable que las señales de radio vayan dirigidas específicamente a los terrícolas. Es más probable que se trate de algo que nos llegue por azar, algo así como si estuviéramos escuchando la conversación de otro, o interceptando su correo electrónico. Aunque es difícil imaginar cómo podríamos descodificar el contenido, descubriríamos mucho sólo con estudiar la estructura de la señal. Por ejemplo, podríamos localizar el transmisor. Si resultara estar relativamente cerca, tendríamos antenas lo bastante potentes para enviarles a «ellos» una señal con una potencia decente. También podríamos buscar la civilización a la que iba destinado el mensaje (supuestamente en un lugar del espacio en los antípodas del transmisor), y explorar también esa región en busca de señales.

Es incluso posible que pudiéramos determinar la riqueza de información del mensaje aunque no lo descodificáramos, gracias a que los mensajes ricos en información satisfacen ciertos criterios estadísticos con independencia del significado que se quiera transmitir. Un simple ejemplo servirá para ilustrar este aspecto. Si enviamos un mensaje y lo repetimos, la redundancia reduce el contenido total en un factor de dos (porque la mitad de los bits se han «malgastado»). En términos generales, cuantas más pautas repetidas tenga un mensaje, mayor será su redundancia y menor la tasa de transmisión de información. Naturalmente, la redundancia puede ser deseable, y suele incorporarse deliberadamente a los mensajes humanos porque el proceso de transmisión introduce errores. Pero la tasa óptima de transmisión es aquella que no contiene pautas repetidas y, por tanto, es aleatoria. Aleatoria no significa sin sentido. Si uno posee la clave para descodificar el mensaje, la información está empaquetada de manera óptima. Sin la clave, sin embargo, el mensaje se percibiría como una forma de ruido.

Existe una tensión obvia entre ser llamativo y almacenar y embalar de una manera óptima los datos. En un radiotelescopio, el ruido no se nos manifiesta como un mensaje inteligente aunque lo sea. Nos hallamos rodeados de ruido aleatorio, desde las fluctuaciones cuánticas en los sistemas atómicos al susurro del espacio producido por la primordial radiación cósmica de fondo de microondas. ¿Podríamos saber si alguna parte de la cacofonía del universo consiste en mensajes codificados de forma óptima procedentes de civilizaciones lejanas, en lugar de ser una disonancia natural? La respuesta breve es que sin el código no podríamos saberlo. Podríamos encontrarnos en medio de un gigantesco intercambio de datos entre alienígenas sin tener la menor idea de ello. En Contacto, Sagan hace que los alienígenas envíen una secuencia de números primos a modo de «¡Hola!» en su mensaje, para llamar la atención. Para un matemático, los números primos no son aleatorios. Por usar un ejemplo más humilde, una columna de humo que emergiera sin ninguna estructura de una colina podría ser un pequeño incendio o una hoguera de acampada, pero una secuencia con una pauta formada por pequeñas nubes de humo nos indicaría que alguien está usando una hoguera para enviar señales. El mismo principio se aplica a un faro o cualquier otra baliza. Así que la parte de una señal de alienígena destinada a atraer la atención de unos extraños, el «gancho», debería ser claramente no aleatoria, mientras que el contenido de un intercambio de información entre radioaficionados estelares probablemente sería aleatoria (suponiendo que los extraterrestres se preocupen por la eficiencia de transmisión). Para que un astrónomo comprenda que una fuente es artificial, necesita algún tipo de signatura de inteligencia o tecnología. Si la señal no se dirige directamente a nosotros, es probable que carezca de un gancho para atraer nuestra atención, pero hay otras características que podrían ponernos sobre la pista. Por ejemplo, si la fuente fuese lo bastante brillante para destacar sobre el ruido de fondo, fuera de banda estrecha y proviniera de una estrella cercana con un planeta parecido a la Tierra, no hay duda de que nos fijaríamos.

Supongamos, pues, que los astrónomos detectan una señal que de algún modo parece artificial aunque no nos indique de ninguna forma que esté dirigida específicamente a la humanidad, o se emite para el cosmos en general (como en el caso de las balizas). En términos de declaración oficial, la situación no sería demasiado distinta de la que hemos considerado en la sección anterior, y el descubrimiento debería hacerse público de la forma convencional. Pasemos entonces al caso menos probable pero más trascendente: la recepción de un mensaje elaborado deliberadamente para la humanidad.