A la mayoría de la gente no le cuesta aceptar que haya innumerables mundos habitados dispersos por el espacio. Cuando se les pide que justifiquen esta creencia, la respuesta típica es que el universo es tan grande que necesariamente tiene que haber vida e inteligencia en algún que otro lugar. Es un argumento recurrente, pero que por desgracia incurre en una falacia elemental de la lógica: la de confundir una condición necesaria con una suficiente. Pensemos por un momento en los dos requisitos básicos para que exista vida en un planeta como la Tierra: el primero, el planeta con estas características; el segundo, la génesis de la vida. Supongamos que concedemos que, efectivamente, hay billones de planetas como la Tierra en el universo observable, una posibilidad que cada vez parece más probable; ¿garantiza eso que haya billones de planetas habitados? En absoluto. Que un planeta sea habitable no es lo mismo que decir que está habitado. Eso sería así solamente si la génesis de la vida estuviera garantizada en un planeta como la Tierra. Pero supongamos que la emergencia de la vida a partir de la materia inerte fuera un fenómeno muy infrecuente, un suceso que se produjese con una probabilidad tan baja que incluso con un billón de planetas habitables todavía fuera improbable que se produjera siquiera una sola vez. De poco valdría toda la vastedad del universo si la mano de cartas estuviera tan en contra de la formación espontánea de la vida.
¿Qué sabemos sobre el origen de la vida? ¿Ha sido pura chiripa, un accidente insólito que hace de la Tierra un objeto único en todo el universo observable? Muchos científicos distinguidos lo han creído así. Francis Crick, uno de los descubridores de la estructura del ADN, escribió en una ocasión: «El origen de la vida se nos antoja por el momento casi un milagro, tantas son las condiciones que tuvieron que satisfacerse para que apareciera».[2.2] Jacques Monod, el bioquímico francés galardonado con el Premio Nobel por sus investigaciones para desentrañar los detalles del código genético, proclamó, en la misma línea, que «el universo no está preñado de vida, ni la biosfera del hombre… El hombre sabe por fin que está solo en la insensible inmensidad del universo, del que emergió sólo por azar».[2.3] Por aquel entonces, la creencia en cualquier forma de vida extraterrestre, por no hablar de alienígenas inteligentes, se consideraba pura ciencia ficción, la materia de la que estaban hechas las películas malas de Hollywood, sin ningún tipo de base científica. En la década de 1960 yo era estudiante y mi fascinación ante la posibilidad de la vida extraterrestre se consideraba carente de todo crédito, rayana en la extravagancia. Era como manifestar que uno creía en las hadas. El SETI, en particular, no se tomaba en serio. El distinguido biólogo de Harvard George Simpson describió la búsqueda de extraterrestres inteligentes como «el juego de azar con las probabilidades más adversas de toda la historia».[2.4]
En la actualidad el péndulo se ha movido al otro lado. El biólogo Christian de Duve (como Monod, un premio Nobel) está tan convencido de que la vida debe haber surgido en planetas como la Tierra de todo el universo, que habla de un «imperativo cósmico».[2.5] Hoy científicos y periodistas declaran a menudo que el universo está lleno de vida a rebosar. Cada pequeño descubrimiento sobre los planetas es presentado por los medios de comunicación como un paso más hacia el hallazgo de vida extraterrestre, incluso de vida inteligente. El congreso del año 2009 de la Asociación Americana para el Progreso de la Ciencia (AAAS por sus siglas en inglés), celebrado en un Chicago cubierto de nieve justo antes del lanzamiento de la misión Kepler en busca de planetas extrasolares parecidos a la Tierra, es una muestra típica de la nueva actitud. Varias sesiones se dedicaron a la astrobiología, una disciplina que aborda el estudio de la vida más allá de la Tierra. En una de ellas, Alan Boss, del Carnegie Institution de Washington, D.C., declaró con entusiasmo: «Si se tiene un mundo habitable y se deja actuar la evolución durante unos cuantos miles de millones de años, es inevitable que sobre él se forme algún tipo de vida… Sería imposible impedir que la vida se desarrolle en estos planetas habitables». Boss prosiguió presentando una implacable estadística: «Podría haber cien mil trillones de planetas como la Tierra en todo el espacio, así que es inevitable que haya vida extraterrestre».[2.6] El periodista científico Richard Alleyne informó sobre este hecho en el Daily Telegraph del Reino Unido del siguiente modo: «La vida en la Tierra solía considerarse un accidente monstruoso que sólo se había producido una vez. Sin embargo, hoy los científicos están llegando a la conclusión de que el universo está repleto de organismos vivos».
Entonces, ¿qué punto de vista es el correcto? ¿Es la vida un accidente monstruoso, confinado a nuestro planeta, o un «imperativo cósmico», y por tanto abundante en todo el universo? La respuesta depende sólo de la probabilidad de que emerja la vida a partir de lo no vivo, así que tiene sentido buscar pistas en la forma en que la vida comenzó en la Tierra.