He visto a ET y es un SAT

La inteligencia humana no tiene más que unos pocos miles de años de existencia, dependiendo de cómo se defina. En un millón de años, si la humanidad no es aniquilada antes, la inteligencia biológica se verá apenas como la matrona de la inteligencia «real», la inteligencia potente, escalable, adaptable e inmortal que caracteriza al dominio de las máquinas. A partir de entonces, la inteligencia de las máquinas aumentará su potencia y capacidad de manera acelerada hasta que tope con los límites fundamentales impuestos por el entorno físico, sean los que sean. En ese momento, los megacerebros autocreados, cual dioses, intentarán expandirse por todo el universo. Por las mismas razones, podemos esperar que cualquier inteligencia biológica extraterrestre avanzada haya completado hace mucho tiempo la transición a la forma de máquina. Si alguna vez establecemos contacto con ET, no nos comunicaremos con humanoides como el Mekon, sino con un sistema diseñado para el procesamiento de la información.[8.7]

Debo admitir que, lamentablemente, he caído en la tentación de utilizar un lenguaje poco preciso en las últimas páginas. Como ya he descrito anteriormente en este capítulo, las distinciones entre lo vivo y lo inerte, el organismo y la máquina, lo natural y lo artificial, están abocadas a desaparecer pronto. Denominar a las entidades extraterrestres «computadoras» o «máquinas» es confuso. Podrían ser híbridos con componentes orgánicos e inorgánicos mezclados, de modo que no serían organismos biológicos en el sentido usual de la palabra, pero tampoco serían seres inanimados, puesto que podrían crecer y regenerar componentes biológicamente. Se hace difícil decidir cómo habríamos de denominar a estas entidades, pues son ajenas a la experiencia humana. Su propiedad característica es que son el producto de un diseño, originalmente de humanos (en el caso de la Tierra futura) o de sus equivalentes extraterrestres (en el caso de una civilización alienígena). Más tarde serían autodiseñados y rediseñados. Serían sistemas con capacidad para crecer, mejorar y adaptarse, no por medio de un intrincado mecanismo darwiniano, sino por medio de su propia creatividad intelectual. El mejor término que se me ocurre, aunque no suena nada bien, es «supersistemas autoteleológicos» (SAT); el adjetivo implica la propiedad de un autodiseño orientado a un fin. Como la manipulación por medio del diseño es mucho más eficiente que el darwinismo, cabe esperar que, una vez desencadenado, el proceso de autodiseño sea muy rápido, incrementando enormemente la probabilidad de que la «I» de SETI sea dominada por SATs.

Mientras escribo estas extravagantes especulaciones, me siento curiosamente deprimido, nostálgico por adelantado de la identidad personal que tan característica es de la experiencia humana. Cada uno de nosotros tiene una impresión única del yo, el sentimiento de formar parte, pero como ser separado, de una comunidad formada por otros seres sintientes, y del universo. Sigue siendo un misterio de qué modo el cerebro genera la impresión de una identidad propia separada, y las experiencias subjetivas que la acompañan, igual que es un misterio la vía evolutiva que nos ha conducido a ella. Sin embargo, no hay ninguna razón objetiva para suponer que un SAT deba poseer una identidad personal de algún modo parecida a la nuestra.[8.8] El poder de las computadoras radica en que pueden enlazarse, sin protestar demasiado, para compartir tareas y juntar recursos. A diferencia de los cerebros, que son entidades discretas, las computadoras pueden enlazarse en redes, juntarse, reconfigurarse y expandirse, al parecer indefinidamente. Pensemos en un motor de búsqueda como Google, que es accesible globalmente a través de Internet y distribuye sus operaciones entre grupos de computadoras localizados en muchos lugares de todo el mundo. Una potente red de computadoras sin sentido de identidad personal tendría una enorme ventaja sobre la inteligencia humana porque podría rediseñarse «a sí misma», realizar cambios sin temor, unirse a otros sistemas y crecer. Sentir todo eso como algo «personal» sería un claro impedimento para el progreso.

No es difícil imaginar la superficie entera de la Tierra cubierta por un único sistema integrado de procesamiento de la información. De hecho, algunos futurólogos conciben la superficie entera de una esfera de Dyson dedicada por entero a un gigantesco megacerebro (tal vez como en la lámina 12). Robert Bradbury ha acuñado el término «cerebros matrioshka» para referirse a estas prodigiosas entidades.[8.9] Aunque alguien averiguase de qué modo se pueden conectar y unir cerebros y experiencias humanas en una especie de World Wide Web de la sabiduría, la mayoría (al menos en la cultura occidental) se sentiría acongojada ante la posibilidad de perder la identidad personal en un vasto espacio mental amorfo. La considerable cantidad de literatura dedicada a la fantasía de «descargar» el contenido de un cerebro envejecido, y presumiblemente también su conciencia personal asociada, en una computadora para después transferirlos a un cerebro nuevo resulta atractiva precisamente porque implica la continuidad del yo y la promesa de la inmortalidad.

LÁMINA 12. Un cerebro matrioshka. ¿Es así el verdadero ET?

Si la inteligencia biológica está destinada a «rendirse» a la inteligencia de los SAT, ¿dónde acabará todo? El caso es que estos abrumadores megacerebros siguen estando sometidos a las leyes de la física, como la velocidad finita de la luz. Una computadora que envolviese la Tierra, o un cerebro de matrioshka, podrían tener fantásticos pensamientos, pero sin duda su hilo de razonamiento se vería sacudido de algún modo por la significativa fracción de segundo que tardaría en transferirse la información de una a otra región del sistema. Lo cierto es que un SAT monstruoso sería tremendamente brillante pero relativamente torpe. La misma limitación es todavía más grave en el caso de un sistema a gran escala, como un Google galáctico, donde las demoras de 100.000 años impondrían un límite riguroso a la recuperación de datos y, por consiguiente, a la velocidad del pensamiento.

¿Y eso es todo? ¿Un universo dominado por intelectos enormes pero parsimoninosos?[8.10] Tal vez la inteligencia de una máquina no dé más de sí. Pero si son correctos ciertos hallazgos recientes en el procesamiento de la información, a lo mejor hay una manera de ir más allá, una manera de crear un tipo de intelecto que sería alienígena incluso desde la perspectiva de un SAT.