Si el frente de una ola de colonización o exploración alienígena hubiera barrido nuestra región de la galaxia hace mucho, mucho tiempo, ¿habría dejado rastros? Como es obvio, si hubo una ola de expansión, los alienígenas (que podrían haber sido organismos biológicos, máquinas, híbridos, mezclas o cualquier otra entidad, véase la página 204), por definición, debían estar intentando aprovisionarse de algo; exactamente qué, no lo sabemos. Sea lo que fuere, si existe en cantidad finita (y debe ser así, pues de lo contrario los alienígenas habrían satisfecho sus necesidades en su propio planeta), entonces esa Cosa Deseada habría acabado por agotarse, y en ese momento es probable que se abandonase la colonia. Para entonces el frente de la ola debía de estar muy lejos. No tenemos la menor idea de cuándo podría haber pasado la ola; podría haber sido, por ejemplo, antes de que se formase el sistema solar hace 4.500 millones de años. Sobre esta cuestión conviene pensar en escalas de tiempo astronómicas, no humanas, lo que significa períodos de tiempo entre 10 millones y miles de millones de años. ¿Por qué? Bueno, la forma técnica de expresarlo es que no conocemos la distribución de probabilidad de las visitas de alienígenas en función del tiempo, de modo que una primera aproximación razonable es que ésta es uniforme. Lo que este argot significa es que, a falta de buenas razones para pensar de otro modo, la época actual no tiene nada de particular, así que es igual de probable que los alienígenas lleguen a nuestra parte de la galaxia en, digamos, los próximos 1.000 años que en cualquier otra ventana de 1.000 años en todo el intervalo de tiempo de la historia galáctica, que se mide en miles de millones de años.[6.12] Así que si los alienígenas nos visitaron, con toda probabilidad eso ocurrió hace mucho tiempo. Es evidente que la probabilidad de que hayan pasado por aquí durante los últimos miles de años, dejando botellas, cables y vasos de plástico que nosotros podamos encontrar, es infinitesimal.
Supongamos, en cambio, que por nuestra región pasó hace muchísimo tiempo una ola que se desplazaba a una velocidad relativamente lenta; tal vez todavía se mueva por algún lugar, extendiéndose por la galaxia a decenas de miles de años luz de distancia. ¿Podríamos ver el frente de avance de la ola desde la Tierra? Tal vez, pero no está claro qué es lo que tendríamos que buscar. Cualquier tipo de anomalía o discontinuidad física con la forma de un muro sería un buen candidato. Por poner un ejemplo, tan simple como probablemente tonto, supongamos que los colonos de la frontera alimentan sus actividades con la energía obtenida de la fisión nuclear, y se deshagan de los residuos (de una forma muy eficaz) lanzándolos hacia la estrella del sistema que los alberga. En ese caso habría un rastro de radioisótopos de vida corta en las estrellas cercanas al frente en movimiento, con un salto brusco en el margen de avance y una intensidad que decaería de manera paulatina hacia la retaguardia del frente (a causa de que los núcleos radiactivos tienen vidas medias finitas). Esta pauta peculiar y distinguible aparecería en los espectros de las estrellas de esa región de la galaxia. Otra posibilidad (igualmente especulativa) es que los alienígenas recojan algún material de las estrellas masivas antes de que estallen, demorando de este modo su final. De ser así, las supernovas estarían distribuidas irregularmente por la galaxia, suprimidas en algunas regiones sin razón aparente, pero serían habituales en otras regiones. Si esta pauta estuviera asociada a espectros inusuales en estrellas situadas por detrás del margen de avance, podría ser un indicio de las actividades de alienígenas. Por desgracia, las supernovas son tan raras que tardaríamos miles de años en construir una prueba estadística.[6.13]
En lugar de intentar detectar el margen, podríamos buscar pruebas de que la ola pasó por el sistema solar, o al menos cerca, en el pasado. A lo mejor los alienígenas se llevaron algo que debería estar aquí, o dejaron algo que no debería estar. En términos toscos, eso se traduce en «saquearon el bien X y se deshicieron del residuo Y». Los humanos hemos dejado muchos centros industriales en ruinas y contaminados, despojados de materias primas y abandonados como eriales. ¿Podríamos identificar un X e Y alienígenas?
No hay indicios evidentes de actividades industriales alienígenas en la propia Tierra: no conocemos ninguna mina, cantera o chatarrería de 10 millones de años de antigüedad. Por supuesto, las cicatrices de la industria no durarían tanto tiempo en nuestro planeta, así que no está claro hasta qué punto esos indicios podrían ser detectables o, si se diera ese caso, mostrar un aspecto artificial.[6.14] Por ejemplo, si descubriéramos un cráter triangular, aunque ahora estuviera enterrado, sería un fuerte indicio de artificialidad. Los geólogos han encontrado en nuestro planeta cientos de cráteres, tanto sobre la superficie como bajo tierra, pero hasta ahora todos han sido aproximadamente redondos, que es la forma natural que crean tanto los impactos cósmicos como las erupciones volcánicas. Hay una extraña anomalía geológica en Gabón (África), conocida como reactor nuclear natural Oklo. Se trata de una formación rocosa de buen tamaño con un contenido en uranio inusualmente elevado que al parecer alcanzó el punto crítico hace unos 2.000 millones de años, produciendo una reacción nuclear en cadena autosostenida y generando una gran cantidad de calor y radiación, cuyos productos todavía pueden detectarse en la actualidad. Oklo es ciertamente una reliquia geológica insólita, pero implicar en ello a una ingeniería nuclear alienígena es un poco forzado. No obstante, ilustra el tipo de anomalía que podríamos buscar.
El plutonio ofrece una posibilidad más prometedora. Este elemento radiactivo se produce durante las reacciones nucleares, y se encuentra en los residuos de las centrales nucleares y en la deposición atmosférica tras una explosión nuclear. Permanece en el medio en concentraciones progresivamente menores durante millones de años. Si alguna vez encontramos un antiguo depósito de plutonio (en la Tierra, o en cualquier otro lugar del sistema solar), el hallazgo constituiría un indicio fuerte de una tecnología nuclear extraterrestre.[6.15] Mediante técnicas de datación radiactiva, podemos incluso averiguar cuándo se produjo el proceso de ingeniería nuclear. Otra característica geológica sospechosa sería un depósito mineral de tamaño, forma, localización o composición que hiciera pensar en un antiguo vertedero, sobre todo si se encuentra enterrado en un lugar que no resulte natural. Todas estas sugerencias son conjeturas cogidas por los pelos, desde luego, pero lo que quiero resaltar es que nadie (que yo sepa) ha hecho un análisis sistemático de los registros geológicos en busca de anomalías que pudieran indicar una mano alienígena.
Fuera de la Tierra, las posibilidades se multiplican. Satélites, cometas y asteroides pueden haber servido como fuente ideal de materias primas para una tecnología extraterrestre con el atractivo adicional de ser medios con una baja gravedad en la superficie. El hallazgo de túneles o puentes formados con precisión en uno de estos cuerpos delataría un origen artificial. Rarezas menos espectaculares podrían aportarnos indicios de actividades mineras: por ejemplo, montañas de escoria o (una vez más) cráteres de forma extraña. Curiosamente, Eros, uno de los primeros asteroides que se han estudiado en detalle, ¡tiene algunos cráteres cuadrados! La nave NEAR Shoemaker los fotografió en el año 2000. Pero en este caso hay una explicación natural. Las líneas de falla rectas son un rasgo geológico común, y allí donde se cruzan con un ángulo más o menos recto, puede formarse una depresión de forma cuadrada. Una apuesta más segura sería buscar cráteres en espiral, del tipo que se hacen en la minería a cielo abierto para que los vehículos desciendan haciendo una curva. En la Tierra, los cráteres en espiral se erosionarían muy pronto y parecerían redondos, pero en un asteroide o sobre la Luna la forma espiral sobreviviría mucho más tiempo.
Una señal más sutil de la minería, o de la recolección de recursos, podría encontrarse en la química y la morfología de los desechos. Por ejemplo, si se utilizasen explosivos nucleares para romper en pedazos un asteroide, los fragmentos podrían llevar consigo indicios en forma de superficies fundidas de forma característica, como un trozo de trinitita que guardo, recogido en el lugar del primer ensayo con una bomba atómica en Alamogordo, en Nuevo México. Si alguna vez se descubriera un meteorito con trazas de isótopos radiactivos inusuales, también eso podría constituir un indicio de que la roca habría sido arrancada por una explosión nuclear.