Uno de nuestros planetas ha desaparecido

Centrémonos ahora en el escenario X, la ausencia anómala de algo. Qué tal esto: los alienígenas pasaron por nuestra parte de la galaxia hace mucho tiempo recolectando cometas por su contenido en agua y materia orgánica. Es una estrategia bastante plausible, hasta el punto de que incluso nuestros futurólogos del espacio la toman en consideración. El agua de un cometa puede someterse a electrolisis para utilizar el hidrógeno en un reactor de fusión nuclear. Una ventaja adicional es que los cometas están enriquecidos en deuterio, o hidrógeno pesado, que es un combustible nuclear especialmente bueno. Los hidrocarburos que constituyen una parte del polvo de las «bolas de nieve sucia», como se describe a veces a los cometas, pueden usarse para producir diversos materiales sintéticos, y como fuente de alimento. La mayoría de los cometas tienen su origen, según se cree, en la llamada nube de Oort (por Jan Oort, el astrónomo que propuso su existencia), que está formada por un billón de pequeños cuerpos helados situados más o menos a un año luz del Sol. Es probable que otras estrellas tengan sus propias nubes de cometas a distancias parecidas. Como estos remotos cometas «durmientes» están ligados a sus estrellas madre de forma bastante laxa, constituirían fuentes ideales de materias primas para los viajes interestelares, eliminando la necesidad de que las naves espaciales penetren en el hondo pozo gravitatorio de la estrella para luego tener que salir con esfuerzo.

De vez en cuando una perturbación gravitatoria envía uno de esos cometas desde la nube de Oort en dirección al Sol, siguiendo una trayectoria elíptica y alargada; es entonces cuando atraviesan encendidos el cielo nocturno ofreciéndonos su conocido espectáculo. Pero también hay una probabilidad considerable de que la perturbación gravitatoria lance el cometa en el sentido contrario, impulsándolo hacia el espacio interestelar. Si el sistema solar es típico y otras estrellas también tienen nubes de cometas, algunos de los cometas que eyecten deberían venir en nuestra dirección y entrar en el sistema solar. Si un cometa extrasolar nos hiciera una visita, lo distinguiríamos por viajar por una órbita hiperbólica en lugar de elíptica, es decir, yendo demasiado rápido para venir de la nube de Oort. Hasta el momento no se ha visto ningún cometa así, lo cual es un tanto intrigante. Quizá nuestras estrellas más cercanas tengan pocos cometas por alguna razón. ¿Los robó todos ET? Si las exploraciones astronómicas del futuro revelan un empobrecimiento sistemático de cometas en algunos sistemas estelares pero no en otros, podría sugerir un proceso de recolección. De modo parecido, si se encuentra una población de cometas muy empobrecida en deuterio (algo que podemos determinar a partir del espectro del cometa), podría indicar que se han explotado para la obtención de combustible nuclear.

¿Podría una tecnología alienígena requisar planetas enteros y romperlos para obtener materias primas? Hay todo un abanico de masas desde los cometas, pasando por los gélidos planetesimales, los planetas menores como Plutón y las lunas como Titán, hasta llegar a los planetas terrestres y los gigantes. Si ET puede secuestrar cometas, ¿por qué no uno de esos cuerpos de mayor tamaño? El físico y futurólogo de la Universidad de Princeton Freeman Dyson ha especulado sobre esa posibilidad con su propuesta de las «esferas de Dyson» (de las que hablaremos enseguida). Pero ¿cómo se rompe en pedazos un planeta? Eso, desde luego, no es tan fácil. La energía total necesaria para hacer añicos la Tierra, por ejemplo, es equivalente a la energía total producida por el Sol durante varios días. Hacer chocar contra el planeta otro planeta no funcionaría; de hecho, eso es lo que pasó cuando la proto-Tierra fue golpeada por un cuerpo del tamaño de Marte hace unos 4.500 millones de años. La capa más externa se desprendió (y se convirtió en la Luna), pero el resto del material se mezcló formando un planeta mayor. Una idea interesante para desmontar planetas es la propuesta por el escritor Greg Bear en su apocalíptica novela de ciencia ficción La fragua de Dios.[6.16] Bear cuenta la historia de una civilización alienígena que libera máquinas autorreplicantes de Von Neumann que escapan a su control, y barren la galaxia destruyendo planetas. El ingenioso truco que utilizan estos desalmados saqueadores consiste en disparar hacia la Tierra una enorme masa de «neutronium» (una hipotética bola de neutrones que posee densidad nuclear), seguida de una masa equivalente de antineutronium (su contrapartida de antimateria). Las dos masas bajarían en espiral hacia el núcleo de la Tierra, donde al fin se aniquilarían entre sí, liberando la energía suficiente para hacer explotar el planeta y arrojar al espacio a sus desventurados habitantes.

Todo lo cual me lleva a una persistente historia de la era espacial que dice que el cinturón de asteroides situado entre Marte y Júpiter podría estar formado por los restos de un planeta que de un modo u otro explotó. Es cierto que hay un curioso «vacío» allí donde podría haber habido un planeta, pero la masa total de los asteroides no es suficiente para constituir un planeta entero. La explicación convencional es que la mayor parte de los fragmentos rocosos de esta región del sistema solar fueron arrancados de allí por la poderosa atracción gravitatoria de Júpiter, impidiendo así que se formara un planeta, pero podríamos especular que una antigua supertecnología reventó el planeta, se llevó lo que le interesó, y luego siguió su camino, dejando atrás las escorias, que formaron el cinturón de asteroides.

En lugar de tomarse la molestia de partir en dos un planeta ya formado, tal vez a unos alienígenas rapaces les haya resultado más fácil interceder antes de que los planetas acaben de agregarse, apoderándose de todo lo que les interese y dejando la escoria. Podrían obtenerse indicios de este tipo de recolección selectiva en el hallazgo de sistemas planetarios con una composición química o física anómala. En la actualidad, los astrónomos todavía no entienden el proceso de formación de los planetas lo bastante bien como para identificar tales anomalías, pero con la creciente lista de planetas extrasolares que se están descubriendo, pronto podrá subsanarse esa limitación. Se conoce cierto número de sistemas estelares en los que el proceso de formación de planetas se está produciendo en este momento; podrían ser un buen lugar para buscar signos de astroingeniería alienígena a gran escala.

En principio, debería ser posible para una supertecnología llevarse un planeta entero manipulando la naturaleza caótica de algunas órbitas planetarias. Comenzando por una explosión nuclear para desviar un pequeño asteroide y llevarlo a colisionar con un cuerpo mayor, una serie de meticulosas maniobras podrían tener un efecto gravitatorio acumulado y amplificado durante un tiempo dilatado. Poco a poco, la órbita de un planeta podría llegar a desestabilizarse lo suficiente para salir disparado fuera del sistema planetario. Encuentros posteriores con otras estrellas proporcionarían la oportunidad de darle otros empujones gravitatorios, incrementando de este modo su velocidad. El planeta secuestrado podría utilizarse entonces como una práctica arca espacial para atravesar la galaxia, una idea prefigurada por Olaf Stapledon en su clásico de ciencia ficción de 1973, Hacedor de estrellas.[6.17]