¿Se ha encontrado ya una vida en la sombra?

De julio a septiembre de 2001, la región meridional del estado de Kerala, en la India, se empapó varias veces en una lluvia roja. Se recogieron muestras y se enviaron para su análisis a laboratorios indios y británicos. Se descubrió que el agua contenía células móviles que se asemejaban a las bacterias. No tardó en rumorearse que la lluvia roja de Kerala contenía microbios extraterrestres. Recibí de algunos investigadores indios secuencias de vídeo que mostraban unas células que se meneaban, pero tenían forma indiferenciada y podían ser cualquier cosa. Como ocurre frecuentemente con estos misterios científicos, la investigación se fue apagando sin arrojar resultados concluyentes. Varios mecanismos físicos pueden explicar la lluvia de color, que ha resultado ser una característica persistente en el sur de la India, así que la idea de que alguna forma de vida extraña procedente del espacio descendió sobre Kerala no debe tomarse muy en serio. Por otro lado, si unos microbios extraños tolerantes a la radiación UV habitasen en las capas altas de la atmósfera, cabría esperar que, de vez en cuando, cambios en la meteorología los llevasen a altitudes más bajas, donde podrían servir de núcleos para la formación de gotas de lluvia y bajar con ellas hasta el suelo. Lo más interesante es que se han hallado bacterias en el aire que pueden nuclear cristales de hielo gracias a que secretan unos enzimas especiales, lo que les proporciona un ingenioso medio para alcanzar el suelo en copos de nieve.[3.23]

Otro fenómeno intrigante es la extraña capa que recubre rocas en la mayoría de las zonas áridas del mundo, conocida como barniz del desierto o corteza del desierto. Su origen ha sido una especie de enigma desde que el propio Darwin comentó el caso. Esta cubierta sin duda contiene vida microbiana, así como combinaciones inusuales de minerales (por cierto, que algunas contienen arsénico). La composición química de la capa es muy distinta a la de las rocas que envuelve. No está claro si este barniz es un producto de la vida, o una compleja capa mineral que ha sido invadida, de manera oportunista, por la vida. Proporciona, sin embargo, una fuente fácilmente asequible de materia «moderadamente extraña» que merece una investigación profunda. Mis colegas del Beyond Center llevaron a cabo un proyecto piloto, pero hasta el momento no le ha seguido una investigación a fondo. Ahora estamos a punto de analizar nuevas muestras.

Probablemente la afirmación más persistente de que ya se ha descubierto vida extraña sea la que se refiere a unas formas diminutas llamadas nanobacterias. Estas pequeñas bolitas miden tan sólo unos pocos nanómetros (un nanómetro es una milmillonésima de metro). Se parecen a las bacterias, pero son demasiado pequeñas para contener ribosomas, las máquinas que se ocupan de la síntesis de proteínas y que son un componente clave de toda la vida que conocemos. Se han encontrado nanobacterias en rocas,[3.24] pozos de petróleo[3.25] y en la sangre.[3.26] Se han relacionado con numerosas enfermedades, desde trastornos renales a la enfermedad de Alzheimer, y han atraído incluso la atención de compañías farmacéuticas. La afirmación de que estas estructuras sean organismos vivos, como implica el uso del término «bacterias», es muy controvertida; si lo son, cuesta aceptar que puedan ser vida estándar. Tal vez sean una forma de vida extraña que ensambla proteínas de una manera distinta, o que usa otro tipo de enzima. O tal vez ni siquiera sean unos seres vivos. Una teoría, sugerida por Steve Benner, es que algunas nanobacterias podrían ser una forma de vida basada en el ARN, que no necesita proteínas hechas por ribosomas porque el ARN cumple las funciones tanto de las proteínas como del ADN.[3.27]

Las nanobacterias fueron impulsadas a la fama por la persona menos pensada: el presidente Bill Clinton. En agosto de 1996, Clinton anunció que los científicos de la NASA habían descubierto indicios de vida en Marte, en forma de unas estructuras microscópicas en el interior de un meteorito hallado en la Antártida en 1984, y cuyo origen —se había demostrado con posterioridad— era Marte (véase la lámina 8). Estas formas se parecían en todo a bacterias fosilizadas, salvo por el hecho de que eran unas diez veces más pequeñas que los microbios terrestres más diminutos. Hubo quien se apresuró a concluir que las nanobacterias provenían de Marte. Muchos científicos comenzaron a creer que algunos microbios vivos podían pasar de Marte a la Tierra en el interior de meteoritos. Todo el mundo estaba excitado. Hoy el alboroto se ha apaciguado, pues el análisis a fondo del meteorito ha ido erosionando la creencia de que contiene marcianos fosilizados, y ya son muy pocos los científicos que la suscriben.[3.28]

LÁMINA 8. Este meteorito de Marte, hallado en la Antártida en 1984, contiene algunas estructuras diminutas (véase recuadro) que sugieren nanobacterias.

Con independencia de cuál sea la evidencia a favor de la vida en el meteorito de Marte, la afirmación de que hay nanobacterias en la Tierra sigue sin resolverse. Hace varios años visité a Philippa Uwins en la Universidad de Queensland, en Brisbane (Australia). Mientras realizaba un análisis de rutina para una compañía de prospección petrolífera, Philippa había encontrado unas formas extrañas con aspecto de bacterias en muestras procedentes de unas perforaciones en la costa de Australia Occidental. Realizó su descubrimiento con la ayuda de un microscopio electrónico para estudiar los detalles finos del material, y bautizó a las formas con el nombre más neutral de «nanobios» (véase la lámina 9).

LÁMINA 9. Estas formas minúsculas, bautizadas como «nanobios» por su descubridora, Philippa Uwins, han sido interpretadas por algunos, de forma controvertida, como una extraña forma de vida. Son demasiado pequeños (alrededor de 100 nm) para ser microorganismos estándar.

Como las nanobacterias, los nanobios son demasiado pequeños para ser células vivas normales. Philippa se ilusionó, justificadamente, cuando detectó ADN en su interior. Me mostró las pruebas. Con la ayuda de un tipo de mezcla química llamado coloide de oro, consiguió que el oro se uniera al ADN para luego, en las imágenes al microscopio, comprobar que se encontraba en el interior de los nanobios, y no libre en el medio. Esta prueba era importante, pues es posible que fragmentos de ADN resultantes de la descomposición de microbios normales quedasen pegados a superficies minerales y de este modo preservados. El hecho de que los nanobios contuvieran ADN sugirió a Philippa que, si no eran organismos vivos, lo habían sido en otro tiempo, pero que seguramente carecían de ribosomas para la síntesis de proteínas a causa de sus minúsculas dimensiones. Sin embargo, no logró obtener una secuencia de ADN con sentido, lo que tal vez implicara que se enfrentaba a una forma de vida extraña basada en el ADN que utilizaba un código genético distinto. Una explicación más prosaica es que los nanobios son cápsulas minerales formadas alrededor de los detritos de ADN que flotan en el petróleo.

Las investigaciones realizadas por John Young y su estudiante Jan Martel en la Universidad Rockefeller les han llevado a la conclusión de que las nanobacterias, o nanobios, no están vivos. Young y Martel sugieren que se trata de complejos químicos constituidos por materia orgánica combinada con el mineral común de la caliza, el carbonato de calcio, que formarían formas amorfas que superficialmente recuerdan a unas células diminutas.[3.29] Los investigadores se apresuran a señalar que, con todo, las nanobacterias no dejan de estar relacionadas con la cuestión del origen de la vida, pues proporcionan un ejemplo en la naturaleza de autoensamblaje químico, que quizá sea uno de los pasos en el camino que conduce a la vida, aun cuando las nanobacterias todavía no lo sean. Las comparan con los priones, unas sustancias químicas parecidas a las proteínas que pueden dar formas anómalas en una especie de reacción en cadena que acaba produciendo enfermedades como el kuru y la «enfermedad de las vacas locas».

Los ejemplos anteriores son sugerentes, pero no concluyentes, y es obvio que requieren más investigación. Entretanto, la caza de la vida en la sombra, la vida extraña, va cobrando fuerza en todo el mundo.